Cuando todavía era una adolescente, supo por primera vez de la Revolución Cubana. Poco tiempo después, participó activamente en acciones de solidaridad con Cuba y América Latina tras conocer en su país natal a refugiados que habían huido de las dictaduras de Chile, Argentina y Centroamérica.
No sería hasta 20 años más tarde cuando, viviendo y trabajando en Nueva York, escuchó por primera vez de la Operación Pedro Pan. Sus interlocutores fueron integrantes de la Brigada Antonio Maceo que habían sido expulsados de Miami por cubanoamericanos de extrema derecha que se oponían al diálogo con Cuba, y que amenazaban o atacaban físicamente a cualquier persona, y especialmente a aquellos que apoyaban un acercamiento con la Isla.
Rememora la trágica e irónica historia de Carlos Muñiz, un niño Pedro Pan y miembro de la Brigada Antonio Maceo, asesinado en Puerto Rico a plena luz del día por el grupo terrorista cubanoamericano Omega 7, solo porque estaba organizando viajes a Cuba para jóvenes que querían ver por sí mismos de qué iba la Revolución.
«Al principio, vi a los Pedro Pan como niños “robados” de Cuba, al igual que los miles de niños indígenas arrancados de sus familias y su cultura en países como Australia y Norteamérica. Pero a medida que profundizaba en mi investigación, me di cuenta de que la historia de la Operación Pedro Pan era mucho más compleja», explica la editora e investigadora australiana Deborah Shnookal.
Precisamente esa complejidad es la que ha plasmado en su libro Miami o las montañas. La Operación Pedro Pan y la Campaña de Alfabetización en Cuba (2023), publicado por Ocean Sur y la Casa Editora Abril.
Antes de comenzar a conversar sobre el libro, y la manera paralela en la que la autora reflexiona sobre dos sucesos trascendentales de aquella época, Deborah explica por qué llama la Operación Pedro Pan, y no Peter Pan, como es más común en Cuba. «En primer lugar, en Estados Unidos siempre se ha hecho referencia al puente aéreo como “Pedro” y escribí este libro para abordar algunos de los conceptos erróneos y mitos sobre la operación en ese país. Pero lo más importante es que definir a alguien como Peter Pan en los países de habla inglesa sugiere que esa persona nunca ha crecido, como el niño del cuento infantil. Lamentablemente, los jóvenes cubanos enviados en el marco de la Operación Pedro Pan tuvieron que crecer demasiado rápido, en una tierra extraña sin sus padres».
¿Por qué para comprender la Operación Pedro Pan hay que conocer primero lo que ocurría en la Cuba de los años sesenta y la relación de la naciente Revolución con Estados Unidos?
La Operación Pedro Pan solo puede entenderse en el contexto de los lazos históricos y el conflicto entre Cuba y Estados Unidos. Este conflicto no comenzó en 1959, ni fue exclusivamente producto de la Guerra Fría. Las tensiones entre los dos países vecinos habían estado latentes desde el siglo XIX, cuando el recién formado Estados Unidos veía a Cuba como una «fruta madura» que estaba destinada a caer en sus manos, una visión que fue codificada en la Doctrina Monroe. El proyecto revolucionario que los cubanos emprendieron en 1959 era un proceso para finalmente establecer una Nueva Cuba, independiente y soberana. Estados Unidos se consideraba un benefactor benévolo y creía que los cubanos eran incapaces de gobernarse a sí mismos. Como había explicado José Martí, esa actitud era intrínsecamente racista.
El proyecto revolucionario cubano implicó una transformación social y cultural profunda, que influyó en la forma en que los individuos se veían a sí mismos y a su nación. Fidel describió este proceso como «cubanizar a Cuba». El Che hablaba del «hombre nuevo» y de cómo los jóvenes cubanos dirigirían este proceso. Y así fue.
