Contrapunteo

Intelectualidad joven. Crítica, cultura, Cuba y su futuro inmediato

25 ene. 2018
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El debate sobre cultura, crítica e intelectualidad nos trasladó a los pasillos míticos del Instituto Superior de Arte (ISA). Allí conversamos con dos de sus jóvenes profesores: Isabel Cristina López Hamze y Yosvany Montano Garrido. Nacida en la Isla de la Juventud y oriundo de Pinar del Río, ambos coinciden desde hace poco tiempo como profesores del Instituto.

Ella, con 29 años, es licenciada en Arte Teatral, perfil Teatrología, y Máster en Ciencias en Procesos Formativos; él es licenciado en la carrera Marxismo-Leninismo e Historia y está próximo a discutir su maestría. Más allá del mundo académico, como jóvenes de su tiempo, muestran inquietudes, polemizan con su entorno cultural y comparten ahora, con los lectores de Alma Mater esta suerte de diálogo entre tres.

Periodista: Arte y crítica. ¿Rol protagónico, decisivo, en la Cuba de hoy?

Isabel: «Creo que el arte, y en particular el teatro, tiene un importante papel en la lectura de nuestros contextos. Sobre todo en los últimos años, el teatro ha entrado a proponer temas, conflictos y modos de gestión que problematizan los modelos tradicionales. Muchas obras estrenadas recientemente en varios lugares de Cuba, son una especie de alegato personal, íntimo, que nos conmueve y nos mueve también desde lo colectivo. La relación entre lo real, la historia y la memoria como enlace entre lo afectivo y lo político genera en cada experiencia una manera distinta de atravesar la realidad desde los contextos particulares de cada creador. Si de algo tiene que enorgullecerse lo mejor del teatro cubano actual es de la conexión real y profunda con el acontecer político y social del país».

Yosvany: «Los procesos culturales, ligamentos para las nuevas relaciones sociales adquieren, en su conjunto, ritmos que sofocan a las fórmulas desgastadas que miran al terreno de “lo colectivo”. La realidad muestra evidentes signos de agotamiento. El arte, la crítica, la academia, los sujetos no escapan a esa perspectiva. Ello supone necesariamente reconsiderar métodos y aproximaciones a los problemas que nos circundan y las contradicciones que derivan de ellos y que animan a la participación. La profunda relación del arte con el entorno ideológico que lo condiciona hace siempre del hecho artístico —cuando es legítimo— una invitación a pensar el contexto y una provocación al pensamiento. Las tesis las propone el creador. A veces puede romperse el equilibrio y el tan acusado “realismo” vuelve a hacerse presente en una suerte de “panfleto” que jerarquiza una posición y limita las visitas a otras perspectivas. Lejos de consolidar la expresión, el camino criticista deforma la función de este recurso que ha de ser consustancial a nuestro socialismo».

Periodista: Coincido con ustedes en que la función crítica no es patrimonio de un sector particular de la sociedad. Sin embargo, hacia los intelectuales se dirigen muchas miradas cuando se enfocan estos temas. ¿Se asumen ustedes como jóvenes intelectuales?, ¿Se forman intelectuales en nuestras universidades?, ¿En el ISA?

Yosvany: «Entiendo por intelectuales —si se trata de aportes a nuestra sociedad— las personas que desde diferentes aristas expresan un genuino compromiso con su realidad, que emergen de ella, que no pueden relegarla por el simple hecho de que poseen una intensa conexión con los saberes populares, con los enfoques de la academia, porque escuchan el latido del pueblo. Lo otro, lo contrario a esto, no es más que un diálogo sordo que atrapa en la confusión hasta a su propio emisor. Hoy las definiciones no radican solo en situarnos en uno u otro espacio de la polarización intelectual. Creo que como nunca antes la sociedad en su conjunto, las instituciones responsabilizadas, han de hacer más por jerarquizar los mensajes de eso que al decir del italiano Antonio Gramsci, son intelectuales orgánicos.

