Como una expresión de la profunda crisis política que vive Estados Unidos, Biden y Trump se ubicaron en dos polos extremos en sus respectivos discursos a la nación. El actual presidente en la ceremonia de toma de posesión describió una nación esencialmente dividida, herida e insegura. Por su parte, el mandatario saliente en su mensaje al pueblo estadounidense dibujó un país próspero, fuerte y respetado. Estas visiones encontradas es una muestra de la grave situación por la que están transitando y evidencia lo difícil que será lograr lo que más remarcó Biden en su intervención: la necesidad de la unidad.
El discurso de investidura del actual mandatario reflejó con cierta objetividad las complejas problemáticas que vive esa nación, aunque por supuesto no fueron abordadas las contradicciones estructurales más profundas que explican por qué Estados Unidos se encuentra quizás en la peor crisis de su historia. Biden partió de la premisa que hay mucho que reparar, restaurar, sanar y construir. Por lo tanto, su mensaje dejaba claro que está recibiendo un país con un fuerte nivel de deterioro hacia lo interno y en su proyección internacional.
Enfatizó que la pandemia en tan solo un año ha tomado tantas vidas como la cifra de estadounidenses que murieron en toda la Segunda Guerra Mundial, lo que ilustra el impacto desgarrador que ha tenido un virus que el sistema no ha sido capaz de contener. En la intervención recalcó entre los principales desafíos el incremento del extremismo político, el supremacismo blanco y el terrorismo doméstico.
Biden enarboló como fórmula salvadora para restaurar el alma de la nación y asegurar el futuro de Estados Unidos: la unidad. Señaló que hay que estar unidos “para pelear contra los enemigos que enfrentamos: el enojo, el resentimiento y el odio”. En este contexto, reconoció que hablar de unidad en estos días podría sonar como una fantasía estúpida debido a que conocía que las “fuerzas que nos dividen son profundas y reales”. No obstante, con un tono esperanzador dijo que pueden generar buenos puestos de trabajo, garantizar escuelas seguras, reconstruir la clase media y brindar cobertura de salud para todos.
Como parte de su intención de trasladar la necesidad de estar unidos, explicó que sin unidad no hay paz por lo que planteó que sería el presidente de todos los estadounidenses. Reconoció que muchas personas están viendo el futuro con miedo y dejó claro que están entrando en lo que “puede ser el período más fuerte y mortífero de la pandemia”. Con relación a la proyección externa, señaló que repararán sus alianzas y se comprometarán con el mundo una vez más para enfrentar los desafíos de hoy y del mañana. Señaló que serán un “socio fuerte y confiable para la paz, el progreso y la seguridad”.
En esencia, remarcó que enfrentan un ataque a su democracia, un virus encolerizado, un crecimiento de la inequidad, el racismo sistémico y las implicaciones del cambio climático. Partiendo de este escenario, concluyó que cualquiera de estos desafíos era suficiente para convertirse por sí solo en un gran reto pero lo más difícil es que tienen que lidiar con todos a la vez. Al cierre de su intervención dijo: “debemos escribir una historia de esperanza, no de miedo, de unidad no de división, de luces no de oscuridad, de decencia, dignidad, amor, de curación, de grandeza. Esta debe ser la historia que nos guíe”.
Por su parte Donald Trump empleando su habitual retórica triunfalista, desconoció todas las consecuencias negativas que generó a la mayoría del pueblo estadounidense durante su gestión de gobierno. Se desmarcó de cualquier responsabilidad y como parte de un ejercicio de cinismo sin límites dijo: “todos los americanos estuvimos horrorizados por el asalto a nuestro Capitolio. La violencia política no puede ser nunca tolerada”.
Es decir, el principal promotor de los sucesos del 6 de enero estaba repudiando lo que él mismo generó. Ese mensaje solo puede ser explicado atendiendo al rechazo que provocó este acontecimiento en amplios sectores de su base electoral. Varios seguidores de la concepción “América Primero” sintieron que esos grupos que asaltaron la sede del Congreso no representaban sus intereses.
Por lo tanto, Trump se vió obligado a dirigirse hacia millones de sus votantes sobre todo para preservar y mantener energizada a estas personas teniendo en cuenta sus ambiciones políticas de cara al futuro. En este sentido, durante su intervención refirió: “construimos el movimiento político más grande en la historia de nuestro país”.
Señaló que restauraron la fortaleza americana hacia lo interno del país y el liderazgo a escala global. Llegó a decir: “nuestra agenda no era sobre derecha o izquierda, no era sobre republicanos o demócratas, era por el bien de la nación”. Enfatizó que fabricaron una vacuna en solo nueve meses y lo comparó con el hecho que a otra administración le hubiera tomado quizás hasta 10 años. Identificó como el principal problema de Estados Unidos y su mayor peligro “la pérdida de confianza en nosotros mismos”.
Sobre la política exterior de Washington y su rol en el escenario internacional, planteó que lograron que el mundo los respetara nuevamente y lanzó la siguiente solicitud: “por favor, no pierdan ese respeto”. Dijo que revitalizaron las alianzas y que estaba especialmente orgulloso de ser el primer presidente en décadas que no comenzó nuevas guerras.
Por último y con un tono casi amenazante señaló: “yo quiero que ustedes sepan que el movimiento que empezamos es solamente el comienzo”. Con relación a este aspecto, ya está trascendiendo en algunos medios de la prensa estadounidense que el exmandatario valora seriamente crear un tercer partido. Por lo tanto, se va Trump de la Casa Blanca pero seguirá el trumpismo.
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