El conocido Supermartes marcó sin lugar a dudas un punto de inflexión en las primarias demócratas. Los resultados de ese día, en el que se realizaron simultáneamente eventos electorales en catorce estados de la Unión, definieron quiénes serían los dos precandidatos más competitivos y con opciones de imponerse en la Convención Nacional Demócrata. No obstante, lo más llamativo de la jornada fue lo que podría calificarse como la «resurrección» de Biden a partir de una contundente victoria en diez de los catorce estados en disputa. En este sentido, resulta interesante explorar los factores que explican lo que aconteció esa noche del martes 3 de marzo.
En términos generales, los resultados obtenidos por Biden y su desempeño antes de las primarias de Carolina del Sur, habían sido decepcionantes para el denominado establishment demócrata y para muchos de sus seguidores. Varios expertos, analistas y. en especial, la prensa estadounidense especializada, resaltaban la falta de impulso y escasa capacidad movilizativa de una campaña que caracterizaban como mal organizada, carente de planeamiento estratégico, limitada recaudación de fondos en comparación con otros candidatos y escasa en el posicionamiento de anuncios publicitarios. Por lo tanto, no pocos estaban afirmando que el declive era irreversible y que el precandidato llamado a convertirse de antemano en el rival electoral de Donald Trump no estaría en condiciones de imponerse a estas adversidades.
En un contexto de fuertes dudas, confusión y desaliento sobre las perspectivas de Biden, se conjugaron un grupo de factores que explican el resultado obtenido en el Supermartes. En primer lugar, es importante señalar que la victoria de Biden en las primarias de Carolina del Sur constituyó un elemento aglutinador y permitió que su campaña tomara un nuevo rumbo. Después de este triunfo, el establishment demócrata y un grupo importante de precandidatos llegaron a la conclusión que la única forma de mantener competitivo a Biden era apoyarlo con intensidad y firmeza. En esta lógica, el objetivo a derrotar era Bernie Sanders, quien se ha convertido en uno de los principales enemigos de los sectores que controlan al Partido Demócrata y que constituyen el poder real dentro de esa fuerza política.
Teniendo en cuenta estos elementos, el primer factor fue la decisión firme del establishment demócrata de apoyar a Biden como el candidato presidenciable. Este elemento conllevó al segundo factor que resultó clave en los resultados: la renuncia de los precandidatos demócratas Amy Klobuchar, Tom Steyer y Pete Buttigied, quienes públicamente apoyaron a Biden. En términos prácticos, estos ex aspirantes estaban pidiéndole a su base electoral que votaran por el ex vicepresidente el Supermartes. Es evidente que esta decisión fue una maniobra política coordinada después de analizar y concluir que era la única variante posible que aseguraba que Biden derrotara a Sanders en la mayoría de los estados. Por lo tanto, el pasado 3 de marzo, los grupos de poder dentro del Partido Demócrata sabían que se lo estaban jugando todo y no podían permitir una victoria de Bernie debido a que lo convertiría en el virtual candidato a la presidencia de Estados Unidos.
Según los datos arrojados por sondeos a boca de urna después de realizadas las primarias, podría afirmarse que un factor decisivo fue que la mayoría de los votantes demócratas se inclinaron por Biden debido a que consideraron que era el mejor candidato para derrotar a Donald Trump, lo que evidencia que el voto estuvo orientado no por las preferencias de las propuestas políticas de los contendientes sino por su capacidad para imponerse al actual mandatario. Esto indica el profundo sentimiento contra Trump que prevalece en una parte importante del electorado demócrata que esta visualizando que lo más importante no es ni siquiera el programa político de una eventual presidencia del Partido Demócrata.
Otro factor de peso fue el voto favorable a Biden por parte de los afroamericanos, quienes representaron una cifra importante de los votantes en varios estados. Este segmento del electorado ha apoyado invariablemente al ex vicepresidente y constituye uno de los núcleos duros de su base electoral. El otro factor que tuvo una incidencia particular fue el respaldo que encontró Biden dentro de la denominada clase trabajadora y en los votantes adultos mayores, quienes han mantenido su respaldo de manera consistente durante los diferentes eventos electorales.
La combinación de estos factores, le permitió a Biden imponerse en los estados del Sur con una ventaja de dos dígitos como fueron los casos de Alabama, Arkansas, Tennessee, Carolina del Norte, Virginia y Oklahoma. El precandidato también se impuso en Texas, Minnesota, Massachusetts y Maine. Los votantes afroamericanos fueron decisivos en sus victorias en Alabama, Carolina del Norte y Virginia. En varios estados, fue capaz de superar tres desafíos importantes: pobre organización de su campaña a nivel de las bases, limitados anuncios publicitarios y poco financiamiento. Por lo tanto, la «resurrección» de Biden no obedece a un proceso espontáneo sino que, en gran medida, responde a un consenso dentro del establishment del Partido Demócrata que tuvo la capacidad de articular a tiempo una estrategia dirigida a derrotar a Bernie Sanders el Supermartes.
Después de estos resultados, ya están definidos los dos principales precandidatos demócratas con opciones. Si bien lo que sucedió ha debilitado la campaña de Sanders, no puede decirse de manera categórica que ya ha perdido la contienda. Todavía restan otras primarias donde deben precisarse con mayor certeza las opciones y perspectivas de cada uno. No obstante la pregunta fundamental sería: ¿Cuáles son las posibilidades reales que tendrían de derrotar a Donald Trump? Esa es la respuesta que todos están buscando y que nadie con precisión definitiva, más allá de especular, puede responder.
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