Las autoridades electorales de la Florida han estimado que el día de las elecciones podrían ocurrir lo que han calificado como “escenarios pesadillas”. Entre los que identificaron están: protestas del grupo neofacista American Patriot; desaparición de boletas enviadas por correo postal; ataques cibernéticos contra centros de votación y divulgación de noticias falsas en las redes sociales para generar confusión e incertidumbre en el electorado.
Según el sitio web Politico, estos escenarios fueron evaluados en una reunión realizada la semana pasada en la que participaron funcionarios electorales de ese estado decisivo, representantes del FBI y autoridades locales. El objetivo era prepararse para adoptar medidas ante estas situaciones. En esencia, están anticipando que en la Florida el 3 de noviembre podría ocurrir una combinación de violencia política, fraude y desinformación. Precisamente estos son tres de los pilares que forman parte de la estrategia de Donald Trump para continuar en la Casa Blanca.
No es descartable que estos “escenarios pesadillas” se expresen a partir del día de las elecciones posiblemente con mayor incidencia en estados clave como Florida, Pensilvania, Michigan, Wisconsin, Arizona y Carolina del Norte. Dada la complejidad del contexto político electoral, no es posible determinar con certeza el alcance, perdurabilidad e impacto de estos eventos. No obstante, existen condiciones favorables en la actualidad para el desarrollo de estos incidentes.
Más allá de la pregunta clave de quién ganará las elecciones presidenciales si Biden o Trump, la singularidad de estos comicios ha motivado que muchos se pregunten con preocupación, ansiedad y frustración qué pasará a partir del 3 de noviembre.
Aunque esta interrogante tiene múltiples respuestas, cualquier análisis debe partir de la decisión de Trump de permanecer a toda costa en la Casa Blanca, lo que constituye uno de los factores principales que incidiría en la evolución de los acontecimientos. Tomando esto como premisa fundamental, no podría descartarse que en el escenario post 3 de noviembre se manifiesten varias de estas situaciones:
- Donald Trump podría proclamar que hubo fraude masivo e irregularidades electorales vinculado a las boletas por correo y al conteo de los votos. De producirse estos pronunciamientos, vendrían siendo como una especie de “llamado a las armas” para los trumpistas que a partir de ese momento tratarían de tomar la iniciativa y capitalizar la crisis electoral.
- En la noche de las elecciones es probable que no se conozcan los resultados definitivos. Varios expertos coinciden en que podrían tardar varios días, e incluso, en determinados estados más de una semana debido a que la avalancha de boletas por correo sobrepasaría sus capacidades de procesamiento. En este último caso, existe mayor probabilidad que se encuentren los estados decisivos de Pensilvania, Michigan y Wisconsin. De darse esta situación de indefinición, sin proclamarse un ganador, facilitaría la generación de incertidumbre y falta de credibilidad en los resultados.
- Las manifestaciones y enfrentamientos violentos entre los seguidores de Trump y los que apoyan a Biden constituyen un escenario probable. Los grupos neofacistas, supremacistas blancos y las milicias pudieran promover desórdenes sociales sin descartarse que conduzcan a que en determinadas ciudades se declare el estado de sitio. La reciente divulgación del plan para secuestrar a la gobernadora de Michigan constituye un ejemplo del tipo de acciones que estarían dispuestas a realizar estas agrupaciones. El alcance y sostenibilidad en el tiempo de estos eventos estarían condicionados por la actuación de las fuerzas del orden a partir de las instrucciones que reciban, las que serían diferentes en dependencia de si el estado es controlado por la maquinaria política republicana o demócrata.
- Es probable un fuerte despliegue policial y de otros órganos en materia de aplicación de la ley que en determinados lugares contribuiría a que se produzcan incidentes entre las instituciones represivas y los manifestantes. No es descartable que Trump se sienta motivado por aplicar la Ley de la Insurrección para desplegar efectivos militares y federales. No obstante, es probable que los mandos militares impongan resistencia y rechacen el empleo de tropas regulares atendiendo a las graves consecuencias que podría provocar esta medida.
- Como está previsto por la campaña republicana, debe ejecutarse a gran escala la operación de presión e intimidación en las urnas empleando los llamados “observadores electorales” de Trump. Su objetivo estratégico es incidir en los resultados a través de ejercer presiones contra las autoridades electorales. De acuerdo al sitio Politico, el mes pasado durante el procesamiento de boletas por correo en Carolina del Norte estuvieron presentes los observadores trumpistas en 92 de los 100 condados del estado.
- Es previsible que se presenten decenas de demandas judiciales en los estados decisivos ante supuesto fraude electoral y otras irregularidades. Los litigios que presentarían los republicanos tendrían como propósito fundamental cuestionar la legalidad de las boletas por correo y solicitar el reconteo de los votos. Este curso legal puede tener diferentes desenlaces que pueden ir desde el desconocimiento de los resultados electorales por los tribunales en determinados estados, hasta culminar en una decisión de la Corte Suprema como sucedió en las elecciones presidenciales del año 2000.
