En las bibliotecas no se sabe en qué sección localizar este libro. Pudiera con seguridad aparecer en la clasificación de los 900 –de historia– o en los 800 –de literatura–; si nos ponemos de buena suerte hasta lo podemos encontrar en la clasificación de economía política –aunque, por desgracia, no conozco de una biblioteca con tal sentido de la impertinencia–. En cualquier caso, la indeterminación viene dada por la capacidad del texto de Eduardo Galeano (Uruguay, 1940-2015) de comunicar historia, economía, sociología en un lenguaje literario o hacer de la literatura un arma de la economía política, la sociología, la historia… ¿quién lo hubiera imaginado?
Cuando Las venas… vio la luz en 1971, lo hizo en la cresta de la ola revolucionaria que sacudía eso que eufemísticamente es llamado Tercer Mundo y es en realidad la gran parte del planeta colonizada y neocolonizada por las metrópolis del poder mundial –consecuencia de lo que en palabras de Galeano ha dicho como «la lluvia que irriga a los centros de poder imperialista ahoga los vastos suburbios del planeta»–. Las revoluciones, rebeliones y resistencias contra la hegemonía imperialista se hicieron desde los países «coloniales, semicoloniales y dependientes» –gentiles calificativos al uso, provenientes ¿de dónde si no? de Europa– y se hicieron, además, contra todas las formas de dominación del capitalismo y contra todos los «esquemas» y «determinismos» de las revoluciones que propugnaba el «socialismo real» y el «marxismo» soviético. La revolución de las armas alcanzaba ahora la revolución de las ideas y el arte, la literatura, la historiografía y los discursos cambiaron también. Las venas… se insertó en ese torrente y fue, quizás, uno de sus mejores ejemplos, mas no el único. Se trataba de poner a la altura de la revolución que se hacía en el continente el pensamiento que la intentaba explicar; y para eso no alcanzaban ciertos manuales de historia y economía política. Por otra parte, este libro también es una expresión literaria de aquel movimiento llamado Teoría de la dependencia, y que tuvo en América Latina y el Caribe un auge tremendo en los años sesenta y setenta.
Galeano se propuso hacerlo desde códigos indudablemente transgresores: en «Siete años después», el epílogo de Las venas…, escrito en el exilio español, nos revela las claves: «La veneración por el pasado me pareció siempre reaccionaria. La derecha elige el pasado porque prefiere a los muertos: mundo quieto, tiempo quieto […] Se estudia Historia como se visita un museo; y esa colección de momias es una estafa». Antes había declarado, para dejar claro que el engaño puede venir de cualquier lado: «Me parece conformista, a pesar de toda su posible retórica revolucionaria, un lenguaje que mecánicamente repite, para los mismos oídos, las mismas frases hechas, los mismos adjetivos, las mismas fórmulas declamatorias. Quizás esa literatura de parroquia esté tan lejos de la revolución como está lejos la pornografía del erotismo». Quiere esto decir que Las venas… está escrita, al menos, contra dos dogmas de fe: uno; que la historia donde mejor se le tiene es el ámbito del «recuerdo feliz» y el «pasado glorioso» y dos; que para contarla se hace necesario asirse de determinadas «categorías» que «todo lo explican», pero nada esclarecen. Estas ideas aclararían, quizás, esa tremenda condensación que sobre la historia hace Galeano: «La historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue y contra lo que fue, anuncia lo que será».
La introducción de Las venas… lleva el nada convencional título de «Ciento veinte millones de niños en el centro de la tormenta», y comienza con la fina ironía, asida a la realidad histórica y contrastada con rigurosidad científica –esto no es exageración retórica; en el texto aparecen más de trescientas notas al pie que remiten a otras tantas fuentes de diversa procedencia, porque todavía el escritor uruguayo no había renunciado; como lo haría después, por falta de espacio decía; a declarar todas sus fuentes– de que «La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina fue precoz: se especializó en perder…». Y es esta idea, quizás, la que condense mejor una de las tesis que Galeano escribe en clave literaria, pero que la teoría económica marxista revolucionaria esbozó en otras palabras: el colonialismo y el subdesarrollo son una función del capitalismo y del imperialismo y la historia de América Latina es su mejor expresión. Por cierto, la seriedad con que asume escribir de todos estos temas en clave literaria no le permite a Galeano dejar de reconocer que él no pretendió ser un «intruso» en ninguna de aquellas disciplinas; con tal honestidad y compromiso llegó a decir: «Yo no soy sociólogo, ni historiador, ni economista, ni nada. Mi trabajo como periodista y ensayista se ha limitado a la divulgación de ideas ajenas y de datos que el sistema esconde al público no especializado. Al servicio de esta tarea, oficio militante de denuncia y contrainformación, he puesto una cierta habilidad para narrar».
