La narrativa más conservadora de los poderes hegemónicos sobre el nuevo coronavirus ha tratado de responsabilizar a la COVID – 19 con las serias problemáticas estructurales que aquejan al modelo capitalista actual. Estados Unidos no escapa a esta realidad y constituye un ejemplo ilustrativo sobre el manejo desastroso de la pandemia. La esencia es que esta enfermedad por su alcance y efectos ha resultado ser un catalizador vertiginoso de todas las pandemias que durante décadas ha creado y reproducido el modelo capitalista estadounidense.
Aunque es lamentable el impacto devastador del nuevo coronavirus, lo cierto es que no es un resultado de un sistema político en específico, sino que su origen y evolución desconoce fronteras e ideologías. Además su permanencia en el tiempo, como otras pandemias en el pasado, siempre sería limitado debido a que en algún momento se puede detener por el descubrimiento de una vacuna, o al menos, aprender a convivir con la enfermedad bajo ciertos niveles de control. Estos aspectos lo distinguen de las pandemias más severas que azotan a Estados Unidos en la actualidad y que son parte consustancial de su modelo político. Estas enfermedades endémicas perduran por décadas, se agravan cada día, cobran cientos de miles de vidas anualmente y lo más lamentable el sistema no puede darle solución.
Entre las múltiples pandemias destacan: la profunda desigualdad en la distribución de la riqueza (polarización económica), la pobreza y agudas problemáticas sociales entre las que se incluye el racismo (polarización social), la corrupción política que se expresa en el fuerte descrédito y la falta de confianza en el sistema político estadounidense y sus principales figuras, así como el declive progresivo e irreversible de Estados Unidos en el escenario internacional.
En primer lugar se encuentra la profunda desigualdad en la distribución de la riqueza que viene siendo como el “origen de todos lo males” y que en la actualidad alcanza niveles sin precedentes. En ese sentido, los ejemplos más contundentes son: la familia Walton que es la más rica de Estados Unidos (los dueños de WaltMart) acumula una fortuna de 151 mil millones de dólares que equivale al ingreso de alrededor de 140 millones de estadounidenses. El hombre más rico de Estados Unidos Jeff Bezos, dueño de Amazon, tiene una fortuna de 145 mil millones de dólares. En tiempos de coronavirus, 8 multimillonarios de ese país han visto incrementar su fortuna en más de 10 mil millones de dólares en solo 4 meses. En ese mismo período de tiempo, se estima que más de 30 millones de estadounidenses han perdido sus empleos. Estos contrastes tienden a ser más profundos en el corto y mediano plazo.
A estos extremos en la distribución de la riqueza se le llama polarización económica y constituye el fundamento del resto de las problemáticas. Esta polarización ubica en uno de sus polos a las llamadas élites del poder que someten, controlan y dirigen los destinos de esa nación. En ese sentido, se encuentran la élite económica, la élite política, la élite militar y de seguridad nacional y la élite intelectual. Aunque existen contradicciones entre ellas que se han profundizado, todas coinciden y tiene como prioridad que esa gran mayoría de la población estadounidense mantenga su condición de subordinación y sometimiento.
No obstante, cada día es más difícil de ocultar esta realidad. Amplios sectores en Estados Unidos están demandando y exigiendo un cambio en esta situación, especialmente las generaciones más jóvenes, lo que implica que la dominación de esas élites sea en un entorno más complejo y desafiante que hace unos años atrás. El marco ideológico en que operaban tradicionalmente estos grupos de poder ejerciendo un férreo dominio, se ha modificado y la orientación hacia el futuro de esas transformaciones indica que las bases de su hegemonía se están deteriorando progresivamente.
En segundo lugar, esta situación conlleva a la polarización social que se refleja con mayor fuerza en que hoy viven en ese país alrededor de 40 millones de pobres y 18.5 millones en pobreza extrema. Los mayores afectados son las minorías (hispanos, afroamericanos, asiáticos) y los inmigrantes. Evidentemente no sorprende que estos mismos grupos vulnerables económica y socialmente hayan sido los más severamente golpeados por el nuevo coronavirus.
