El resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos ha estado condicionado históricamente por varios factores que van desde la economía, las variables sociodemográficas, la proyección y capacidad movilizativa de los candidatos, la recaudación financiera y los anuncios publicitarios. Más recientemente, se ha incorporado como un aspecto decisivo el empleo de las redes sociales atendiendo a que estos medios se han convertido en la principal fuente de información de los votantes estadounidenses.
Pero lo que nadie pudo anticipar es que en los próximos comicios del 3 de noviembre, una pandemia se convertiría en el factor decisivo que está marcando la evolución y comportamiento del resto de las variables. El nuevo coronavirus que ha devenido en la sorpresa electoral es portador de una fuerte «carga explosiva» atendiendo a sus serias implicaciones que son multidimensionales por su letalidad para los seres humanos, por deteriorar severamente la economía nacional y doméstica, por transformar profundamente los hábitos y rutinas diarias de las personas, así como por su capacidad para modificar las prácticas electorales en Estados Unidos.
La COVID – 19 y el imprescindible distanciamiento social que se requiere ya están obligando a que el proceso de elecciones presidenciales estadounidense se realice fundamentalmente de manera virtual, lo que conlleva a un empleo sin precedentes de las redes sociales y está marcando una pauta en el diseño e implementación de las estrategias electorales.
Durante el mes de abril, en unas elecciones presidenciales normales se vive un momento intenso de mítines electorales donde los candidatos se dirigen a segmentos del electorado de manera directa, personal y con una interacción física sistemática. También se realizan con mucha fuerza los eventos de recaudación de fondos que implican un gran número de actividades sociales donde participan cientos de personas.
Los estrategas de las campañas presidenciales realizan reuniones periódicas y discuten intensamente los próximos pasos dentro de la táctica electoral. Además, comienza un trabajo a nivel local con los equipos que están desplegados en los denominados estados altamente competitivos donde se realiza el reclutamiento y orientación del personal que se encargará del trabajo a ese nivel. En esencia, se realizan múltiples actividades que requieren del contacto cercano entre las personas en un ambiente de normalidad.
A partir de la embestida del nuevo coronavirus, durante este mes de abril de 2020 se ha tenido que prescindir de estas prácticas históricas y los candidatos han tenido que transitar hacia la virtualidad del ciberespacio como única opción para el despliegue de sus campañas. En estos momentos, los mítines tradicionales han sido sustituidos por eventos online donde los candidatos se dirigen a los cibernautas-electores, los eventos de recaudación de fondos se realizan exclusivamente por internet y a los estrategas no les queda más remedio que intercambiar por las redes sociales. Es decir, aunque la campaña no se ha detenido, la manera de realizarla ha cambiado dramáticamente lo que implica retos y desafíos que no son posible anticipar.
De cara al futuro, están previstos dos momentos fundamentales dentro del proceso electoral: las convenciones de ambos partidos y el día de las elecciones. Todavía no está claro cómo se van a realizar ambos eventos y existe un fuerte debate sobre qué hacer, aunque lo que prevalece es una profunda incertidumbre. La mayoría de los estimados sobre la evolución de la pandemia en Estados Unidos, han modelado que no se alcanzará la normalidad en ese país antes de seis meses. Sin descartar que algunos expertos en epidemiología están vaticinando la posibilidad de un segundo brote del nuevo coronavirus. Por lo tanto, la necesidad del distanciamiento social debe continuar en los próximos meses.
En este contexto, se está planteando la posibilidad de realizar las convenciones partidistas, previstas inicialmente para agosto, de manera virtual para garantizar que no existan contagios, lo que marcaría un hecho sin precedentes. Según las normas que regulan cómo deben realizarse estos eventos, no se prohíbe explícitamente esta variante. No obstante, también existen opiniones que señalan la factibilidad de realizar convenciones limitando el número de personas y «asegurando» una distancia prudencial entre ellas. Esta última alternativa tiene como argumento la necesidad de preservar el show político en que se convierten estos escenarios que están cargados de retórica, propaganda y espectáculo a los que está acostumbrado Donald Trump.
Por otro lado y posiblemente resulta el asunto de mayor complejidad es cómo se realizarán las elecciones del 3 de noviembre. Las opciones son dos: que los votantes concurran a los colegios electorales o que todos los participantes en los comicios lo hagan a través del correo electrónico. Sobre este último aspecto, los republicanos y, en especial, Trump han manifestado su oposición a esta modalidad lo que podría estar vinculado a que consideran que podrían ser perjudicial para sus intereses y han declarado que esta opción abre la posibilidad del «fraude electoral». Por su parte, algunas autoridades estaduales están creando las condiciones para realizar lo que podrían llamarse elecciones esencialmente virtuales.
Estos elementos indican que la COVID - 19 no solo se ha convertido en el factor determinante de las próximas elecciones presidenciales de Estados Unidos, sino que tiene la capacidad de modificar todas las prácticas electorales conocidas y marcará de manera definitiva la manera en que se desarrollarán los eventos eleccionarios en ese país en el corto y mediano plazo. Todavía no podría anticiparse si Trump se reelegirá o Biden asumirá la presidencia estadounidense, pero lo que sí podría afirmarse es que el nuevo coronavirus le imprimirá un sello distintivo a la gestión de gobierno a partir de enero del 2021.
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