El intento de golpe de estado en Venezuela el 30 de abril, abrió una nueva etapa en la compleja situación por la que transita la nación suramericana. A partir de ese día, se han mostrado con mayor visibilidad las contradicciones e inconsistencias dentro del gobierno estadounidense; en la denominada coalición internacional que reconoce a Guaidó y en la oposición política venezolana. La secuencia de acciones desplegadas por Estados Unidos tras la intentona golpista y los eventos que se han desarrollado en la última semana, constituyen una evidencia de que la única solución posible es a través del diálogo.
Ante el declive progresivo de su proyección política y su incapacidad para forzar un «cambio» en Venezuela, Guaidó siguiendo instrucciones de Washington intentó desesperadamente realizar una maniobra que le permitiera rebasar el «punto muerto» en que se encontraba y proyectar ante el mundo que el gobierno de Maduro había perdido supuestamente el apoyo del sector militar. El resultado final fue una especie de «salto al vacío» sin ningún tipo de posibilidad real de alcanzar sus objetivos. Por lo tanto, la primera implicación del golpe fallido fue el debilitamiento interno y a nivel internacional del presidente autoproclamado.
La reacción inmediata de la Administración Trump estuvo a cargo de John Bolton, artífice fundamental de la ofensiva contra Venezuela, quien a través de twitter realizó una promoción abierta a la desestabilización de la nación suramericana y enfatizó su respaldo absoluto a Guaidó. Posteriormente, se pronunció el Secretario de Estado, Mike Pompeo, y el vicepresidente Pence. El mandatario estadounidense se tomó su tiempo y fijó su posición un poco más tarde. Hasta ese momento, todos los representantes del gobierno estadounidense estaban bien coordinados en su línea de mensajes.
A medida que fue siendo evidente el rotundo fracaso de la denominada «fase final de la Operación Libertad», comenzaron las preocupaciones, la ansiedad y la frustración en la Casa Blanca principalmente dentro del equipo del Asesor de Seguridad Nacional, quien sabía que cargaría con el éxito o el desastre de este plan. Por lo tanto, en horas de la tarde, Bolton realizó una conferencia de prensa con el propósito de convertirla en una acción de control de daños.
La esencia de sus pronunciamientos fue responsabilizar a Cuba y Rusia por la incapacidad de Washington para lograr sus propósitos. Como resultado de su impotencia y desesperación, afirmó que el Ministro de Defensa venezolano, el presidente de la Corte Suprema y el jefe de la Guardia Presidencial «estaban de acuerdo con la salida de Maduro». Dentro de esta propia lógica de la manipulación y las noticias falsas se movió Mike Pompeo al plantear que el presidente venezolano había decidido abandonar el país y los rusos lo persuadieron de continuar en Miraflores. Estas declaraciones tenían la intención de promover la confusión, la desconfianza y la desunión dentro de las fuerzas bolivarianas, en especial, en los militares venezolanos.
Ante esta situación, el gobierno estadounidense consideró que debía adoptar un grupo de pasos dirigidos a pasar a la ofensiva e intentar revertir la dinámica de los acontecimientos. En ese sentido y a instancias de Bolton, fue convocada una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos el primero de mayo para evaluar diferentes opciones. Ese propio día, comenzaron a mostrarse públicamente las contradicciones entre la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Pentágono sobre la conveniencia o no de emplear la fuerza militar contra Venezuela.
Bolton y Pompeo iniciaron un despliegue de declaraciones enfatizando la posibilidad real de inclinarse por la variante militar como instrumento más efectivo para solucionar la situación. Teniendo en cuenta el contexto, sus palabras tenían la intención de que fueran tomadas en serio más allá de la desgastada frase amenazante de que todas «las opciones están sobre la mesa». Evidentemente, en la reunión en la Casa Blanca ambos funcionarios defendieron con vehemencia que los militares no se limitaran solamente a la elaboración de estrategias y planes de contingencia. Los halcones querían acción.
Por su parte, altos oficiales del Pentágono plantearon públicamente que favorecían las presiones económicas y diplomáticas contra Caracas dirigidas a priorizar una transición pacífica. Aunque señalaron que tenían previsto también opciones para el uso de la fuerza militar, estaba claro que se inclinaban abiertamente por evitar el empleo de los efectivos y medios del Departamento de Defensa en misiones combativas. Esta situación constituía una expresión de las contradicciones entre los asesores políticos de Trump y el alto mando militar. El debate sobre qué hacer ante el golpe fallido, expuso abiertamente la ruptura entre estos grupos de poder.
