Por estos días vuelve a aparecer en la camiseta de jóvenes revolucionarios del mundo entero. El año próximo se cumplen 200 años de su nacimiento y este, celebramos los 150 de su obra cumbre El Capital. Su rostro nos remite a alguien que obviamente no es de este siglo; un viejo, dirían algunos, pero muy sabio, argumentaríamos inmediatamente.
Así es, como hacen los abuelos a sus nietos, sus estudios aconsejan, sobre todo a quienes vivimos en este mundo neoliberal y profundamente capitalizado. En cambio, amén de su impronta y de la relevancia filosófica y política de su obra, muchos quieren borrar el nombre de Carlos Marx de la historia. Le temen, incluso, a muchos años de su muerte. Pretenden mostrarlo como un fracasado y se apoyan en argumentos relacionados con la caída de sistemas socialistas. Por eso es necesario volver sobre sus manuscritos, sobre los capítulos decisivos del capital, sobre ese estudio a profundidad que hizo acerca de la sociedad capitalista en la que le tocó vivir y a la que supo comprender en su máxima expresión.
Sin duda, acuñar el término de plusvalía, constituyó un aporte fundamental que explica el tránsito del hombre desde los inicios de su evolución como especie humana, hasta el surgimiento del capitalismo de Estado. Profundizó en conceptos esenciales como la circulación mercantil y, al desentrañar los modos de enriquecimiento de la burguesía, arribó al término de clases sociales y a la lucha que entre ellas se genera de manera antagónica, entendiendo esa lucha de clases como fuerza motriz de desarrollo.
En palabras de la investigadora cubana, María del Carmen Ariet García: «Adentrarse en el papel y la importancia de la obra de Marx, originados desde la segunda mitad del siglo XIX, su confrontación con ideas y acciones vigentes en el devenir político y social de la Europa de la época, conforman el sustrato de su carácter polémico y revolucionario, más allá de aceptaciones o no sobre determinadas definiciones y acciones políticas, sin prescindir de la persecución ordenada desde la oficialidad burguesa contra sus pretensiones de cambios radicales y revolucionarios, al percatarse de la fuerza y magnitud del cuerpo teórico y la ideología construidas contra el capitalismo mismo».
Supo leer de Hegel y de Feuerbach, para proponer el materialismo dialéctico como método esencial de comprensión de nuestra vida en sociedad y el decursar de la historia. Sus ideas, acompañadas de las de Engels, aparecen en los Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844, en el Manifiesto Comunista, en El Capital. Su obra constituye un desmontaje profundo y serio del capitalismo.
Sobre el peligro que constituye la obra de Marx —y el marxismo— para la burguesía, reflexionaba Lenin en fecha tan temprana como 1908:
No hablemos de la ciencia y la filosofía burguesas, enseñadas de un modo oficial por los profesores oficiales para embrutecer a las nuevas generaciones de las clases poseedoras y «amaestrarlas» contra los enemigos de fuera y de dentro. Esta ciencia no quiere ni oír hablar de marxismo, declarándolo refutado y destruido; tanto los hombres de ciencia jóvenes, que hacen carrera refutando el socialismo, como los ancianos caducos, que guardan el legado de toda clase de anticuados «sistemas», se abalanzan sobre Marx con el mismo celo. Los avances del marxismo, la difusión y el afianzamiento de sus ideas entre la clase obrera, provocan inevitablemente la reiteración y la agudización de estos ataques burgueses contra el marxismo, que de cada una de sus «destrucciones» por obra de la ciencia oficial, sale más fortalecido, más templado y más vital.
No podemos culparlo del fracaso de algunas experiencias socialistas. Marx no teorizó sobre esa transición; al identificar la forma opresora y enajenante del capitalismo, como dice la colega y profesora Paquita de Armas: «dejó claro lo que no se puede hacer en el socialismo». El fracaso de muchas experiencias socialistas radicó, a veces, en interpretaciones erróneas del marxismo, y otras, en intentar construirlo con las armas melladas del sistema vencido, como en una ocasión alertara otro marxista, el Che Guevara.
Mientras que el capitalismo no logra superar sus crisis, y las fuerzas de izquierda continúan fragmentadas, una lectura de la obra de Marx, un rescate necesario de sus síntesis, una adecuación a los nuevos contextos, se hace urgente si en verdad queremos construir una sociedad mejor. No esperemos los 200 años, empecemos desde ya, ahora mismo: Uníos, y seremos invencibles.
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tomada de:
Aula de Filosofía de Eugenio Sánchez Bravo
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