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Elecciones en Estados Unidos 2020: ¿Quiénes son los posibles votantes?

15 jul. 2020
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Las elecciones en Estados Unidos constituyen un proceso político de alta complejidad en el que inciden simultáneamente múltiples factores y actores en un contexto socio-histórico determinado. En tiempos de comicios presidenciales, la dinámica política nacional centra la atención principalmente en las características y posibilidades de los candidatos, sus actividades electorales, las propuestas políticas de las campañas, el financiamiento y la recaudación de fondos, así como las estrategias de comunicación que tienen como piedra angular el posicionamiento en las redes sociales.

En esencia, todos los esfuerzos están dirigidos a conformar una coalición de votantes que les garantice a los aspirantes obtener los votos electorales necesarios para llegar a la Casa Blanca. En ese sentido, los equipos de campaña de los candidatos presidenciales trabajan intensamente por energizar a su base política más sólida, cautivar a segmentos del electorado que están indecisos y también realizan múltiples maniobras para evitar que potenciales votantes asistan a las urnas. Es una combinación de retórica, manipulación, seducción y promoción del odio que se ha convertido en instrumento esencial en la campaña de Donald Trump.  

Toda esta embestida y sobresaturación política está dirigida principalmente a los posibles votantes que podrían convertirse o no en electores el 3 de noviembre del 2020. Teniendo en cuenta estos elementos, resulta relevante para cualquier análisis sobre las elecciones en Estados Unidos comenzar por delimitar, en términos generales, las principales características de los que se califican como los votantes registrados. Este punto de partida nos permitiría aproximarnos a responder una interrogante clave: ¿quiénes son los posibles votantes?

Según el estudio más reciente del Centro de Investigaciones Pew de Washington, el 34% de los votantes registrados se identifican como independientes, el 33% como demócratas y un 29% como republicanos, lo que consolida la tendencia de los últimos ciclos electorales de que la mayoría del electorado no tiene confianza en ningunos de los partidos tradicionales. Los resultados de la investigación también arrojaron que dentro de ese sector de independientes, el 49% se inclina por el Partido Demócrata y el 44% por el Partido Republicano. Estos datos sugieren, en principio, que la base política demócrata es más amplia que la republicana pero solo por estrecho margen.

No obstante, todos estos números son relativos y no son capaces de medir factores subjetivos como el entusiasmo dentro de estos sectores y tampoco en qué medida estas inclinaciones pueden modificarse hacia un candidato u otro antes de noviembre. Por lo tanto, las cifras solo adquieren sentido cuando se ubican en el contexto específico donde transcurren las elecciones. La grave crisis nacional que vive Estados Unidos que se expresa fundamentalmente en el impacto devastador contra la salud pública de la COVID – 19, la recesión económica, las manifestaciones por la brutalidad policial contra la población afroestadounidense y la desastrosa gestión presidencial, configuran un escenario interno que hasta el momento favorece al candidato demócrata.

Por otro lado, el estudio determinó que el 69% de los votantes registrados son blancos, lo que indica la preeminencia de este grupo en el electorado estadounidense. En el caso de los afroestadounidenses y los hispanos representan el 11% cada uno y los asiáticos 8%. Sin embargo, continúa la tendencia decreciente del segmento de la llamada mayoría blanca atendiendo a que hace 20 años representaba el 85%. Los grupos minoritarios en las dos últimas décadas han crecido del 15% al 30%. En el caso de los hispanos, en ese mismo período de tiempo han triplicado su representación en el electorado.   

En este sentido, se incrementa la diversidad racial y étnica en los votantes que tiene su mayor expresión en el Partido Demócrata debido a que el 40% de los electores pertenecen a alguna minoría (afroestadounidenses, hispanos, asiáticos u otros grupos étnicos). Por su parte, la base del Partido Republicano sigue siendo abrumadoramente de blancos debido a que solo el 17% pertenece a minorías. De cara al futuro y dadas las profundas transformaciones sociodemográficas en esa nación que es un proceso irreversible, esto constituye una debilidad estratégica para este partido debido a que está llamado a adecuarse a las circunstancias.

En cuanto al nivel educacional, el 64% no tiene estudios universitarios y la mayoría de estos electorales se concentran en el Partido Republicano. La investigación determinó que el 57% de los votantes registrados republicanos tiene un nivel de escolaridad por debajo de la enseñanza superior. En cuanto a la edad, el 17% está entre 18 y 29 años; el 31% entre 30 y 49 años, así como el 52% tiene más de 50 años.        

Con respecto a las creencias religiosas, el 64% de los votantes son cristianos (55% protestantes y el resto católicos). Uno de los datos más llamativos es que el 28% de los electores se identificó como no creyentes, lo que ha crecido en un 15% desde el 2008. Esta tendencia indica un incremento acelerado de los votantes que no profesan ninguna creencia religiosa que tiende a profundizarse en el corto y mediano plazo.

En este contexto, se evidencia un decrecimiento de protestantes evangélicos blancos (21% en el 2008 vs 18% en la actualidad, protestantes no evangélicos blancos (19% vs 13%) y blancos católicos (17% vs 12%). En el caso del Partido Republicano, el 32% de los votantes son protestantes evangélicos, lo que constituye una de los segmentos más sólidos dentro de las bases del partido. Por su parte, el 38% de los votantes demócratas son no creyentes.

De manera general, estas son las principales características sociodemográficas del electorado estadounidense que está en capacidad legal de ejercer su voto en los próximos comicios de noviembre. Los cambios que están ocurriendo en este segmento de la población se manifiestan en los últimos años con una intensidad que no tiene precedentes, lo que evidencia que en el mediano y largo plazo estaremos en presencia de transformaciones significativas de las coaliciones electorales. Estos elementos también indican que el declive de esa mayoría blanca, anglosajona, protestante y fundamentalmente perteneciente a la clase trabajadora, impactará de manera decisiva en el futuro electoral de Estados Unidos.
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