Como parte del interés de Bolton y Pompeo de incrementar la escalada y con el claro propósito de trasladar un mensaje intimidatorio al gobierno de Maduro y a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, el viernes 3 de mayo se realizó una reunión en el Pentágono dirigida a evaluar la implementación de planes militares. En el encuentro, además de los dos promotores principales del enfoque más agresivo también participaron el Secretario de Defensa y otros jefes militares. El objetivo mediático de esta sesión de trabajo fue posicionar la matriz de opinión que el empleo de la fuerza contra Caracas era una posibilidad real y creíble. Los grandes medios de la prensa estadounidense se hicieron eco de este mensaje sin conocer el contenido concreto de la reunión.
No obstante, ese propio día el presidente Donald Trump sostuvo una conversación telefónica con su homólogo Vladimir Putin y afirmó que el mandatario ruso no estaba involucrado en Venezuela y solo quería que sucediera algo positivo. El presidente estadounidense llegó a decir que coincidía con ese enfoque y que ambos estaban interesados en proveer alguna ayuda humanitaria. Las declaraciones de Trump fueron de alto impacto y generaron múltiples especulaciones sobre cómo interpretarlas.
Al margen de las diferentes opiniones sobre el contenido y alcance de estos pronunciamientos, lo que sí está claro es que reflejan la esencia de cómo el mandatario estadounidense se representa los próximos pasos para lidiar con el tema Venezuela que evidentemente no contemplan el empleo de la fuerza militar. Estas declaraciones descolocaron a Bolton y Pompeo, lo que ha debilitado públicamente sus posiciones de fuerza y ha contribuido a que comience un proceso progresivo de posicionamiento de espacios para el diálogo.
En ese sentido, el viernes 3 de mayo en la declaración del Grupo de Lima se acordó aprobar un punto que refiere: «hacer las gestiones necesarias para que Cuba participe en la búsqueda de la solución a la crisis en Venezuela», lo que constituye un cambio de relevancia en la posición de ese mecanismo sobre el rol de la Isla en esta situación. Este «viraje» necesariamente tuvo que colegiarse con el gobierno estadounidense que, tal vez, ante el consenso abrumador de los países miembros de este grupo no le quedó otra opción que acceder a explorar con la parte cubana determinadas opciones.
Como parte de estos esfuerzos, el premier canadiense sostuvo una conversación con el presidente cubano sobre la situación en torno a Venezuela, quien enfatizó «la necesidad de un diálogo con el mandatario Nicolás Maduro basado en el respeto a la soberanía de Venezuela y al Derecho Internacional sin amenaza ni intervención extranjera».
En este contexto, el 5 de mayo durante una entrevista televisiva, Mike Pompeo sorpresivamente afirmó que «estamos trabajando con los cubanos», aunque su enfoque estuvo matizado con el mensaje que su objetivo es que «Maduro se retire». Posteriormente, el 6 de mayo, el canciller ruso Lavrov sostuvo un encuentro con Pompeo en Finlandia. Al culminar el intercambio, la parte rusa trasladó que no ha encontrado a ningún país que realmente esté a favor de resolver la crisis venezolana mediante el uso de las armas, aludiendo a sus colegas estadounidenses, europeos y latinoamericanos.
Por su parte, el 7 de mayo se realizó la tercera reunión del Grupo de Contacto Internacional que promueve una salida negociada a la situación de Venezuela, lo que indica que se está reforzando después del golpe fallido la tendencia a descartar el empleo de la fuerza y acudir a la opción del diálogo.
El gobierno estadounidense está experimentando el fracaso de su estrategia contra Venezuela. Es un hecho que ninguno de los instrumentos que ha empleado en su política de cambio de régimen le ha funcionado en los tiempos que tenía previsto. Las variantes de actuación se le están agotando, están sufriendo un desgaste político y diplomático que cada día se profundiza, la coalición comienza a dar síntomas de fragilidad y cansancio, así como el presidente autoproclamado no tiene capacidad de convocatoria ni legitimidad.
El único instrumento que le falta por aplicar es la fuerza militar que si bien tiene gran poder destructivo, también podría más que solucionar la situación de Venezuela generar consecuencias impredecibles para la seguridad regional que afectarían directamente a Estados Unidos. Por lo tanto, el único camino es el diálogo que conduce a lo que es más necesario en estos momentos: la paz.
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