Contrapunteo

Feminismos para seguir luchando

28 mar. 2019
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A pesar de ser la república más chica de Centroamérica, El Salvador vivió una de las más intensas guerras internas de las últimas décadas del siglo XX. Solo duró 12 años –de 1980 a 1992– pero el saldo calculado por las cifras oficiales suma más de 75 mil muertes o desapariciones. Quien haya leído o visto alguno de los relatos del conflicto entre la dictadura de la Alianza Republicana Nacionalista (hoy Partido ARENA) y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN, formado por cinco agrupaciones de izquierda revolucionarias), podrá tener mejor idea de sus secuelas.

La guerra cesó con unos acuerdos de paz[1] históricos firmados al año siguiente de que se desintegrara la Unión Soviética y con ella una parte de la utopía revolucionaria en América Latina, el neoliberalismo aprovechaba el momento para afincarse en lugares estratégicos y la posición geográfica convertía al Salvador en una zona de frontera donde hoy confluyen muchas relaciones de poder: las de los narcos, las de las bases militares gringas, la de las antiguas dictaduras, las de los actuales gobiernos, las del colonialismo, las de las trasnacionales, las del racismo, las del patriarcado… y ellas –aunque todas parezcan la misma– se ejercen sobre las mujeres.

Pero este conflicto les enseñó a las y los salvadoreños muchos tipos de resistencias. Una de ellas es la Asociación Movimiento de Mujeres Mélida Anaya Montes,[2] conocida como Las Mélidas, en la que un grupo de exguerrilleras del FMLN (más de 3 500) se reunieron desde el 25 de julio de 1992 para constituir un espacio feminista, autónomo, sin fines de lucro, sin distinción de preferencia partidaria, credo, edad, etnia u opción sexual, según reza en sus valores y principios.[3]

«Tantas mujeres que dejaron sus vidas durante la guerra –comenta Azucena Ortiz, su directora ejecutiva– porque se hicieran cambios para ellas y para todo el pueblo… tanto que nos costó, ¿quién iba a reivindicar tanta sangre de mujer que murió masacrada o que murió en las trincheras? No podíamos dejar la lucha política. Teníamos que mantener presente ese valor y ese amor inquebrantable que la mujer dio porque en nuestro país hubiera libertades y condiciones para todo el mundo.

«Desde el inicio le apostamos a conformar una estructura política feminista para luchar por los intereses de las mujeres como un claro objetivo de lucha. Nosotras queríamos una organización que posibilitara desarrollar una estrategia de incidencia en los decisores de gobierno para que hicieran cumplir nuestros derechos».

¿Cómo es ser mujer en El Salvador?

Como en todas partes del mundo: estar sometida al sistema patriarcal en donde las mujeres no son sujetas de todos los derechos que por ley les corresponden.

Cuando salimos de la guerra nos veíamos en situaciones difíciles porque no éramos consideradas en el sistema. Continuábamos sufriendo una discriminación total: no acceso a los recursos económicos para que la mujer pueda lograr autonomía, carecer de servicios como salud o educación (muchas mujeres con las que trabajamos aún siguen viviendo en situaciones de analfabetismo…), y estos son problemas estructurales del sistema capitalista patriarcal.

Todavía continuamos viviendo en el marco del patriarcado y por lo tanto enfrentamos muchas situaciones de inseguridad, violencia, pobreza extrema, poca participación en los espacios de toma de decisiones, sumisión y relaciones desiguales de poder.

Y estos elementos nos impulsaron a la definición de unas líneas estratégicas[4] que están en función de hacer y cumplir los derechos humanos de las mujeres, así como que se les reconozca y se le dé alternativas a sus necesidades prácticas.

Desde los sentidos y modos de hacer, ¿cómo fue para ustedes el cambio de la guerra a la paz en El Salvador?, ¿cómo tejieron los hilos de la participación política?

En la guerra habíamos vivido pasajes fuertes donde perdieron la vida miles y miles de personas, estando fuera o dentro de la trinchera. Salimos con esa situación impregnada en nuestro imaginario porque prácticamente era el modo de vivir. Pero no solo había ese tipo de violencia. Vimos que aunque parara la guerra había mujeres que no habían estado en el proceso de lucha revolucionaria, que vivían en las comunidades de más escasos recursos, y que sufrían otro tipo de violencia: la intrafamiliar.

Cuando nosotras nos desmovilizamos en el año 1992, decidimos conformar la organización de mujeres Mélida Anaya Montes y dijimos «bueno, nos vamos a meter a trabajar el tema de los derechos sexuales y reproductivos, vamos a trabajar el tema sobre la prevención de la violencia hacia la mujer».

