En materia de la política exterior de Estados Unidos, uno de los eventos de mayor trascendencia durante el 2019 ha sido su embestida contra Venezuela. Este año siempre será recordado por el rotundo fracaso de su estrategia imperial contra la nación bolivariana y por la firme resistencia del pueblo venezolano. El gobierno estadounidense a partir de enero, ha desplegado todos los instrumentos de su poderío nacional para derrotar al proceso político encabezado por el mandatario Nicolás Maduro. En términos prácticos, solo le queda emplear la fuerza militar y es evidente que no existen las condiciones para llevar a cabo una decisión de esta naturaleza que tendría serias implicaciones para la seguridad regional e internacional.
Desde los primeros días de enero de este año, el gobierno de Donald Trump comenzó a implementar una estrategia que venía fraguándose desde hacía unos meses con la participación de altos funcionarios de la Administración como John Bolton y Mauricio Claver–Carone; políticos profundamente antivenezolanos como Marco Rubio y Rick Scott, así como representantes de la oposición venezolana. El propósito inmediato estaba muy claro: Nicolás Maduro tenía que cesar en sus funciones como presidente para empezar un proceso de «transición política».
Los objetivos estratégicos eran de mayor alcance y constituían las motivaciones más profundas para emprender esta escalada tan agresiva. Podrían mencionarse, al menos, cuatro propósitos principales: apoderarse de las inmensas riquezas de Venezuela que combina abundantes reservas de petróleo con grandes recursos hídricos, minerales de mucho valor y una envidiable biodiversidad; destruir un proceso político sustentado en la independencia y la soberanía que constituye un desafío al sistema de dominación hemisférico de Washington; debilitar la influencia de China y Rusia que han proyectado un creciente posicionamiento en la región y consideran a Caracas un socio estratégico. Por último, los intereses de los sectores militares y de seguridad estadounidenses que están pensando en términos del incremento de sus capacidades en el área.
Teniendo en cuenta estos elementos que indican la visión estratégica de Washington, en cualquier proyección imperial se requieren pretextos para iniciar una escalada de esta envergadura. Por lo tanto, era imprescindible articular una campaña internacional con el empleo de mecanismos al servicio del gobierno estadounidense. En ese sentido, el Grupo de Lima y la OEA comenzaron a presentar, al menos, «cuatro argumentos» que en realidad constituían mentiras fabricadas: el presidente de Venezuela no tiene legitimidad, la institucionalidad democrática ha colapsado, existencia de una profunda crisis política, social y humanitaria, así como que el éxodo de venezolanos amenaza la seguridad hemisférica. Estos mensajes constituyeron los pilares sobre los que se basaron los medios de prensa internacional para proyectar la imagen distorsionada de la realidad venezolana ante la opinión pública mundial.
En los cálculos de Washington, a la situación en Venezuela solo había que darle un «empujoncito» y caería por su propio peso. Según sus estimados, en los que confundían los deseos con la realidad, los acontecimientos evolucionarían de la siguiente forma: la unión cívico-militar se fracturaría y Maduro se vería obligado a renunciar, el pueblo venezolano no soportaría un régimen intenso de sanciones económicas, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana retiraría su apoyo al gobierno legítimo y se plegaría a los intereses de Washington, una figura de la oposición tendría capacidad de convocatoria y encabezaría un proceso de transición, así como se conformaría una coalición internacional sólida que aislaría al gobierno venezolano. Los hechos han demostrado que estos supuestos eran solamente premisas fallidas.
En este contexto, se desplegaron sistemáticamente un grupo de acciones que se expresaron temporalmente de la siguiente forma:
- Enero: Se empleó con mayor intensidad el instrumento diplomático con el objetivo de aislar internacionalmente a Venezuela a partir del no reconocimiento al gobierno legítimo de Nicolás Maduro. Estados Unidos trató de conformar una coalición internacional y empleó con prioridad el Grupo de Lima y la OEA para crear las condiciones necesarias que le permitieran imponer un presidente autoproclamado en Venezuela el 23 de enero. Por lo tanto, para el deseado cambio de régimen, el primer paso sería contar con una figura de la oposición para cuando comenzara el pretendido proceso de transición.
Simultáneamente, se recrudeció el régimen de sanciones económicas contra Caracas al decidir que Washington no le compraría más petróleo, se intensificó la manipulación mediática de la realidad venezolana y se iniciaron las acciones de amenaza con el uso de la fuerza militar el 28 de enero con la insinuación de Bolton de las 5 000 tropas para Colombia.
