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Imilla Skate: Raíces culturales de la mano del deporte extremo

10 mar. 2023
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El proyecto Imilla Skate combina las tradiciones de los pueblos quechua y aymara de Bolivia con el deporte extremo. Sus integrantes se sienten orgullosas de ser nietas e hijas de mujeres de pollera. Las faldas de colores se hacen más cortas o largas en dependencia de quien se suba a la patineta y domine las rampas. Entonces comienza el desfile de trenzas y sombreros en medio de multitudes de caras pegadas a un celular.

A las nueve chicas les dicen cholitas en Cochabamba, una de las tres ciudades más importantes del país, ubicada a más de 2 mil metros de altura. Aunque en el pasado esta la palabra demeritaba a quienes venían del campo y trabajaban como niñeras, empleadas domésticas, cocineras y comerciantes de mercado, la historia de esta nación incluye lideresas como Bartolina Sisa, que junto a Tupac Katari lideró la revuelta indígena de 1781, o Simona Manzaneda, inmersa en la Revolución del 16 de julio de 1809 en La Paz.

De este último lugar viene Joselin Brenda Mamani, psicóloga e integrante del proyecto que busca transmitir un mensaje de inclusión, así como promover la cultura a través del deporte.

«Algunas personas piensan que es un disfraz, que lo hacemos para llamar la atención o buscar publicidad. Esta vestimenta forma parte de nuestra identidad, estamos muy orgullosas de demostrar quienes somos y de dónde venimos. La mujer de pollera en esta sociedad se caracteriza por ser luchadora, valiente y trabajadora. Este significado conecta con los valores del skate: te incita a salir de tu zona de confort, ir más allá de tus límites y perder el miedo», explicó.

A partir de los años ochenta, la reivindicación de las mujeres de pollera, sus ropas y tradiciones, vino a través de quienes destacaron en las ciencias, la política, la economía, el periodismo, el derecho y otras áreas. El resultado de esta lucha milenaria se reflejó en la declaración de la chola boliviana como patrimonio cultural intangible de La Paz.

Daniela Nicole Santiváñez patinaba desde niña y aprendió los trucos básicos. A sus padres nunca les gustó verla caer una y otra vez, tener el cuerpo lleno de moretones. Aquella pasión la hacía sentir libre y canalizar sus emociones. En 2017, el Día del Peatón y el Ciclista en Defensa de la Madre Tierra, ella junto a otras skaters recorrieron las calles de Cochabamba como parte de un colectivo por primera vez.  

«En el proyecto unimos nuestra cotidianeidad regional con el skate. Imilla es una palabra quechua y aymara, significa mujer joven, muchacha o niña. Son lenguas muy similares, de hecho las más populares en Bolivia. Para mí el término Imilla está cargado de ternura y energía. Es importante enaltecer la cultura, el idioma, la vestimenta, así evitamos la pérdida de la identidad», resaltó.

Con la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas y una nueva Constitución, Bolivia adoptó la denominación de Estado Plurinacional. Existen 36 pueblos que habitan desde los Andes, el Desierto de Atacama y el bosque pluvial en la cuenca del Amazonas.

Esta iniciativa agrupa diferentes profesiones: diseñadoras, fisioterapeutas, sociólogas y psicólogas, entre otras. Para Huara Medina el objetivo principal es crear una unión y una fuerza femenina para crecer en conjunto, revalorizar sus orígenes y a la vez transmitir los valores del skateboarding.

«Nosotras fuimos criadas en la ciudad. Nos inspiró el carácter de nuestras mamás y abuelas, su identidad originaria. Las mujeres bolivianas han mantenido esa lucha por la libertad e independencia», relató Huara.

«La diversidad cultural boliviana es muy extensa. Podemos encontrar en cada departamento una cualidad diferente para cada cholita. En Cochabamba se utiliza la pollera, la blusa, las turmas enredadas en las trenzas, el centro, el fuste y las enaguas, más el sombrero de copa alta con su joya. Ahora, con la nueva moda, va cambiando un poco el estilo. La pollera de Cochabamba se concibe un poco más corta, desde las rodillas o un poco más arriba de estas. En La Paz, sin embargo, llega hasta los talones, destaca por su elegancia», agregó.

María Belén Fajardo Fernández tiene 22 años y estudia la carrera de fisioterapia. El skateboarding exige mantener el equilibrio, sostenerse en el aire y realizar los trucos en una rampa.

«Quisiera ayudar a prevenir las lesiones, estas son muy frecuentes en el skate, principalmente en la parte del miembro inferior: rodillas y tobillos. Es muy importante un calentamiento previo y la práctica de ejercicios basados en los principios biomecánicos como son la propiocepción, el eje axial, la flexibilidad, la potencia muscular, la resistencia y la respiración», argumenta.

La joven explica que el uso de la pollera inicialmente dificultaba un poco la movilidad de las Imillas, porque generaba desequilibrio a la hora de hacer los trucos. Por otro lado, la vestimenta amortigua las caídas y contribuye a tener mayor potencia muscular.

«Nuestra cultura es de pollera», dice sin dudarlo Deisy Tacuri. Para esta deportista extrema, el skate promueve valores como la hermandad, la perseverancia y el empoderamiento femenino.

La iniciativa se ha convertido en un estilo de vida para cada Imilla. «No solo tienes que practicar unas cinco, 10 o más de 20 veces para sacar el truco, cuando vas por las calles sobre ruedas eres libre. Esa adrenalina la conocen quienes patinan. El deporte nos ayuda a defender nuestra identidad pero también es una protesta silenciosa, nos sentimos orgullosas de representar a la mujer indígena de pollera».



Foto de portada: Luisa Dör

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