En materia política, la izquierda siempre ha sufrido los estigmas, no sin fundamento, de ser más dispersa, heterogénea, caprichosa, guerrerista y poco articulada que la derecha, que ha sabido cerrar frentes con más habilidad contra el adversario cuando ve peligros de debilitamiento a pesar de sus también múltiples diferencias y ambiciones. Es entonces que hacer converger a todos los partidos y movimientos de corte progresista en un mismo mecanismo de concertación es una victoria que puede atribuírsele al Foro de Sao Paulo —y a sus dos principales artífices, Fidel Castro y Luis Ignacio Lula Da Silva— el cual, durante 28 años, ha perseverado en el empeño de unir a personas de la región latinoamericana y caribeña que comparten ideas de justicia social frente a la deshumanización del sistema capitalista, y lo que es más importante, gente que trasciende la creencia simbólica para aterrizar su voluntad de cambio.
La cita ha sido siempre, en primer lugar, espacio de pensamiento, estrado de denuncia y plataforma desde donde se proyecta el accionar futuro. Pero no se ha quedado el teorización del marxismo o en el ejercicio reduccionista de la crítica ante el régimen socioeconómico que le es adverso, sino que ha permitido generar las condiciones propicias para el ascenso al poder de la corriente ideológica con la que se identifica. Es así que cambió la correlación de fuerzas en el hemisferio durante al menos una década, de las casi tres que han transcurrido desde que comenzaran las ediciones de Sao Paulo; siendo la llegada de Hugo Chávez a la cabeza del Estado en Venezuela el golpe de efecto inicial que incidiría en la oleada posterior de nuevos rostros revolucionarios ocupando las casas de gobierno, todos ellos por la vía democrática, lo que significaría un hito mayor. Se demostró así que juntarse podía dar resultados concretos. Resultaba imperioso sobreponerse a las diferencias en materia de aspiraciones —unos más convencidos del comunismo como ideal de justicia, otros más enfocados en un futuro de progreso económico sin perder las esencias del bienestar social— para alcanzar independencia regional y tener voz común en un mundo que unos pocos quieren domesticar a imagen y semejanza de sus intereses corporativos.
No obstante, la sacudida política que algunos llamaran cambio de época tuvo una zancadilla bien estructurada para convertirla en fugaz. Otra vez el «divide y vencerás» se apropió de aquellos espacios donde antes había consenso, azuzando las contradicciones propias del socialismo que no ha encontrado el equilibrio justo entre desarrollo económico y social. Como herramientas, la derecha dominante volvió a potenciar la guerra de clases y echar mano una vez más a la seducción edulcorada del «buen vivir» que pregona y vende el capitalismo. Revertir la unipolaridad y la dependencia de las naciones industrializadas, dejar de ser el almacén de materias primas para el norte, la mina en bruto o la masa de fuerza laboral barata y sedienta de subsistencia siguen siendo deudas para Latinoamérica que ni siquiera los proyectos que se plantean un tipo de socialismo de nuevo tiempo han logrado saldar. A pesar de ello, creer que el progresismo ha llegado a su fin, que el ciclo de la izquierda acabó, o que la democracia no es el camino, es caer en la trampa de los que acuñan tal matriz; pues lo cierto es que la historia tiende a repetir sus ciclos, por lo que depende de hombres y mujeres imponer y perpetuar unos más que otros. De ahí que, en momentos de incertidumbre como este, haya que recurrir al legado de algunas figuras imprescindibles para los movimientos de izquierda en América Latina.
Fidel: «La integración es una cuestión de supervivencia»
Cuando hablamos de integración como aspiración de América Latina, hablamos de integración económica y de integración política. No es una cuestión de sentimentalismo.
Hay que admirar la grandeza de Bolívar cuando en época tan temprana planteó la unión de los pueblos de América Latina, en una época en que no existía la aviación, ni los automotores, ni las locomotoras, ni el telégrafo, ni el teléfono, ni la radio, ni la televisión. Hoy en cuestión de segundos se comunica cualquiera desde México con Buenos Aires y las noticias se difunden simultáneamente a todas partes del mundo, hoy en cuestión de horas se recorren miles y miles de kilómetros, hoy hay medios de comunicación fabulosos y ya Bolívar hablaba de la necesidad de la unión de América Latina, cuando nada de eso existía, quizás fuera entonces un imposible; después Martí fue uno de los más fervientes defensores de la unidad de América Latina, 80 años después, ya en otra época, y la planteaba como una necesidad vital de nuestros pueblos. Han pasado casi 170 años desde la independencia y todavía la América Latina está dividida, está balcanizada.
