La historia de los cubanos está conectada a su relación con Estados Unidos. La cercanía geográfica y cultural ha hecho que muchos se hayan asentado en esas tierras, por diferentes motivos. Según los resultados del Censo de 2010 en Estados Unidos, había alrededor de 1,8 millones de personas de origen cubano[1]. Aunque a primera vista el número no es significativo, se trata de una comunidad altamente representada dentro del sistema de gobierno.
Los cubanoamericanos son alrededor del 0,6 % de la población, y el 3 % del Senado. De hecho, los cubanos son los únicos Senadores hispanos en el Congreso Federal. Asimismo, durante los gobiernos de George W. Bush (2001-2009) se contabilizaron más de 40 cubanoamericanos en cargos tanto a nivel federal como estadual.
La elección presidencial de 2000 evidenció lo importante que puede ser Florida en la política nacional, ya que gracias a los votos que el estado aportó al Colegio Electoral, Bush ganó las elecciones aún sin haber logrado la mayoría del voto popular. Esos comicios marcaron un pico de visibilidad para la comunidad cubanoamericana.
Diversos autores han intentado explicar el «éxito» del grupo. Son varias las causas que han identificado: la creación de un enclave étnico; la coincidencia de su llegada a Miami con momentos fundamentales de la Guerra Fría; el capital no solo financiero sino humano que llevaron consigo —especialmente las primeras oleadas—; la ayuda que recibieron del gobierno estadounidense, dada la comunión de intereses con relación a Cuba; sus habilidades para hacer lobby.
Lo cierto es que la comunidad cubanoamericana llegó al año 2000 con un alto grado de inserción dentro del sistema político estadounidense, proceso que tiene sus antecedentes en las décadas anteriores. Así, con este trabajo me propongo un acercamiento a la evolución de la comunidad hasta finales de los años 90. Las principales fuentes empleadas fueron las informaciones oficiales, esencialmente datos estadísticos, publicadas por las instituciones gubernamentales estadounidenses que trabajan con temas demográficos, como la Oficina del Censo y el Servicio de Inmigración y Naturalización del Departamento de Seguridad Nacional. Como complemento utilicé otros estudios realizados por instituciones académicas, como el Pew Research Center.
Antecedentes
Aunque está registrada presencia de cubanos en Estados Unidos desde el siglo XVIII, fue en el XIX cuando comenzó a ser significativa, especialmente a partir de la década del sesenta. Entre 1868 y 1898,[2] los cubanos en Estados Unidos se asentaban principalmente en Tampa y Cayo Hueso, con presencia también en Nueva York.
Según datos oficiales de Estados Unidos, [3] en la década del 60 del siglo XIX, unos 3 420 cubanos obtuvieron permiso de residentes temporales en aquel país. Esa cifra fue 8 705 en la siguiente década. Luego, entre 1880 y 1889, 20 134 cubanos obtuvieron permiso de residente en Estados Unidos, y 23 669 lo hicieron entre 1890 y 1899.
Aunque esas cifras no recogen la totalidad de cubanos que vivían temporal o permanentemente en Estados Unidos en esos años, sino solo los que tenían permiso para residir, sirven para tener una idea de cómo fue aumentando la presencia en aquellas tierras, aunque hasta ese momento no era una comunidad numerosa, especialmente comparados con otros grupos de inmigrantes. Si bien el flujo de personas de origen cubano ocurrió también hacia los territorios más al norte de Estados Unidos —en ciudades como Nueva York y Boston—, su presencia fue más significativa hacia el sur, especialmente en áreas de Florida. [4]
Durante el siglo XIX se fueron construyendo lazos de diversa índole entre Estados Unidos y Cuba. A eso ayudaron las políticas de los diferentes gobiernos estadounidenses, dirigidos a consolidar su dominio económico sobre la Isla. La dependencia económica al vecino norteño, con las redes familiares y de negocios que eso generó a ambos lados del estrecho de la Florida, fortalecieron los flujos migratorios.
La cercanía llegó a ser tan intensa que el prestigioso investigador cubanoamericano Louis Pérez afirma que muchos elementos de la nacionalidad cubana fueron forjados y adquirieron forma definitiva en Norteamérica[5].Esa idea parece algo extrema. La identidad cubana es algo muy propio, pero no es despreciable el hecho de que la relación con Estados Unidos contribuyó a su formación.
Con el cambio de siglo los asentamientos cubanos continuaron consolidándose en el sur de Florida. Durante la primera mitad del XX se mantuvo también la existencia de un flujo sistemático y creciente de cubanos desde y hacia Estados Unidos, algunos de manera temporal y otros con un carácter permanente. Esos años, además, sirvieron para consolidar las relaciones económicas entre ambos países.
