Después de cuatro meses de intensas presiones, sanciones y planes desestabilizadores contra Venezuela, puede afirmarse que el gobierno estadounidense ha diseñado e implementado una estrategia fallida. Partieron de premisas falsas, los pretextos para la escalada no han sido creíbles, los instrumentos de agresión están desgastados, el autoproclamado se está desinflando, la coalición internacional está estancada y no existe consenso sobre el empleo de la fuerza militar contra Caracas.
Estos elementos han configurado una situación compleja e incómoda para Washington que daña profundamente su ego imperial. Está siendo desafiado diariamente en su traspatio natural y considerado área de influencia exclusiva. Su poderío nacional no ha sido capaz de quebrar la resistencia de un pueblo que ha tenido como principal arma su voluntad para defender el proceso revolucionario bolivariano.
Ante el fracaso, los promotores de esta ofensiva ahora tratan de enfocarse en hablar de un eventual escenario «después de Maduro». Están mintiéndose ellos mismos al tratar de ignorar la realidad y proyectar ideas sobre una situación hipotética como recurso para manejar su frustración.
El 25 de abril, el denominado enviado especial de Estados Unidos para Venezuela, Elliot Abrams, realizó una intervención en el tanque pensante estadounidense Atlantic Council. Sus pronunciamientos estuvieron orientados a explicar el «nuevo plan» para garantizar que se efectúe una «transición» en Venezuela. Ante el agotamiento de sus instrumentos y la imposibilidad de cumplir sus objetivos, solo les que queda proyectar activismo y presentar un grupo de ideas como algo novedoso, cuando realmente están desgastadas y destinadas al fracaso.
Abrams lanzó un plan que comprende los calificados como «tres elementos de cambio en Venezuela». Explicó que Estados Unidos está comprometido en trabajar con sectores de la sociedad venezolana para iniciar un proceso de transición. En este sentido, destacó que solo es posible alcanzar ese propósito si priorizan los siguientes aspectos: la participación política, el rol de los militares y el progreso económico.
Con relación a la participación política, trasladó un mensaje a los miembros del PSUV y a los seguidores de Hugo Chávez. Precisó que la agrupación política debía jugar un rol en la reconstrucción del país teniendo en cuenta que todas las fuerzas y movimientos debían involucrarse en este esfuerzo. Realizó un llamado a sus miembros a «unirse al debate nacional, no solamente mañana, sino ahora mismo». Enfatizó que era el momento de demandar un proceso democrático dentro del propio partido que debía incluir a los jóvenes chavistas.
Estas palabras de Abrams directamente a los militantes del PSUV y con este enfoque, constituyen una burda maniobra que tiene el propósito de fragmentar la unidad y crear confusión en sus filas. Este tipo de estrategias, el gobierno estadounidense la ha empleado históricamente como parte de sus escaladas golpistas y trata de presentarse como el garante de la restauración de las naciones. El enviado no pudo esconder su esencia y se delato a sí mismo cuando afirmó: «no vamos a seleccionar al presidente de Venezuela».
Sobre el rol de los militares, explicó que las fuerzas armadas deben desempeñar un rol responsable en la sociedad y sin involucrarse en temas políticos deben proteger los intereses de seguridad del país. Dijo que Washington consideraba que este sector y los efectivos de seguridad deben ser más fuertes, mejor pagados, entrenados y armados listos para enfrentar los desafíos.
Estos mensajes directos al estamento militar tienen el objetivo de debilitar el apoyo que han mantenido al proceso bolivariano y a su líder Nicolás Maduro. Constituye una promoción abierta a la deserción y complementa los sistemáticos llamados del asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, a que la Fuerza Armada Nacional Bolivariana se sume al plan intervencionista del gobierno estadounidense. Las agresiones han constituido un factor de unidad nacional y han consolidado a la unión cívico-militar.
Con relación al progreso económico, explicó que la futura estructura económica de Venezuela debe ser objeto de un debate en el que participen todos los venezolanos a través de sus representantes en la Asamblea Nacional. Es decir, el futuro de la economía de la nación suramericana estaría en las manos de los políticos impuestos por Washington, lo que garantizaría el control efectivo de los destinos de ese país.
El supuesto «nuevo plan» de Abrams es una distracción y constituye una evidencia más que Estados Unidos está cada día más lejos de alcanzar sus propósitos en Venezuela. La mayoría de la comunidad internacional no respalda esta ofensiva y varios de los 54 países que han acompañado a Trump en esta aventura están preguntándose cuándo terminará. La Casa Blanca está atrapada en el callejón que ellos mismos se construyeron y, al parecer, no tendrá otra salida que reconocer su derrota.
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