Contrapunteo

Jacob Sullivan: el asesor de Seguridad Nacional de Biden

10 dic. 2020
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El cargo de asesor de seguridad nacional de Estados Unidos es considerado tradicionalmente como uno de los puestos de mayor incidencia en la toma de decisiones en cuatro áreas claves: política exterior, defensa, inteligencia y seguridad interna. La decisión sobre quién ejercerá este puesto en la Casa Blanca, recae fundamentalmente en el presidente por lo que no es necesario el proceso de confirmación senatorial.

En este sentido, el mandatario tiene mayor libertad para su designación a diferencia de otros cargos principales vinculados a la proyección internacional de Estados Unidos que sí requieren la aprobación del Comité de Relaciones Exteriores del Senado como los secretarios de Estado y Defensa, embajador en la ONU, así como los directores de Inteligencia Nacional y la CIA.

La persona designada para desempeñar esta responsabilidad si pretende ser exitoso requiere, al menos, cuatro requisitos: contar con la máxima confianza del presidente; tener amplia experiencia y conocimientos políticos; ser una figura reconocida dentro de la élite de política exterior y poseer habilidades para construir consensos y trabajar en equipo. Si algunos de estos requerimientos no están presentes, no invalida su designación, pero sí incidirían en que su gestión no sea sostenible en el tiempo como ha sucedido con varios asesores de seguridad nacional.

En el caso de Sullivan, tiene 44 años y será el segundo asesor de seguridad nacional más joven de la historia después de McGeorge Bundy, quien desempeñó esta responsabilidad durante la Administración Kennedy con tan solo 41 años. Su infancia se desarrolló en la ciudad de Minneapolis en el estado de Minnesota. Fue criado en un ambiente familiar de clase media que tuvo una fuerte influencia en su formación educativa. Su padre trabajó en el principal diario de la ciudad el Minneapolis Star Tribune y posteriormente ejerció la docencia como profesor de periodismo y medios de comunicación en la Universidad de Minnesota. Su madre fue profesora y consejera de escuelas públicas a nivel de preuniversitario.

Jacob creció con una fuerte motivación hacia el estudio y la preparación profesional. En 1994, se graduó en la Southwest High School de Minneapolis y fue uno de los mejores egresados. Durante esta etapa, sobresalió especialmente por ser ganador en los torneos de debates estudiantiles sobre diversos temas de cultura general. En 1998, cuando tenía 22 años se graduó en ciencias políticas en la elitista Universidad de Yale en la que fue editor de su publicación diaria.

A partir de sus resultados docentes le fue otorgada la beca Rhodes, considerada la más prestigiosa de su tipo a nivel global, para estudiar en la Universidad de Oxford. En el año 2000, culminó sus estudios en ese centro universitario y se graduó de máster en relaciones internacionales. En este período, participó en el campeonato mundial de debates universitarios y obtuvo el segundo lugar. Posteriormente, terminó estudios de postgrado en derecho en la escuela de leyes de la Universidad de Yale en el 2003. Inmediatamente, comenzó a trabajar en Washington DC como asistente judicial en la Corte Suprema de Justicia junto al juez Stephen Breyer.

Después de un tiempo en estas funciones vinculadas al ejercicio del derecho, Sullivan decide regresar a su ciudad natal y se desempeña en el sector privado como abogado en la firma legal Faegre & Benson que es considerada uno de los 100 bufetes de abogados más importantes de Estados Unidos y el principal en Minnesota. A partir del 2007, decide participar en la política e inicia su carrera como asesor principal de la senadora demócrata por Minnesota, Amy Klobuchar, a quien se le atribuye la introducción de Sullivan en el entorno de la entonces senadora Hillary Clinton.

En el 2008, durante las primarias del Partido Demócrata Jacob se desempeñó como asesor de la Clinton y contribuyó con mayor énfasis en la preparación de la candidata para los debates en los que participó en esta etapa de la contienda presidencial. A partir del 2009, cuando Hillary comienza a desempeñarse como Secretaria de Estado durante el primer mandato de Obama, Sullivan es designado como su vicejefe de gabinete y posteriormente es nombrado como jefe de planeación política del Departamento de Estado convirtiéndose en la persona más joven en ostentar ese cargo con tan solo 33 años. En ese rol tenía la responsabilidad de coordinar los procesos de diseño, evaluación y ajuste de la política exterior estadounidense.

En esta etapa de trabajo con Hillary Clinton, se incrementa de manera sustancial la visibilidad de Sullivan entre los sectores más influyentes de la élite de política exterior estadounidense. En términos prácticos, se convierte en la persona de mayor confianza de la Secretaria de Estado y la acompañó durante sus visitas a 112 países, lo que permitió que se involucrara personalmente en varios de los temas más sensibles del contexto internacional.

Sullivan es reconocido por su rol en el acuerdo nuclear iraní debido a que fue el funcionario designado por el gobierno estadounidense para dar el primer paso en ese complejo proceso. En julio del 2012, viajó a Omán para sostener las primeras conversaciones secretas con representantes del gobierno iraní con el objetivo de explorar la voluntad para avanzar en un acuerdo.

