Cada tarde llega a nuestras casas para conversar durante media hora. Viene de la mano de la cultura. La distinguen su elegancia, el buen trato y la perenne y contagiosa sonrisa. A diferencia de quienes se inventan un personaje para salir delante de las cámaras, ella siempre es natural, lo mismo en televisión que en casa, con sus amigos; era así desde que estudiaba periodismo en la Facultad de Comunicación. Probablemente ese derroche de humildad, junto a otras cualidades de las que pueden dar fe sus más allegados, le hizo ganarse el aprecio de sus profesores, de sus compañeros de estudio y ahora de quienes han compartido con ella en el ámbito laboral.
En medio de la agitada vida en pandemia y del habitual estrés de alguien que ejerce el periodismo y la locución televisivos, pudimos dialogar con esta carismática joven. Es así como Indira Román Geraica (Indi, Indirita) se nos revela como una mujer empoderada. Es, sin duda, mucho más que «la muchacha del Noticiero Cultural».
«Nuestros demonios nunca se van. Solo nos queda ser aún más fuertes», ¿por qué elegiste esa frase para presentarte en Facebook?
Soy una apasionada del género fantástico y del cómic. Siempre que el tiempo me lo permite devoro cuanta literatura o cine exista de este corte. Esa es una frase que me gustó mucho del filme Doctor Strange. Funciona como guía de cómo debemos ver y asumir la vida. No son pocas las veces que ante el mundo tan dinámico —y diría que por momentos tan hostil y avasallador— que vivimos, sentimos determinados sentimientos o miedos que nos detienen, nos paralizan, nos hacen dudar del camino que nos hemos trazado. Ante eso, solo nos queda la opción de conocernos, aceptar lo que tememos, lidiar con ello y utilizarlo como motor impulsor. Y me refiero no solo al ámbito personal. Nuestro trabajo, el de la prensa, exige fortaleza y capacidad para imponernos antes circunstancias y contextos complejos. Poner esa frase en Facebook es como mi carta de presentación, lo que me define en la vida. No importa cuán agreste sea el camino, siempre lo veré de un modo positivo y pondré todo mi empeño y mis fuerzas en ser mejor cada día, a pesar de los temores y de lo desconocido.
¿Cuánto de tu fortaleza espiritual le debes al periodismo? ¿Cuánto al hecho de haber nacido en Centro Habana?
Un autor al que respeto muchísimo es Ryszard Kapu?ci?ski. Él tiene un texto que marcó mi carrera: Los cínicos no sirven para este oficio. Esa es una de mis premisas, aunque algunos digan que lamentablemente el mundo no funciona siempre así. Ser periodista implica agudeza y sensibilidad para contar una historia, transmitirla con naturalidad y veracidad. Hay que ser buena persona. Eso lo aplico a mi vida entera para sentirme satisfecha conmigo misma. Los que me conocen saben que esa es mi naturaleza. Cuando me encuentro con algo totalmente opuesto, me resulta difícil interactuar. Mis equipos de trabajo tienen que estar conformados por buenas personas, de otra manera me cuesta muchísimo lograr empatía. Por otra parte, el periodismo exige tener una coraza y fortaleza ante ciertos temas peliagudos o polémicos y persistencia en lo que quieres. Eso, emocionalmente, te hace más fuerte.
Centro Habana es mi origen. Mi barrio me enseñó a ser fuerte, a no dejarme caer. Me mostró el dinamismo de una ciudad, que es el que me acompaña siempre, aun cuando a veces quisiera ir más despacio y disfrutar a plenitud las cosas. Me enseñó a preocuparme por el otro, a pensar en los demás y a constatar que una sola persona no mueve el mundo.
¿Cuán distintas te resultaron la carrera que idealizabas, o no, cuando eras estudiante, y la profesión a la que te enfrentaste una vez graduada?