Cuando el filósofo francés e ideólogo de la rebelión juvenil de los años sesenta Jean-Paul Sartre visitó Cuba, comentó: «El mayor escándalo de la Revolución Cubana no es haber expropiado fincas y tierras sino haber llevado muchachos al poder». Naturalmente, el papel que los jóvenes cubanos, incluidas las mujeres, desempeñaron en la Revolución, desafió el conservadurismo de la familia patriarcal tradicional.
En el momento en que usted empezó la investigación prácticamente no existían fuentes específicas en Cuba sobre la Operación Peter Pan. De las fuentes a las que tuvo acceso durante estos largos años, ¿cuáles fueron las más relevantes para su investigación?
A los organizadores de la Operación Pedro Pan en Estados Unidos —como el monseñor Bryan Walsh, a quien entrevisté— siempre les gustó hacer hincapié en el secretismo que rodeaba el puente aéreo. Él sugirió que de alguna manera habían burlado al gobierno cubano.
Cuando empecé a preguntar a los cubanos sobre qué sabía el gobierno en ese entonces de la Operación Pedro Pan, el Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado encargó a José Buajasán y Ramón Torreira que me prepararan un informe del caso. Descubrieron que nadie fue acusado ni encarcelado en Cuba por su papel en la Operación Pedro Pan, es decir, por ayudar a la salida de los niños. Cuando le pregunté a Buajasán si de haber sabido lo que estaba ocurriendo, el gobierno habría impedido la salida de los niños, me respondió: «¿Cómo íbamos a impedirlo? Se iban con el consentimiento de sus padres. Si lo hubiéramos prohibido, ¿no se habrían confirmado los rumores de que el gobierno había asumido la patria potestad sobre los niños de la nación?».
Resulta sorprendente que las fuentes más importantes para este libro son estadounidenses, por ejemplo, documentos de la CIA, del Departamento de Estado y de otras agencias gubernamentales. Esos documentos muestran que la instalación del puente aéreo para transportar los niños dependía totalmente de las redes contrarrevolucionarias que operaban dentro y fuera de la Isla, y cómo la Operación y los propios niños se convirtieron en parte del plan estadounidense para socavar y derrocar la Revolución Cubana.
¿Qué elementos podríamos señalar como los más importantes dentro de la Operación: el rol de la Iglesia, de la CIA, la ingenuidad o el desconocimientos de las familias cubanas, la circulación de la falsa ley que quitaría la patria potestad, la radicalidad de la Revolución Cubana…?
Las falsas noticias sobre la patria potestad no fueron más que una repetición de la fantasía de la Guerra Fría de que los comunistas siempre quieren apoderarse de los niños para adoctrinarlos. Y muchos cubanos ya habían interiorizado el virulento anticomunismo de los años cincuenta, que provenía de Washington y de Roma. Por eso, no era de extrañar que los rumores crearan un ambiente de pánico, o incluso de histeria, entre algunos cubanos ya más susceptibles. Pero hay muchos otros factores diversos y muy complejos que explican el por qué algunos cubanos mandaron a sus hijos a Miami.
Algunas familias de clase media y privilegiadas tenían ilusiones o aspiraciones sobre el american way of life. Puede que se imaginaran que la Revolución estaba ya consumada con la caída del régimen de Batista. Puede que se sintieran incómodos o amenazados por las políticas revolucionarias de dar a todos los cubanos los mismos derechos a una vida digna, incluyendo la educación, la salud y la vivienda. Una madre explicó, por ejemplo, que envió a su hijo a Miami porque no quería que «se sentara al lado de un niño negro en la escuela».
A algunos padres les preocupaba que sus hijos se involucraran activamente en el proyecto revolucionario. Otros temían que las actividades contrarrevolucionarias de sus hijos adolescentes pusieran en peligro sus vidas. El monseñor Walsh comentó que entre los niños Pedro Pan a su cargo había una diversidad de opiniones políticas.
También había padres que simplemente veían la Operación como una oportunidad para que sus hijos estudiaran en Estados Unidos y aprendieran inglés, lo que mejoraría enormemente sus posibilidades profesionales. Antes había sido algo que solo podían permitirse las familias cubanas adineradas.
