Proposiciones

La crisis del agua (historia desconocida)

24 sept. 2018
Por

Tensiones y crisis en 1964

Desde las primeras declaraciones públicas de Johnson como nuevo presidente de Estados Unidos al gobierno cubano le quedó claro que su administración continuaría transitando por los mismos senderos de hostilidad recorrido en las relaciones entre ambos países desde 1959, lo que hasta cierta medida se contradecía con su retórica «pacifista» de celebrar una conferencia cumbre con el primer ministro soviético, Nikita Jruschov, para reducir las tensiones de la guerra fría.1 Los sucesos ocurridos en la segunda quincena de diciembre de 1963 evidenciaban los esfuerzos estadounidenses por aislar a Cuba, reforzar el bloqueo económico y continuar realizando sus proyectos de subversión y sabotajes.

[…]

La llamada «Crisis del Agua»

A pesar de la postura del mandatario norteamericano, que había ungido la acción económica como su principal arma contra Cuba, durante el mes de febrero de 1964, tuvo lugar el primer conflicto directo con la Isla, cuando en los días iniciales de ese mes se produjo el secuestro de cuatro embarcaciones pesqueras cubanas y sus tripulaciones por guardacostas estadounidenses, hecho que dio origen a la llamada «Crisis del Agua».

El clima de hostilidad reinante en las relaciones del gobierno de Estados Unidos hacia Cuba contribuía y propiciaba el desarrollo de peligrosos incidentes entre ambos países. Los hechos se iniciaron a partir de las 11 de la mañana del 2 de febrero, cuando unidades navales y aéreas norteamericanas8, interfirieron bruscamente a cuatro embarcaciones pesqueras cubanas – Lambda 33, Lambda 8, Cárdenas 14 y Cárdenas 19 – que se encontraban en labores de pesca en aguas internacionales, aproximadamente a cinco millas al suroeste del cayo Dry Tortuga [Tortuga Seca], y las obligaron a aproximarse a la costa, donde le indicaron que echaran anclas y esperaran.9

[…]

Esa operación duró toda la noche y a las primeras horas de la mañana, luego de consultar al Departamento de Estado, 11 las embarcaciones y sus 38 tripulantes12 fueron acusados de haber violado las aguas territoriales de Estados Unidos y conducidos a la base naval de Key West. Las naves y los pescadores permanecieron presos ilegalmente tres días en esa base, donde los interrogaron y presionaron para sacarles, bajo amenazas de cárcel y coacción, una confección que justificara el incidente y la ilícita detección. Dos pescadores no resisten las presiones y aceptaron declarar ante tribunales lo que quisieran oír sus captores, como pago a la traición se les concedió asilo. El día 6, los 36 restantes fueron enviados a la cárcel y puestos bajo la jurisdicción de los tribunales del Estado de la Florida.

[…]La declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, del 3 de febrero, proclamó que el «[…] abordaje, apresamiento, secuestro y conducción a la Base Naval de Key West, por naves de la Marina de Guerra Yanqui, de los buques pesqueros cubanos […] constituye, a todas luces, un típico acto de piratería».13 También el canciller cubano se dirigió el 4 de febrero al Presidente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para denunciar el secuestro. En ambos documentos, además de relatar los hechos acaecidos, explican que esta operación de pesca fue advertida al Gobierno de Estados Unidos, por mediación de la Embajada de Suiza14 en La Habana, el 9 de diciembre de 1963, para evitar cualquier tipo de incidente con las autoridades de ese país.  Por lo tanto, no podía ser «[…] un acto inesperado, ni un alejamiento de costumbres de antaño establecida y mucho menos una provocación».15 Acerca de la información suministrada por Cuba al gobierno estadounidense, Fidel Castro explicó a corresponsales extranjeros de prensa: «Nosotros no teníamos ninguna obligación de dar informaciones de ese tipo. Simplemente, nosotros dábamos la información, precisamente, en evitación de confusión, de incidente; entre otras cosas, porque esa es una zona en que suelen estar merodeando elementos contrarrevolucionarios pagados por la Agencia Central de Inteligencia. Nosotros entendíamos que contribuía a evitar incidentes, a evitar tensiones, el que nosotros informáramos lo que se iba a hacer».16

El 5 de febrero el gobierno cubano también se dirigió al secretario general de Naciones Unidas, U Thant, para que mediara en el asunto y reclamara a Estados Unidos la inmediata liberación de los pescadores y la devolución de los barcos, retenidos en la base de Key West, hecho que «[…] constituye una abierta violación del espíritu y de la letra de la Carta de las Naciones Unidas y una intolerable provocación que agudiza las tensiones promovidas en la región del Caribe por dicho gobierno y pone en riesgo la paz y la seguridad internacional».17