No es una cuestión sentimental, decía, es una cuestión vital, es una cuestión de supervivencia, estamos viviendo en un mundo de grandes gigantes económicos e industriales, de grandes comunidades económicas y políticas. ¿Qué perspectivas de independencia, de seguridad y de paz, qué perspectivas de desarrollo y de bienestar tendrían nuestros pueblos divididos? Claro que es una tarea dificilísima, basta analizar los esfuerzos aislados de integración para comprender cuán difícil es la tarea de la integración económica, pero es que tenemos necesidad de la integración económica, de la integración política y de vencer todos los obstáculos. No son las transnacionales las que nos van a integrar y las que nos van a unir; pero cuando hablamos de la integración económica y política de América Latina, hablamos, sobre todo, de una cuestión de conciencia, de una conciencia que hay que formar, de un pensamiento que hay que crear. Si no se crea un pensamiento, si no se crea una conciencia, nada será posible.
(…) Ahora estamos creando conciencia sobre eso. Es deber de la izquierda, en mi modesta opinión, crear conciencia de la necesidad de la integración y de la unión de América Latina.
(…) Ya quisiera Europa, que pasó cinco siglos guerreando entre sí, tener las cosas en común que tenemos los latinoamericanos y los caribeños; sin embargo, trabaja por la integración, trabaja por la unidad, y sabe que no podría competir con Japón si no se integra, sabe que no podría competir con Estados Unidos si no se integra, sabe que no podría desempeñar ningún papel en el mundo si no se integra. ¿Qué menos podemos hacer nosotros y qué menos puede hacer la izquierda de América Latina que crear una conciencia en favor de la unidad? Eso debiera estar inscrito en las banderas de la izquierda. Con socialismo y sin socialismo. Aquellos que piensen que el socialismo es una posibilidad y quieren luchar por el socialismo, pero aun aquellos que no conciban el socialismo, aun como países capitalistas, ningún porvenir tendríamos sin la unidad y sin la integración.
(FIDEL CASTRO EN IV ENCUENTRO DEL FORO DE SAO PAULO, LA HABANA, JULIO DE 1993)
Lula: «Nuestra principal característica: unidad en la diversidad»
En 1990, cuando creamos el Foro de Sao Paulo, ninguno de nosotros imaginó que en apenas dos décadas llegaríamos a donde llegamos. En aquella época, la izquierda sólo estaba en el poder en Cuba. Hoy, gobernamos un gran número de países, e incluso donde somos oposición los partidos del Foro tienen una influencia creciente en la vida política y social.
Los gobiernos progresistas están cambiando el rostro de América Latina. Gracias a ellos, nuestro continente se desarrolla de modo acelerado, con crecimiento económico, creación de empleos, distribución de la riqueza e inclusión social. Hoy, somos una referencia internacional de alternativa victoriosa al neoliberalismo.
Claro, aún hay mucho por hacer. Los hechos ocurridos, por ejemplo, en Honduras y Paraguay muestran lo mucho que aún necesitamos luchar para que la democracia prevalezca en nuestra región. La existencia de colonias en nuestro continente, como es el caso de Las Malvinas, que evidentemente son argentinas, nos sirve para recordar que mucho se debe hacer para que la soberanía nacional y regional prevalezca y para eso necesitamos más integración latinoamericana y caribeña.
Nuestros países aún están marcados por la pobreza y por la desigualdad. Necesitamos más crecimiento económico, políticas sociales y reformas estructurales para construir la sociedad desarrollada, justa y fraterna que anhelamos. En todo lo que hemos hecho hasta ahora, que fue mucho, el Foro y los partidos del Foro tuvieron un gran papel que podrá ser mucho más importante si sabemos mantener nuestra principal característica: unidad en la diversidad.
(LUIS IGNACIO LULA DA SILVA EN XVIII ENCUENTRO DEL FORO DE SAO PAULO, CARACAS, JULIO DE 2012)
Chávez: «Avanzar en conjunto es vital»
Nuestro socialismo, hace un siglo lo decía Mariátegui, no debe ser calco ni copia sino creación heroica, creación heroica. Tenemos que crearlo, inventarlo diría más bien Simón Rodríguez, Simón Rodríguez hace 200 años, casi, estaba diciendo: la América Meridional no debe seguir copiando modelos, o inventamos o erramos, la única forma de no errar es inventando nuestros modelos si es que vamos a llamarlo de esa manera, aquí estamos inventando, errando, corrigiendo, pero con una gran estrategia en marcha (…) transición al socialismo, en lo cultural, y esa es la más grande batalla, la cultural, ni siquiera es la económica, ni siquiera es la política, la cultural, el capitalismo durante siglos ha inoculado a nuestra gente el tú tienes luego tú vales, la corrupción, la falta de humanismo, la falta de respeto por la igualdad entre hombres y mujeres, entre adultos y niños y niñas, la falta de respeto por la naturaleza, etc., ese es el capitalismo, depredador, salvaje, como diría nada más ni nada menos que Einstein, Albert Einstein, el capitalismo cercena al ser humano, lo cercena, lo descuartiza, sólo el socialismo puede permitir la vida humana, la esplendorosa vida humana, humana, no subhumana, o inhumana, eso es en el capitalismo, lo inhumano, lo subhumano, lo contrario a lo humano es el capitalismo; ahora, esa estrategia aquí en Venezuela avanza y, bueno, yo sí lo digo, no hay día que no esté pensando y luchando para direccionar o ayudar pues a direccionar esa estrategia de la mejor manera y además, siempre tratando de acelerarla cuando uno ve que es exitosa, acelerar, acelerar, acelerar, diría Bolívar, Bolívar lo dijo de esta manera: el impulso de esta revolución ya está dado, sólo nos queda darle el mejor rumbo posible, pero, y así termina esa frase de Bolívar, sólo podremos triunfar por el camino de la revolución, por ningún otro triunfaríamos, sólo por el camino de la revolución es que nosotros podremos triunfar.
