Si nos guiáramos por estereotipos, probablemente nos parecería inverosímil que un periodista deportivo sea un feminista consecuente, y se esfuerce día a día por desterrar el machismo de un ámbito donde ha reinado por los siglos de los siglos: el deporte.
Desde pequeño bajaba el audio del televisor e intentaba hacer narraciones. Tenía 9 o 10 años y ya disfrutaba de los juegos de Maracaibo, Winnipeg´99, Sidney 2000, el mundial de atletismo de Edmonton 2001. Pero siempre aparecían otros intereses que lo alejaban de ese camino. Siendo adolescente se vinculó a talleres literarios; en aquel entonces veía como un hobby para un futuro lejano la narración. Intentó incursionar en ella en onceno grado, cuando estudiaba en la Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético (ESPA) de Pinar del Río, pero no clasificó por la edad.
En 2008 aprobó las pruebas para Periodismo y se becó en La Habana. Ese deseo de ejercer en el ámbito deportivo pasó a un segundo plano cuando descubrió la comunicación para el desarrollo, la teoría de la comunicación, proyectos relacionados con observatorios de medios, periodismo con enfoque de género, asignaturas que, aunque no recibía directamente, secuestraron su atención.
Durante la carrera pospuso lo que, a la postre, sería su destino inevitable; aunque hubo un leve «coqueteo» cuando en 2012 estuvo entre los cinco estudiantes que, excepcionalmente sin haberse graduado aún, aprobaron un curso para comentaristas deportivos. Sin embargo guardó el título en una gaveta, preparó su tesis de licenciatura inspirado en una pregunta: ¿cómo se reflejan las masculinidades y las feminidades en el periodismo deportivo?, se graduó en 2013 de periodismo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. y empezó a trabajar en la Editorial de la Mujer. Porque Jesús Muñoz Machín, que nadie lo dude, es un apasionado de los temas de género.
Aunque guarda en su memoria como una época fructífera y de aprendizajes múltiples sus tres años en la Editorial (2013-2016), el salto del medio impreso a la radio le dio un giro a su vida. «A finales de 2014 comencé mi trabajo en la emisora C.O.C.O., alternando con el trabajo en la editorial —allí me mantuve tiempo después como colaborador—». Desde noviembre de 2014 hasta la actualidad, se ha desempeñado como periodista, narrador, comentarista y editor. Actualmente coordina la sección deportiva en la página web de la emisora.
«Mi trabajo es muy hipermedial, desde editar textos hasta transmitir en vivo por Twitter y por Facebook cada uno de los juegos de Industriales durante los cinco meses que dura la Serie Nacional de Béisbol. Cuando no lo hacemos, las personas reclaman. Se reciben cientos de mensajes durante una transmisión. A veces logramos aumentar entre 5 000 y 6 000 seguidores, solo durante una serie, lo cual da una medida de lo interesante y demandante que es».
A pesar de convivir en una emisora, Jesús no se considera un profesional de la radio, de hecho, lo que menos ha realizado es ese tipo de periodismo.
«La radio en la actualidad no es la que se escuchaba antes en los hogares por un aparato que había que sintonizar; creo que muy pocas personas tiene un radio en casa. Hoy uno la escucha por Internet, en tiempo real. Muchos de nuestros oyentes ni siquiera están en Cuba. Recibimos reportes de sintonía de la última Serie Nacional de más de 20 países. Una emisora provincial es un medio global, por eso la comunicación que realizas es también así, desde los términos que usas hasta la calidad de lo que produces. La interacción con los usuarios debe ser pensada para personas de diferentes latitudes».
Antes de incursionar en la radio, se imaginaba haciendo periodismo en televisión. Por eso, cuando se creó el Canal Caribe, se presentó a las pruebas, y resultó elegido. Sin embargo, no empezó hasta octubre de 2018, porque estaba inmerso en diferentes proyectos, algunos de cooperación internacional, otros tenían que ver con la producción comunicativa para diferentes iniciativas feministas, con la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades (RIAM), y con la maestría en Desarrollo Social de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
«Uno de los sueños que siempre tuvo mi madre fue que yo empezara en la televisión, y ella falleció en agosto de 2018. Al estar pasando por ese mal momento, y ante la necesidad de ocupar mi tiempo —porque lo menos que quería era estar en mi casa—, fui a la televisión: era como cumplirle a ella ese sueño».
«Nunca creí que tendría mucho protagonismo. Pensé que me iban a dejar en espacios nocturnos, o en el canal digital que no tenía tanta teleaudiencia». En cambio, le dieron la oportunidad de salir en todas las emisiones: Buenos Días, Noticiero del Mediodía, el Estelar, así como las revistas del Canal Caribe «Noveno Inning» y «En tiempo real».