Las venas… es, por tanto, el recorrido apresurado –y a la vez pormenorizado– por la historia ¿económica? de América Latina y el Caribe. Sus ideas sintetizan conceptos claves para entender esa historia y ponen de relieve sus complejidades más íntimas en clave popular; bastaría, por ejemplificar, echarle un vistazo a los títulos de algunos de los capítulos y epígrafes: «La pobreza del hombre como resultado de la riqueza de la tierra» –nos habla de la invasión europea, en particular la española y cómo la riqueza visible de nuestra región se convirtió en la causa de nuestras desgracias más notables–; «España tenía la vaca, pero otros tomaban la leche» –¿alguien imagina una mejor manera de representar artísticamente aquello que los economistas tuvieron el mal gusto de llamar «surgimiento del mercado mundial»?–; «Las trece colonias del Norte y la importancia de no nacer importante»–la mejor descripción de la diferenciación, desde la cuna, de las dos Américas–; «El desarrollo es un viaje con más náufragos que navegantes» –es quizás, una de las mejores condensaciones en relación con el significado colonial de «desarrollo» y que para que sea posible la existencia del capitalismo mundial en los centros de poder se hace necesario la existencia del subdesarrollo en eso que se llama la periferia–; «El imperio que importa capitales –aquí va a contrapelo de la tesis de que el imperialismo se caracteriza por la inversión de capitales a gran escala, y demuestra cómo, por el contrario, esa «inversión» se hace con el dinero antes saqueado, la metáfora más exacta fue cuando escribió en otro texto: «El sistema te presta con una mano lo mismo que con la otra te roba»–.
En la Introducción a la última edición cubana de Las venas… dice Fernando Martínez Heredia: «lo que resalta en el libro es la belleza y la omnipresencia de la narración histórica, la riqueza sintética de las anécdotas que ilustran épocas y acontecimientos, los datos esgrimidos en la tensión de las comparaciones, de los contrapuntos, de las sugerencias interesantes; la apasionante sucesión de eventos que cuenta lo más serio como si fuera una aventura». Ciertamente que no son estas cualidades exclusivas de este libro. En Memorias del fuego –un largo texto en tres volúmenes publicado entre 1982 y 1986– veremos de igual manera la profusión de narraciones –incluso de aquellas que hoy se calificarían desde la historiografía como «microhistoria»–; la síntesis anecdótica que explica tesis históricas; la increíble recopilación de eventos que dan cuenta de la pequeña gran historia del continente… en fin: el estilo de Galeano de contarnos. No hay hijo más natural de Las venas… que Memorias del fuego. Por tal razón, una lectura «más completa» de Las venas… debe incluir este libro; que, a la vez, permite visualizar la evolución del pensamiento del escritor uruguayo.
Hoy, más de un avieso personaje trata de desacreditar Las venas… y le señala indudables imperfecciones a la obra, escrita en un momento donde no se conocía todo lo que hoy se conoce y en el cual el propio Galeano –por entonces un joven de treinta años– comenzaba a esbozar ideas y conceptos que maduraría con posterioridad. Aun, ante sus propias críticas el autor reconoció: «No estoy arrepentido de haberlo escrito». Fueron, quizás, esas tercas razones de su actualidad y no renuncia a la memoria las que llevaron a que el entonces presidente venezolano Hugo Chávez le regalara un ejemplar del libro a su par estadounidense Barack Obama en la primavera de 2009, cuando este último anunciaba un «nuevo comienzo» con América Latina.
A la altura de más de cuarenta años de haber visto la luz por vez primera, Las venas… sigue siendo un libro de obligada referencia para entender los orígenes de «esta comarca del mundo que hoy llamamos América Latina» y su precoz especialización en perder. Es probable que en los próximos cuarenta años, todavía no podamos discernir en cuál clasificación de la biblioteca va este libro… sabemos, sin embargo, que no habrá biblioteca latinoamericana y caribeña que pueda prescindir de él.
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