«Es muy difícil pretender que solo las universidades formen personas críticas. Debe ser una responsabilidad compartida. Eliminar amarras que esterilizan la capacidad social de abandonar la mera reproducción de valores culturales y apostar a la constante revolución en el pensamiento. Ahora, ello no aminora la responsabilidad mayúscula de la educación en este sentido. Hay que desarrollar estructuras mentales para el análisis, la decodificación de signos, para una comunicación ampliada con enfoque multicultural, para el respeto a la individualidad y el comprometimiento colectivo. La educación debe y puede abrir un horizonte que medularmente aspire a un modelo diferente, que partiendo de la organización escolar, las mayas curriculares, los aspectos técnicos-metodológicos y el rol facilitador de los maestros, modificara un escenario que muchas veces sigue rozando con el tradicionalismo y la escolástica. Como alguna vez ya he dicho, Cuba debe aspirar, como siempre lo hizo, a revolucionar su educación y para ello debe comprometerse con una pedagogía de la verdad».

Isabel: «El ISA forma especialistas, egresados que cumplen con un perfil del profesional y salen al panorama teatral con determinados conocimientos teóricos que luego deben confrontar con la práctica. En el perfil de Teatrología se forman críticos, porque además de la investigación, la crítica resulta la actividad fundamental de esa especialidad. Sin embargo, creo que un intelectual se forma en el centro de la vida cultural, social y política de su país, que es más grande y más complejo que un aula. También depende, a mi modo de ver, del nivel de compromiso con una época y un momento determinado, del nivel de participación.

«Desde hace diez años me dedico a la crítica teatral. He publicado en numerosas revistas especializadas y he estado presente en los momentos más importantes del teatro cubano en ese período de tiempo. Sin embargo, eso no me convierte en una intelectual. Comencé a verme como una intelectual hace muy poco, cuando me interesé realmente en otras esferas ajenas a mis estudios de teatro. Cuando leí ensayos sobre ciencias sociales, política, economía, o participé en algunos debates en las redes sociales. Creo que se trata de despertar, de entender y mirar con atención. Se trata de comprender que desde nuestros pequeños espacios de influencia, ya sea un aula o un escenario, se puede incidir en los otros y se puede ser útil desde esa incidencia que debe generar nuevas maneras de pensar, nuevos análisis y nuevas preguntas a la realidad».

Periodista: Me gustaría compartirles otras interrogantes. ¿Quiénes son los intelectuales de este tiempo? ¿Cuáles de los temas «fundacionales» siguen presentes? ¿Cuál puede ser el rol de la crítica en el proyecto social cubano?

Yosvany: «Nosotros vivimos en un país que ha demostrado ser más que una isla en el terreno cultural. Martí la definió alguna vez como la “Isla Intelectual”; no era chovinismo.

«Ser un creador, incluso en el más amplio sentido de la palabra, no nos hace merecedores de esa consideración social que entendemos como “intelectual”. Son otros atributos los que agiganta la vida, la obra y el pensamiento, para terminar moldeando lo primero en lo segundo. Los de hoy intentamos ser iguales y a la vez diferentes a los de ayer. Encontrar rumbo propio es quizás el reto mayor para esta nueva hornada de jóvenes que ansiamos descifrar las complejas realidades y arrojar luces ante las dificultades que envuelven el retroceso en múltiples esferas de la realidad nacional. Ello implica ante todo seguridad, autoestima, compromiso permanente con la rebeldía, pero sobre todas las cosas, estudio creciente y maduración en contacto con la práctica. ¡Trasformar implica ante todo comprender!

«No estoy seguro de que siempre lo enfoquemos así. A riesgo mayor, la premura y la urgencia hace que soslayemos lo que ante todo es importante conocer, profundizar, siempre con compromiso de clase y con fines claros de lo que representa esa implicación para el futuro del proyecto común que compartimos. Lo fundacional puede vivir en lo presente, no implica una negación absoluta. Hacer lo nuevo no tiene que advertir una renuncia o lucha antagónica con lo pasado, no es así como funciona la dinámica de ese cuerpo mayor que entendemos como sociedad. Ahora bien, no debemos confundirnos, ello nunca puede implicar asfixiar lo que genuinamente debe expresar lo nuevo.

