Si uno pregunta a cualquier persona por las calles de Santiago de Chile,
La Paz, Lima, Caracas o Ciudad de México sobre los principales
problemas de su país es muy probable que la corrupción sea una de los
primeros que nombren. Podremos encontrar también esta idea revisando
portales, canales y periódicos, con referencias recientes en toda la
región. Una muestra extraordinariamente significativa es Brasil donde se
destituyó a la Presidenta de la República en 2016 (i) bajo
señalamientos de mal manejo de fondos públicos, por un senado cuyo
presidente fue encarcelado pocos meses después por cargos de corrupción
comprobada; en ese momento se designó un vicepresidente que hoy día
enfrenta cargos por la misma razón, sin mencionar que se intenta llevar
adelante una causa similar contra el ahora candidato y expresidente Lula
da Silva (ii). Situaciones aparentemente similares de destitución o
procesos de enjuiciamiento ocurren en Ecuador, en Perú y en todo el
continente. En República Dominicana la llamada “Marcha Verde” reúne a
sectores de izquierda, centro y derecha que movilizan cientos de miles
contra la corrupción del Estado, caso similar viene ocurriendo en Haití.
¿Qué
pasa con la corrupción en nuestro continente? ¿Es un mal de izquierdas,
es un mal de derechas, de gobiernos populistas o sencillamente de
bárbaros latinos? Opiniones nacidas de estas premisas abundan en la
región: en medios trasnacionales de difusión, en las instituciones
multilaterales, en los partidos emergentes y en las calles.
El riesgo
que avizoramos está en que este debate cada vez se reduce más, se va
quedando en aparatos políticos tradicionales, mientras la mayoría de la
gente asume que “está todo podrido”. Se reposiciona la tesis de la
política como un problema de los políticos, como una pugna de poder
entre poderosos, un campo corrompido y negativo con el cual nadie quiere
tener que ver. En consecuencia nos replegamos a nuestro campo
individual, a nuestra casa, a nuestro trabajo, a nuestra vida. Esto
último pudiera no sonar tan mal, si la realidad no fuese que en este
Planeta cada día vale menos nuestro trabajo, menos familias tienen casa,
cada día a más personas se nos hace difícil/imposible lograr que la
vida ocurra, hasta la Madre Tierra pareciera tener amenaza de desalojo.
En
honor a la situación expuesta, a las luchas de estas tierras
históricamente colonizadas, por todas nuestras muertas y nuestros
muertos, no podemos dejar que la política sea un campo de elites que
deciden nuestros futuros, nuestras vidas. Por lo tanto no podemos
permitir que la corrupción sea una forma de saqueo de nuestras tierras y
al mismo tiempo la excusa para la despolitización y la desmovilización
de nuestros pueblos. Particularmente quienes nos identificamos con el
ciclo que abrió la derrota del ALCA y empujo procesos de transformación
con banderas de luchas populares de integración para la soberanía y la
liberación, debemos asumir la enorme deuda que tenemos en avanzar contra
la corrupción, como una de las características centrales del sistema
contra el que insurgimos.
No significa esto que las fuerzas políticas
de izquierda o progresistas que asumieron el ejercicio de lo público se
volvieron corruptas, sin embargo habría que admitir que desde las
fuerzas populares de izquierda subestimamos el alcance de la corrupción,
asumimos que era un problema manejable y la realidad demuestra que es
un asunto álgido que está poniendo en riesgo la posibilidad de construir
proyectos soberanos y sobre todo la posibilidad de que sean
alternativos al orden hegemónico de sociedad capitalista, colonial,
patriarcal, depredador de la naturaleza.
Ahora bien, ¿cómo orientar
un análisis a partir de dicha carga y dicha apuesta? Partiendo de un
mínimo concepto básico de la corrupción nos planteamos exponer las
principales lecturas que existen sobre el carácter del problema: es un
problema ético y moral; es un problema de modernización del estado; es
un problema de disputa de poder entre elites; es un problema del estado
como patrimonio de las elites. Nuestra tesis central es que todos estos
argumentos tienen algo de cierto pero lo determinante de la corrupción
es que se trata de una forma política fundamental dentro del modelo de
acumulación por despojo de los comunes -en términos de David Harvey- de
nuestra región (Harvey: 2012).
La corrupción política
La
corrupción es en el campo de lo político la apropiación ilegal del
patrimonio público para beneficio de individuos y/o grupos de poder.