Las cifras oficiales de Estados Unidos no registran datos de cubanos que hayan obtenido el permiso de residencia en el primer decenio del siglo XX, aunque eso no significa que sea cero. Luego, entre 1920 y 1929, 12 769 cubanos obtuvieron su permiso de residencia permanente. [6] Aunque en la siguiente década ese indicador bajó hasta 10 641, ascendió notablemente entre 1940 y 1949, cuando fue de 25 976. Ya entre 1950 y 1959 la cifra fue de 73 221.
Los lazos económicos, unido a la situación interna de Cuba durante los años de la dictadura, llevó a muchos cubanos a marcharse hacia Estados Unidos, tanto de manera permanente como temporal. Los sectores con mejores recursos económicos, a menudo también mandaban a sus hijos a estudiar a Estados Unidos.
Asimismo, en esos años buena parte de la emigración estaba integrada por sectores trabajadores en busca de opciones laborales, incluso con una presencia de mulatos y negros, que se establecieron en Nueva York y Nueva Jersey, que, a diferencia de los asentados en Florida, mantuvieron indicadores sociales similares a los del resto de los inmigrantes de la época. [7]
Los números reflejan claramente cómo la presencia de cubanos en Estados Unidos aumentó vertiginosamente a partir del enero de 1959. El total de cubanos que recibieron el permiso de residencia permanente entre 1820-1959 fue de 178 535. Solo entre 1960 y 1969, ese mismo indicador fue de 202 030. En total, entre 1960 y 2000 se registraron 750 116.[8]
Cubanos que obtuvieron permiso de residencia permanente en Estados Unidos por décadas.
Pero las cifras no alcanzan para explicar el nivel de protagonismo que paulatinamente ganaron los cubanos en Estados Unidos a partir de 1959, pues todavía son un porcentaje ínfimo de la población total de ese país. Les fue bien económicamente y pronto se convirtieron en uno de los grupos inmigrantes de mayor éxito en la historia reciente de Estados Unidos. Varios expertos, cubanos, estadounidenses y cubanoamericanos, han intentado profundizar en las causas de la rápida y efectiva inserción económica del grupo, especialmente en Florida, que favoreció su inserción política, primero a nivel local y luego federal. En realidad, ambos componentes, sus inserciones económica y política, se potencian mutuamente.
Son varias las causas que se identifican para explicar el éxito del grupo: la ayuda que recibieron del gobierno estadounidense; la coincidencia de su llegada a Miami con momentos fundamentales de la Guerra Fría; o la creación de un enclave étnico. [1]
La hipótesis del enclave
El concepto de enclave ha sido utilizado muy frecuentemente y con diversas definiciones por la historiografía, así como en otros campos de la producción científica. Por su parte, los estudios antropológicos y etnográficos han dado forma al concepto, tan polémico, de etnia.
A partir de eso, en 1980, los sociólogos Alejandro Portes y Kenneth Wilson publicaron un artículo donde definieron los enclaves étnicos como una forma específica de adaptación económica de los inmigrantes.[2] En síntesis, un enclave étnico se caracteriza por una elevada concentración de inmigrantes del mismo origen en un espacio geográfico, que organizan una serie de empresas que sirven a su propio mercado, aunque también a la población en general. Una gran proporción de los trabajadores de esas empresas comparten la misma nacionalidad.
Portes y Wilson concluyeron que la participación en un enclave económico es una alternativa laboral para los inmigrantes, pues las empresas del enclave tienden a emplear a miembros de su propio grupo. De acuerdo con ese análisis, el enclave es un sector económico separado del mainstream de la economía dominante, con un carácter relativamente auto sostenido de las empresas. Supone, además, que el capital humano traído del país de origen era mayor en los enclaves que en otros sectores de la economía que recibían mano de obra de inmigrantes.
Para arribar a esas conclusiones Wilson y Portes estudiaron específicamente a los cubanos que llegaron a Estados Unidos en la década del 70. Esta hipótesis del enclave ganó atención en ese momento, porque era contraria a los enfoques económicos y sociológicos tradicionales, [3] aunque no ha estado exenta de polémica.
Cinco años después de ese primer acercamiento, Portes y Bach[4] hicieron un análisis comparado sobre los niveles de empleo e ingresos entre los inmigrantes mexicanos y cubanos durante la década del setenta. Los autores identificaron tres condiciones que favorecieron la inserción de los cubanos en la economía estadounidense. La primera está relacionada con el capital humano y material que llevaron de Cuba. La segunda, y más importante, fue el rol de las redes sociales que se crearon entre ellos; en muchos casos los recién llegados eran ayudados por familiares o amigos, y empleados por firmas de cubanoamericanos. El tercer componente de inserción, según los autores, es la solidaridad étnica.