«Lo agradezco porque ha sido una escuela. Además del compromiso familiar, era un reto profesional; no sabía si lo iba a lograr, no tenía habilidades para la edición audiovisual o la lectura por teleprónter, no conocía muchos elementos del universo audiovisual pues los había recibido en la carrera, pero ya habían pasado cinco o seis años desde que los estudié».
¿Cómo calificarías el periodismo deportivo que se hace en los medios estatales cubanos?
Es más fresco, atrevido y atemperado que antes. No tiene que ver con calidad profesional, sino con una generación que domina el uso de otras herramientas y está más en contacto con la información internacional; tiene mayor conectividad a Internet, y dialoga con una afición más exigente y demandante, que tiene un acceso ilimitado a otros medios. En materia de comunicación deportiva no se hace periodismo puro; hay más profesionales dedicándose a la narración y al comentario.
Por otra parte, quienes hacemos periodismo deportivo, a veces nos quedamos a nivel de información, nos convertimos en presentadores de noticias, y solo de vez en cuando damos un toque con un análisis o un breve comentario. Eso tiene que ver con rutinas propias de los medios. En la televisión, por ejemplo, la infraestructura institucional no te permite tener una cámara propia para hacer reportajes, crónicas, periodismo de investigación; aun así se hacen. Esto sucede sobre todo en la capital. Ahora, cuando vas a otras provincias, hay mayor contacto con la base, con los atletas, con los eventos en el momento en que suceden. Se hace menos periodismo de escritorio y más un ejercicio directamente en el terreno.
También ocurre que muchas veces, para informar sobre algo, hay que esperar a que lo diga la fuente oficial, pero no siempre deberíamos hacerlo porque, si sale primero en Facebook, en YouTube, en un montón de blogs que hablan sobre el deporte cubano, terminas perdiendo credibilidad ante las personas.
Los silencios son otro de los problemas. Hay temas de importancia social que tocan la vida de un atleta, cuestiones erróneas que deben ser criticadas. A veces no dispones de los mecanismos para solicitar una entrevista; otras, hay mediaciones que impiden que determinados temas sean colocados en las parrillas de la radio o en nuestros periódicos.
Como un elemento positivo, algunas instituciones asociadas al Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER) han entendido la importancia de sostener y mantener un vínculo más estrecho con la prensa.
Un tema polémico ha sido la inserción de deportistas cubanos en ligas extranjeras, ¿cuánto afecta o beneficia dicha participación?
Siempre va a ser positiva en el balance global. Los deportistas, como todas las personas de las diferentes industrias del arte, la cultura, son ciudadanos del mundo. Lo que, de acuerdo con sus lugares de procedencia —sus intereses, quien los ha formado, quien ha influido para que lleguen a los estándares que tienen—, deberían representar a sus países en momentos claves: centroamericanos, panamericanos, juegos olímpicos, entre otros. Hace apenas unos años que se está haciendo de manera formal a través del INDER la contratación para competir en ligas foráneas, pero eso no es nuevo. En momentos anteriores de nuestra historia, deportistas cubanos se insertaban en ligas de países del antiguo Campo Socialista. Ellos necesitan ese fogueo internacional, y también el dinero que reciben por su participación. A su vez, nuestras instituciones pueden invertir el porcentaje que entrega el atleta en infraestructura. Es una ecuación en la que todos ganan.
Por supuesto, hay detractores; opinan que los torneos nacionales se debilitan, sobre todo el de béisbol. Hay que tener en cuenta una cosa: la mayoría de los deportes colectivos en Cuba no tienen campeonatos nacionales serios o de calidad. Son de corta duración, con pocas condiciones, calidad e infraestructura, que requieren de una inversión grandísima. En el caso del béisbol tenemos que irnos adaptando a que nuestras principales figuras no tienen por qué estar todo el tiempo en la Serie Nacional. Eso es algo que ocurre en muchos países. Las ligas nacionales tendrían que ser más espacios de formación para jóvenes talentos.
Uno de los grandes retos de la institución cubana es lograr estructuras competitivas que funcionen rápido para agilizar los trámites en materia de contratos, para proteger de la manera más adecuada a los atletas, para que el diálogo con los distintos clubes sea fluido y que no se pierdan oportunidades. En mi opinión, es un proceso que marcha demasiado lento, teniendo en cuenta la calidad de nuestros deportistas.
El desarrollo de las nuevas tecnologías ha posibilitado que emerjan blogs, sitios de redes sociales, entre otras iniciativas especializadas en deporte. ¿Cuánto aportan a la divulgación del deporte cubano? ¿Crees que tienen más libertades para abordar determinados temas considerados tabú en los medios tradicionales?
