Contrapunteo

El incendio en Matanzas y la asistencia técnica de Estados Unidos

26 ago. 2022
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El incendio de grandes proporciones ocurrido en la base de súper tanqueros en Matanzas califica como una situación de desastre no solo por su impacto medioambiental y por las víctimas del siniestro sino por las implicaciones para la economía de la nación cubana. El evento ocurre en un contexto de profunda crisis económica y, en especial, por las limitaciones del país en el área de la generación eléctrica y la adquisición de combustible.

El incendio también tiene un impacto psicológico en millones de cubanos que están cada día desafiando y tratando de buscar opciones para gestionar una economía familiar y situación financiera muy compleja. Este evento evidentemente constituye un factor adicional que contribuye a tensar el clima de incertidumbre sobre las perspectivas y capacidad del país para recuperarse de la actual coyuntura. 

Hacia lo interno, constituyó un nuevo desafío a enfrentar que perdurará en el tiempo y hacia lo externo provocó varias reacciones de diferentes actores del escenario internacional que generaron desde el envío de especialistas, medios y recursos como los casos de Venezuela y México hasta asistencia técnica concretada en llamadas telefónicas como fue el caso del gobierno estadounidense. Precisamente sobre la posición de este último, sería pertinente realizar algunas observaciones.

Si partimos de factores como la cercanía geográfica y capacidades de asistencia ante un evento de esta naturaleza, Estados Unidos constituye el estado nación mejor posicionado. En primer lugar, su proximidad le permitía una actuación oportuna y prácticamente a tiempo real, lo que en un siniestro de estas características resultan claves. En segundo lugar, cuenta con los recursos económicos, tecnología y personal especializado con capacidad para controlar y evitar la propagación del incendio.
No obstante, su reacción no contempló el envío de medios, equipamiento o especialistas. La actuación se limitó a ofrecer una tímida y limitada asistencia técnica por vía telefónica. Su Embajada en La Habana fue muy activa en las redes sociales desplegando una campaña de comunicación política en torno al incendio en que la intención evidente fue justificar su falta de disposición a cooperar como requería el momento. Cualquier observador objetivo y serio, concluiría que nunca tuvieron ni la más mínima intención de ayudar realmente a la parte cubana. 

La magnitud e impacto del incendio, configuró un escenario con todas las características propicias para que fuera aprovechado por el gobierno estadounidense para “tender una mano” y cooperar con las autoridades cubanas especializadas. De hecho, en uno de sus primeros pronunciamientos reconocieron que “la ley de Estados Unidos autoriza a las entidades y organizaciones estadounidenses a proporcionar ayuda y respuesta ante desastres en Cuba”. Esto era solo una declaración retórica sin sustancia porque faltaba lo más importante: la voluntad política del gobierno estadounidense para adoptar pasos concretos que condujeran a una asistencia en correspondencia con la gravedad de los acontecimientos. 

En este sentido, la pregunta clave sería: ¿qué explica la falta de voluntad política de Washington?. El acercamiento a esta interrogante debe partir de las percepciones y concepciones que prevalecen en el proceso de conformación de la política hacia Cuba. En primer lugar, el gobierno estadounidense considera que dada la complejidad de la situación interna en la Isla y la limitada capacidad para su reversión en el corto plazo están presentes condiciones ideales para su deterioro progresivo. 

En segundo lugar, el agravamiento de las problemáticas internas en la nación cubana es funcional a los intereses de Washington debido a su potencial para provocar descontento, incertidumbre y manifestaciones. En tercer lugar, la persistencia de este escenario, contribuye a socavar la legitimidad del liderazgo político y cuestionar la credibilidad del proyecto social. En esencia, el siniestro y sus impactos desde la visión de Washington constituye un evento muy conveniente en función de sus objetivos.

Teniendo en cuenta estos elementos, desde la lógica que impera en el gobierno estadounidense entonces las preguntas claves serían: ¿por qué contribuir a controlar de manera inmediata un hecho que está en correspondencia con nuestros intereses? ¿por qué si el propósito es “hundir” al gobierno cubano debemos ayudarlo en estas circunstancias que son ideales para nuestros objetivos? ¿por qué es necesario tirarle un “salva vidas”?

En esencia, la denominada asistencia técnica de Estados Unidos fue realmente una gran farsa. Su gobierno, de manera deliberada y meditada, concluyó que no era conveniente ofrecer ninguna ayuda. Su comportamiento en estas circunstancias, es la principal evidencia de que su mayor deseo era “dejar que arda la nación cubana”.
    
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