Por su parte, Silvia Pedraza-Bailey, en otra interpretación sobre el éxito cubanoamericano, lo relacionó con el contexto de Guerra Fría en el cual comenzó a crecer el enclave, y con el apoyo que recibieron por parte del gobierno.[5]La autora también comparó a los inmigrantes cubanos y mexicanos, y concluyó que el origen político de los primeros fue fundamental para producir su inserción económica favorable. Carlos Forment criticó ambas posturas por considerarlas limitadas, y propuso una especie de simbiosis entre ambas para poder explicar el ascenso de la comunidad cubanoamericana.[6]
Para Portes, la emergencia de este tipo de enclaves depende de tres factores: la presencia de un número significativo de inmigrantes de una misma nacionalidad con habilidades empresariales que hayan adquirido en sus países de origen; acceso a capital; y acceso a fuentes de empleo.[7]
Si bien la formación de enclaves étnicos ha sido usual en la historia de Estados Unidos, la particularidad en el caso cubano es que esa formación estuvo condicionada también por el resultado de la excepcionalidad de la política migratoria de Estados Unidos hacia Cuba después de 1959. Aunque Portes centra sus estudios en el funcionamiento económico del enclave, con este trabajo pretendo ampliar el concepto, para estudiar también la relación entre el enclave económico y la participación política de los miembros de la comunidad cubanoamericana.
Formación del enclave
Los flujos migratorios desde Cuba hacia Estados Unidos eran considerados, hasta 1959, algo natural, dada la cercanía geográfica y los nexos económicos y culturales, además de que Estados Unidos es básicamente un país de inmigrantes. Pero después del Triunfo de la Revolución cubana, eso adquirió connotaciones políticas, pues hacia allá se marchó la mayor parte de la burguesía cubana que vio en el nuevo proyecto social una amenaza a sus intereses.
Desde entonces, las relaciones entre ambos países estuvieron marcadas por las reacciones norteamericanas y luego cubanoamericanas a las transformaciones en la Isla, y el tema migratorio es uno de los ejes del conflicto.
Una de las características de las relaciones migratorias ha sido su manifestación a través de oleadas, con cuatro reconocidas por los especialistas. La primera se produjo justo a partir de enero de 1959, que luego alcanzó niveles mayores en 1965 con la apertura de Camarioca, cuando el gobierno cubano autorizó a que los emigrantes pudieran venir a recoger a sus familiares en la Isla, por el puerto ese puerto matancero. La tercera oleada se produjo en 1980, cuando Cuba retiró las restricciones a los que quisieran emigrar y habilitó para eso el puerto de Mariel. Luego se produjo una situación similar en 1994, de apertura de las fronteras marítimas, durante la llamada «crisis de los balseros».
En el primer grupo se marcharon personas que en los relacionadas tanto económica como políticamente con la dictadura de Fulgencio Batista, junto a sectores relacionados con el capital norteamericano, algunos de los cuales ya tenían negocios en Estados Unidos.
Atraídos también por el tratamiento preferencial que Estados Unidos comenzó a dar a los cubanos, entre 1961 y 2000 obtuvieron sus permisos de residencia permanente unos 787 299cubanos. De ellos, 208 536 lo hicieron entre 1961 y 1970, 264 863 en entre 1972 y 1980, 144 578 entre1981 y 1990, y 169322 entre 1991 y 2000.[8]
La postura de Estados Unidos hacia los recién llegados cubanos es única con respecto a otros inmigrantes. En primer lugar, a partir del otorgamiento de la categoría de Refugiado Político, durante la administración de John F. Kennedy. En junio de 1962 se firmó la Ley Pública 87-510: «Ley de Asistencia a la Migración y a los Refugiados del Hemisferio Occidental». Esa legislación permitió la asignación de fondos especiales como el Programa de Refugiados Cubanos y el Centro de Emergencia para Refugiados Cubanos, creados en Miami en diciembre de 1960.
El siguiente espaldarazo llegó en 1966, cuando el Congreso de Estados Unidos aprobó una ley única para los cubanos: «Ley para Ajustar el Estatus de los Refugiados Cubanos a la de Residentes Permanentes Legales de Estados Unidos, y para otros fines», conocida comúnmente como Ley de Ajuste Cubano, que facilita la obtención de la residencia y ciudadanía para todos los cubanos que han llegado a Estados Unidos después de 1959.