Ante estas exigencias y reclamos de Cuba, el gobierno de Estados Unidos, en una nota  de protesta a través de la Embajada Suiza en La Habana, señaló que dos capitanes de los pesqueros admitieron estar plenamente conscientes de su presencia en aguas territoriales norteamericanas y que las embarcaciones no habían pescado en el área de Dry Tortuga en los cinco años anteriores. El coordinador de Asuntos Cubanos, John H. Crimmins le comunicó cínicamente al Consejero Político de la Embajada de Checoslovaquia en Washington, que la «[…] clara naturaleza deliberada de la violación molestaba y nos confundía».18

Después de recurrir a las vías diplomáticas y comprobar que el gobierno norteamericano no tenía la voluntad política de resolver la situación creada, fue necesario recurrir alguna medida de presión para solucionar el conflicto. El 6 de febrero, el Ministro de Relaciones Exteriores entregó al Embajador de Suiza en La Habana, una nota en la que le hace saber, que el gobierno cubano «[…] ante el insólito, arbitrario e ilegal encarcelamiento de los pescadores cubanos, tripulantes de las embarcaciones piratescamente secuestradas» en aguas internacionales, «[…] ha decidido suprimir el suministro de agua a la base naval de Caimanera, Guantánamo, desde las 12 meridiano del día de hoy y mantener la suspensión de dicho servicio hasta tanto los pescadores cubanos no sean puestos en libertad».19

 

 

Bahía de Guantánamo. Cuba.

 

 

 

La base se abastecía de agua del acueducto instalado en el caserío Yateritas, próximo al río del mismo nombre. Su corriente era impulsada por tres motores a igual número de tanques cada uno con su llave de salida. Por la importancia de este acueducto, el mando de ese enclave siempre la atendió directamente y para el mantenimiento de sus motores pese al bloqueo económico en ocasiones facilitó aceites especiales.

En cumplimiento de la disposición emitida por el Gobierno Revolucionario, el mando del Ejército Oriental ordenó al Jefe del Batallón de la Frontera, primer teniente Justo Luis Noriega Benítez, a las 11:30 horas del 6 de febrero, cortar el suministro de agua a la Base, misión que quedó cumplida media hora después. Poco antes, el Batallón de la Frontera había tomado las medidas defensivas para enfrentar y rechazar cualquier ataque proveniente de la Base.20 En prevención de cualquier tipo de reacción militar norteamericana, Fidel Castro –en su condición de Comandante en Jefe– ordenó a las FAR pasar al «estado de alerta», que incluyó movilizaciones parciales del personal de las milicias y la ocupación de la zonas de concentración de importantes unidades de combate que pudieran contrarrestar un ataque sorpresivo.

En horas de la noche de ese día, Fidel ofreció una conferencia de prensa a los periodistas de distintas agencias cablegráficas y de periódicos extranjeros y nacionales, para explicar la posición de Cuba ante la decisión de las autoridades federales estadounidenses de encarcelar a los pescadores cubanos y ponerlos bajo la jurisdicción del Estado de la Florida. Al respecto dijo que el gobierno «[…] consideró el deber de tomar una medida de respuesta a esa acción. Y en consecuencia, suspender el abastecimiento de agua mientras estén en prisión los 36 tripulantes. Y la medida se mantendrá hasta las últimas consecuencias». Aclaró que «[…] el propósito de la medida es suprimir los suministros de agua para fines industriales, fines de construcción, para todos los fines, excepto para fines de uso humano; no va encaminada a perjudicar a las personas, sino encaminada a perjudicar los demás servicios allí, que no tienen nada que ver con el consumo humano» y teniendo en cuenta que en la base hay mujeres y niños, también se decidió «[…] abrir las llaves durante una hora diaria para el consumo exclusivo de la población».21

El máximo líder cubano hizo notar la diferencia notable en la actuación del gobierno de Cuba respecto al de Estados Unidos en el caso del camaronero Johnny Red, que llegó a las costas cubanas poco después del secuestro de los cuatros pesqueros, tripulado por el estadounidense Denys Kirby, quien solicitó permiso para residir en Cuba, descontento con la política de su país. Fidel explicó a los periodistas: «Nuestra actitud es una actitud de respeto a la Ley Internacional. Nosotros no necesitamos apropiarnos de este barco norteamericano […]. Nosotros no practicamos el robo ni la piratería internacional. Y nosotros no vamos a responder con una ilegalidad; por tanto, nuestra actitud es la de estar en disposición de devolver ese barco a sus propietarios norteamericanos. Y como ustedes comprenderán, este barco sí violó las aguas jurisdiccionales de Cuba, incluso, atracó en un muelle. Esa es la actitud, nosotros estamos en disposición de devolver el barco a sus propietarios».22

