El jefe de la diplomacia estadounidense para América Latina y el Caribe, Brian A. Nichols, recientemente pronunció un discurso dedicado exclusivamente a la política hacia Cuba. El lugar seleccionado para la intervención fue la Universidad Internacional de la Florida (FIU) y en el auditorio sobresalían los denominados cubanoamericanos. Por lo tanto, se encontraba en una locación idónea y ante una audiencia ideal para compartir su visión sobre la proyección política de su gobierno hacia la nación cubana.
Sus pronunciamientos podrían estructurarse en dos momentos principales: en el primero realiza una breve descripción sobre el escenario interno en Cuba y el segundo está dedicado a las medidas adoptadas por su gobierno, en especial, a partir de los anuncios del 16 de mayo del 2022. Si nos preguntáramos cuáles son las palabras claves en su narrativa, se encuentran cuatro fundamentalmente: derechos humanos, régimen cubano, migración y apoyo al pueblo cubano. Es decir, el diálogo y la convivencia entre ambos gobiernos no aparece en su retórica, lo que prevalece es un enfoque esencialmente confrontacional hacia las autoridades cubanas.
El punto de partida de la intervención se articula a partir de tres ideas fundamentales:
1) El pueblo cubano está viviendo una de las circunstancias políticas, económicas y sociales más difíciles y nefastas en más de 60 años.
2) Los analistas de la realidad cubana sugieren que la situación económica es peor que cuando la del llamado “Período Especial” de la década del 90.
3) Muchos cubanos creen que no les queda ningún futuro en la isla.
A partir de esta lógica, Nichols afirmó “esa sensación de desesperación y el anhelo de mayores libertades condujeron a las protestas del 11 de julio de 2021, las manifestaciones a escala nacional más grandes en la historia reciente en Cuba”. Culmina esta idea haciendo alusión a lo que calificó como “fuerte represión gubernamental” contra los manifestantes.
En el segundo momento de su intervención, el funcionario del Departamento de Estado afirmó que el Presidente Biden les indicó actuar en dos áreas principales: 1) promover la rendición de cuentas del gobierno cubano por lo que señalan como “abusos contra los derechos humanos” y 2) explorar maneras para apoyar al pueblo cubano limitando al mismo tiempo los beneficios para el “régimen”. Sobre la primera área, destacó las sanciones selectivas que fueron anunciadas contra funcionarios cubanos y representantes de instituciones militares supuestamente vinculados a las protestas del 11 de julio.
En el caso de la segunda, fue más extenso y tomó como referencia el 16 de mayo del 2022 cuando fueron anunciadas varias medidas que abarcaron cuatro áreas fundamentales: migratoria, viajes, remeses y el sector privado en Cuba. Nichols comenzó enfatizando la complejidad de las tendencias migratorias que se manifestaron el pasado año. En ese sentido, resaltó que casi 300 mil cubanos cruzaron la frontera sur, lo que provocó una crisis que superó en número las oleadas migratorias del Mariel en 1980 y la que ocurrió en 1994. Precisó que esa cifra representaba prácticamente el 3% de la población estimada en Cuba. Paralelamente, se produjo un incremento significativo del flujo de emigrantes por la vía marítima.
En este contexto, explicó que su gobierno decidió adoptar dos pasos claves para “ampliar las opciones” y garantizar una migración legal, segura y ordenada. Por un lado, reanudó el Programa de Reunificación Familiar y más recientemente ha puesto en marcha un nuevo programa de Parole Humanitario en el que Washington se comprometió a conceder este beneficio a 30 mil personas de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Haití cada mes. Resaltó que se han obtenido resultados favorables y que la emigración irregular ha decrecido de manera notoria.
Por otra parte, hizo alusión a otras medidas como el restablecimiento de los vuelos a las provincias del país, así como a las denominadas “conexiones educativas” entre el pueblo estadounidense y el pueblo cubano a través de la autorización de viajes en grupo dentro de la modalidad “people to people”. Estas acciones las enfocó como parte de los intercambios para favorecer al pueblo cubano sin beneficiar al gobierno.
En su discurso enfatizó los pasos adoptados para aumentar el “apoyo” a los empresarios cubanos independientes y a los que denominó como “ciudadanos de a pie”. Ejemplificó con la eliminación del límite al envío de remesas y se centró en argumentar las medidas hacia el sector privado cubano que las organizó en tres dimensiones fundamentales:
1) Apoyar a los empresarios privados mediante la autorización de viajes para reuniones o conferencias profesionales, incluidas las que ayudan a conectar al sector privado estadounidense con los empresarios cubanos, brindando oportunidades para la creación de redes y la capacitación.
2) Ampliar el acceso a los servicios y herramientas tecnológicas que permitirán a los empresarios cubanos iniciar o hacer crecer sus negocios y prosperar en la economía digital global, lo que creará puestos de trabajo y oportunidades para el pueblo cubano.
3) Explorar la ampliación del acceso a servicios alojados en la nube y otras herramientas de desarrollo para el pueblo cubano. Estas herramientas ayudarán a la sociedad civil a conectarse entre sí y facilitarán el flujo de información dentro y fuera de la Isla.
Los pronunciamientos de Nichols constituyen un ejemplo muy ilustrativo de cómo el gobierno estadounidense y, en especial, el Departamento de Estado pretende ignorar por completo la esencia del estado actual de las relaciones bilaterales y la inconsistencia de su retórica con la práctica.
No es posible abordar el enfoque de la política estadounidense hacia Cuba sin reconocer que está sustentada en un sistema de medidas y acciones que tiene el propósito inmediato de causar un daño sistemático, integral y profundo al pueblo cubano. Por lo tanto, su narrativa proteccionista no se ajusta al diseño y despliegue de la política de máxima presión. La lógica imperante es privar al país de sus fuentes de ingreso, entorpecer la inversión extranjera, los suministros de combustibles y la captación de divisas bajo el despliegue de acciones no convencionales empleadas tradicionalmente en tiempos de guerra.
Sin tener en cuenta este contexto, no es posible evaluar con objetividad el incremento dramático del flujo migratorio de cubanos en un corto período de tiempo como tampoco la profunda crisis económica en que está sumergida la nación cubana. Existe una evidente relación de causa y efecto entre la política del gobierno estadounidense y la evolución de la situación interna en Cuba.
Por otro lado, la prioridad que le conceden en su estrategia y en su discurso al empresariado cubano no ha encontrado condiciones para que se exprese en la realidad a partir de que su propia política tiene inconsistencias que obstaculizan la pretendida promoción del sector privado en Cuba. En ese sentido, destacan las fuertes limitaciones que persisten en el área financiera, comercial y de inversión debido a las regulaciones estadounidenses. No es posible un crecimiento de ese sector en la Isla bajo las condiciones sin precedentes en que se está aplicando actualmente la política de bloqueo.
Por lo tanto, la retórica del gobierno de Biden no acaba de poner sus pies en la realidad y de esta manera se sumerge en sus propias inconsistencias como resultado de una política obsoleta y fracasada que no es capaz de alcanzar sus objetivos, entre otros factores, debido a que no está empleando de manera adecuada los instrumentos que tiene a su disposición. Es una especie de lo que desde la visión estadounidense llaman “estado de negación”.
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