Los primeros emigrantes cubanos a partir de la década del sesenta llegaron con valiosos recursos materiales y humanos, en un contexto que los favorecía, a un país que no les era extraño. El mayor grupo, establecido en el área de Miami, tuvo la ventaja además de estar en el lugar indicado en el momento adecuado. A partir de los años sesenta la economía de la ciudad vivió un proceso de expansión. Miami se convirtió en un centro para la actividad comercial, bancaria y turística, y en general, en un puente para las relaciones interamericanas. Tanto fue así, que para principios de los 90, Miami-Dade manejaba más de la mitad del comercio con el Caribe y cerca del 45 % del comercio con Centro América. [9]
Pero además de saber aprovechar la coyuntura, el éxito económico de los cubanos fue posible gracias a la ayuda del gobierno estadounidense, que algunos autores cifran en los mil millones de dólares. [10] Eso se tradujo tanto en ropas y alimentos como en asistencia social y fuentes de empleo. Ningún otro grupo de inmigrante latinoamericano ha recibido una ayuda comparable, y eso incluye a los cubanos que llegaron después de los años ochenta.
Adicionalmente, los cubanos se favorecieron de, y al mismo tiempo contribuyeron a, la consolidación de Miami en un centro de avanzada de la seguridad nacional. Se estima que para comienzos de los 70 cerca de 12 000[11]cubanos eran empleados de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Todas esas ventajas favorecieron al enclave económico; una economía de cubanos para cubanos. Los empresarios y profesionales usaron los capitales que trajeron consigo para poner en marcha negocios y oficinas profesionales que los demás cubanos patrocinaban y que ofrecían empleo a sus compatriotas. Al mismo tiempo, los pequeños bancos propiedad de exiliados ofrecían financiamiento inicial para negocios de cubanos. [12]
Uno de los factores que ha favorecido el surgimiento y reproducción del enclave ha sido el alto grado de concentración en Florida meridional. Después de que terminó el Programa de Refugiados Cubanos, en 1973, Miami se fortaleció como refugio para los nuevos inmigrantes cubanos, tanto por su valor simbólico como por las oportunidades del mercado laboral étnico. El desarrollo de un mercado étnico favorece la incorporación de los recién llegados, al tiempo que ese mismo enclave alimenta constantemente los flujos migratorios. Este proceso de concentración ha ido fortaleciéndose al punto de que en 2010, en Florida radicaba cerca del 68% de la población de origen cubano. Para esa misma fecha, Los 1 039 720 cubanoamericanos que residían en los condados de Miami-Dade y Broward representan el 58 % de todos las personas de origen cubano en Estados Unidos.[13]
Evolución económica del enclave
Si bien los factores económicos no explican por sí solos la evolución del enclave, la economía es un aspecto central. En 1967 se contabilizaron en 919[14] la cantidad de firmas propiedad de cubanos solo en el área metropolitana de Miami. En 1976 ya eran 8 000 y 28 000 en 1990. [15] Para 1997 eran ya 72 693,[16] lo cual representaba el 60% de todas las empresas de hispanos en la zona.
Aunque la mayoría eran pequeñas, con un promedio de 4,5 empleados cada una, también incluían grandes empresas, la mayoría dedicadas a las manufacturas, la construcción y el comercio. Se estima que en 2002 el 60 % de todas las construcciones residenciales en el área metropolitana de Miami estaban hechas por firmas cubanas.[17]
En 1977, el Censo económico de Estados Unidos identificó 30 336 firmas propiedad de cubanos. Eso significaba que había una empresa por cada 27 personas del mismo origen nacional.[18]
Las firmas en el enclave de Miami no solo crecieron en número sino en ingresos. Los ingresos totales de las firmas Hispanas en Miami fueron de 3,8 mil millones en 1987, cifra que supera en 400 millones a Los Ángeles, y triplica Nueva York, a pesar de que esas ciudades tienen mayor población hispana. Para esa misma fecha, las firmas cubanas en el área metropolitana de Miami eran 25 000, 8 000 solo en Hialeah. El 90 % empresas pequeñas, con alrededor de 10 empleados. El ingreso total de la población de origen cubano en el área se estimaba en cerca de los seis mil millones[19]. La importancia económica de esas empresas es poca a escala nacional, pero significativa para el desarrollo del enclave étnico.