La reacción estadounidense no se hizo esperar. En la mañana del 7 de febrero, el Presidente convocó a un grupo de altos funcionarios a reunirse con el Secretario de Estado en la Casa Blanca para analizar las acciones a tomar.23 Según las notas de John McCone, director de CIA, el primer aspecto de debate fue las medidas a aplicar a las embarcaciones y sus tripulantes, Rusk comunicó que los siete pescadores menores de edad, después de ser interrogados, serían liberados, pero que aún estaban bajo la custodia de las autoridades de inmigración. Señaló que se corría un riesgo con lo que iban a hacer, pues podían sentar un precedente para sus propias embarcaciones en otros mares.  Consideró que la sanción «[…] podría ser una fuerte multa para el capitán y la incautación de la nave». McNamara dijo que el vicefiscal general Katzenbach estaba a favor de dejar el caso a la jurisdicción de la Florida más que a las cortes federales.McGeorge Bundy indicó la necesidad de «[…] tener una serie de recomendaciones de lo que puede hacer La Florida» y comentó que si se liberaban a todos los pescadores, excepto a los capitanes, aun se estarían “en una posición de fuerza». Robert Kennedy comentó que «Tal vez es mejor liberar a los capitanes y quedarnos con las embarcaciones».24

El segundo aspecto debatido fue la respuesta al anuncio de la supresión de los suministros de agua a la Base Naval de Guantánamo. Bundy preguntó: «¿Acaso queremos tener las manos de Castro en el suministro de agua? ¿Podremos suministrar nuestra propia agua?» McNamara respondió que sí, pero era algo que se debía hacer de forma voluntaria y no bajo presión. Añadió que el costo del abastecimiento de agua era alrededor de dos y medios millones de dólares al año, cuestión que no era un problema para ellos. McCone sugirió: «[…] vayamos ahora y ceguemos las conexiones de agua y digamos que no queremos el agua de Castro; que nos abasteceremos con nuestra propia agua». Rusk le pareció esa idea atractiva, pues dijo que se necesitaba «[…] dar una respuesta sobre nuestro propio suministro de agua antes de que Castro la restituya».25

Un tercer asunto discutido fue el referido a los cubanos que laboraban en la base. Rusk preguntó: «¿Acaso no debemos sacar a algunos de nuestros empleados discretamente?» Afirmó que se debía «revisar la función de los cubanos» y reducir su número; «[…] si hay la más mínima señal de sabotaje, nos movemos rápidamente y los sacamos a todos». McNamara notó que se podían «sacar rápidamente en cualquier momento», pero no era necesario hacerlo ahora «[…] a no ser que fuera una necesidad militar o que se quiera hacer presión política sobre Castro».26

En este punto, el debate se dirigió en torno a qué otras medidas se podían tomar. Se analizó entre otras cómo impedir que los empleados de la Base se llevaran su salario al territorio cubano que se calculaba en cinco millones de dólares anuales y cómo usar el problema de las armas en Venezuela para lograr nuevas medidas en el ámbito regional latinoamericano. Tanto Rusk como Bundy eran del criterio que a Estados Unidos le quedaba muy poco que pudiera hacer en el camino de las «acciones legales». Respecto, al caso de Venezuela, Rusk reconocía que no podían hacer mucho «hasta que se tranquilice lo de Panamá» y afirmó que era «el peor momento para una acción bilateral».27 Puntualizó los aspectos debatidos y las propuestas de acciones en cinco puntos: «1) […] manejar lo de las embarcaciones, los capitanes y los marineros de acuerdo con los procedimientos legales. 2) Considerar el contrato de suministro de agua roto, al no ser que se restituirá el agua [en 24 horas]. 3) Lo difícil es que hayamos utilizado todas nuestras iniciativas unilaterales. Solicitar que la OEA dé pasos respecto a la situación de las armas en Venezuela. 4) Existen otras medidas: (a) despedir a todos los empleados cubanos e (b) impedir que los empleados ingresen dólares en Cuba... 5) […] saber si los cubanos y los rusos tienen en mente alguna escalada».28

El presidente Johnson, que se incorporó a la reunión, opinó que no era suficiente  «[…] decir simplemente que utilizaríamos nuestra propia agua no se considera para nada una fuerte acción militar. Quiero que este grupo vuelva a explorar cada una de las acciones posibles para que hagamos que eso sea firme y decisivo».29 Instruyó a que se volviera a reunir en horas de la tarde y «[…] cada uno de los que se hallan en la sala empleen el resto del día en hacer un estudio a fondo de las acciones posibles de las que disponemos, excepto la militar».30