Pero antes era necesario que el personal nuestro, por lo menos todas las que estuvieron combatiendo en los frentes de guerra, pasara por un proceso de encontrarse consigo misma. Esto nos llevó a que priorizáramos una serie de reuniones y de jornadas de atención psicológica a nivel individual y grupal.

Por suerte de nosotras, hubo una agencia de cooperación –el Foro Internacional de Psicoterapias [AEP Internacional]– que nos estuvo acompañando en todo el proceso desde los inicios y nos financiaron un proyecto con la renombrada psicóloga Úrsula Hauser, quien impulsó terapias de psicodrama en las que se trabaja lo de una primero, para sacar aquellos nudos, obstáculos, situaciones de estrés, traumas emocionales que se tenían a raíz de los escenarios vividos en la guerra; para después trabajar lo demás.

Y en el camino veíamos que esto era importante ya que nos metíamos a abordar un tema muy difícil: enfrentar situaciones de violencia contra las mujeres. Teníamos que estar seguras, conscientes, claras de que el aporte que queríamos darle a las mujeres les ayudara a salir del círculo de violencia de la mujer salvadoreña.

¿Y por qué eligen el Feminismo como expresión política?

Consideramos que solo las mujeres somos llamadas a defender nuestros derechos e intereses. Al analizarnos desde la perspectiva del Feminismo vemos que en el país y en el mundo siguen existiendo esas brechas de desigualdad, de injusticia, de discriminación hacia la mujer y que por tanto es vigente que siempre, indistintamente del tiempo en que nos encontremos, la lucha avance.

La idea es, poco a poco, ir posicionándonos en las agendas públicas de nuestro país para poder avanzar en nuevas conquistas de bienestar para todas.

En la medida en que nos vayamos permeando de esa filosofía feminista posiblemente encontraremos también más aliadas y aliados que nos puedan facilitar el llevar a cabo lo que nos proponemos: que la mujer realmente viva en una completa libertad, con paz, con justicia social, con equidad, y que obtenga todos los beneficios que el Estado debe dar a sus ciudadanas.

Dentro de las denuncias feministas hacia la violencia de género está planteado el análisis de que gran parte de esa misma violencia es causada, amparada y se mantiene impune porque las estructuras de los Estados como instituciones patriarcales en fin: androcéntricas y antropocéntricas así lo permiten. Teniendo en cuenta que ustedes acompañan al actual gobierno en sus ideas y propuestas, pero se declaran feministas, ¿se plantean deconstrucciones de esta institución o posicionamientos antisistémicos?

Las Mélidas conservamos nuestra propia autonomía y nuestro derecho a decidir. Independientemente del gobierno que esté en el país vamos a ser críticas, responsables y firmes ante los temas que consideramos que afectan directamente a las mujeres. Si un tema, por ejemplo el aborto, sigue afectando a las mujeres porque no se les reconoce su derecho a decidir, nosotras vamos a continuar martillando esa exigencia.

Pero de igual forma reconocemos que el gobierno que está en estos momentos en el Estado tiene más apertura a abordar temáticas de interés de las mujeres y está comprometido a hacer cumplir las leyes. Cuando está en esta disposición le dedica los fondos necesarios a través de la distribución equitativa que debe de hacerse. Claro que le acompañamos y reconocemos. Son espacios pequeños pero positivos.

Sin embargo, nosotras nos definimos críticas en aquellas temáticas en las que consideramos que hay que mantener «el pie en el acelerador»: que todas y todos podamos leer y escribir, que exista un acceso igualitario y equitativo a los recursos, que haya mejor atención y acceso a las instituciones de salud pública, que sea reconocido el gran aporte que dan las mujeres desde el trabajo individual que realizan en sus casas y que esto se incluya en el PIB… y más. Porque ahorita eso no sucede.

¿Cómo se viene desarrollando el trabajo de Las Mélidas en ese sentido?

Hemos podido posicionar el tema de las mujeres y del Feminismo en la agenda pública de nuestro país.[5] En el período en que nos desmovilizamos no había mucho conocimiento sobre eso. También hemos contribuido en el empoderamiento de las mujeres, en la generación de su autonomía, en la elevación de su autoestima y, sobre todo, en que estén conscientes de que solamente cohesionadas, unidas, hacemos fuerza y podemos exigir, demandar, negociar.

Todos nuestros procesos formativos se han desarrollado para generar esa sensibilización y para crear pertenencia de grupo, identidad con la Asociación, disposición de dar su tiempo para poderse movilizar y demandar muchos temas que en El Salvador son bastante difíciles de decirlos públicamente en espacios como la Asamblea Legislativa, a donde hemos llegado para exigir los derechos que nos corresponden.