A partir del agravamiento de esta polarización social, desde hace varios años se experimenta un incremento de la pobreza dentro de la población blanca estadounidense y lo que es más preocupante un declive de la clase media en Estados Unidos que constituye el segmento de la población que encarna el denominado “sueño americano” que para algunos ya se ha convertido en las circunstancias actuales en una pesadilla. Los estudios recientes sobre este tema han demostrado que los jóvenes estadounidenses viven en peores condiciones económicas que sus padres, lo que genera una gran incertidumbre sobre su futuro y provoca desencanto y frustración.
Estos fenómenos a nivel social provocan que la sociedad se estructure en grupos bien diferenciados y contrapuestos que en la actualidad es visible el abismo que los separa en cuanto al acceso al empleo (no solo es emplearse sino es la calidad, lo que implica tener 2 y 3 trabajos), la salud, la educación (un año en Harvard cuesta aproximadamente 65 000 dólares), la vivienda, la alimentación, es decir, a las condiciones básicas que requiere un ser humano. Todo esto genera fuertes contradicciones que se expresan en el incremento de la violencia en todas sus modalidades, el racismo, la xenofobia, el consumo de drogas, el empleo de las armas de fuego, los crímenes por odio, etc.
El asesinato del afroestadounidense George Floyd es un resultado de estas problemáticas estructurales y la reacción sin precedentes que ha provocado este crimen a nivel nacional es un reflejo que amplios sectores de esa nación están lacerados profundamente. El racismo sistémico siempre ha existido en Estados Unidos, pero la sociedad ha cambiado y por eso las respuestas son diferentes.
Esta situación agravada por los efectos de la COVID – 19 (el doble de las muertes sufridas por EE.UU. en la guerra de Vietnam) y por un gobierno como el de Trump que es un promotor del odio y la violencia, provoca fuertes tensiones sociales y los grupos funcionan como segmentos de la población rivales que no se toleran mutuamente llegándose a niveles incontrolables que provocan que cualquier evento o hecho pueda ser un detonante para que ocurran grandes protestas y manifestaciones como las que suceden en estos días.
En tercer lugar, prevalece en la sociedad una percepción de descrédito y falta de confianza en el sistema político y los partidos tradicionales provocado en gran medida por la grave corrupción política que tiene en Donald Trump a su principal exponente. Según un estudio reciente del Centro de Investigaciones Pew, el 34% de los votantes registrados se identifican como independientes 33% demócratas y 29% republicano. Esto quiere decir que la mayoría de los estadounidenses que van a las urnas no se siente identificado con ninguno de los dos partidos políticos tradicionales debido a que entienden que no representan sus intereses.
Por otro lado y para ilustrar la falta de legitimidad política del sistema electoral de ese país, en las últimas elecciones presidenciales el 43% de la población estadounidense elegible para votar tomó la decisión de no asistir a las urnas, lo que equivale a una cifra que se aproxima a las 100 millones de personas. La pregunta clave es ¿por qué no votan?. Una investigación publicada a principios de este año por la Fundación John S. y James L. Knight determinó que entre las principales causas están: sienten una desconfianza por el sistema electoral estadounidense, piensan que el sistema es corrupto, los votos no se cuentan de manera precisa, las decisiones de los elegidos no tienen un fuerte impacto en sus vidas y el voto popular no determina el resultado de las elecciones. Estos resultados son muy ilustrativos de la falta de credibilidad que prevalece en gran parte de los ciudadanos estadounidenses con relación a su sistema político.
El alcance de este sentimiento de decepción que en la actualidad ha llegado a niveles sin precedentes tiene un reflejo muy claro en la compleja polarización ideológica que existe hoy en Estados Unidos. En este sentido, los extremos más evidentes son los defensores de las posiciones más derechistas y radicales en contraposición con las posiciones que defiende el llamado movimiento progresista o el socialismo democrático. El primer grupo está constituido principalmente por la denominada «derecha alternativa» que en sus proyecciones aboga por el supremacismo blanco representado en sectores que promueven el odio, el racismo y la violencia que han encontrado una voz en Donald Trump.