Cuando comencé en la Facultad no tenía una idea muy clara del periodismo. La carrera me abrió un espectro fascinante y descubrí las diferentes posibilidades de acercarse a la realidad, de darle voz a los protagonistas, de contar los hechos... Luego, cuando comencé a ejercer, comprendí que hay otro mundo además del que conoces en la academia. Ni mejor ni peor. Solo diferente. Te enfrentas a otros modos de hacer, a una realidad cuyos desafíos son cambiantes. Ante eso, aplicas lo aprendido, pero necesariamente tienes que buscar otras alternativas y maneras muy propias. Te das cuenta de que lo teórico es mucho mejor cuando lo enriqueces con tus experiencias.
¿Cuál fue tu «hoja de ruta» hasta llegar a ser la conductora del Noticiero Cultural?
Empecé en el periódico Tribuna de La Habana, cuando hice las prácticas en primer año de la carrera. En mi primera cobertura sentí un miedo espantoso. Miedo a que no me salieran las líneas que me habían pedido, a no hacerlo a tiempo o a no hacerlo bien. Por suerte tuve como tutores a muy buenos periodistas y excelentes seres humanos, cuya ayuda fue esencial. Desde ese instante, amé más esta profesión.
Después
realicé prácticas en el Sistema Informativo de la Televisión Cubana (SITVC). Mi
primera información —a la cual le puse voz— fue un premio que le habían
otorgado a la actriz cubana Luisa María Jiménez. Cuando me escuché en aquella
noticia de apenas 50 segundos casi me eché a llorar porque
sentía que no era mi voz, que estaba falseando algo. Entonces Rosalía Arnáez,
en aquel momento jefa del departamento de cultura, me enseñó a cómo colocar la
voz sin parecer aniñada ni engolada y a ser más ágil en la redacción. Dos días
después, la televisión se había convertido en mi medio preferido. Han pasado
casi 15 años desde que me impuse el reto de contar una historia desde las
imágenes, el sonido, la palabra.
Seguí como reportera por varios años en el segmento cultural de la Revista Buenos Días, hasta que un día me llamó el realizador Luis Morlote —hoy presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba— y me convidó a ser la presentadora titular de un proyecto largamente soñado en la televisión: el Noticiero Cultural, el primero de Cuba. Todavía hoy andamos de la mano en ese empeño. Él, yo, y tantos otros periodistas que aman la cultura.
¿Crees que ese espacio informativo favorece un balance en el debate cultural entre voces, digamos, más consagradas, más veteranas, y otras, más noveles?
El Noticiero Cultural se ha convertido en la voz de los artistas y escritores en Cuba: los consagrados y los noveles. Siempre estamos abiertos a debates, pero desde el respeto, la veracidad, el contraste de fuentes, la búsqueda certera de información, la opinión del público y la participación de las instituciones culturales del país. Somos un noticiero que sale de lunes a viernes. Algo que nos distingue es la sección Contrapunteo, dedicada al análisis y la crítica de un mismo tema durante toda la semana. Aspiramos a ser diversos, a tratar más temas, a ver otras aristas y a suplir las demandas informativas del público. En ese camino seguimos transitando. Para ello contamos con el respaldo de críticos de arte, periodistas, realizadores, musicólogos, investigadores y profesionales de distintas ramas. Precisamente porque tratamos de hacer un análisis profundo y completo.
¿Has enfrentado consecuencias negativas por ejercer la crítica o has logrado evadir esos conflictos?
Ni evasión, ni enfrentamiento. Dificultades sí. Siempre las hay cuando de crítica se trata. Precisamente porque existen incomprensiones, desconocimiento, miedos, temores, inseguridades y discordias. En mi caso, tuve algunos percances, hace muchísimo tiempo y no en el Noticiero Cultural. Hubo llamados de atención, conversaciones intensas, e incluso, molestias. Ante eso, solo queda ser persistente, paciente y audaz, no olvidar jamás nuestra misión y pensar que el buen periodismo está llamado a transformar, y para ello precisa de la crítica. Necesitamos ese discurso más descarnado que nos muestre esa realidad, con sus luces y sombras; también más sinergias entre instituciones y periodistas.
Se trata de la crítica honesta, bien hecha, con fundamento y sin dobleces. El Noticiero Cultural es un espacio que la favorece y la defiende a capa y espada.
¿Cuán difícil es, desde un punto de vista económico, trabajar únicamente para medios estatales?