Ya para el 2001, había 125 273 firmas de propiedad cubana en Estados Unidos, con ingresos anuales de que superaban los 26, 4 mil millones de dólares; la mayoría concentradas en el área metropolitana de Miami.[20]
El funcionamiento y desarrollo del enclave podría explicar por qué los indicadores socioeconómicos de los cubanoamericanos son superiores a los de otros grupos de inmigrantes. Comparados con el resto de la población hispana, los cubanos tienen mayores ingresos anuales, así como mayores niveles educacionales, lo cual contribuye también a su mejor ubicación en las escalas laborales.
Aunque hay diferencias entre los cubanos, entre las diferentes oleadas migratorias, como grupo sus indicadores económicos están más cerca de los del resto de la población blanca no hispana en Estados Unidos, especialmente los cubanoamericanos de segunda generación. El mejor posicionamiento de los cubanoamericanos de segunda generación podemos verlo reflejado también en el hecho de que, actualmente, los tres senadores cubanoamericanos pertenecen a ella.
De acuerdo con datos de Pew Hispanic Center, en 2004 el ingreso medio anual de los hogares cubanoamericanos fue 38 000 dólares, mayor que el de los hispanos (36 000), pero mucho menor que el de los blancos no hispanos (48 000). No obstante, entre los nacidos en Estados Unidos la cifra era de 50 000.[21] Esa cifra representa una disminución con respecto a la del Censo del 2000, según el cual en 1999 la media de ingreso para una familia de origen cubano fue de 42 642 dólares anuales, más cerca de la media nacional (50 000) que de la media hispana (34 400). [22]
La propia dinámica del enclave no siempre ha sido favorable para los recién llegados, porque aunque ofrece la oportunidad de insertarse con relativa facilidad a un mercado laboral, al mismo tiempo los limita a un espacio. Eso hace que sigan teniendo mayor poder económico y político los que llegaron antes y controlan la economía de la zona. Algunos estudios indican que los cubanoamericanos que residen en estados diferentes a Florida reciben mayores ingresos. [23] Por ejemplo, en 2004, las familias que vivían fuera de Florida tenían un ingreso medio anual mayor (44 000 vs. 36 000). [24] Asimismo –y aunque el tema supera los marcos de esta investigación– otros análisis indican que la solidaridad étnica entre los cubanos de Miami está cambiando, y que ya no juega un papel protagónico en el funcionamiento del enclave. [25]
Los antecedentes de esta situación podríamos rastrearlos hasta la oleada migratoria de Mariel en 1980, y está relacionada también con cambios propios de la economía norteamericana. Los cubanos que se marcharon a Estados Unidos después de la década del 80 encontraron un mercado laboral menos favorable. La industria de la confección, por ejemplo, que en los años 60 había empleado a un gran número de emigrantes, sobre todo mujeres, prácticamente había desaparecido en los 90. En este nuevo contexto, el empleo fabril de los cubano-americanos en Miami-Dade cayó del 34 al 19 %, tan solo en la década del 90.[26] Al mismo tiempo, a partir de los años 90 el mercado laboral de Miami se inundó de inmigrantes de otros países, lo cual se traduce en que los cubanos han tenido que enfrentar una competencia laboral mucho más fuerte. [27]
El propio Alejandro Portes considera que todos los cubanos que han emigrado después de los años 80 han recibido menos beneficios del enclave que los que emigraron antes. Aunque muchos de los recién llegados van a trabajar en empresas propiedad de otros cubanos en Miami, y algunos eventualmente abren sus propios negocios, sus conexiones con las empresas cubanas mejor establecidas son menores, así como las posibilidades de ascender en esa escala socioeconómica. [28] Un estudio hecho en el 2006 por el sociólogo arrojó que en una escala jerárquica, se encuentran en primer lugar los blancos no hispanos en Estados Unidos, seguidos por los cubanos que emigraron antes de 1980, luego los hijos de estos últimos, y finalmente el resto. [29]
Evolución política del enclave
Las propias competencias de los miembros de la comunidad, unido a los privilegios que recibieron, se tradujeron en una consolidación no solo económica sino política del grupo. Con el tiempo, cuando comprendieron que su estancia en Estados Unidos no sería —como imaginaron— temporal, comenzaron a aprender los mecanismos de inserción en el sistema, para poder conservar su estatus.
Al mismo tiempo, el giro de la sociedad estadounidense a partir de la década del 70 como resultado de la llamada «Revolución Conservadora»; las presidencias de Ronald Reagan y George Bush; la gobernatura de Jeb Bush en Florida; junto a la importancia electoral de ese estado y la alta concentración de los votantes cubanos, fortalecieron una alianza entre el Partido Republicano y los cubanoamericanos, fomentada además por la coincidencia de intereses sobre la política hacia Cuba.