(…) Y yo siento, desde mi puesto en la batalla, que vamos ganando en verdad-verdad, sin caer en triunfalismo, esta batalla histórica... No me refiero a las elecciones. ¡No! A algo mucho más importante: la batalla histórica de lograr la transición hacia el mundo nuevo aquí en Venezuela. Y contribuir, por supuesto, con la batalla, que es internacional, y que no puede ser sólo en un solo país. No, es imposible que un solo país avance en un proceso de cambio como este. De allí nuestra articulación con los gobiernos revolucionarios, de allí el ALBA, de allí la Unasur, respetando los ritmos de cada quien, respetando los ritmos de cada quien. Las particularidades, los enfoques, la visión de cada líder, de cada lideresa, de cada partido en el Gobierno, de cada coalición de partidos en el Gobierno, de tal o cual país. Pero avanzar en conjunto es vital.
No podemos para nada aislarnos de este mundo, que además hoy más que nunca antes jamás hay condiciones para la ofensiva internacional socialista, la ofensiva de los pueblos, de este continente y del mundo, no sólo de América Latina, del Caribe, de Europa, de Norteamérica; ahí están los indignados por millones, la juventud desde Francia, de Italia, de Grecia, de Chicago, de New York; hasta en Israel, hasta Israel llegaron los indignados.
(…) Pongamos sin temor la piedra fundamental de la liberación suramericana, latinoamericana, caribeña mundial, el Foro de Sao Paulo ha cumplido hasta ahora una gran tarea en estos años, veintidós años, pero tiene mucho más que hacer el Foro.
(…) Todos estos esfuerzos son parte de una estrategia de una transición pues, crear las condiciones espirituales y materiales, para construir en esas condiciones creadas en colectivo el mundo nuevo, la forma histórica nueva diría Carlos Marx, el socialismo en lo espiritual, en lo económico, en lo político, en los social, la sociedad de iguales y que el pueblo tenga cada día más poder, más poder económico, político, social, conciencia, ese es el esfuerzo que estamos haciendo aquí y cuanto nos impulsa en este esfuerzo esta reunión del décimo octavo edición del Foro de Sao Paulo, cuanto nos alegra y nos estimula y nos compromete compañeras y compañeros del mundo, nos compromete a seguir dando la batalla y a seguir venciendo para contribuir modestamente con la salvación de este planeta.
(HUGO CHÁVEZ EN XVIII ENCUENTRO DEL FORO DE SAO PAULO, CARACAS, JULIO DE 2012)
Daniel: «La unidad nos hace invencibles»
No somos una mayoría todavía en América Latina, ¡ya quisiéramos serlo! Sabemos que no es fácil. En América Latina tenemos diferentes bloques que buscan la unidad, el intercambio, y tenemos que respetar los tiempos, las condiciones, las características de cada bloque. O sea, no podemos cuestionar, ni satanizar a un bloque simplemente porque no practica lo que practicamos en el ALBA. ¡No! Tenemos que entenderlo, y ver en esos bloques, aliados y potenciales aliados, en una batalla donde, en el fondo, lo que está en juego es la lucha, entre lo que se puede definir de diferentes maneras, pero que al final de cuentas no es más que esa misma lucha que viene de siglos. Los trabajadores frente al capital, los pueblos frente al imperio. Y no hay democracia posible, no existe democracia posible con la esencia misma que tiene el capitalismo, es incompatible con la democracia.
¿Que nos vemos obligados por las circunstancias históricas a batallar en el campo electoral para ganar espacios? Eso es otra cosa. Pero eso no significa que esa sea la bendita democracia, simplemente estamos peleando en un territorio tomado, hegemonizado, dominado y minado por el imperialismo, por el capitalismo, por sus fuerzas políticas y por su poderío económico. Esa es la realidad. Batallando ahí, abriendo espacios hasta donde se pueda avanzar, hasta donde se pueda luchar, para no convertirnos en administradores de los capitalistas, ¡porque eso es lo que ellos quisieran!