Ese es un asunto bien complejo. Con los nuevos cambios, asumo que el panorama cambie para bien. La posibilidad de colaborar con más de un medio, incluso, con otros estatales, aparece desde el mismo momento en que la vida se complejiza y te das cuentas de que quieres más, que tus ingresos no te alcanzan para todo y que hay necesidades básicas que debes suplir con un poco más de calidad. Si a eso le sumas que tienes hijos, que trabajas en un medio donde la imagen es fundamental y tienes que destinar fondos a maquillaje, vestuario y peluquería, el asunto toma mayor tamaño y tratas de aumentar tu economía, haciendo lo que te gusta en otros medios que te reporten ingresos extras. Es algo inherente al ser humano y es la lógica de la vida. Por otro lado, es la posibilidad de incursionar profesionalmente en algo nuevo, diferente. Porque a veces uno siente que se va encasillando y quiere expandir sus horizontes, escribir de otra forma. Eso se convierte en una motivación para probar suerte en otros espacios.
Ahora bien, cuando logras tener más de un trabajo, sigue siendo difícil porque respondes a varias instancias a la vez, el esfuerzo es mayor, dedicas menos tiempo a la familia, al ocio; y ya no puedes dedicarte a esos grandes trabajos que llevan semanas o meses de investigación. Es una ganancia, pero implica muchos sacrificios.
¿Se puede vivir económicamente en Cuba de ejercer el periodismo?
Ese es otro asunto con deudas pendientes en nuestra sociedad. No puedo hablar por mis colegas porque cada quien tiene su experiencia. Al menos hasta hoy, vivo de lo que estudié y de otras variantes muy relacionadas al periodismo como la presentación de eventos y programas televisivos. En otros momentos era diferente y muy difícil. Ahora hay mayores posibilidades de publicar en otros órganos de prensa, existe el pluriempleo, nuevos medios y el ámbito digital ha abierto las puertas a que muchos podamos colaborar sin tener que pertenecer de forma fija a otro medio de comunicación. Todo eso representa un ingreso extra. Además, existen nuevas formas que no son las típicas maneras de hacer periodismo. Actualmente, uno incursiona en otros ámbitos donde su sapiencia y destreza le permiten crear otros productos como spots publicitarios, audiovisuales institucionales, entre otros. Esa es una vía. Lamentablemente no todos tienen acceso a ellas, ni a los medios para hacerlo. Vivir económicamente solo del periodismo es algo que ha de debatirse con más frecuencia y efectividad pues es un asunto pendiente. Todavía para muchos colegas eso no es posible. Lo ideal sería que con nuestro trabajo oficial fuera suficiente. Y que si queremos acceder a otros medios fuera por una vocación de superación y no dictado por lógicas económicas. Es algo que no afecta solo a nuestro gremio, porque el debate sobre el salario es una cuestión de la sociedad cubana en general.
En pocos años te has especializado en el periodismo cultural, ¿cómo nace esa vocación?
Fue la vida quien me llevó por ese camino. No me lo propuse en un inicio. La Redacción Cultural del SITVC me abrió las puertas y allí me quedé. Adoro el tema, tiene que ver con mi forma de ser, mi personalidad. Soy una mujer muy espiritual y el periodismo cultural es una de las maneras que encuentro para mostrar eso. Exige estudio constante. Y no me refiero solo a diplomados, postgrados, talleres o cursos —que los he hecho y sigo haciendo— sino a un estudio individual, a lecturas permanentes, a escuchar a quienes llevan años en esta profesión, a ver muchos y buenos audiovisuales, y a querer renovarse profesionalmente. Debes tener sensibilidad ante el arte, gustarte lo que haces; de lo contrario, nada de lo que escribas será creíble.
¿Cómo calificarías al periodismo cultural que se hace en Cuba? ¿Cuáles son para ti sus principales aciertos y cuáles las deudas que aún no logra saldar?
