Una de las anécdotas que más disfrutaba sobre las experiencias de mi madre en tierras extranjeras era la relacionada con un médico cubano. No recuerdo muy bien su nombre, pero si sus vicisitudes en las intricadas regiones de la Amazonia.
Luego de transitar sobre una mula cerrera durante horas, montarse en una de esas embarcaciones de exiguo tamaño y caminar durante varias horas, llegó a un poblado donde sus habitantes no entendían lo que era la atención primaria de salud.
Estos pobres hombres y mujeres olvidados por todos, morían de enfermedades de fácil cura y desconocían las muchas ventajas que trae consigo un programa de vacunación desde temprana edad.
Todas esas maravillas les presentó aquel hombre que recién llegaba a los 30 y el cual se vio de repente con un regalo inesperado. Una de esas familias, tan agradecidas por su labor, le ofreció a su niña más pequeña.
Aquel guajiro pinareño no sabía cómo rechazar tal ofrenda sin ofender las costumbre de ese pueblo, por lo que después de mucho argumentar pidió que mejor le dieran su nombre al próximo bebé que naciera en la villa y recordaran por siempre su tiempo entre ellos.
Esta puede parecer una historia insólita, casi disparatada, sin embargo, es solo un pequeño ejemplo de lo que ha significado la colaboración médica cubana durante todos estos años al servicio de los más desfavorecidos.
Aunque no es menos cierto que luego del 1ro. de enero de 1959 la solidaridad fue un pilar imprescindible dentro de las relaciones exteriores de nuestro país, el altruismo de los galenos cubanos se remonta a décadas anteriores.
De acuerdo con una investigación de Scielo, «los antecedentes de solidaridad internacionalista en la medicina cubana tiene sus inicios en la época de la colonia, donde algunos médicos de forma espontánea, expresaron su espíritu revolucionario al partir a diferentes países para ofrecer su ayuda como profesionales o alistándose en sus ejércitos como soldados».
Esta publicación cita además los ejemplos del Dr. Antonio Lorenzo-Luaces de Iraola, quien participó con el grado de coronel en la Guerra de Secesión Norteamericana; del Dr. Manuel García-Lavín en la guerra franco-prusiana y en la que por los méritos alcanzados se le concedió la legión de honor de Francia y del Dr. Luis Díaz Soto que participó en la lucha del pueblo español contra el fascismo en la guerra civil de1936-1939.
Una vez que triunfara la Revolución Cubana, el nuevo gobierno envió una brigada médica emergente y varias toneladas de equipos e insumos a Chile, afectado por un intenso terremoto el cual dejó miles de fallecidos en 1960.
Luego, el 23 de mayo de 1963, con la primera brigada a Argelia, comenzó lo que se conocería como los grupos permanentes, en los cuales un número determinado de colaboradores brindaban sus servicios durante un lapso de once meses.
Este fue el caso del doctor cubano Osvaldo Abel García Casanova, ginecólogo, quien durante dos años compartió experiencias y salvó vidas en suelo africano.
García Casanova cuenta como fue un tiempo también difícil, donde pesan la lejanía y los peligros de encontrarse en una región foránea culturalmente tan distante de la nuestra.
En su caso, sufrió seis veces de paludismo, laboró en circunstancias no siempre óptimas, pero creció, según sus propias palabras, no solo como profesional, sino también como ser humano.
Como bien expresa el artículo investigativo «Evolución de la colaboración médica cubana en 100 años del Ministerio de Salud Pública» han sido varios los factores, tanto internos como externos, los que han marcado el desarrollo del internacionalismo en nuestro país.
Durante los años sesenta, por ejemplo, se inició la colaboración en la modalidad de misión internacionalista, la cual se basaba en el principio de ayuda solidaria gratuita y estuvo potenciada por los diferentes movimientos de liberación que se desarrollaron en África y Centroamérica. De esta misma forma se comportó en los setenta y ochenta. Ejemplos de países con colaboración en estos años fueron Argelia, Angola, Etiopía y Nicaragua.
Sin embargo, la década del noventa fue un período conocido por nuestro pueblo por su severidad en la esfera económica, marcado por el derrumbe del Campo Socialista y el recrudecimiento del bloqueo económico de Estados Unidos.
Por estas razones, surgió una nueva modalidad de cooperación: «la Asistencia Técnica Compensada o Contrato Directo, cuya esencia consistía en un acuerdo, por el cual el médico contratado percibía una remuneración por los servicios prestados y por este concepto entraba al Sistema Nacional de Salud un aporte que permitía mantener al resto de la colaboración médica, que debido a la situación económica el país no lo podía asumir».
Luego, a finales de la década de los noventa, disminuyó la modalidad de Misión Internacionalista, la Asistencia Técnica Compensada se reduce de forma paulatina y aparece el Programa Integral de Salud (PIS), el 3 de noviembre de 1998, inicialmente en Centroamérica y El Caribe y posteriormente se extiende hacia África y el Pacífico, así como la creación en este periodo de la Escuela Latinoamericana de Medicina, como elemento básico de continuidad y sostenibilidad de este Programa.
De acuerdo con la tesis de licenciatura: «La colaboración médica cubana en el siglo XXI: una propuesta para la sostenibilidad en Guinea Bissau», con el nuevo milenio y el impulso y desarrollo de la Revolución Bolivariana en Venezuela, aparecen los Programas Especiales, como Barrio Adentro, una modalidad más avanzada y completa (en términos de servicios brindados dentro de un país).
Por otro lado, un momento de vital importancia cuando se cuenta la historia de hombres y mujeres valerosos, es la creación en 2005 del contingente internacional de médicos especializados en situaciones de desastres y graves epidemias «Henry Reeve, luego del paso del huracán Katrina por Estados Unidos.
Este programa, creado por el Fidel Castro Ruz, hasta el 10 de agosto de 2020, había asistido a 46 naciones y cinco territorios no autónomos, brindando atención médica a cerca de 4 millones de personas y salvando la vida de más de 89 mil seres humanos, de acuerdo con cifras oficiales.
Recientemente releía el texto de Aleida March «Evocación», donde narra su vida al lado del Che. En ese emotivo libro cuenta además las razones que la impulsaron a luchar contra el régimen dictatorial de Fulgencio Batista, siendo una de estas las limitaciones que poseían las personas pobres, sobre todo si vivían en zonas alejadas, de acceder a una atención médica de calidad.
Esa realidad, tan alejada de nuestro presente, es obviada en ocasiones, restándole importancia a una labor que hemos asumido como un derecho incuestionable, pero lo cierto es que contar con profesionales del sector altamente preparados, es un sueño inalcanzable para un gran número de seres humanos en el mundo.
Cuenta mi madre, internacionalista por partida doble, que en esas noches en que la nostalgia le partía el alma, pensaba en el rostro de algún pequeño que hubiese atendido ese día, agradecido y feliz de sentirse mejor por los cuidados de la doctora rubia.
Sí, tenemos mucho que valorar en materia de salud. Cuba salva, no es un eslogan. Nacen de nuestro pueblo esos galenos que dejan todo por desconocidos, y parten hacia allá, adonde más los necesitan.
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