- Febrero: Se produjo una ofensiva empleando el instrumento militar con el propósito de proyectar como creíble la posibilidad de que Estados Unidos realizaría una agresión militar contra Venezuela. El objetivo estratégico era debilitar y quebrar la moral de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en función de que apoyará el intento de entrar de manera forzada «ayuda humanitaria» a Venezuela el 23 de enero. En los cálculos de Washington, esta situación contribuiría a que los militares venezolanos comenzaran a dividirse internamente. El fracaso de esta maniobra, provocó que comenzara una escalada dirigida a promover la desestabilización interna.
- Marzo: Se intensificaron las acciones dirigidas a provocar el colapso del país a través de la guerra cibernética y el terrorismo, lo que ocasionó fuertes daños en la infraestructura crítica de la nación al afectar el sistema eléctrico, el transporte público, las comunicaciones y generó una situación muy compleja en la población civil venezolana. Paralelamente, se incrementaron las sanciones económicas unilaterales contra la compañía minera venezolana y el banco de desarrollo económico-social en la segunda quincena de marzo.
- Abril: Se reforzaron los esfuerzos por aislar internacionalmente a Venezuela con prioridad en el empleo del instrumento diplomático, lo que se manifestó en reuniones en la ONU, OEA y el Grupo de Lima. Simultáneamente, continuaba con todo rigor la guerra psicológica y seguía apostándose a la amenaza con el uso de la fuerza militar. El propósito fundamental era crear las condiciones para el golpe fallido que se realizó el 30 de abril.
El fracaso de esta acción constituyó un punto de inflexión en la estrategia contra la nación bolivariana debido a que generó las siguientes implicaciones: Guaidó como figura de la oposición se debilitó considerablemente, la coalición internacional comenzó a fracturarse internamente con relación a los métodos para resolver la situación en Venezuela y destapó públicamente las profundas contradicciones entre el Pentágono y los asesores políticos de la Casa Blanca con relación al empleo de la fuerza militar. Por lo tanto, el gobierno de Nicolás Maduro salió fortalecido tras esta maniobra golpista.
- Mayo: Los primeros días, Washington empleó con intensidad la amenaza con el uso de la fuerza militar con pronunciamientos públicos en esa dirección. No obstante, declaraciones de Trump el 4 de mayo descolocaron a los promotores del enfoque guerrerista y comenzó un proceso de debilitamiento progresivo de esta opción. La reunión de Pompeo con el canciller ruso, Serguei Lavrov el 6 de mayo en Finlandia; la iniciativa del Grupo de Lima de buscar una salida negociada a la crisis con la participación de Cuba y la realización de un encuentro entre representantes del gobierno noruego con la oposición venezolana y miembros del gabinete de Maduro el 17 de mayo en Oslo, incidieron en construir un clima de cierta distensión y menos retórica confrontacional. No obstante, Estados Unidos continuó insistiendo en las sanciones económicas, la guerra mediáticas y las presiones internacionales.
- Junio-Agosto: Se intensifican las medidas coercitivas unilaterales que se expresan en las sanciones contra funcionarios del gobierno y, especialmente, con la Orden Ejecutiva firmada por Donald Trump el 5 de agosto en la que dispone la congelación de todos los activos del ejecutivo de Venezuela en Estados Unidos y establece que el Departamento del Tesoro sancionara a cualquier persona, empresa o entidad que realice transacciones con el gobierno de Nicolás Maduro, lo que en términos prácticos es un bloqueo económico, comercial y financiero.
- Septiembre-Diciembre: Se redoblan los esfuerzos por aislar internacionalmente a Venezuela y Donald Trump personalmente participan en una Cumbre contra esa nación en el contexto de la Asamblea General de la ONU. Durante esta etapa, es evidente que Washington se encuentra en una etapa de profunda frustración y no cuenta con la capacidad de lograr sus objetivos.
En resumen, existen cuatro factores fundamentales que explican el fiasco de Estados Unidos en Venezuela y están asociados a: la capacidad de resistencia del pueblo venezolano y el apoyo al proceso bolivariano, el liderazgo de Nicolás Maduro y su equipo de gobierno, la lealtad y compromiso de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y el apoyo de varios países de la comunidad internacional. Nada de esto estaba en los cálculos del imperio, por eso fracasaron
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