El estado de ánimo del Johnson ante las propuestas hechas se puede comprobar por el contenido de una conversación telefónica con el senador Richard Russell31 realizada inmediatamente después de terminada la reunión. El Presidente comentó en relación a los funcionarios: «[…] no tienen ideas, ni planes, ni programas, ni nada, excepto lo que dice Bobby Kennedy de soltar a los marineros y quedarnos con las embarcaciones. Ellos quieren emitir una pequeña declaración en la que le daríamos 24 horas para restituir el agua, y si no, nos abasteceríamos de la nuestra. Les dije que se fueran al diablo con eso, que era demasiado inocuo decir que nos abasteceríamos».32 El senador le respondió: «En estos momentos no estoy tan a favor del derramamiento de sangre y la guerra como probablemente lo están algunos otros, señor Presidente. Por supuesto, yo no pienso que nosotros podemos permitirnos el lujo de tomar una posición simplemente baja».33 Johnson señaló que otras de las medidas sugeridas fue el despido de los empleados cubanos en la base para impedir el ingreso de dólares a Cuba. Russell le sugirió que se debía redactar un mensaje enérgico a Jruschov que expresara que «[…] nuestra paciencia tendrá límites, y que si sigue como va, no tendremos más alternativas que dar algunos pasos muy firmes allí, y que sería muy trágico...» y que «le recuerde a Hungría».34 Otro aspecto fue la preocupación de Johnson por el impacto y las críticas que las medidas que tomaran podrían generar en la opinión pública estadounidense, en especial con el despido del personal de la base. Apuntó que el New York Times y el Washington Post iban a decir que se «esta siendo punitivo y penalizando a esa gente». El senador le sugiere que aquellos que «[…] quisieran renunciar a su nacionalidad cubana, y no regresar, se mantendrían allí, para que gastaran su dinero en la base».35

Johnson al final de la conversación confesó su criterio sobre el incidente: «Pienso que fue algo tonto detener a los pescadores. Lo que debió haber hecho la Guardia Costera fue haberles dicho que salieran de allí y haberlos dejado que se fueran, en vez de llevarlos a La Florida. Ellos han estado pescando allí hasta hace unos pocos años atrás constantemente y nadie los había molestado». A lo que respondió Russell: «Ahora es demasiado tarde, ahora no puede simplemente dejarlos ir, sería como que se rinde a las exigencias de Castro».36 Este criterio de Johnson demostraba que, en un contexto de hostilidad como el que primaba en la relaciones entre Estados Unidos y Cuba, podían ocurrir hechos de esta índole o más graves aún que estaban fuera del control de las máximas autoridades del país. 

Minutos después, Johnson telefoneó al se­nador Mike Mansfield para conocer la reacción en el Congreso ante las medidas anunciadas por Cuba. Mansfield le comentó en relación al incidente con los pescadores que «[…] evi­dentemente parece que no violaron ninguna ley internacional, sino una ley estadual» y leyó una declaración de respaldo al ejecutivo en oposición a los que demandaban acciones enérgicas:

Señor Presidente, sin importar la forma en que pueda actuar el gobierno de Cuba, los pesca­dores de esa nacionalidad serán encausados y recibirán la misma justicia, la misma protec­ción imparcial de la ley nacional e internacional como cualquier otro tipo de personas extrañas en circunstancias similares. […] en lo referente al suministro de agua, si el pretexto del arresto de los pescadores cubanos no fuera suficiente, el gobierno de La Habana no tendría problema alguno en crear otro. Es obvio que Castro quie­re que nosotros salgamos de Guantánamo […]. Es igualmente obvio que nosotros no tenemos intención alguna de ser presionados para salir. En estos momentos la necesidad que tenemos en la Base es de agua sencillamente, y las pa­labras fuertes en los predios del Congreso no la proporcionarán. Contamos con los medios téc­nicos para abastecernos de agua el tiempo que sea necesario y en las cantidades necesarias. Tengo confianza de que el Presidente compren­derá que no nos dejaremos matar de sed para sacarnos de Guantánamo.30

A Johnson le pareció que era una buena de­claración y le explicó su opinión que la sola proclamación de que no se necesitaba el su­ministro del agua de Cuba era una acción que «podría parecer que estamos siendo terrible­mente blandos» y se refirió a que se estaban valorando el despido del personal cubano que trabaja en la base. Ese día el senador Mans­field redactó un memorando secreto para el presidente en el cual le recomendó que «[…] en este asunto no nos debemos dejar llevar por ninguna de las pasiones surgidas a raíz del corte del agua», que los Estados Unidos debía evitar parecer como la gran nación que «[…] intimida al débil por medio de una demostra­ción exagerada de poder» y que […] si se hace realmente necesario el despido del personal cubano de la base (aparte del in­cidente del corte del suministro de agua) por seguridad de ésta, entonces la mejor forma de hacerlo sería de forma tal que sea limitada y no amenazadora.

En conclusión, Mansfiled aconsejó impedir que las medidas que se tomara tuvieran un efecto contrario y «[…] fortalecieran a Castro con su pueblo».31Mientras tanto, el Departamento de Estado comenzó hacer presiones con países aliados, tomando como pretexto este incidente. Al me­diodía, el subsecretario Ball se reunió con el embajador británico David Ormsby Gore para explicarle la posición su gobierno. En referen­cia al suministro británico de ómnibus, Ball dijo que «los estadounidenses se mostraban muy sensible ante tales medidas, pues “pare­cía que estaban ayudando a los cubanos” y le expresó que […] los británicos tenían responsabilidad por haberse pasado de la raya, y que el acuerdo sobre la venta de camiones franceses, anun­ciado hoy, le pareció a la opinión pública nor­teamericana como un resultado predecible de la acción británica».