Comprometido. Eso por encima de todo. Comprometido con el arte, con la obra en sí y con sus hacedores; que respeta las esencias de la cultura cubana; es, ante todo, herencia y legado histórico de lo que somos como nación. El periodismo que hacemos es una obra de creación diaria, un legado de lo que somos y dejaremos para el futuro. Sus aciertos son muchos. Da voz a los grandes acontecimientos, y también a aquellos pequeños que marcan las diferencias e impactan en las comunidades. Es el periodismo que habla de las guerrillas de teatreros que arriban a los sitios más intrincados de la geografía nacional, el que nos pone al tanto de libros esenciales de la literatura cubana, el que nos presenta a nuevos talentos...
¿Que nos falta mucho por recorrer, por decir, por analizar, por cuestionar? Sí. Mucho. Muchísimo. De eso se trata. De ir construyendo. Y en ese tránsito tenemos deudas. Para mí, hay dos fundamentales que son el tema de las jerarquías y la sistematización del ejercicio de la crítica.
Hoy más que nunca precisamos colocar en nuestros medios la auténtica cultura cubana, lo que realmente es valioso y nos aporta. Ante la avalancha de productos totalmente anticulturales, ya sean nacionales o foráneos, hay que establecer una suerte de brújula que oriente al espectador, que le ofrezca lo bueno, lo novedoso, lo transgresor, y no lo simple, lo vulgar o lo superfluo. Esa es aún una batalla por ganar. Hoy más que nunca existen miles de maneras de acceder a productos audiovisuales diversos, ya no es solo por la vía tradicional de la televisión. El público puede acceder a lo que quiera, bueno, malo o regular, porque ese es su derecho; nosotros, como medios de prensa, tenemos que ser capaces de comentarle lo valioso y que ese público comience a seguir lo que realmente vale la pena.
Un pilar fundamental que nos ayuda es la crítica oportuna y responsable. Hay que sostener un mayor diálogo con las instituciones, cuestionarse más algunos temas, no permanecer impávido ante una obra de mala factura, orientar al espectador y que él decida si quiere consumirla o no.
Ahí aparece otro tema. Teniendo en cuenta que nuestros públicos son muy diferentes, hay que ofrecer una visualidad mucho más atractiva e interactiva desde las diferentes plataformas comunicacionales. Lo que propongamos tiene que ser cualitativamente bueno y hermoso al mismo tiempo. No es una competencia, pero sí lograr que nuestros productos también seduzcan.
Hablas de lo mucho que faltaría por recorrer, por decir, por analizar. ¿Cuánto de machismo, de racismo, de intolerancia, habría que barrer de nuestra sociedad para poder aspirar a ser una nación verdaderamente culta?
Muchísimo; a pesar de los mensajes institucionales y la educación familiar. Existen personas que dicen respetar, reconocer, no tener tapujos; sin embargo, cuando lo enfrentan en la práctica, cuando la situación le es cercana, actúan completamente diferente. Siempre será una aspiración y es algo loable, pero han sido años de pensamiento patriarcal, de comportamientos ya establecidos y de enseñanzas erróneas.
Las personas tienen diferencias en pensamiento, actitud, educación, hábitos, tradiciones, religión; todo ello incide en la forma de proyectarse dentro de una sociedad polivalente. Desde las instituciones se requieren estrategias certeras que crucen la frontera de la mera comunicación. Es un tema que debe tratarse con mayor intencionalidad y seguimiento a nivel de país; incluso, debe tener nuevas miradas desde el punto de vista legislativo y sociocultural.
Mulata, mujer, joven… ¿te consideras una persona empoderada?
Totalmente. Y abogo por que todas podamos serlo. Es una actitud ante la vida y es lo que me hace crecer. Es lo que me mueve, inspira, me hace ser fuerte ante posibles discriminaciones. He conocido personas que me creen bonita y asumen que soy solo eso. En un principio me he molestado muchísimo, luego adopto otra postura: no importa lo que esa otra persona haya pensado, lo respeto; no obstante, sé que soy mucho más y lo demuestro. Decido lo que me afecta y lo que no. Me ha costado años lograrlo y puede ser que en algún momento se me escape de las manos; en sentido general, confío en mí, tengo definido lo que quiero y lo que no, y trabajo por ello cada segundo. Puede ser que a veces no logre lo que busco, pero al menos lo intento y sé de lo que soy capaz. Siempre van a existir ese tipo de personas que critican, juzgan, encasillan y emiten juicios de forma epidérmica.
