Millones de guatemaltecos asisten cada 1ro. de noviembre con flores o comidas a los cementerios para recordar a sus difuntos, mientras familiares de 45 000 desaparecidos en la guerra civil (1960-1996) carecen de un lugar físico para honrarlos.
Estuardo Santa Cruz Molina es uno de esos guatemaltecos de los que no se ha sabido nada más desde el 26 de octubre de 1984.
Su familia lo evocó como estudiante, combatiente y poeta en una reunión de amigos, quienes acudieron a la casa de Marina (madre), Lycaste y Valentina (hermanas), y Celia, Sofía, Fernando y Juan Carlos (sobrinos).
En el 30 aniversario de la desaparición de Estuardo, se leyeron versos y se habló de la trayectoria revolucionaria de aquel muchacho. Un niño o joven sonriente se apreciaba en las fotos que presentó su familia aquel día.
Desde Costa Rica también llegaron, vía skype y telefónica, los mensajes de sus otros hermanos Juan Carlos y Raúl.
Al menos 245 000 personas perdieron la vida o desaparecieron durante el conflicto armado guatemalteco de 36 años, constató la Organización de Naciones Unidas en 1999.
En el informe Memoria del Silencio, elaborado por la ONU, se comprobó que el 93% de las atrocidades cometidas durante la guerra guatemalteca fueron ejecutadas por efectivos del Ejército, paramilitares y otras fuerzas armadas del Estado.
El 24 de abril de 1998, dos días antes de su homicidio, monseñor Juan Gerardi divulgó el volumen Guatemala Nunca Más, redactado cuando fungía como director de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala.
En el Informe de Recuperación de la Memoria Histórica se explica, entre otros aspectos, la estrategia del terror aplicada por fuerzas estatales, que incluía represión selectiva sobre líderes, hostigamiento familiar y comunitario, terror ejemplarizante y el miedo para la colaboración.
*Tomado del libro: Guatemala a segunda vista. Esencias culturales (Ocean Sur, 2020).
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