Declaró que la política de la administración de

[…] imposición de sanciones económicas era la única arma, excepto la declaración de gue­rra, que podría hacer que el apoyo a la Cuba de Castro fuera más costosa para la Unión So­viética, mientras que, al mismo tiempo, creaba las condiciones de aprietos económicos que en un final pudiera provocar la eliminación del régimen comunista. Para el pueblo norteameri­cano era muy difícil aceptar una situación en la que sus amigos parecían estar frustrando esa posibilidad.32

El embajador británico le contestó que estaba muy consciente de los sentimientos nortea­mericanos sobre el particular. Al embajador Llewellyn E. Thompson se le encomendó la tarea de explorar con el embajador Anatoly Dobrynin el parecer del gobierno soviético sobre el incidente. En la entrevista Thompson le incriminó a Dobrynin que la prensa de su país calificara la ocupa­ción de las embarcaciones cubanas como un «acto de piratería» y argumentó que «[…] dos de los capitanes habían dicho que, cuando las embarcaciones fueron abordadas, sabían que se hallaban en aguas norteamericanas y que uno de los capitanes había informado a La Habana».33 Agregó que la administración consideraba que esa acción había sido una provocación, a partir de esas declaraciones, ya que les habían dicho que «iban a ir a una misión histórica». El embajador soviético pre­guntó si estas declaraciones las habían hecho los dos desertores y se le contestó que sí; a lo cual añadió Dobrynin que «[…] algunas ve­ces los desertores tenían la tendencia de decir cosas que pensaban que los harían más va­liosos y les abrirían las puertas» y le preguntó por qué no les había ordenado simplemente que salieran de esas aguas. Citó un editorial del The New York Times que decía: «La Florida está haciendo la política exterior por Estados Unidos».34

Thompson rebatió esos comentarios y ale­gó que, sin lugar a dudas, Dobrynin sabía que la administración considera a «Castro irres­ponsable y capaz de acciones peligrosas», afirmó que este incidente

[…] se produjo en respuesta al antecedente de una serie de acciones de interferencia de Cas­tro en otros países del hemisferio occidental y mencioné específicamente las armas halladas en Venezuela y que el acontecimiento en Pana­má había sido dirigido por algunos mercenarios panameños entrenados en Cuba.

Señaló que «[…] la situación era delicada y que si no se tenía cuidado podría conducir fácil y rápidamente a una situación peligrosa».35

Minutos ante de comenzar el encuentro convo­cado para la tarde, el Presidente nuevamente habló telefónicamente con el senador Russell. En la conversación Johnson expresó como las opiniones de los funcionarios estaban dividi­das acerca de las medidas de respuesta.

Ellos piensan en primer lugar que los pescado­res ni siquiera debieron ser apresados, que eso fue un error, que sobrepasó los límites, debimos haberles dicho que se volvieran por donde vi­nieron para no hacer de esto un incidente de envergadura, porque no se iba a obtener nada de ello.36

Comentó que existían criterios opuestos, como los de Rusk y McCone, y en cierta me­dida los de Robert Kennedy, que quería que la situación volviera a la normalidad, liberar a los pescadores y dejar que vuelvan a su país. McNamara consideraba que se debía hacer más que eso y era partidario de «[…] hacer dos cosas, declarar que la base in­dependiente diciendo que nos vamos a abaste­cerla […] y que no queremos su maldita agua, y que se vayan al carajo; y la número dos, decirle a la gente que está en la base que se pueden aliar a nosotros y vivir allí, los 600, y a los otros 2 500 que regresen a su casa, que vamos a dejar de financiarlos, que vamos a operar la Base por nuestra cuenta».37

Johnson le expresó a Russell que esa opinión coincidía con la suya. Indagó con el senador su criterio sobre el impacto de esas medidas en el Congreso y la opinión pública, porque existían declaraciones como las de Goldwa­ter, que propugnaban por acciones enérgicas. Russell estuvo de acuerdo y si estas eran bien argumentadas podría obtenerse un buen re­sultado, pues en el Congreso hay una cantidad de gente que quiere que se haga algo «sin un derramamiento de sangre», aunque no saben qué se puede hacer. En relación al despido del personal cubano expresó:

No creo que ni siquiera el Times o el Post po­dría conseguir el 5 por ciento del público con relación a esto. Yo dejaría bien claro que esto es lamentable, que nuestra asociación con esta gente ha sido agradable y mutuamente benefi­ciosa en un período de años […] pero que es­taban dentro del área de influencia de Castro y no de la nuestra, y que nosotros tenemos que lograr la independencia de esta Base, que es­peramos que en días felices, se puedan renovar nuestras buenas relaciones con ellos.