El grupo elevó aceleradamente sus niveles de naturalización y registro como votantes, pasos imprescindibles para su inserción dentro del sistema político. Entre 1980 y 1990 unos 28 425[30] personas de origen cubano se hicieron ciudadanos estadounidenses. La cifra en las décadas anteriores había sido de 351 439. [31] Solo en el decenio del 70 se naturalizaron unos 178 000; y para 1982 ya un 85%[32] se había registrado en el Partido Republicano.
Las contribuciones de los empresarios cubano-americanos ayudaron a las victorias electorales a nivel local, unido a la movilización del voto. Para mediados de la década del ochenta, las alcaldías de Miami, Hialeah, West Miami y varios municipios pequeños estaban en poder de personas nacidas en Cuba, y había diez cubanoamericanos en la legislatura estadual.[33]
Pero las aspiraciones de los cubanos no se detuvieron en el poder político local. Para comienzos de 1990, lograron elegir dos representantes republicanos al Congreso en Washington. La primera en alcanzar un puesto legislativo fue Ileana Ross, en 1989, por el distrito 18 de la Florida —que comprendía a Key Biscayne, Kendall, Homestead, la «Pequeña Habana», Westchester, West Miami, Miami Beach, Miami Springs, Sweetwater y parte de Coral Gables.
En 1992, su compatriota Lincoln Díaz-Balart llegó al Capitolio por el distrito 21 del mismo estado. Curiosamente, su vida política comenzó en el Partido Demócrata, pero en la medida en que la comunidad cubano-americana comenzó a girar hacia los republicanos, también él lo hizo.
También en el condado de Hudson, New Jersey, han sido electos congresistas cubanoamericanos. El primero fue Robert Menéndez, demócrata, quien se convirtió en alcalde de Union City en 1986, fue electo como representante al Congreso en 1992, y actualmente es Senador.
Los cubanoamericanos, que aprendieron a moverse dentro de la política estadounidense, no solo alcanzaron cuotas de poder a nivel nacional por sus representantes electos, sino por su eficacia como cabilderos. El presidente Reagan apoyó a creación de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), que desde 1981 se insertó en el sistema político norteamericano. Jorge Mas Canosa, el líder de esa organización de la comunidad cubano-americana, tenía acceso a la Casa Blanca.[34] Por la vía nominativa, miembros de la Fundación recibieron puestos en el gobierno.
Un estudio del Centro para la Integridad Pública (Center for Public Integrity), un instituto liberal de investigaciones en Washington D.C., concluyó por esa época que la Fundación se había convertido en la organización étnica de cabildeo más eficaz en Washington, superando hasta al lobby israelí que originalmente le sirvió de modelo.[35] Los recursos económicos movilizados para lograr objetivos políticos también abrieron puertas al grupo. Los empresarios cubanoamericanos financiaban campañas de los políticos cubanoamericanos —aunque no exclusivamente—, quienes después devolvían el favor. [36]
Las empresas cubanas del sur de la Florida empezaron a prosperar, y trascendieron el mercado puramente étnico. Por ejemplo, Church and Tower, la compañía de Mas Canosa, se convirtió en una de las contratistas más importantes de Miami-Dade. La Asociación de Constructores Latinos, que agrupa a todas las empresas cubanas de construcción del condado, pasó a ser uno de los grupos de presión más importantes en la política local[37]. Con el paso del tiempo, no solo los políticos cubanoamericanos se beneficiaron de la generosidad de sus aportes, sino también figuras reconocidas de la política estadounidense, como los senadores Jesse Helms de Carolina del Norte, y Robert Torricelli de Nueva Jersey.
Para el año 2000, los cubanoamericanos ocupaban la tercera parte de los cargos políticos principales —tanto electos como designados— del condado de Miami-Dade. Los habitantes de Miami han llegado a percibir a los cubanos como la clase dominante de la ciudad. El 75 % de los 800 residentes de Miami-Dade encuestados por el Miami Herald a finales del siglo opinó que los cubanoamericanos eran el grupo étnico con mayor poder político en el condado.[38]
Aunque este análisis es fundamentalmente hasta los años 90, quería apuntar también que en la última década se ha producido un punto de viraje significativo, pues ya la mayoría de los miembros de la comunidad cubanoamericana llegaron a Estados Unidos después de la década del 90, con motivaciones diferentes a los de las primeras oleadas migratorias, lo cual tiene implicaciones en el comportamiento político de los miembros de la comunidad. Hasta 2010, la comunidad cubanoamericana estaba integrada, en su mayoría, por cubanos que habían llegado a Estados Unidos antes de 1990. A partir de 2010 la tendencia de invirtió, y alrededor del 52%[39] de los cubanoamericanos han llegado a Estados Unidos en alguna fecha posterior a 1990.