Enrique Dussel dice que la corrupción ocurre cuando una comunidad
política delega poder en individuos y/o grupos para que estos respondan a
un mandato colectivo y dichos grupos se apropian del poder delegado
para responder a otros beneficios que no son los de la comunidad
(Dussel; 2004). Es decir que el poder que fue delegado con la finalidad
de garantizar la reproducción efectiva de la vida de esa comunidad
pierde su sentido original, ya no cumple su propósito originario, por lo
tanto es un poder fetichizado, es decir: así como en nuestra sociedad
se apropia el trabajo fetichizándolo en forma de mercancía para
reproducir y acumular capital (Marx dixit), se apropia del poder
delegado por la comunidad para garantizar la reproducción de un orden
civilizatorio que no es el de la comunidad.
La corrupción como problema ético, cultural
Una
de las visiones más comunes con la que la gente explica el origen de la
corrupción está en la ética de los funcionarios del Estado, aquellos
que administran lo público y se corrompen por la tentación del manejo de
poder y los recursos materiales. Se define como una cultura del
beneficio donde los políticos son gente que administra lo público para
poder enriquecerse, generalmente ellos, sus amigos y grupos políticos u
organizaciones a las que
pertenecen. Los sentidos comunes en torno a
este origen de la corrupción son variados y complejos, se entrelazan con
tramas de opresión como el racismo, el patriarcado, el colonialismo y
el capitalismo apuntando a discursos reaccionarios como que la
corrupción es consecuencia de que hayan negros, indios, mujeres, pobres
administrando el Estado, y en contraparte plantean la necesidad de
reestablecer el orden con hombres blancos ricos de ascendencia europea o
gringa al frente del Estado. Otra idea muy común asocia el problema con
capacidades académicas, técnicas e incluso político ideológicas, que
traducen el asunto en precarios métodos de selección, de capacitación y
de formación de cuadros.
La corrupción como atraso institucional
Esta
mirada es más propia de las instituciones multilaterales que plantean
la necesidad de modernizar el Estado Latinoamericano, identificando el
origen del problema en la falta de mecanismos, estructuras y
herramientas para garantizar una gestión limpia y transparente. En los
últimos veinte años hemos visto reformas de distinto orden, algunas como
los presupuestos participativos (iii) o la rendición pública de
cuentas, otros como los que se plantean por la OEA para la próxima
Cumbre de las Américas que está centrada en Gobernabilidad Democrática y
Corrupción cuyas tesis centrales elaboradas por funcionarios de ONG´s,
de bancos multilaterales y universidades apuntan a medidas en el marco
de una democracia representativa para garantizar transparencia —como la
separación de poderes, acceso a información, reducción de la burocracia,
mecanismos de denuncia—, desarrollo sostenible y cooperación
interinstitucional internacional y alianzas público privadas (iv). El
imaginario institucional en torno a este origen se centra en la premisa
colonial de estados sub-desarrollados, se plantea la corrupción como un
problema de los llamados países periféricos que necesitan “actualizar”
sus aparatos estatales a imagen y semejanza de aquellos en los países
centrales.
La corrupción como disputa entre proyectos políticos
Esta
suele ser una mirada entre organizaciones políticas o partidos, donde
suele asociarse la corrupción con sostenimiento de estructuras
operativas de los grupos aliados a las tendencias políticas en
conflicto. En esta lectura la denuncia de los hechos de corrupción está
orientada a debilitar o eliminar al adversario político. Para el
Departamento de Estado de los EEUU la corrupción es un problema urgente
solamente en Venezuela, Bolivia y otros países no alineados; para las
derechas locales de Argentina y Brasil la prioridad ha sido la
neutralización política de Cristina Fernández (v) y de Lula como
posibles contendientes en próximas elecciones. La respectiva respuesta
desde los sectores progresistas a este ataque es desestimar estas
acusaciones de corrupción señalándolas como retaliaciones, suelen ser
posiciones defensivas que desvían la atención de la corrupción en sí y
generan diatribas polarizadas. En esta clase de escenario se hace sentir
la asimetría en el manejo de las corporaciones transnacionales
mediáticas actuando en función de los intereses del imperialismo
norteamericano en la visibilización de las acusaciones. Un ejemplo
reciente: el juicio a Dilma fue noticia central durante meses, el juicio
de Pedro Pablo Kucinsky (vi) no fue noticia ni de un día.