Argumentó que «si hoy él (Castro) puede cortar el agua», mañana podría también «[…] detener a cualquiera en la entrada, donde nadie pu­diera entrar sin una advertencia de momento. Nosotros simplemente no podemos operar ese lugar en una atmósfera desagradable».38 El Presidente le agradeció las recomendaciones y las tendría en cuenta. Acerca de la reunión de esa tarde, en la Casa Blanca, en un memorando de registro tomado por Desmond FitzGerald, indicó que McCone presentó un listado evaluativo de los hechos ocurridos, de ellos se destacaban dos: «[…] la inexistencia absoluta de pruebas que indicaran, a favor o en contra, que los barcos fueran enviados o dirigidos de forma delibera­da hacia aguas territoriales o áreas de pesca tradicionalmente norteamericanas» y que «[…] las acciones de Castro en relación con el suministro de agua a la Base de Guantánamo se produjo cuatro días después que las embar­caciones fueran capturadas, lo que plantea la interrogante de si Guantánamo era parte o no del plan original».39 Al tratar el problema de los pescadores, John­son estuvo de acuerdo que ese asunto debía ser manejado por la corte estatal de La Flori­da que «[…] las tripulaciones bajo la custodia temporal de Inmigración debían liberarse y que no los multaran; y que solo se multaran a los capitanes y no debía haber decomiso de las embarcaciones».40

Todos estuvieron de acuerdo que se debía de abastecer de agua de forma independiente a la base. La cuestión más controvertida en la reunión giró en torno a los empleados, dos alternativas se pusieron en discusión: (1) des­pedirlos o (2) no despedirlos.

[…] El Secretario de Defensa se mostró con fuerza a favor del despido de los empleados […] El general Taylor apoyó al Secretario de Defensa. El señor Nitze estuvo a favor de no despedirlos, pero no rediseñó su posición […] El secretario Rusk sugirió un compromiso que pusiera un énfasis especial en la contribución que, en términos de salarios en dólares, la Base le hacía a Castro. El Fiscal General re­pitió su enérgica oposición al despido, argu­mentando que (a) era una sobrerreacción a la maniobra de Castro y (b) un daño equivocado a los cubanos que en su mayoría habían sido empleados leales, algunos por más de una ge­neración. El señor McCone también se opuso a los despidos, basándose en el hecho de que en otros países, donde también teníamos ba­ses, pudieran temer una acción similar en caso de un desacuerdo. Señaló que nuestra renta anual para Guantánamo es de $3 000 dólares. Sin los beneficios económicos de los salarios de la Base, esta cifra de la renta se deniega y debilita nuestra posición en Guantánamo. Bundy declaró que desde el punto de vista de la reacción interna, (que dijo que sería mala) había poca opción entre las dos alternativas y que él estaba a favor de la segunda alternati­va. El Presidente dio muestras claras de que se inclinaba por la alternativa uno, basándose fundamentalmente en la seguridad de la Base.

El Secretario de Estado estuvo a favor de la primera, con algunos cambios de estilo. Bundy realizó una fuerte defensa de la segun­da alternativa. Sorensen señaló que el debate indicaba que «ninguna de las alternativas era la adecuada bajo las circunstancias actuales». Por último, Johnson eligió la primera.41Un poco más tarde, a las 6:30 p.m., el Pre­sidente llamó nuevamente al senador Russell para solicitarle su opinión sobre el estilo de la declaración que se iba emitir, durante la con­versación se refirió también a las diferencias entre sus asesores sobre las dos alternativas, indicando que Bundy, McCone y Kennedy habían estado en desacuerdo con él y le ha­bían sugerido una declaración alternativa que proponía que se le diera instrucciones al De­partamento de Defensa para que la Base «se abasteciera totalmente de agua fresca» y que preparara otras medidas para lograr que la instalación militar estuviera segura, «[…] pero no hacer nada acerca de eso [los empleados], se da cuenta, solamente prepararse». Russell dijo: «[…] prefiero mayormente la primera, pien­so que la gente también». A lo cual Johnson agregó el comentario de Thomas Mann de que el Hemisferio nos observaba para ver «[…] si éramos blandos […], seríamos blandos con Panamá y que todo el mundo empezaría a darnos de patadas por el trasero, porque pen­sarían que podían».42

El presidente Johnson anunció esa noche –en respuesta a la acción cubana– la intención de procurar el autoabastecimiento de agua en la Base y un plan para la reducción del perso­nal que trabajaba en ella con el propósito de disminuir el ingreso de dólares que por esa vía entraban a la Isla. El Pentágono por su parte informó la prolongación del ejercicio militar Spring Board que realizaban unidades navales en aguas cercanas a Puerto Rico y reforzó sus efectivos en la Base de Guantánamo.