Este dato es importante, sobre todo si tenemos en cuenta la composición de la emigración cubana más reciente hacia Estados Unidos. Investigaciones del Centro de Estudios de las Migraciones Internacionales, de la Universidad de La Habana, indican que las emigraciones actuales hacia el vecino norteño tienen motivaciones fundamentalmente económicas o familiares.[40] No significa que no haya un trasfondo político en algunos casos. Pero incluso cuando los inmigrantes defienden posiciones contrarias al sistema cubano, el centro de su vida en Florida no es derrocar al gobierno de La Habana, sino progresar económicamente. Eso diferencia a las actuales oleadas migratorias, que ya son mayoría, del llamado «exilio histórico».
En síntesis, mientras durante el siglo XIX y comienzos del XX la presencia cubana en Estados Unidos no era númericamente significativa, ese proceso tuvo un punto de inflexión después del Triunfo de la Revolución en 1959, cuando la migración se convirtió en uno de los ejes del conflicto bilateral. A partir de entonces, los cubanos no solo llegaron en oleadas, sino que «triunfaron», o al menos así era visto por el resto de la sociedad. A partir de los años setenta, cuando la perspectiva del retorno comenzaba a ser lejana, comenzaron a aprender los mecanismos del sistema político para garantizar su permanencia, desde las naturalizaciones hasta alentar a una base electoral en un enclave ya constituido. Luego, crear poderosas organizaciones de cabildeo y llegar desde la localidad hasta el Congreso Federal. La comunidad cubanoamericana logró situarse en una posición privilegiada dentro del completo sistema político estadounidense. Así llegaron a los albores del siglo XXI.
*Este artículo se publicó por primera vez en la revista Pensar en Cuba, en 2014.
Notas:
[1]Para profundizar en estas causas recomendamos: Alejandro Portes & Robert Bach: Latin Journey: Cuban and Mexican Inmigrants, NY Staten Island, 1985; Alejandro Portes and Alex Stepick:City on the Edge: The Transformation of Miami, Berkeley, University of California Press, 1993; Carlos Forment: Political Practice and the Rise of an Ethnic Enclave: The Cuban-American Case, 1959-1979, en «Theory & Society», 1989; Susan Eckstein: The Immigrant Divide: How Cuban Americans Changed the US and Their Homeland, Routledge, New York, 2009; Guillermo Grenier and Alex Stepik (ed): Miami Now, Inmigration, Ethnicity and Social Change, Univ. Press of Florida, 1992; María de Los Angeles Torres: From Exiles to Minorities: The Politics of Cuban-Americans,Center for the Study of the Cuban Community, 1984; Maria de Los Angeles Torres: In the Land of Mirrors. Cuban Exile Politics in the United States, University of Michigan Press, 1999; María Rosa Gentile Martínez: Acerca de los cubanos y su poder político en el sur del estado de la Florida, en Anuario Digital del Centro de Estudios de las Migraciones Internacionales, La Habana, 2009, pp. 34-51, disponible en http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/Cuba/cemi-uh/20110902023608/ANUARIO09.pdf,consultado el 6 de febrero de 2011.
[2]Wilson, Kenneth L. y Alejandro Portes: Immigrant Enclaves: An Analysis of the Labor Market Experiences of Cubans in Miami. American Journal of Sociology 86, September, 1980, pp. 295-319.
[3]Alejandro Portesy Steven Shafer: Revisiting the Enclave Hypothesis: Miami Twenty-Five Years Later. The Center for Migration and D evelopment. Princeton University, 2006.
[4]Alejandro Portes & Robert Bach: Latin Journey: Cuban and Mexican Inmigrants, NY Staten Island, 1985.
[5]Silvia Pedraza-Bailey: Cubans and Mexicans in the United States: The Functions of Political and Economic Migrations, Cuban Studies, 11-12, pp. 79-97, 1981; Silvia Pedraza-Bailey: Political and Economic Migrants in America: Cubans and Mexicans, Albuquerque: University of New Mexico Press, 1985.
[6]Carlos A. Forment: Political Practice and the Rise of an Ethnic Enclave: The Cuban American Case, 1959-1979. Theory and Society, Vol. 18, No. 1, 1989, pp. 47-81.
[7]Alejandro Portes and Rubén G. Rumbaut: Immigrant America. A Portrait,University of California Press, 2006.