Sobre su designación como enviado para esta temática, Hillary planteó: “él es discreto y tiene mi confianza absoluta. Su presencia enviaba un poderoso mensaje de que yo estaba personalmente involucrada en ese proceso”. En una entrevista concedida por Hillary a la revista Foreign Policy, en un momento en que está exaltando las cualidades de Sullivan llegó a decir que él podría ser “en un futuro, presidente de Estados Unidos”.    

Teniendo en cuenta que alcanzar un acuerdo con Irán constituía un tema estratégico para la política exterior y el legado de Obama, Sullivan después de la salida de Hillary del gobierno a inicios del 2013, fue llamado a ocupar el cargo de asesor de seguridad nacional de Biden. En febrero de ese propio año, comienza a trabajar directamente con el vicepresidente en varios temas de la agenda internacional. Es en este momento cuando cultiva y profundiza sus vínculos personales con el actual presidente electo.  

De acuerdo a testimonios de funcionarios que trabajaron con él en la Casa Blanca, Sullivan alcanzó renombre por su insistencia en cuestionar los argumentos de las políticas que se proponían a ese nivel. Según sus colegas, era un promotor de los ejercicios de “abogado del diablo” con el propósito de evaluar los temas desde diferentes perspectivas para asegurar un análisis más riguroso de las propuestas.     

En agosto del 2014, recesa en sus responsabilidades en el gobierno de Obama y comienza a dar clases en la Universidad de Yale. Cuando Hillary a inicios del 2015 decide involucrarse en la campaña presidencial como candidata del Partido Demócrata, designa a Sullivan como su principal asesor político. En la etapa final de las elecciones del 2016, Jacob fue el único consejero del entorno más cercano de Clinton que alertó sobre una eventual derrota en los comicios sino se desplegaba una ofensiva más intensa en los estados decisivos de Pensilvania, Michigan y Wisconsin. La mayoría de los asesores tenían confianza en que el denominado “Muro Azul” no se quebraría y precisamente esos territorios fueron vitales para la victoria de Trump en ese momento.

Si Clinton hubiera ganado las elecciones, la persona que estaba prevista para asesor de seguridad nacional era Jacob Sullivan. Después de la frustrante derrota de los demócratas, él decide enfocarse principalmente en tres objetivos fundamentales: ganar dinero en el sector privado; crear una organización para promover acciones contra Donald Trump e impartir clases en la universidad.   

En enero del 2017, comienza a trabajar como consultor en la compañía de consultoría estratégica Macro Advisory Partners. Según el sitio web de esta institución, su misión es proveer asesoramiento para “obtener ventajas competitivas en un mundo complejo”. Este tipo de compañías no están obligadas a declarar quiénes son sus clientes, pero a este tipo de servicios solo tienen acceso sistemático sectores de poder económico con alcance transnacional. Por lo tanto, Sullivan a partir de ese momento estaba forjando vínculos e intereses con representantes de poderosas compañías estadounidenses y de otros países a las que ofrecía sus conocimientos y experiencia.  

Paralelamente, en febrero del 2017 cofundó con Ben Rhodes, ex viceasesor de seguridad nacional de Obama, la organización National Security Action que trabajó en tres direcciones principales: criticar la política exterior y seguridad nacional de Donald Trump; promover y apoyar el proceso de impeachment contra el mandatario, así como educar a los candidatos demócratas que aspiraban a cargos públicos en los temas de las relaciones internacionales y las posiciones que debían defender. También impartió clases en la Universidad de New Hampshire.

Con relación a su pensamiento político, ha expresado que el pilar fundamental que debe sostener la política exterior estadounidense es el “liderazgo global americano”. En materia de política interna, plantea que el principal objetivo es fortalecer la clase media y considera que la proyección internacional de Estados Unidos debe contribuir a ese propósito estratégico. Precisamente, es uno de los artífices de la concepción de Biden del vínculo entre el papel de Washington a nivel global y la prosperidad de la clase media de su país. 

En una entrevista concedida en agosto del 2020 al tanque pensante Atlantic Council, expresó: “no podemos triunfar en nuestra política exterior si no invertimos en nuestras fuentes de fortaleza internas: la infraestructura, la innovación, los trabajadores, el sistema de inmigración y nuestra democracia”. En su pensamiento se refleja una fuerte conexión entre los aspectos de política interna y las capacidades de Estados Unidos a escala internacional, lo que constituye un elemento fundamental en la orientación de política exterior de la futura Administración Biden.  

Como la mayoría de los miembros de la élite de política exterior estadounidense, considera que el principal desafío a enfrentar es la influencia de China en las dimensiones económica, política, militar e ideológica. Pero en el caso de Sullivan, enfatiza que debe lograrse una política hacia el gigante asiático que combine los elementos de confrontación con la cooperación en temas estratégicos de seguridad internacional.

Explica que en la práctica hay que aprender a convivir con China y que los propósitos de forzar un cambio radical e inmediato en esa nación a partir de los intereses estadounidenses no es un objetivo realista. En esencia, defiende la necesidad de recuperar la capacidad hegemónica de la superpotencia, pero reconociendo que las tácticas deben adecuarse a las circunstancias de un mundo diferente, complejo y con alto nivel de incertidumbre sobre los impactos hacia el futuro de las principales amenazas globales.    

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