Ante tales medidas en Cuba el alto mando militar había decretado la fase de «alerta gene­ral» para las Fuerzas Armadas Revolucionarias (las FAR) e importantes unidades infantería, brindados y artillería permanentes ocuparon sus posiciones de concentración, los planes de movilización general de la reservas (milicias) fueron actualizados y listos para su puesta en práctica. También el oriente del país reforzó las medidas defensivas de las fronteras cubanas entorno a la base estadounidense. La situación en esa región del país fue muy tensa, recuerda el entonces jefe del Batallón de la Frontera, primer teniente Justo Luis Noriega,

[…] la aviación y los helicópteros [norteamerica­nos] volaban constantemente sobre nosotros, de día y de noche, […] ellos concentraban sus unidades de infantería y tanques, llegaban a la línea de partida y avanzaban primero en orden precombativo y después en orden combativo, apoyados con cobertura aérea. Y era de noche, bastante avanzada la noche, cuando llegaban próximos a nosotros, hasta la cerca. Después se reagrupaban y regresaban».43

Pero a pesar de estas maniobras de intimi­dación, los combatientes cubanos mantuvie­ron la calma para evitar cualquier problema que pudiera ser utilizado por el gobierno de Estados Unidos para justificar una agresión militar. Noriega tenía presente las instruccio­nes que le había dado el Ministro de las FAR, comandante Raúl Castro, cuando personal­mente le dijo:

[…] Cualquier problema, cualquier desliz, cual­quier negligencia, cualquier descuido que se pueda producir aquí por parte nuestra[…], que es lo que están buscando, va ser un motivo para comenzar la agresión contra nuestro país. Es por eso que tienes que tener mucho control, que tienes que tener mucho trabajo, mucha exi­gencia con los jefes subordinados y sobre todo con la disciplina.44

Muchas fueron las situaciones de tensión du­rante esos días en la frontera. Se dio el caso de cuando el acueducto de Yaterita comenzó a suministrar generosamente una hora de agua para fines humanitarios, las autoridades militares de la base pretendieron burlar esa disposición con la colocación de succiona­dores que en ese término de tiempo podrían extraer la misma cantidad de agua que nor­malmente recibían diariamente.45 Frente a esto, el acueducto optó por bombear tan sólo el equivalente de agua al plazo fijado, y ellos, en arrogante gesto, decidieron auto suprimirse por completo el vital servicio. El 11 de febrero, el gobierno de Estados Unidos declaró que todos los cubanos que trabajan en la base serían despedidos, a me­nos que acordaran convertirse en residentes permanentes del enclave militar y gastaran todos los dólares allí, dando inicio al des­pido masivo de cientos de trabajadores. Ante tal brutal medida, el día 13 el Primer Ministro Fidel Castro impartió instrucciones al Ministro de Hacienda para que ni uno de esos trabajadores dejaran de percibir un día de salario desde el instante en que fueron despedidos.46

Entretanto las autoridades judiciales del Estado de la Florida preparaban el proceso contra los pescadores. El 17 de febrero, siete fueron liberados y devueltos por ser menores de edad. Un día más tarde, se inició el juicio contra los restantes, que concluyó con la absolución de los 25 tripulantes y la imposi­ción de multas de 500 dólares o seis meses de prisión a cada uno de los capitanes. El día 20 todos arribaron a Cuba y la situación militar en el aérea del Caribe disminuyó y el estado de «alerta» de las FAR fue suspendido, pasando a fase de normalidad.

Terminaba así el primer conflicto directo de la administración Johnson con Cuba, que la prensa norteamericana bautizó con el nombre de la «Crisis del Agua», que fue más que todo el resultado de la tensa situación de las rela­ciones entre ambos país, que el propio interés que hubiera podido existir en provocarlo, como se ha podido comprobar en los documentos secretos del ejecutivo estadounidense durante aquellos días. Sin embargo, una vez que el in­cidente se produjo no se procedió con rapidez para evitar que este deviniera en un peligroso conflicto y que incrementara las tensiones en el área del Caribe. El deseo del presidente Jo­hnson de cuidar su imagen de «hombre fuerte» ante sus adversarios políticos en la campaña electoral de ese año y, sobre todo, sus prejui­cios anticubanos no le permitieron actuar con serenidad y tomó medidas que no concorda­ron con las opiniones de un grupo de sus más cercanos colaboradores, como fue el despido masivo de los trabajadores cubanos, con lo cual creó premisas para nuevos y peligrosos incidentes provenientes del personal militar de esa instalación estadounidense.

A todo esto hay que agregar el hecho, re­conocido por los propios funcionarios de la administración, que el arsenal de medidas directas contra Cuba se estaba agotando, ya habían aplicado, a lo largo de un lustro, todo tipo de sanciones y no había donde escoger. Incrementar las presiones interna­cionales para aislar e impedir su comercio exterior fue la opción indirecta tomada, pues para la administración Johnson la agresión militar no era en ese momento la solución, como exigía el aspirante a la presidencia y senador Goldwater que representaba a los sectores de poder más reaccionarios y de derecha en ese país.

Por otra parte, las acciones violentas y ar­madas de la guerra sucia contra Cuba estaban en crisis, sus instrumentos en el interior del territorio de la isla estaban siendo desmante­lados y no habían logrado el efecto deseado, a pesar de los grandes recursos financieros y materiales invertidos. Johnson había decidido replantear la política de Estados Unidos hacia Cuba para tratar de hallar nuevas vías para el derrocamiento del gobierno revolucionario a mediano o largo plazo.

[…]

 

Notas

 

1 «Declaraciones del presidente Lyndon B. John­son, el 18 de diciembre de 1963, en conferencia de prensa», Revista Política Internacional No. 5/ 1964, p. 265.