¿Existen «puntos oscuros» o aspectos que aún se desconocen relacionados con la Operación y que quedarían pendientes por investigar?
No se han encontrado pruebas documentales que demuestren categóricamente que la Operación Pedro Pan fue una operación de la CIA, pero por la organización del puente aéreo y las personas implicadas queda claro que se convirtió en una parte intrínseca del «Cuba Project» de la CIA, contra el gobierno revolucionario. La CIA dirigió la emisora de radio que desde las Islas del Cisne (Swan Islands) difundió la propaganda incendiaria sobre la supuesta amenaza a los derechos de los padres, y agentes de la CIA fueron detenidos y encarcelados en Cuba por imprimir y distribuir propaganda contrarrevolucionaria. Incluso, se imprimieron copias de una falsa ley gubernamental que proclamaba la eliminación de la patria potestad. Algunos de esos exagentes cubanos de la CIA han expresado su arrepentimiento por haber participado en este episodio, lo cual causó mucho dolor a tantas familias cubanas.
¿La campaña de noticias falsas sobre la patria potestad tenía como objetivo provocar un éxodo de niños cubanos a Miami? En mi opinión, no necesariamente, porque no había ocurrido así en otros países, como Guatemala, donde hubo campañas similares de propaganda anticomunista sobre amenazas a la familia.
Lo que determinó la magnitud del puente aéreo fue el hecho de que el gobierno estadounidense ofreciera billetes de avión, alojamiento y matrícula gratuitos a los niños que llegaran sin acompañante. Se trataba del Cuban Children’s Program, que resultó ser un gran incentivo para que las familias cubanas inscribieran a sus hijos en el programa, porque se consideraba como una «beca» estadounidense. Sin embargo, no tardó mucho tiempo para que el número de jóvenes cubanos saturara a las agencias creadas para atenderlos, y muchos acabaran en las instituciones más inadecuadas, como orfanatos o centros de detención de menores.
Me gustaría señalar que, contrariamente a lo que se suele decir, por lo general los Pedro Pan no eran niños muy pequeños, sino adolescentes, y en su mayoría varones.
A la par que estos niños y adolescentes fueron enviados por sus padres a Miami, otros miles se sumaban como maestros voluntarios o brigadistas a una campaña que permitiría proclamar a Cuba como primer territorio libre de analfabetismo en América. De esta disyuntiva, Miami o las montañas, viene el nombre de su libro. ¿Por qué le impresionó tanto la Campaña de Alfabetización?
Los medios de comunicación estadounidenses de la época calificaron la Campaña de Alfabetización como una campaña de adoctrinamiento masivo y afirmaron que la movilización de 100 000 jóvenes cubanos era una prueba de que el gobierno revolucionario, efectivamente, estaba apartando a los muchachos de sus familias. Muchos apologistas de la Operación Pedro Pan siguen sosteniendo que la Campaña de Alfabetización fue un factor importante que convenció a los padres de enviar a sus hijos a Miami.
Yo quería entender cómo eran aquellos primeros días de la Revolución en Cuba. Así que decidí entrevistar no solo a los Pedro Panes, sino también a sus contemporáneos que se habían quedado en Cuba —sus amigos, sus vecinos, incluso, sus hermanos—. Al hablar con personas de esa generación en Cuba, descubrí que casi todas querían contar sus experiencias como brigadistas, y no hablar de sus amigos que se habían marchado. Un entrevistado me dio la idea para el título del libro cuando dijo: «Bueno, yo también me fui de casa en 1961. Y lo pasé mucho peor que los Pedro Pan». Otra brigadista exclamó: «¡Miami o las montañas! Esa es la historia de mi familia». Sus padres habían enviado a su hermano pequeño a Miami mientras ella estaba alfabetizando en el campo.