La emergencia de esos blogs y proyectos colectivos digitales han propiciado mayor información y seguimiento de los eventos. Eso ha impulsado que el periodismo que se hace en los medios tradicionales a veces beba de ellos. Hace diez años esperabas al Noticiero Nacional Deportivo para saber qué había ocurrido en la jornada. Hoy tienes un canal Tele Rebelde que transmite deportes casi todas las horas del día, un celular con datos móviles con el que puedes seguir constantemente los eventos deportivos de tu preferencia. Eso nos exige mayor rigor profesional. A esa información debemos ponerle intencionalidad, un dato extra, un análisis, algo que supere en calidad lo que están haciendo otras plataformas informativas.
Los espacios alternativos tienen la facilidad de que abordan temas que son tabú, las zonas de silencio que antes mencioné. Soy partidario de que toda iniciativa que haga comunicación deportiva con responsabilidad es válida. También es cierto que detrás de algunas de estas plataformas hay personas que no tienen herramientas en materia de comunicación, por ende, hay elementos que se resienten, pero eso no quiere decir que no tengan valor. A veces, incluso, gozan de determinada frescura que falta en nuestros medios.
¿Cuáles son los deportistas cubanos y extranjeros que más admiración despiertan en ti?
Soy de tener pocos ídolos, por ejemplo, no tengo cantantes, ni escritores favoritos. Siempre admiré muchísimo a Pedro Luis Lazo porque crecí con las hazañas del rascacielos pinareño. También sentía algo especial por Las morenas del Caribe y por Mireya Luis, aunque cuando comencé a disfrutar del voleibol, ellas ya estaban en su última etapa. Podría mencionarte a Sotomayor o a Iván Pedroso, pero honestamente con Lazo y Las morenas tengo un vínculo más afectivo.
En el plano internacional siempre me he decantado por dos atletas: Usain Bolt y Roger Federer. Bolt es histrionismo, una máquina de competir, un hombre que disfrutó muchísimo su carrera como deportista activo, y además, ganando; Federer es para mí el tenista más grande de la historia, con una proyección social admirable.
Cuéntanos un poco acerca de otros espacios a los que has dedicado parte importante de tu vida: la Editorial de la Mujer y la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades (RIAM).
Mi paso por la Editorial y mi inserción en la RIAM posibilitó que mirara al deporte con otros ojos, que viera su dimensión sociocultural, desde otros prismas. Qué ocurre con esos hombres y mujeres más allá del diamante, cómo transcurren sus vidas, qué pasa con esos atletas que se exigen por encima de sus capacidades físicas, qué sucede con esas mujeres que no reciben las oportunidades adecuadas, o en ese entorno deportivo en el que, aun cuando ellas han logrado muchísimo, la mayoría de los recursos se siguen destinando a las competencias de hombres. Si no estuviera en la red o no hubiese pasado por la Editorial, esas preguntas nunca me las hubiera hecho.
Tu vida académica e investigativa se ha mantenido vinculada a los temas de género. ¿Podrías comentar algunos de los proyectos que mayores satisfacciones te han generado?
Debo empezar por el texto «Masculinidades en Pinar del Río: de la acción individual al trabajo en red». Fue la oportunidad de aparecer en una compilación junto a talentosos jóvenes investigadores cubanos y también profesores con una vasta experiencia.
Fui uno de los autores del manual Educar para la igualdad. Propuesta para la prevención y atención educativa de la violencia de género en el contexto escolar. Cuando ese proyecto llegó a mí, de las manos de las otras tres autoras, era una investigación prácticamente terminada. Me permitieron aportarle una mirada desde las masculinidades y convertirlo en un producto comunicativo atractivo para los públicos a quienes iba dirigido. El manual ha llegado a donde tenía que llegar: los colectivos docentes de las escuelas. A través de la Unicef, se distribuyó a lo largo y ancho del país.
Otro de los espacios que me sigue dando satisfacciones es Inspiradoras, un proyecto en el cual confluyeron los esfuerzos de la Editorial de la Mujer, el grupo Galfisa, Semlac, IPS, Oxfam y la colaboración de la embajada de Canadá. En esa iniciativa ha sido esencial la coordinación liderada por Denise Ocampo. El proyecto, con tres ediciones, cada una con diferentes productos comunicativos, narra las vivencias de mujeres cubanas que constituyen motivos genuinos de inspiración.
En materia investigativa debo mencionar que, aunque todavía no he defendido la maestría en Flacso, tuve la oportunidad de que mi tesis de licenciatura lograse un mayor recorrido. Pues a partir de la investigación realizada sobre los Juegos Olímpicos de Londres 2012, hice un análisis similar en las Olimpiadas de Río de Janeiro 2016, crucé esa información y el resultado fue un ensayo con el que obtuve en 2018 la beca Che Guevara de la Asociación Hermanos Saíz.
¿Cuánto han beneficiado los estudios sobre género tu desempeño como comentarista deportivo? ¿Cuánto tu vida personal?