Isabel: «Creo que la política cultural sigue siendo un tema álgido en el presente. Los trazos iniciales de esa política, expuestos en Palabras a los intelectuales, siguen marcando las pautas. Sin embargo, no hay que olvidar que aquellas palabras responden a un contexto específico y que estos son otros tiempos. Entre los temas que tienen que ver con la política cultural me preocupan puntualmente tres: uno es el tratamiento de los públicos y las jerarquías que establecen los medios de comunicación masiva, que debería sustentarse en la calidad artística más allá de los éxitos de la industria. En nuestro país existen zonas del quehacer artístico que no generan grandes ingresos, sin embargo son subvencionadas y protegidas por el Estado, pero muchas veces no están debidamente visibilizadas. Si por una parte se privilegian estas experiencias artísticas, también es cierto que se difunde y se promueve lo barato, lo más repetitivo, lo que produce más dinero y menos inteligencia. Eso me preocupa sobremanera, porque estamos formando un público para el futuro».

Periodista: ¿Nos sentimos libres para ejercer la crítica?

Yosvany: «En la Cuba del presente ese es un tema fundamental. Las discusiones terminan enfocándose hacia el tema recurrente de la libertad de expresión y su par dialéctica: la censura. Indiscutiblemente una zona sensible para todo el que porta el deseo de PENSAR. Más no ha de menospreciarse que en el terreno de la cultura lo más legítimo sería aproximarnos a la obra en sí misma, a las cualidades estéticas, a los valores que porta, a los conceptos que promueve. La capacidad para trascender su espacio y su tiempo debería estar generándose por eso.

«Es indispensable para ello garantizar que nuestras escuelas —desde las primeras edades hasta las universidades—, nuestros medios de comunicación, el resto de los mecanismos sociales, expresen una disposición abierta hacia lo que recientemente la doctora Graziella Pogolotti calificara como una crítica participativa. A riesgo de inmovilismo, resultan insuficientes los espacios y programas intencionados en la educación hacia la recepción crítica de los fenómenos sociales en su conjunto. Hay que derribar una creciente muralla de estigmas y prejuicios que impiden que seamos más los involucrados en el intento de la trasformación cotidiana de la sociedad, partiendo inevitablemente de una crítica que, comprometida con el proyecto, permita acercarnos por aproximaciones sucesivas a lo que mediante el consenso asumamos como verdad».

Isabel: «A mí me preocupa mucho la censura. Algo de lo cual no hemos podido despojarnos aún. Me parece muy triste que una obra pase a la historia por haber sido censurada y no por sus valores artísticos. También puede ocurrir que, ante la censura de cualquier obra, ya sea un espectáculo teatral, un libro o una película, algunos especialistas se nieguen a hacer señalamientos críticos de tipo estético asumiendo que lo de mayor importancia es defender el derecho a que esa obra sea exhibida. Considero que lo más importante es el rigor y la calidad artística, la incidencia en los públicos, eso debe marcar las valoraciones.

«El arte, a mi modo de ver, no explica los procesos, revoluciones, momentos históricos, hechos. Más que explicarlos los trasfigura, los metaforiza, los devuelve de forma subjetiva, íntima y personal. Tanto así, que el artista puede tener un punto de vista y su obra transmitir otros cientos de puntos de vista, en dependencia de quien la admire, ya sea una canción, una escultura, un poema o una película. Para explicar y analizar los sucesos en cualquier época, sea cual sea su naturaleza, están la historia, la filosofía, la antropología, la filología y las innumerables ciencias, que tributan al entendimiento de los complejos procesos de la vida. Por eso creo que la censura en el arte no tiene razón de ser, y está demostrado en la Historia que los efectos son inversos y en vez de proteger una ideología, el acto mismo de la censura se vuelve contra ella».