Por otra parte, se encuentra el movimiento liderado por Bernie Sanders que tienen como seguidores fundamentales a los jóvenes y dentro de su agenda política propone una visión más humana al modelo de capitalismo salvaje que existe hoy en esa nación. Sus propuestas están orientadas a garantizar una distribución más equitativa de la riqueza, cobertura universal de salud, educación gratuita, mejoras salariales para los trabajadores, facilidades para los inmigrantes y medidas para enfrentar el cambio climático, entre otras.
Todas estas iniciativas fueron consideradas tan radicales que los grupos de poder que controlan el Partido Demócrata (que incluyen a los Clinton y a los Obama) ante el peligro real que Sanders se convirtiera en el candidato del Partido, decidieron incidir en este proceso y solicitaron al resto de los candidatos con opciones que renunciaran para que Biden se ubicara en una posición más ventajosa. En esencia, esto también demuestra la polarización y contradicciones que existe hacia lo interno del propio Partido Demócrata.
También la polarización se expresa en el área mediática donde existen públicos bien diferenciados que consumen información exclusivamente por algunos medios televisivos, emisoras de radios y plataformas digitales. Por ejemplo, Fox News, Breitbart News y los programas de radios de la derecha cristiana tienen una audiencia extremadamente conservadora que promueve la agenda del actual gobierno y constituyen el núcleo duro de la base política del Partido Republicano que determinan ese 40% de apoyo que muestra Donald Trump en las encuestas. Por otra parte, CNN, ABC, NBC y varias plataformas digitales constituyen la principal fuente de información de sectores liberales o tendencias más moderadas. Hay otra parte de la población estadounidense que son decenas de millones que no le interesa consumir información política (los mal llamados apolíticos) y se centran exclusivamente en programas de entretenimiento que también están diseñados con una intencionalidad política.
Otras de las problemáticas graves que permanentemente afectan a la sociedad estadounidense con serias implicaciones internacionales es el desempeño del presidente Donald Trump, quien llegó a la Casa Blanca precisamente como un resultado de la crisis sistémica que vive Estados Unidos. Por lo tanto, es una expresión y no la causa. No obstante, Trump sí se ha convertido en un factor catalizador de los problemas estructurales a partir de las políticas que ha adoptado, su retórica y su estilo de ejercer la presidencia. Trump ha agravado y exacerbado, de manera especial, las tensiones sociales al promover conductas violentas por parte de grupos neofascistas, incentivar el odio con expresiones racistas y xenófobas, así como ha contribuido a deteriorar la imagen de Estados Unidos en el mundo.
Sobre este último aspecto, la investigación más reciente sobre la imagen de Estrados Unidos en el mundo realizada por el Centro de Investigaciones Pew publicada el pasado 8 de enero reveló que el nivel de desaprobación de Trump a nivel global está en el 64%, siendo uno de los mandatarios que genera más rechazo internacional. La canciller federal de Alemania Ángela Merkel, el presidente de Francia Enmmanuel Maccron y los mandatarios Putin y Xi Jinping tienen un nivel de aprobación a nivel mundial superior a Trump, quien solamente muestra niveles de aprobación favorables en sectores de la derecha en Hungría, Brasil, Polonia, Francia e Italia donde los grupos neofascistas también consideran que él los representa.
En resumen, la sociedad estadounidense se encuentra en una etapa de profunda crisis sistémica que todo indica que se agravará en el corto y mediano plazo. Aunque todavía no es posible anticipar el impacto y consecuencias del nuevo coronavirus en un momento en que varios estados de la unión están sufriendo rebrotes y se acelera el número de casos positivos, sí podría afirmarse que las múltiples pandemias persistirán y sobrevivirán a la COVID – 19 debido a que para ellas no existen vacunas ni posibles soluciones.
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