Las mujeres con las que trabajamos y otras con las que no trabajamos —pero a las que llegamos a través de los medios masivos de comunicación— se han sensibilizado, se han concientizado y se han involucrado en la lucha por el empoderamiento y la autonomía.

Otro hecho importante es que contribuimos en el proceso de elaboración de la Ley de Igualdad y la Ley Especial Integral.[6] Estos son dos momentos jurídicos trascendentes. A partir de que se crean estas leyes, se creó también la Política Nacional de la Mujer y se le dio una reingeniería al Instituto Salvadoreño de la Mujer (ISDEMUS), que ahora está ejerciendo rectoría en los ministerios públicos. Estas leyes mandatan a que todas estas instituciones creen la Unidad de la Mujer –para la transversalización del enfoque de género– y cumplan lo que está estipulado como políticas públicas a favor de las mujeres. Con esto hay mayores posibilidades de acceder a recursos que por años no podíamos.

Antes la tierra era exclusiva propiedad de los hombres, y las mujeres eran relegadas a hacer solo los trabajos del oficio. Como se consideraba que el hombre era el único que trabajaba la tierra, lógicamente, la mujer era sumisa y tenía que aguantar todo tipo de violencia. Los datos estadísticos del informe del presidente dicen que hay alrededor de 800 y algo de mujeres que han recibido el título de propiedad de las tierras. Eso para nosotras es importante porque es una fuente de trabajo que nos ayuda a proyectarnos y alcanzar aún más autonomía.

Poco a poco los intereses de las mujeres están siendo considerados y tomados en cuenta en las políticas públicas nacionales. Y esto se logra por tanto insistir, por tanto incidir.

Un tema en la agenda de muchas organizaciones feministas a nivel planetario, y especialmente a nivel latinoamericano, es el del aborto, ¿cómo se posicionan ustedes?, ¿es uno de sus «temas difíciles» que exigen al Parlamento?

Nosotras hablamos abiertamente de los derechos sexuales y reproductivos, específicamente del aborto. Un problema es que antes en El Salvador eran permitidos tres tipos de aborto. Pero ahora, desde el momento de la concepción, si se muere el «bichito», vas presa. En el hospital donde te atienden, el médico llama a las autoridades para que de ahí pases a ser encarcelada y con una condena de 20 o 30 años.

Hay otros casos en los que algunas tienen hasta cinco niños pequeños y encima un marido despreocupado que no asume la responsabilidad del hogar. ¿Cómo quedan esas criaturas si la madre se va a cumplir una pena injustamente? Quedan sujetos a que cualquiera pueda violarlos a ellos. Ni el Estado ni los movimientos anti-abortos (los de «sí a la vida», promovidos y bendecidos por la Iglesia), van a hacerse cargo.

Muchas mujeres tienen una enfermedad o son violadas y salen embarazadas (imagina el proceso psicológico de una mujer embarazada por una violación y que tiene que cargar con un hijo que no es deseado por ella, o la de que su violador padece de VIH). Otras –por no estar suficientemente informadas, por estar diezmadas en su participación y siempre con el casete que el fundamentalismo religioso repite y recicla– sienten temor a una «fuerza ultraomnipotente» que las castiga de solo pensar en el aborto.

Pero algunas toman la situación por las manos porque no quieren quedarse con un embarazo no deseado. Entonces pasan a ser juzgadas por la sociedad que la acusa de asesinar a su hijo, sin analizar cuál fue el factor a su alrededor que provocó tal abuso.

Hoy podemos decir por nosotras mismas que es injusta esa ley y que hay que luchar y movilizarse para exigir la despenalización del aborto. Como Mélidas ponemos todo nuestro arte: nos movilizamos, vamos en caravanas, hacemos desfiles con máscaras… para que el tema se posicione y haya sensibilización en cuanto a que sí es importante que el Estado se ponga a redireccionar diferente la temática. Como feministas tenemos una posición clara: vamos a mantenernos luchando por la despenalización del aborto.

¿Qué otros retos tienen?

Todavía no hemos logrado derrotar al patriarcado. Ese es el reto más utópico que puede haber, pero que no es imposible de lograr. Cuando los Estados tienen la intención de generar cambios estructurales lo pueden hacer. Por eso vamos a mantenernos siempre presente en los debates públicos para plantear las políticas que consideremos pertinentes. La lucha continúa y como feministas no vamos a claudicar en ningún momento, esté el gobierno que esté.

A pesar de que desde el 2009 el FMLN está al frente del gobierno del país –con Salvador Sánchez Cerén como actual presidente– e impulsa cambios de la estructura que potencian el bienestar de la nación, todavía quedan muchas cosas por hacer para que las salvadoreñas sean protagonistas empoderadas de las transformaciones sociales en su país.

