Contrapunteo

Divisiones, encuestas amañadas y golpistas al acecho en subnacionales bolivianas

26 feb. 2021
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Bien agitado ha sido febrero y planea serlo marzo en materia electoral para América Latina. Las presidenciales ecuatorianas siguen generando noticia a diario, aún y cuando ya están finalmente definidos los contendientes de la segunda vuelta. El próximo domingo, tocará el turno a las fuerzas políticas salvadoreñas que se medirán en urnas para pujar por la mayoría parlamentaria y una semana más tarde, se realizarán los comicios subnacionales bolivianos.

En Bolivia, el Movimiento al Socialismo volvió a la escena política en grande a fines de 2020, dominando el gobierno y cómodamente también ambas cámaras de la Asamblea Legislativa Plurinacional. Ahora en 2021, el MAS va a por las gobernaciones y alcaldías en manos de la oposición y tratar de superar los resultados de las regionales de 2015 en las que, a pesar de haberse impuesto por mayoría, tuvieron sensibles derrotas en puestos claves.

Las subnacionales del próximo 7 de marzo, más allá del término muy a lo boliviano, buscan elegir los gobernadores de los 9 departamentos del país y los alcaldes de los 336 municipios. Los comicios abarcan además la elección de concejales, otros cargos públicos locales y algunas autoridades legislativas departamentales, pero son las gobernaciones y alcaldías los verdaderos trofeos en la disputa. Y en esta carrera ya hemos tenido de todo un poco, incluido candidatos muertos por Covid-19.

Para que se tenga una idea general sin atiborrar nombres o estadísticas, vayamos a lo más relevante. Dos de los rostros principales del golpismo del pasado año están en competencia y aspiran a convertirse en gobernadores: la expresidenta Jeanine Añez, quien se postula por Beni, esa que le cogió el gusto a la silla presidencial e hizo de todo por aferrarse a ella pero solo trascendió por una precaria gestión; y el excandidato presidencial Luis Fernando Camacho, el de los grandes mítines en Santa Cruz, donde fungía como presidente del Comité Cívico, que de cívico lo justito, porque sus llamados a la violencia callejera fueron constantes y por ello existen investigaciones en curso que lo involucran como financista de las movilizaciones para sacar a Evo Morales del poder, entre las evidencias hay un video filtrado en el que confiesa que su padre lo ayudó a recabar todo el apoyo de los militares para que se reviraran contra Morales. Y ahora quiere dominar la máxima instancia departamental de su natal Santa Cruz.

Estos dos personajes deberían en buena lid estar siendo procesados por su participación directa o indirecta en las masacres y violaciones a los derechos humanos que ocurrieron durante el golpe de Estado, e invalidados para participar en política. Pero el gobierno de Luis Arce ha preferido dejar que se postulen por aquello de que no recurran a las acusaciones de siempre contra la izquierda: «dictadores» y «abusivos del poder» que intentan anular a la oposición para beneficiarse en los comicios.

Hay un tercer nombre con grandes pretensiones, no tan vinculado al golpe de 2019, pero que aprovechó el contexto golpista para regresar por la puerta ancha a Bolivia pues se encontraba prófugo en Estados Unidos. Se trata de Manfred Reyes Villa que quiere la alcaldía de Cochabamba un puesto codiciado que ya tuvo en el pasado; este sujeto es un militar entrenado en la Escuela de las Américas en Panamá y político curtido en todo tipo de curso de malversación y corrupción, con crímenes probados, sanción dictada pero un experto en huir de la justicia. Y ahora pretende volver a la política, supongo que por aquello de seguir sacando buenas tajadas.

Por otro lado, hay una figura que también alcanzó notoriedad en los meses de convulsión política, pero del bando opuesto, de los sacados por la fuerza del gobierno. Se trata de Eva Copa, quien, en la avalancha de renuncias de funcionarios afines a Evo Morales, terminó liderando coyunturalmente el Senado. La joven, de apenas 34 años, se ganó muchos más seguidores por entonces y ahora mismo es amplia favorita a la alcaldía del Alto, para algunos la segunda, para otros la tercera ciudad más importante del país, por su densidad poblacional, posición, protagonismo político entre otros elementos.

Aquí el asunto es que Copa ya no representa al Movimiento al Socialismo, hubo una ruptura sin retorno con el MAS, como lo ha definido ella misma, en circunstancias aún no muy claras, que van desde presuntas traiciones o deslealtades hasta aspiraciones personales de poder de más de uno. Lo cierto es que ahora Eva Copa representa a una agrupación que se define también de izquierda y apegada a los indígenas denominada Jallalla, que le ha sacado un buen trecho a los masistas y ha acentuado las divisiones tan perniciosas para el progresismo que siempre compite en desventaja por los estigmas que le cuelgan sus detractores.

El tercer tema importante de estas elecciones: las encuestas, que curiosamente han sido pocas, muy pocas, si se tiene en cuenta que lo normal es la llamada «encuestitis» como lo definiera el analista boliviano José Rafael Vilar. Los sondeos divulgados dan como gran perdedor al MAS, pues en los puestos claves, bien gobernaciones, bien alcaldías, casi todos los aspirantes del partido oficialista se presentan en franca desventaja, según las exploraciones de estas empresas.

El verdadero problema es que estas encuestadoras parecen estar bastante amañadas, no porque ahora mismo estén favoreciendo a los partidos de oposición, sino porque en las presidenciales también se equivocaron y por márgenes de error inconcebibles para este tipo de estudios de opinión. Lo normal, según sus propias reglas, es que en unas elecciones presidenciales el rango máximo de error sea de un 3% y con Arce tuvieron más de un 20% de desacierto. ¿Por qué creerles en este minuto cuando le vaticinan números tan escasos a los masistas? ¿Será que le han cogido el gusto o la renta, a esto de manipular la intención de voto?

Por lo pronto, ya tienen a la justicia investigando estas incongruencias. De todas formas, toca a los bolivianos volver a hacer uso de su papeleta con conciencia histórica y sin interferencias para preservar la democracia y decantarse por la opción de propuestas más creíbles y cercanas a su realidad.

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