La corrupción como patrimonialización (vii) de lo común
Queremos
formular la siguiente tesis final para alimentar los debates por venir,
haciendo síntesis de las miradas anteriores en una sola: todas son
parcialmente ciertas pero están subordinadas a una realidad central y es
que a partir de la conquista de Europa sobre América nos convertimos en
el motor de la acumulación originaria de capital de Occidente. Aun hoy
día la acumulación de capital se basa en el despojo del patrimonio
común, es una acumulación asimétrica, porque ocurre en los países
centrales a costas de nuestros pueblos, es una relación que se mantiene a
través de distintas reconfiguraciones que instrumentan la lógica de
saqueo en nuestras sociedades institucionalizándolas e incorporándolas a
las relaciones económicas, políticas y culturales. En ese sentido la
corrupción es la forma estelar de despojo de lo que nos pertenece a
todas y todos.
En 1958 finalizó la dictadura en Venezuela con un
pacto entre las principales elites políticas nacionales y el gobierno de
los EEUU que ratificaba el rol de surtidor seguro de materia prima para
el consumo energético interno de ese y otros países, así como para el
procesamiento y comercialización de las principales trasnacionales
petroleras del Mundo que garantizan insumos para los consorcios de
alimentos, automotores, infraestructura y otros. En otras palabras, se
renovó el pacto entre países centrales y burguesía local para
instrumentar el saqueo de nuestro patrimonio común: el petróleo, nuestro
trabajo, nuestras aguas, los recursos del Estado que garantizaban toda
la operatividad de los procesos de exploración de yacimientos y
producción de pozos sin nunca avanzar en refinamiento, en petroquímica,
ni desarrollo de producción de derivados en las distintas áreas
mencionadas, pues esa eran las tareas de los consorcios, mientras que
nuestro rol era —y sigue siendo— importar las mercancías derivadas,
distribuirlas y comercializarlas. Se configuro así el Estado moderno en
Venezuela a partir de la disputa entre proyectos políticos donde sin
duda los partidos social-demócrata y demócrata-cristiano aplastaron a
las fuerzas revolucionarias que lucharon contra la dictadura, donde todo
el acuerdo descrito se instrumentó en leyes y estructura institucional,
modernizando el Estado, y por supuesto se consolidó una clase política
que operaba como administrador de la renta petrolera en función de ese
esquema, instalando la cultura de la corrupción del primer orden
garantizar la apropiación del crudo como materia prima de la acumulación
global junto con la transferencia a los circuitos de concentración de
capital interno: la importación para comercialización, la construcción
para la especulación inmobiliaria y la estructuración de la banca como
operador del sistema financiero, conformando así la burguesía nacional.
Esta clase política operó entonces de manera consecuente la
redistribución básica para la reproducción social de la fuerza de
trabajo necesaria para sostener estos circuitos, desarrollando por
supuesto formas de gestión clientelares que le permitieran lubricar la
gobernabilidad.
Este recorrido no es más que un ejemplo, que nos
sirve como ilustración extrapolable a distintos momentos y territorios
para interpretar cómo opera la corrupción en nuestro Continente. La
corrupción es en primer orden: la forma primordial de instrumentación de
la relación de despojo originada en la colonia -y que es renovada de
manera permanente y cíclica- donde nuestro patrimonio es transferido,
por vías legales e ilegales, al patrimonio de los países centrales, a
las empresas transnacionales y a las burguesías nacionales. Luego esta
forma se permea culturalmente en el ejercicio de la política generando
expresiones de segundo orden que reproducen esta misma lógica de
patrimonialización de lo público a lo interno de los países,
distribuyéndolo: entre grupos de poder en disputa, entre clases e
incluso entre clanes familiares.
La Cumbre de las Américas como instrumento de renovación cíclica de las formas de saqueo
Veamos
cómo opera la renovación cíclica de este esquema de saqueo: en los 90
los EEUU crearon la Cumbre de las Américas con el fin de posicionar su
estrategia de reconfiguración para la nueva etapa: el Área de Libre
Comercio de las Américas (ALCA) fue la consigna para la globalización
neoliberal, en ese entonces fue parcialmente derrotada (viii), la
hegemonía imperial se perdió coyunturalmente. Hoy, 20 años después se
convoca la Cumbre de las Américas con una nueva consigna: la corrupción
como eje de ataque para renovar el esquema de despojo y al mismo tiempo
recomponer la hegemonía regional imperial, atacando a las fuerzas que la
disputan, es decir, Venezuela en primera línea y luego algunos aliados
de iniciativas de integración, no alineada, como la CELAC, UNASUR,
PetroCaribe y por supuesto el ALBA-TCP.
