Estados Unidos ha empleado sistemáticamente la denominada política del cambio de régimen contra decenas de países en el mundo. Desde el siglo XIX hasta la actualidad, los diferentes gobiernos estadounidenses han promovido golpes de Estados, guerras no convencionales e invasiones militares de gran escala para imponer sus intereses a nivel global. La evidencia histórica ha demostrado que han tenido éxitos, pero también han fracasado rotundamente.
A partir del posicionamiento internacional de Estados Unidos como superpotencia mundial y su proyección imperialista, intenta sistemáticamente consolidar y construir en las áreas de influencia estratégica su sistema de dominación. En la actualidad, su capacidad para imponer abiertamente sus objetivos está debilitada a partir de que transita desde hace varios años por un proceso de declive relativo de su hegemonía condicionado por problemáticas internas y de índole internacional. Otros centros del poder mundial, especialmente, China y Rusia le están desafiando de manera creciente su poderío en múltiples frentes.
Este escenario ha provocado que Washington tenga que lidiar con un contexto mundial plegado de retos y desafíos a sus ambiciones imperiales que, indiscutiblemente, le han impuesto límites a sus posibilidades reales de cumplir sus objetivos. En ese sentido, cuando implementan la «política de cambio de régimen» contra un gobierno se encuentran con una fuerte resistencia que culmina en evidentes fracasos. Aunque cuentan con los recursos para destruir naciones, han demostrado que no tienen la capacidad de estabilizarlas y el resultado final es la guerra civil, el caos y la desestabilización con serias implicaciones para la seguridad regional e internacional.
Dada la experiencia histórica a partir del despliegue durante varios años de esta política, puede afirmarse que existe un modelo general de «cambio de régimen» que constituye una herramienta de análisis muy útil para explicar los fundamentos y pilares en que se sustenta esta forma de intervención. Sus componentes esenciales son: objetivos a alcanzar, premisas o puntos de partida, instrumentos a emplear, plan de acciones y contexto en el que se desarrolla. Todas estas variables están interrelacionados y se expresan contra un país en una situación socio-histórica concreta.
Atendiendo a estos elementos, cuando el gobierno estadounidense decide promover el cambio de régimen contra una nación, estaría aplicando un modelo específico a partir de las peculiaridades del escenario interno, regional e internacional. No obstante, los fundamentos del modelo general no se modifican. En ese sentido, resulta útil analizar el caso específico de Venezuela teniendo en cuenta estos aspectos, lo que contribuiría a un mejor entendimiento de la estrategia y la táctica que ha implementado Washington contra Caracas.
Los objetivos: Entre la retórica y la realidad
El gobierno estadounidense ha presentado históricamente su interés de derrocar un gobierno a partir de varios argumentos: restaurar la democracia, defender los derechos humanos, evitar una crisis humanitaria, preservar la seguridad nacional o eliminar armas de destrucción masiva. Algunos de esos pretextos se han empleado después del 11 de septiembre en los casos de Afganistán, Iraq y Libia. El resultado ha sido la destrucción y una situación de permanente inestabilidad.
En los casos de Cuba, Corea del Norte, Siria y Venezuela se han empleado varios argumentos y Estados Unidos ha desplegado lo que podría denominarse una «política de cambio de régimen prolongada» con el empleo de múltiples instrumentos. El resultado ha sido un fracaso y han demostrado su incapacidad de forzar un cambio. Aunque cada uno de estos países tiene sus características, el denominador común ha sido la resistencia de sus pueblos, la unidad en torno al liderazgo político, la habilidad e inteligencia para sortear los obstáculos, así como la lealtad de las fuerzas militares y de seguridad.
Con relación a Venezuela, los objetivos son múltiples y tienen una dimensión económica, política, geopolítica y militar. El propósito más ambicioso es apoderarse de sus inmensas riquezas naturales que incluyen el petróleo, gas natural, diamante, oro, coltán, recursos hídricos y una vasta biodiversidad. Este objetivo es defendido con gran intensidad por los grupos de poder económico estadounidenses que requieren, de manera acelerada, la expansión de su capital.
Desde el punto de vista político, el mayor interés es derrocar el gobierno de Nicolás Maduro e imponer una figura de la oposición subordinada a los intereses de Washington, lo que constituye una condición necesaria para comenzar un proceso de dominación sobre los recursos e instituciones de esa nación. Este enfoque se concreta en lo que se ha denominado como la «transición hacia la democracia».