¿De qué manera asumes tu presencia en redes sociales?
Es muy poca. Confieso que debo prestarle más atención. Lo que sucede es que a veces siento que me roba el tiempo que puedo destinar a otros asuntos. Esencialmente las utilizo para promover cuestiones y acontecimientos culturales que considero importantes para motivar a otros, para dar a conocer mi trabajo y algunos de los reportajes que realizo. Una de mis metas este año es redimensionar mi perfil y ser más activa, sobre todo con los temas que me apasionan.
A diferencia de otros medios, la televisión hace que las personas te reconozcan con mucha facilidad, ¿te agrada o te resulta incómoda esa «popularidad»?
Te mentiría si digo que no me agrada. El hecho de que me saluden, elogien mi trabajo o mi forma de ser, es un indicador de que el esfuerzo vale la pena. Que las personas se interesen por un tema que trataste y salgan a buscar mucho más allá de lo que expliqué en cámara, es algo que me llena de mucha satisfacción y me inspira a seguir contando historias, sobre todo, lo que se refiere a La Habana porque creo que hay tanto que no se ha dicho y no conocemos aún. Creo que la popularidad es mucho más que caer bien. Es un compromiso mayor. Es tratar de hacer las cosas mejor cada día, es respetar al público, tratar de llenar sus expectativas informativas y sobre todo no perder jamás la humildad y la sencillez.
Cuéntanos cómo es la Indira que no sale en la televisión. Háblanos un poco de tu familia, de los días en casa, de las cosas en las que piensas cuando tienes momentos de soledad…
Me gusta mucho disfrutar mi privacidad, mi hogar, mis amigos. Mi familia es lo más importante y los momentos con mi hijo y dedicados a él son inviolables. Soy la misma persona dentro y fuera de un estudio. Me encanta bailar, reír, andar sin maquillaje en casa, en la calle jamás (ríe). Detesto que me molesten cuando escribo o leo. Eso solo lo tiene permitido mi hijo. Me encanta organizar mi casa, odio cocinar, solo soy buena haciendo panetelas y croquetas. En mis ratos libres, que son pocos porque trabajo muchísimo, tengo un hobby que es armar rompecabezas de 1 000 fichas y he tratado de incentivarlo en mi hijo. Me fascina el cine entre todas las artes y me declaro fanática de la poesía, especialmente la de Gioconda Belli, Carilda Oliver y Luis Rogelio Nogueras.
Soy una tremenda enamorada. Amo a los hombres inteligentes y tiernos. Lo que más odio en la vida es la mentira y las personas desagradecidas. Me falta voluntad para hacer ejercicios físicos y me encanta comer. Tengo cierta tendencia a ser claustrofóbica y me identifico mucho con los temas referidos a las mujeres y su lucha por conquistar aún más nuestros derechos.
Pienso en el futuro, en lo que vendrá, en qué podemos hacer todos para que sea mejor, qué puedo hacer para que sea un sitio acogedor para mi hijo y pienso en cómo ayudarlo a construir su mañana desde el hoy.
Adoro desandar la ciudad, conocer lugares nuevos, la lluvia, el mar, el sonido y la paz que me transmiten las olas, caminar con mi hijo, dormirlo, su risa, sus ojos, sus abrazos. Soy una persona diferente desde que nació. El hecho de ser madre me ha vuelto más sensible y más fuerte al mismo tiempo. Ahora todo lo que me propongo en la vida lo hago pensando en mí y en él.
Desde que murió mi padre, valoro más la vida y los momentos con la familia. He comprendido que es tan efímera que cada minuto debemos hacer que cuente. Agradezco todos los días la mujer que soy y que va creciendo, agradezco a todos los que ayudan, la familia que tengo y lo que he logrado. La felicidad es una cuestión de actitud; no preciso mucho más para ser feliz.
*Tomado del libro El compromiso de los inconformes. Entrevistas a jóvenes periodistas cubanos (Ocean Sur, 2021).
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