Entonces miremos el panorama
completo, la estrategia en este momento no es solo para derrotar a los
enemigos concretos sino para derrotar la alternativa, que ha estado
representada en lo que podríamos denominar de manera difusa la
alternativa bolivariana ante el neoliberalismo, esa fuerza de
integración no alineada. Se trata de reducir los Estados en favor del
Mercado Global y para ello la estrategia es señalar a los Estados
latinoamericanos como fallidos, como Estados en crisis, entre otras
razones porque son “corruptos”.
El imperio contraataca y su objetivo
es aplastar la resistencia y la alternativa que representa. Allí
reiteramos el planteo anterior, esta estrategia de ataque es contra los
no alineados —con claro orden de prioridad en Venezuela, Brasil y
Bolivia—(ix) pero al mismo tiempo es contra el Estado como forma, que
debe reducirse frente al Mercado, por eso la corrupción de derecha y de
izquierda es en este momento una de las más crueles ironías, ya que
representa la forma estelar de despojo para la acumulación global pero
al mismo tiempo es el flanco de ataque para renovar dicho esquema de
saqueo.
¿Frente a esta ofensiva cuál será la estrategia de las
fuerzas antiimperialistas? Cuál será nuestra tesis de defensa y
contraataque. Cómo abordaremos el problema, cómo un asunto ético, cómo
un asunto de modernización, cómo un asunto de disputas de poder o cómo
un asunto de patrimonialización de lo público. ¿Defenderemos el viejo
Estado-nación burgués que heredamos y cederemos frente a la tesis
neoliberal o avanzaremos con una tesis superadora tanto del viejo estado
burgués como de la tesis neoliberal? Quienes volvemos a Chávez y Fidel
como estrategas, nos paramos sobre los avances de este ciclo para
consolidarlos e ir por más, nuestra propuesta es la tesis del Estado
democrático de derecho y justicia (x) que debe abrir paso a las nuevas
formas políticas de gestión asociadas a la democracia directa, a la
autogestión general y al control social (xi); como únicas vías para
superar la corrupción como forma política que garantiza la
patrimonialización de lo común por parte de las clases dominantes.
NOTAS
i
Dilma Rousseff, sucesora de Lula fue destituida por el senado de Brasil
en lo que desde la izquierda entendemos como parte de una era de
“golpes de estado judiciales-institucionalizados”.
ii Luiz Inacio
Lula Da Silva expresidente del Brasil líder del periodo político del
gobierno del Partido de los Trabajadores en Brasil. Hoy día protagonista
del conflicto entre bases populares que lo apoyan y elites políticas
que quieren impedir su candidatura presidencial vía inhabilitación
política.
iii El referente del presupuesto participativo de Porto
Alegre, Brasil se ha incorporado a las formas de gobernanza en todo el
Continente.
iv En la página web de la cumbre se encuentran disponibles los documentos base preparados por los mencionados especialistas
v
Expresidenta de Argentina, junto con Néstor Kirchner empujaron una
corriente progresista en el país que fue aliada del proyecto de
integración del Comandante Chávez
vi Empresario que actualmente preside la República del Perú
vii
Tomamos este termino de Álvaro García Linera, vicepresidente de
Bolivia, que refiere al neoliberalismo como la patrimonialización de lo
público por parte de las elites globales
viii Precisamente en su
segunda convocatoria en Mar del Plata, Argentina, en el 2004 gracias a
la alianza entre Fidel, Chávez, Néstor Kirchner, Evo Morales y Lula
lejos de sellar el acuerdo ALCA se disolvió la posibilidad, generando un
revés histórico para la política imperial, este es un hito fundante del
llamado ciclo progresista.
ix Es un dato fundamental el ciclo
electoral que se abre en América Latina, este 2018 en Brasil y Venezuela
y en el 2019 en Bolivia, los resultados de estos procesos electorales
son básicos para la reconfiguración de fuerzas en la región,
específicamente para la recomposición de la hegemonía imperial
parcialmente perdida en 2004 en Mar del Plata.
x El Estado social de
justicia y de derecho es la forma resultante del proceso constituyente
en Venezuela, que encuentra un paralelo en la constituyente de Bolivia y
de Ecuador, son los aportes refundacionales de este ciclo.
xi La
democracia directa, la autogestión general y el control social son las
bases de una sociedad socialista según rescató Hugo Chávez de Istvan
Meszaros en el famoso discurso del Golpe de Timón. Son nociones que
atraviesan nuestros procesos populares latinoamericanos, indios,
campesinos, afro, cimarrones, originarios, feministas.
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