[8]Office of Immigration Statistics: Yearbook of Immigration Statistics 2004, Department of Homeland Security, Washington D.C., 2006, disponible en http://www.dhs.gov/xlibrary/assets/statistics/yearbook/2004/Yearbook2004.pdf, consultado el 6 de febrero de 2015.
[9]Miriam Rodríguez Martínez: El Miami cubano y su intolerancia, Centro de Estudios de Migraciones Internacionales, La Habana, 2000, p. 1. Disponible en http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/Cuba/cemi-uh/20120821034333/miamicu.pdf, consultado el 6 de febrero de 201
[10]Susan Eckstein: «La transformación de la diáspora y la transformación de Cuba», en Cambios en la sociedad cubana de los 90, Woodrow Wilson Center Reports on The Americas No. 16, Woodrow Wilson International Center for Scholars, Washington, 2005, pp. 245-268, p. 253.
[11]Íbidem., p. 254
[12]Alejandro Portes and Alex Stepick: City on the Edge: The Transformation of Miami, Berkeley, University of California Press, 1993, pp 139-140.
[13] US Census Bureau: Ob. Cit., 2012.
[14]Alejandro Portes y Steven Shafer: Revisiting the Enclave Hypothesis: Miami Twenty-Five Years Later,The Center for Migration and Development, Princeton University, 2006.
[15] Alejandro Portes y Rubén G. Rumbaut: Ob. Cit.
[16]U.S. Department of Commerce Economics and Statistics Administration: Economic Census Survey of Minority-Owned Business Enterprises 1997, 2001, disponible en http://www2.census.gov/econ/sbo/97/e97cs-4.pdf, consultado el 31 de agosto de 2014.
[17] Alejandro Portes y Rubén G. Rumbaut: Ob. Cit.,p. 28.
[18]Alejandro Portes: «The Social Origins of the Cuban Enclave Economy of Miami», en Sociological Perspectives, Vol. 30, No. 4, The Ethnic Economy, University of California Press, Oct., 1987, pp. 340-372, p. 351
[19]Ídem.
[20]Alejandro Portes y Rubén G. Rumbaut: Ob. Cit., p. 28-29
[21]Pew Hispanic Center: Cubans in the United States, Washington D.C., 2006.
[22] US Census Bureau: Nosotros. Hispanos en los Estados Unidos: 2000, Department of Commerce Economics and Statistics Administration, 2005.
[23]Carla P. Davis: «Beyond Miami: The Ethnic Enclave and Personal Income in Various Cuban Communities in the United States», en International Migration Review, Vol. 38, No. 2, pp. 450-469, 2004, disponible en http://www.jstor.org/stable/27645385,consultado el 29 de septiembre de 2014
[24]Pew Hispanic Center: Ob. Cit., 2006.
[25]Heike C. Alberts: «Changes in Ethnic Solidarity in Cuban Miami», en Geographical Review, Vol. 95, No. 2, New Geographies of U.S. Immigrants, 2005, pp. 231-248, disponible en http://www.jstor.org/stable/30033989,consultado el 29 de septiembre de 2014.
[26]Susan Eckstein: Ob. Cit., 2005, p. 253.
[27]Ibídem, p. 255.
[28]Alejandro Portesy Steven Shafer: Ob.Cit., p. 18
[29]Ídem.
[30]U S Census Bureau: Persons of Hispanic Origin in the United States. Census of Population 1990,Department of Commerce, 1993.
[31]Ídem.
[32]María Rosa Gentile Martínez: Acerca de los cubanos y su poder político en el sur del estado de la Florida, en Anuario Digital del Centro de Estudios de las Migraciones Internacionales, La Habana, 2009, pp. 34-51, Disponible en http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/Cuba/cemi-uh/20110902023608/ANUARIO09.pdf,consultado el 6 de febrero de 2011., p. 38.
[33] Alejandro Portes: «La maquinaria política cubano-americana: Reflexiones sobre sus orígenes y perpetuación», en Cambios en la sociedad cubana de los 90, Woodrow Wilson Center Reports on The Americas No. 16, Woodrow Wilson International Center for Scholars, Washington, 2005, pp.269-289, p. 270.
[34]Susan Eckstein: Ob. Cit., 2005, p. 257.
[35] Portes: Ob. Cit., 2005, p. 271.
[36] Ibídem, p. 275.
[37]Ídem.
[38]Eckstein: Ob. Cit., 2005, p. 256.
[39] Pew Hispanic Center: Statistical Profile Hispanics of Cuban Origin in the United States in 2010, Washington D.C., 2012.
[40]Centro de Estudios de Migraciones Internacionales (CEMI): Anuario digital, Vol. 1 no. 1 ene-dic, La Haban
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