Es una batalla ideológica la que se está librando en nuestra Región y ahí es determinante el papel de las fuerzas políticas que integran este Foro de Sao Paulo, el papel de los movimientos sociales, de los movimientos populares que integran este Foro de Sao Paulo; no para cambiar ahora de estrategia y decir: ya no cabe esta modalidad de lucha, y vamos a buscar otras modalidades; sino para estar claros que tenemos que ir construyendo un modelo popular, en la medida que logremos avanzar en abrirnos espacios, en medio de la hegemonía que tiene el capitalismo y el imperialismo en el mundo.
(…) Hermanos de Nuestra América: ¡La unidad nos hace grandes, la unidad nos hace fuertes, la unidad nos hace invencibles!
Y ahí viene una gran batalla, no es sencillo, porque ahí querrá meterse el imperio, no solamente el imperio norteamericano, ¡todo el imperio! lo que significa el imperio, Europa, los que ejercen la tiranía global; van a querer meterse, van a querer influir ¿para qué? Para descafeinar esa unidad latinoamericana.
(…) Lo importante es que avancemos, lo importante es que pongamos, en primer lugar, los intereses de nuestros pueblos, de nuestras naciones, incluso, en primer lugar, los intereses de los capitales nacionales, frente a las arremetidas de las gigantescas fuerzas que nos vienen en el campo de la invasión económica, financiera de los países desarrollados. Tenemos puntos comunes donde, seguramente, podremos avanzar.
(DANIEL ORTEGA EN XVII ENCUENTRO DEL FORO DE SAO PAULO, MANAGUA, MAYO DE 2011)
Schafik: «El debate de la izquierda en América Latina»
«América Latina y el Caribe son hoy el escenario de un intenso y frecuentemente acalorado debate sobre las estrategias que la izquierda debe adoptar para alcanzar el poder. En otro momento, en la época de las dictaduras militares latinoamericanas y caribeñas, que abarcó casi todo el siglo XX, el debate principal en el seno de la izquierda revolucionaria fue alrededor de: vía armada o vía pacífica electoral.
El derrumbe del socialismo soviético, la entrada en el mundo unipolar y en el capitalismo neoliberal volvieron innecesarias para los Estados Unidos las dictaduras militares, ya desgastadas por las luchas políticas y armadas de nuestros pueblos y riesgosas para la estabilidad de la dominación imperial, como lo habían demostrado en su momento la Revolución Cubana y la Revolución Sandinista.
Washington hizo entonces un giro de su estrategia en América Latina y el Caribe, hacia la promoción de gobiernos civiles surgidos de elecciones «democráticas». No buscaba favorecer el ascenso revolucionario a los gobiernos, sino sustituir una forma de dominación que se había vuelto riesgosa por otra más segura, para la implantación del capitalismo neoliberal, su globalización y su hegemonía militar. El debate en la izquierda sobre vía armada o vía pacífica electoral entró en receso. ¿Volverá a surgir en el futuro? En verdad no puede descartarse.
Los procesos electorales se convirtieron en una prioridad para la izquierda en nuestro subcontinente, casi impuesta por la desaparición de la bipolaridad geopolítica, en cuyo contexto triunfaron tantas revoluciones y muchas pudieron consolidarse. En América Latina, la Revolución Cubana es el ejemplo primero y clásico. En el contexto de la bipolaridad se liberaron también del colonialismo muchos pueblos en Asia y África.
El debate en la izquierda latinoamericana y caribeña se desplazó a la búsqueda de respuestas a interrogantes como las siguientes:
¿Podrían realmente los procesos electorales, en medio de la unipolaridad, constituirse en una vía para el acceso a los gobiernos de las fuerzas revolucionarias?
Más aún. ¿Podrían las elecciones llegar a ser una vía para la conquista del poder y no solo de los gobiernos?
¿Las victorias electorales de la izquierda podrían excluir la posibilidad de ser revertidas por los tradicionales cuartelazos de jefes militares sumisos al imperio y a las oligarquías? Y muchas otras más por el estilo.
Ese es el gran debate que está planteado hoy en el seno de la izquierda. (…) Al igual que en otras experiencias latinoamericanas la derecha y sus medios no disimulan sus simpatías. En el fondo, como lo han señalado algunos de sus ideólogos más connotados, comparten el propósito de debilitar y hasta destruir el proyecto revolucionario, que ha probado ser una real amenaza para su modelo de dominación».
(SCHAFIK HÁNDAL EN X ENCUENTRO DEL FORO DE SAO PAULO, MANAGUA, JULIO DE 2004)
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