En términos geopolíticos, en la nación suramericana están presentes potencias extrahemisféricas como son los casos de China y Rusia que con considerados por el gobierno venezolano como socios estratégicos. Ambos países tiene importantes intereses en áreas como la infraestructura, el transporte, las telecomunicaciones, la construcción, el petróleo y en materia de defensa. Estos vínculos constituyen una expresión del creciente posicionamiento de Beijing y Moscú como parte de sus propósitos de extender su influencia en otras regiones del mundo más allá de lo que se considera como sus «áreas de influencia exclusiva». Washington percibe como una amenaza a su seguridad nacional este tipo de «intromisión en su traspatio». Por lo tanto, en su lógica un cambio de régimen en Venezuela debilita la capacidad de estas potencias y le otorga una ventaja en esta pugna geopolítica.
Aunque Estados Unidos cuenta con capacidad operacional en el área para desplegar medios y fuerzas militares con inmediatez, así como preserva posibilidades de monitoreo y vigilancia tecnológica en la región, la ubicación privilegiada de Venezuela constituye un atractivo para los mandos militares en términos de mayor control del sistema de seguridad hemisférico.
Las premisas: El cálculo político
La decisión política de iniciar un cambio de régimen constituye el proceso final de una evaluación sobre los objetivos, los instrumentos y, en especial, un estimado sobre lo que podría pasar y la capacidad para lograr esos resultados en un período de tiempo limitado. Por lo tanto, existe un cálculo político anticipado de lo que sucedería. Esta aritmética es realizada por parte de la potencia que promueve la ofensiva. No obstante, solamente es posible constatar si las premisas son fallidas o no cuando se implementan las acciones. En el caso de Venezuela, el gobierno estadounidense partió de los siguientes supuestos:
1. El gobierno de Nicolás Maduro no podrá resistir un régimen de sanciones de alto impacto que pondrá al país al borde del colapso. Maduro no tendrá otra opción que renunciar a la presidencia.
Esta premisa estaba sustentada en la supuesta incapacidad del gobierno venezolano para gestionar la vida política, económica y social de la nación. El efecto deseado era la promoción de disputas y rivalidades políticas entre los líderes del país y la fractura de su unidad política en torno a Maduro, lo que tendría como desenlace final la salida del mandatario.
2. El pueblo venezolano no está en condiciones de resistir un deterioro sustancial de la economía y su calidad de vida. No tendrá otra alternativa que exigir un cambio político y apoyar un proceso de transición.
Esta premisa estaba argumentada sobre la lógica de que los venezolanos están atravesando una fuerte crisis económica que se ha prolongado durante varios años y ha impactado en el apoyo al gobierno venezolano. Por lo tanto, la sociedad está muy polarizada y amplios sectores demandarán un cambio de gobierno.
3. Una figura de la oposición política tendrá la capacidad de movilizar a los sectores populares descontentos y contará con un fuerte apoyo a nivel social, e incluso, será respaldado por determinados representantes del gobierno. La comunidad internacional también lo legitimaría.
Esta premisa estaba montada sobre la lógica que la oposición obtuvo la mayoría en las elecciones a la Asamblea Nacional y podría ampliar su capital político ante un escenario de deterioro progresivo de la situación interna.
4. La Fuerza Armada Nacional Bolivariana ante la situación de desestabilización interna que se creará y el descontento popular reaccionará retirándole su apoyo al mandatario venezolano, así como respaldará un proceso de transición.
Este supuesto estaba sustentado en la idea que los militares venezolanos tomarían distancia del gobierno venezolano y el Alto Mando concluiría que lo más conveniente para preservar sus responsabilidades era apoyar un cambio de régimen.
5. La comunidad internacional aislará y sancionará al gobierno de Nicolás Maduro, lo que disminuirá la capacidad de apoyo que le brindará Rusia y China.
Esta premisa consideraba que Washington estaría en condiciones de establecer una coalición internacional suficientemente sólida que le permitiera lograr el aislamiento de Caracas no solo en la región sino en el sistema multilateral de Naciones Unidas.
La evolución de los acontecimientos en Venezuela han demostrado que el gobierno estadounidense partió de premisas fallidas, lo que ha provocado que los artífices de esta estrategia hayan transitado del entusiasmo inicial a la frustración actual.
Continuará…
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