Tenía curiosidad por investigar más a fondo la campaña: cómo se reclutó a los integrantes de las Brigadas Conrado Benítez, por qué se ofrecieron ser voluntarios, cuáles fueron sus experiencias, qué material didáctico se utilizó, cómo se relacionaron los organizadores de la campaña con las familias de los brigadistas y cómo hicieron que se involucraban. Me interesaba en particular el hecho de que la mayoría de los brigadistas fueran muchachas.
¿Cuánto pudo contribuir la Campaña de Alfabetización no solo a enseñar a leer y a escribir, sino a fomentar en la joven generación que en Cuba quedaba, ese espíritu por participar y movilizarse en tareas concretas de la Revolución?
En realidad, la campaña fue sumamente popular entre los cubanos de todas las tendencias políticas y religiosas. Fue considerada por la inmensa mayoría como un gesto humanitario para dignificar y hacer justicia a los ciudadanos cubanos más oprimidos y explotados. Pero representó mucho más que eso.
La campaña involucró de manera activa a un enorme porcentaje de la población como educadores, alumnos y trabajadores de apoyo logístico. De ese modo, la inmensa mayoría de los cubanos llegó a identificarse con los objetivos de justicia social de la Revolución y a sentirse parte de ella. Fue una experiencia que por primera vez unió a los cubanos como nación y les infundió un nuevo sentido de orgullo por su nación.
Cuando Fidel les habló a los brigadistas en el campamento de capacitación de Varadero, dijo que con su participación en la Campaña de Alfabetización entenderían el porqué de la Revolución. En el proceso de enmendar los males de siglos de colonialismo y neocolonialismo, opresión racial e injusticia social, esos jóvenes cubanos también se transformaron. La campaña proporcionó un gran impulso a la Revolución y transformó a esa generación de cubanos que comprendieron de forma cercana y perdurable ese porqué de la Revolución Cubana.
«La Revolución, después de haberles pedido el esfuerzo que han hecho en la alfabetización, después de haberles pedido que llevaran por valles y montañas la enseñanza, ahora les pide que se hagan técnicos, que se hagan ingenieros, que se hagan economistas, que se hagan maestros, que se hagan instructores de arte, que se hagan artistas, que se hagan profesores», así dijo Fidel el 22 de diciembre de 1961. ¿Acaso aquellos adolescentes brigadistas serían la generación decisiva en la construcción del socialismo cubano en las siguientes décadas?
Es cierto que los jóvenes cubanos que participaron en la Campaña de Alfabetización se convirtieron en líderes del proyecto revolucionario en muchos campos. En mi opinión, una de las consecuencias más hermosas fue que algunos de los brigadistas pasaron a desarrollar el Programa de Alfabetización de Adultos —llamado «Yo, sí puedo»— que los cubanos comparten hoy con más de 30 países del sur global. Pero no solo en el Tercer Mundo. Durante 10 años, «Yo, sí puedo» se ha adaptado para que funcione en comunidades indígenas remotas de mi país —Australia— donde los indígenas se enfrentan a una situación espantosa de analfabetismo, falta de sanidad, encarcelamiento, pobreza y discriminación. Es algo que actualmente investigo junto con algunos colegas más jóvenes de la universidad.
¿Por qué cree que 60 años después es tan útil y necesario volver a los orígenes de la Revolución Cubana y en especial a estos dos sucesos: la Operación Peter Pan y la Campaña de Alfabetización?
Un repaso de este período de la historia cubana —que, no olvidemos, coincidió además con la invasión por Playa Girón [Bahía de Cochinos] respaldada por Estados Unidos— ayuda, a mi juicio, a explicar por qué la Revolución Cubana ha perdurado hasta nuestros días, a pesar de todas las predicciones sobre su inminente colapso. Contribuye a explicar por qué hoy en día la gran mayoría del pueblo cubano sigue comprometido con el proyecto revolucionario ya que, a través de sus propias vivencias, comprende en cuerpo y alma que su nación sigue enfrentándose a la misma disyuntiva: Miami o las montañas.
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