- Debe incrementarse la actual campaña de desinformación promovida con mayor agresividad por los medios de la derecha con especial énfasis en las plataformas digitales. De ser así, se configuraría una intensa disputa mediática que contribuiría a la promoción de la incertidumbre, la confusión y la violencia.
El alto nivel de complejidad del escenario actual que vive Estados Unidos, su volatilidad y el carácter impredecible de la evolución de las tendencias electorales, indican que aunque no podría asegurarse que todas estas situaciones podrían concretarse sí es probable que algunas estén presentes con mayor o menor fuerza a partir del 3 de noviembre. No obstante, existen un grupo de elementos que podrían contribuir a que las posibles implicaciones de estos eventos sean menos devastadoras y caóticas de lo que varios expertos anticipan.
En primer lugar, las encuestas indican que se ha consolidado y ampliado la ventaja de Biden en la mayoría de los estados decisivos principalmente en Pensilvania, Wisconsin y Michigan. Al parecer es una tendencia prácticamente irreversible que podría también expresarse en los últimos días en otros estados, incluyendo Florida. Hasta el momento, los principales modelos de pronósticos de las elecciones presidenciales en Estados Unidos muestran que el candidato demócrata se encuentra en una posición mucho más favorable para ganar los votos electorales necesarios.
Según expertos estadounidenses, los estimados de este ciclo electoral que están basados fundamentalmente en encuestas y otros datos han corregido los errores cometidos en los sondeos del 2016, lo que sugiere que en esta ocasión tienen una mayor exactitud y objetividad. Por otra parte, también es cierto que su principal vulnerabilidad está dada por la incapacidad de esos modelos para calcular con precisión el comportamiento de variables decisivas en estos comicios como son: la supresión del voto; la intimidación en las urnas; la manipulación de las boletas por correo; el fraude en el conteo de los votos y las decisiones de los tribunales.
En segundo lugar, existen evidencias que se está produciendo una participación significativa del electorado con fuerte presencia de votantes demócratas, lo que podría culminar en una avalancha para ejercer el voto de castigo contra Donald Trump. De concretarse una denominada “marea azul” disminuiría la efectividad de las maniobras fraudulentas que promueve la campaña de Trump. En estas circunstancias, no podría descartarse un escenario en el que Biden se imponga por un amplio margen de votos electorales.
En tercer lugar, el candidato republicano está inmerso en un proceso de deterioro político no solo de su imagen sino de su campaña que se ha debilitado significativamente después del desastroso debate presidencial y, en especial, a partir de que contrajo la COVID – 19. Lo más preocupante es que determinados votantes dentro de su base electoral están retirándole su apoyo y miembros importantes del Partido Republicano están tomando distancia de un Trump que cada día se muestra más errático y desesperado. Su capacidad para fabricar una “sorpresa de octubre” que modifique el curso de la contienda está sustancialmente limitada ante su declive.
En cuarto lugar, en las últimas semanas el aspirante republicano a diferencia de Biden ha presentado serios problemas con la recaudación de fondos, lo que ha impactado negativamente en sus posibilidades para pagar anuncios en determinados estados decisivos. Esta compleja situación financiera en la recta final de las elecciones, podría interpretarse como una expresión de que los grupos de poder económico no se sienten motivados a respaldarlo.
Según The New Yorker, el jefe de economistas del influyente banco Goldman Sachs recientemente le dirigió una carta a sus clientes haciendo referencia a que un gobierno de Biden sería positivo para la economía estadounidense. En esencia, estos sectores para proteger sus intereses requieren un entorno de estabilidad y evidentemente Trump representa todo lo contrario.
A menos de tres semanas para el día de las elecciones, el mandatario estadounidense está mostrando signos de aislamiento político y ha perdido el empuje necesario que requiere su campaña para esta última etapa. El candidato republicano al pisotear los principios y normas básicas del “comportamiento presidencial”, sus proyecciones agresivas y confrontacionales, así como su actitud desafiante como sino le importaran los costos políticos de sus acciones, lo han convertido en una persona tóxica con una capacidad destructiva que genera preocupación y rechazo en sectores poderosos de la clase dominante.
Trump ha cruzado varias veces la “línea roja” en un sistema que está diseñado por las élites de poder para preservar sus intereses y por consiguiente no puede permitir que el caos y la desestabilización se conviertan en su estado natural y permanente. Si bien ha sido capaz de sobrevivir a investigaciones sobre su campaña presidencial del 2016, escándalos permanentes de personas vinculadas a su entorno más cercano y un proceso de impeachment, su principal desafío está por llegar.
Si bien Trump no es la causa de la crisis sistémica que vive Estados Unidos, sí ha sido un factor detonante que ha contribuido a que los problemas estructurales que acumula esa sociedad se expongan descarnadamente como nunca antes. Por lo tanto, el actual mandatario estadounidense al incentivar la capacidad explosiva de ese sistema, se ha puesto a sí mismo una bomba de tiempo que podría estallarle en sus manos a partir del 3 de noviembre. El reloj ya está en cuenta regresiva y habría que ver si Trump se salva de esta.
Tomado de Progreso Semanal
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