Es por esto que las más de 8 000 miembras –jóvenes y adultas, organizadas en la lucha por el ejercicio pleno de la ciudadanía, por la autonomía de sus cuerpos y por una economía justa– enviaron a dos de sus representantes a Cuba, a Ortiz y a Silvia Arévalo, en octubre de 2014, para ofrecer un mano a mano en la construcción en conjunto del «Buen Vivir, pero disfrutable tanto por los hombres como por las mujeres, en situación de equidad e igualdad». Cuba tiene mucho que contar, pero también mucho que aprender de ellas.

 

[1] Conocidos como Los Acuerdos de Paz de Chapulpetec, fueron firmados el 16 de enero de 1992 por el Gobierno de El Salvador y el FMLN.

[2]Mélida Anaya Montes ha sido considerada como un ícono entre las mujeres de izquierda de El Salvador. A fines de los años sesenta, se convirtió en una de los principales líderes de la asociación gremial ANDES Veintiuno de Junio (Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños), de la que fue electa secretaria general en 1968. En 1970, Anaya Montes, junto con el Comandante Marcial (Salvador Cayetano Carpio, exsecretario general del Partido Comunista Salvadoreño) y dirigentes obreros y universitarios, fundaron la primera organización guerrillera de El Salvador: las Fuerzas Populares de Liberación, (FPL). Ella adoptó el seudónimo de Comandante Ana María, y se convirtió en la segunda al mando dentro de la organización.

[3]Ver http://www.lasmelidas.org/

[4] El trabajo de Las Mélidas sigue las líneas de: Educación (campañas de alfabetización); Empleo, emprendimiento y formación profesional (talleres vocacionales en bisutería, teñido de añil, velas y repujado, además charlas para mujeres jóvenes micro empresarias); Participación política y ciudadana (participación en espacios juveniles como la Coordinadora Intersectorial Pro-juventudes de El Salvador, dirigido a mujeres); Recreación, cultura y expresión artística (batucada: expresiones artísticas para dar realce a campañas, marchas y otros; y talleres de teatro y danza); Salud y autocuidado (charlas sobre infecciones de transmisión sexual, VIH/SIDA, cáncer cérvico uterino y mamario); Vida sin violencia y cultura de paz (charlas y talleres para prevenir y erradicar las formas de violencia; apoyo psicológico a víctimas); Vivienda y servicios comunitarios (colaboración y acción en desastres naturales: recaudación de fondos para ayuda a las mujeres en los albergues y atención jurídica).

[5] Ejes Transversales de Las Mélidas:

FEMINISMO: Creemos que la toma de conciencia de las mujeres mediante procesos individuales y colectivos impulsará la transformación de las relaciones de poder entre hombres y mujeres promoviendo acciones positivas para las mujeres.

PARTICIPACIÓN DEMOCRÁTICA: Que la toma de decisión sea un proceso participativo con un enfoque de horizontalidad, la información se transmita veraz y oportunamente, la gestión y distribución de los recursos sea equitativa y acorde a las necesidades y capacidades institucionales.

PERSPECTIVA JUVENIL: Incorporamos y promovemos los liderazgos juveniles y la inclusión en las distintas actividades que se realizan desde las áreas programáticas. Promovemos relaciones de equidad entre las mujeres adultas y las jóvenes, sensibilizamos y formamos a las jóvenes en teoría de género, para que conozcan y ejerzan sus derechos humanos, derechos sexuales y derechos reproductivos.

Gestión de riesgo socioambiental: Promover en todas las actividades el respeto a la naturaleza y a la vida por medio del desarrollo de la educación ambientalista que permita el cambio de hábitos y conlleve a y un estilo de vida en armonía con el medio ambiente.

Derechos humanos de las mujeres: Creemos en el respeto de los Derechos Humanos, en todas sus generaciones, registrados en los tratados y convenios nacionales e internacionales.

(Tomado de http://www.lasmelidas.org/index.php/ejes-transversales)

[6] La Ley Especial Integral para una vida Libre de Violencia para la Mujeres y la Ley de Igualdad, Equidad y Erradicación de la Discriminación contra las mujeres, aprobadas en el 2010, son herramientas legislativas que buscan el compromiso del Estado para que se garantice el respeto de los derechos humanos de las mujeres, tanto en el ámbito de la prevención, detección, como en la erradicación de todas las formas de violencia contra las mujeres por razón de su sexo. Surgen a partir de la incidencia sostenida del movimiento feminista y de mujeres, en su exigencia porque El Salvador asuma su compromiso como firmante de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia ejercida contra la Mujer, también llamada “Convención Belem do Pará”, en la cual el Estado Salvadoreño adquiere el compromiso de crear normas jurídicas para este fin.

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