Ser parte de la Editorial de la Mujer me obligó a estudiarme los resultados de las cubanas en eventos deportivos, hacer compilaciones de sus actuaciones históricas, realizar análisis estadísticos e investigaciones.
Gracias a eso, desde mi profesión contribuyo a correr los márgenes de los temas que pueden tener cabida en esos espacios. Siento que modifico esa agenda temática, lo mismo en la radio que en la televisión.
En lo personal, mi vida cambió en 2012 cuando conocí la RIAM y me comprometí a intentar ser el mejor hombre posible dentro de lo que en una sociedad patriarcal y machista se puede ser. No hablo de un «mejor hombre posible» según los cánones de nadie, ni de una sociedad, una pareja o mi familia. Hablo de mirarme todos los días en mis actos cotidianos, analizar mis maneras de proceder, mis actitudes, mis formas a la hora de relacionarme con otras personas; irme quitando esa cáscara y esas actitudes que he heredado de un machismo de siglos. Estas experiencias me han dotado de herramientas que me permiten ser proactivo. No solo intento ser coherente conmigo mismo, sino intentar cambiar y transformar los espacios en los que participo para volverlos más inclusivos, equitativos.
¿Crees que existen brechas entre mujeres y hombres en cuanto a posibilidades de realización y oportunidades laborales en la comunicación deportiva?
Cuando uno analiza la historia de las mujeres en el periodismo deportivo, o en la comunicación deportiva de manera general, obviamente se da cuenta de que ha existido una brecha; aunque están representadas, han sido minoría y han tenido poco protagonismo.
En los últimos ocho años esa realidad ha cambiado, son muchas las que se han insertado en el periodismo deportivo, han logrado tener determinado protagonismo y han inundado las redacciones. Se ha logrado romper una brecha: están y, hasta cierto punto, son respetadas y tomadas en cuenta por lo que hacen.
Un análisis más profundo tendría que ver con qué protagonismo tienen, cuán en cuenta son tomados sus criterios, cómo recibe la afición deportiva ese criterio que expresa una mujer. Habría que analizar el tema de las rutinas productivas, las relaciones entre ellas y ellos al interior de las redacciones, y qué deportes se les asignan a la hora de realizar las coberturas.
Han logrado romper determinados muros machistas, pero todavía falta. Más que en el periodismo, faltan en la narración y el comentario, donde las hay, pero son menos. Conozco muchísimas periodistas que están habilitadas como narradoras y comentaristas, y que no lo han ejercido precisamente porque es un ámbito en el que todavía cuesta cederles espacio. Recientemente una muchacha matancera, creo que su nombre es Melissa Blanco, ha incursionado en la narración de la pelota. Sería bueno conocer qué piensa la afición de lo que ella hace. Hemos tenido periodistas, directoras de espacios deportivos, pero siento que la narración y el comentario es un feudo que falta por conquistar.
Por suerte hoy, en las facultades, los temas de género y de empoderamiento femenino son aprehendidos por las estudiantes desde edades tempranas, salen más decididas, y no hay nada que las detenga.
Se habla mucho de la imparcialidad y la objetividad periodística, ¿es posible desprenderse de las pasiones?
La imparcialidad es una
decisión y práctica profesional. Sentir afinidad por un equipo, si eres
aficionado al deporte, es parte de la vida. La diferencia es que, cuando trabajas
en espacios de comunicación, los análisis deben partir de argumentos deportivos
y socioculturales, que no deben poner en segundo plano la afición específica
hacia algo. Quién llega en mejor forma física y mental a un evento, quién tuvo
los mejores resultados
previos, qué resultados exhibe ante un rival u otro, cómo compite en
determinada sede (local, visitante, incluso, hasta el clima), qué motivaciones
extra puede tener la persona o equipo, qué presiones deportivas, sociales y
hasta políticas rodean el suceso.
Una palabra presente en debates actuales es la resiliencia. ¿Cuán fuerte te han vuelto los golpes recibidos en la vida? ¿Ser una persona resiliente conduce a la felicidad?
La vida nos obliga a ser resilientes casi a diario. Unas veces con estrategias articuladas, otras con capacidad de respuesta rápida antes determinados momentos. Hay golpes afectivos y familiares que son duros, pero toca siempre seguir adelante. En la profesión que escogí, estar delante de micrófonos, cámaras o poner un texto a disposición del público implica estar preparado también para fallar o equivocarte, y que esto suceda ante miles de personas. Tienes que tener recursos para asumir con profesionalidad y humildad el error o el punto de vista diferente, y al minuto siguiente, comenzar a gestar algo nuevo que demuestre tu valor real como comunicador y servidor público. Ser resilientes es también sumar aprendizajes y usarlos para salir adelante.
*Tomado del libro El compromiso de los inconformes. Entrevistas a jóvenes periodistas cubanos (Ocean Sur, 2021).
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