Periodista: Entonces, ¿abogamos por un genuino y responsable ejercicio de la crítica? ¿Cuáles son los retos para los próximos años?

Isabel: «Debemos resolver el tema de los nuevos modos de gestión y producción y las perspectivas económicas para algunos sectores de la cultura. Creo que hay que proponer otras maneras de autogestión que permitan a los artistas, sobre todo del teatro, ingresos más decorosos. El estudio conjunto de esos nuevos modos de gestión pudiera generar beneficios tanto para los creadores como para los públicos y sobre todo trazar nuevos lazos con la institución. Por ejemplo, los teatristas de toda Cuba cobran un mismo salario mensual, no hay distinciones entre el que estrena con éxito dos puestas al año y el que lleva dos años sin estrenar. Considero que revisar estos aspectos es vital para mantener la cultura como una de las más grandes conquistas de la Revolución, para que sus artistas quieran seguir creando en esta Isla y para que lo hagan con el amor y las ganas que los públicos del presente y del fututo se merecen.

«Pienso en la crítica como discurso que analiza la realidad y la cuestiona. Creo que, en nuestra prensa, no existen los espacios suficientes para el registro crítico de la realidad. En cambio se ejercita con frecuencia en la blogosfera y en la cola del pan. A veces en nuestros medios oficiales nos sorprende un reportaje o un artículo que abordan, de manera inteligente y profunda, algunas de las problemáticas que nos aquejan en la Cuba de hoy. Me pregunto si con la crítica será suficiente. Me pregunto si ese discurso crítico no se convierte en una especie de retórica de la que, aún con las mejores intenciones, no escapamos. Pocas veces la crítica viene acompañada por una propuesta, una iniciativa, una experiencia modélica que pueda tomarse como referencia. Resulta complicado encontrar y proponer iniciativas cuando los males son de “conciencia”, la crítica se le hace a “la institución” y la solución está en el “cambio de mentalidad”. Yo creo que cada uno, desde nuestros pequeños o grandes espacios de incidencia, podemos contribuir con acciones concretas; con una canción, un poema, un ladrillo colocado sobre el otro, un cuño puesto en tiempo y forma, un ensayo histórico, o una croqueta bien frita. Lo que intento decir es que la responsabilidad no es del “otro” o de la “institución” que se ha convertido en una especie de culpable sin rostro. La responsabilidad es nuestra, porque tributamos a la institución y viceversa, porque somos nosotros mismos los que debemos generar ese cambio tan anhelado. Somos parte del pueblo trabajador y somos parte también de esos males que criticamos».

Yosvany: «Si la crítica participativa logra abrirse paso, tendremos una cultura mejor, un socialismo mejor, una nación refundada constantemente en la dialéctica de lo que llega y lo que se ha enraizado. Si logramos que este pueblo legitime sus vanguardias por la capacidad de aportar a sus desafíos y que él mismo se implique con la resanación de su tejido espiritual podremos continuar hacia adelante. No puede pensarse en una sociedad mejor sin el antibiótico imprescindible de la crítica. Sería como enfermar degenerativamente de espejismos continuados».


Notas:

Isabel colabora con las emisoras CMBF y Radio Rebelde con una sección semanal de crítica teatral. Es parte del equipo de Traspasos Escénicos, Núcleo de Prácticas Creativas. Se desempeña como asesora teatral del grupo La Isla Secreta y de Teatro del Viento, en Camagüey. Trabaja como guionista del programa de promoción literaria Para Leer Mañana de la Televisión Cubana y es miembro de la UNEAC. Por su parte, Yosvany fue presidente de la Federación Estudiantil Universitaria de Cuba (FEU) en el período 2013-2015. En la actualidad es columnista de la revista cultural La Jiribilla, y publica asiduamente en otros medios nacionales como Juventud Rebelde y Cubadebate. Ambos son miembros de la Asociación Hermanos Saíz.

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