2 La fuerza naval norteamericana empleada para acorralar y detener a las embarcaciones fue extraordinaria. Participaron: dos guardacostas –G-404-38 y G-95312–, la lancha artillada 96- 320 y el destructor John Pierce BD-753, así como aviones y helicópteros. «Declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores de la Repú­blica de Cuba del 3 de febrero de 1964». Revista Política Internacional No. 5/ 1964, p. 147.

3 Las embarcaciones mantuvieron comunicación constante, mediante radiotelegrama, con las autoridades cubanas hasta que fueron apresa­das y trasladas a la base naval de Key West.

4 «Telegram 452 to Bern, February 3, 1964», FRUS, 1964-1968, vol. XXXII, p. 566.

5 La tripulación de las cuatro embarcaciones cu­banas estaba compuesta por pescadores pro­fesionales y alumnos de la Escuela de Pesca, siete de ellos menores de edad.

6 Revista Política Internacional Nº 5/1964, p. 147.

7 Después de la ruptura de las relaciones diplo­mática, el 3 de enero de 1961, la Embajada de Suiza en La Habana fue la encargada de los in­tereses estadounidenses en Cuba, mientras que la Embajada de Checoslovaquia en Washington tuvo a su cargo los intereses cubanos en Esta­dos Unidos. En los años noventa del pasado si­glo XX, las embajadas de Suiza en La Habana y Washington son las representantes oficiales de las oficinas de intereses establecidas de ambos países en las dos capitales.

8 Revista Política Internacional No. 5/ 1964, p. 149.

9 Periódico Revolución, febrero 7, viernes, 1964, p. 4.

10 «Carta del Ministro de Relaciones Exteriores, Raúl Roa, al Secretario General de las Nacio­nes Unidas, U Thant, acerca del secuestro de los barcos pesqueros por unidades de la Marina de Guerra de Estados Unidos. La Habana, 5 de febrero de 1964», Revista Política Internacional No. 5/1964, pp. 153-154.

11 «Memorandum of conversation, February 4, 1964», FRUS, 1964-1968, vol. XXXII, p. 566

12 «Carta del Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba al Embajador de Suiza en Cuba, informán­dole de la suspensión del servicio de agua a la Base Naval de Guantánamo. La Habana, 6 de febrero de 1964», Revista Política Internacional No. 5/1964, pp. 157.

13 Felipa Suárez y Pilar Quesada: A escasos me­tros del enemigo. Historia de la Brigada de la Frontera, Ediciones Verde Olivo, La Habana, 1996, p. 80.

14 Periódico Revolución, febrero 7, viernes, 1964, p. 4.

15 Ibídem. El 7 de febrero la prensa cubana publicó las declaraciones de Denys Kirby a su arribo a Cuba.

16 «Notes on Meeting in the Cabinet Room at the White House, February 7, 1964, 9 a.m.», FRUS, 1964-1968, vol. XXXII, pp. 567-568.

17 Ibídem.

18 Ibídem, p. 568.

19 Ibídem.

20 Ibídem, p. 569.

21 Ibídem, p. 570.

22 Ibídem, p. 571. El Presidente se incorporó a la reunión a eso de las 10:05 a.m., de acuerdo con su Diario.

23 Ibídem.

24 «Telephone Conversation between President Jo­hnson and Senator Richard Russell, Washington, February 7, 1964, 11:17 a.m.», Ibíd, pp. 571-574.

25 Ibídem, p. 571.

26 Ibídem, p. 572.

27 Ibídem, p. 573.

28 Ibídem.

29 Ibídem, p. 574.

31 «Telephone Conversation between President Johnson and Senator Mike Mansfield, Washing­ ton, February 7, 1964», 11:30 a.m., Ibídem, pp. 575-576.

32 Ibídem, nota 2 en la p. 576.

33 «Memorandum of Conversation, Washington, February 7, 1964, 12:15 p.m.», Ibídem, p. 577.

34 «Memorandum of Conversation, Washington, February 7, 1964», Ibídem., p. 578.

35 Ibídem.

36 Ibídem, p. 579.

37 «Telephone Conversation between President Johnson and Senator Richard Russell, Washing­ton, February 7, 1964, 4:30 p.m», Ibídem, p. 580.

38 Ibídem.

39 Ibídem, pp. 581-583.

40 «Memorandum for the Record, Washington, February 7, 1964, 5 p.m.», Ibídem, p. 583.

41 Ibídem, p. 584.

42 Ibídem, pp. 584-585.

43 Ibídem, nota 3 en la p. 584.

44 Felipa Suárez y Pilar Quesada: Ob. cit., p. 82.

45 Ibídem, p. 83.

46 Ibídem. En 1964 la Base Naval de Guantánamo consumía diariamente 6.5 millones de galones de agua. Cuba dispuso de 300 000 pesos para el pago de las compensaciones a los trabajado­res desplazados.

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