Proposiciones

Cuba no adoctrina: orienta, y uno elige (obra finalista)

14 dic. 2018
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A Julián lo conocí en un Diálogo de Generaciones[i]. Llegó tarde y quiso ponerse al tanto escudriñando cada detalle en las palabras del Doctor Luis Toledo Sande, relevante estudioso de la obra de José Martí. Luego arremetió a preguntas. Le noté seguro, cargado de argumentos, con un bagaje en temas de la Historia de Cuba poco común para un extranjero de su edad —31 años en ese entonces—. Al terminar fue el primero en socializar, en intercambiar números, correos. Incitaba a retomar el diálogo, a conversar, incluso con cierto dejo polemista.

Julián conoce cada municipio de Cuba, te habla de barrios recónditos. Ha tenido el privilegio de compartir en comunidades, y hasta ha debido correr por culpa de un marido celoso luego de una interacción de dinámica social. Sabe tanto de los cubanos que se ha convertido en uno de ellos.

Hago varios intentos por llegar a él, pero no accede a la entrevista. Ya está carcomido por ese brote de modestia que le da muchas veces a los buenos. Entro al chat y le presiono. «Está tendrá que ser una conversación a distancia, por Facebook, pero no podrás escapar», tecleo. No hay resultado. Entonces presiono más: «Hay gente que necesita saber cómo la Revolución cubana puede transformar a una persona». Y entonces cede…

Nací el 4 de agosto de 1983 y desde muy joven, después de tener una infancia alegre, comencé a sufrir por las contradicciones de la violencia intrafamiliar, debiendo huir hasta un barrio popular de Bogotá, donde muchas personas han terminado resguardándose por causa de la propia violencia, por ausencia de oportunidades, por cuestiones económicas o de otra índole en las que se necesita ayuda. Éramos tres, mi mamá, mi hermano y yo.

¿Cómo estas circunstancias inciden en el pequeño Julián?

Marcaron un cambio radical en mi vida. Muy pequeño comencé a reconocer el valor del trabajo. Veía a mi madre trabajar desde muy temprano en la mañana hasta altas horas de la noche y luego, sin descanso alguno, dejarlo todo listo en el hogar para la siguiente jornada. Dije «veía», pero casi no la veíamos, lo que nos fue generando además de la independencia, herramientas para también abastecernos y colaborar con esa madre sacrificada. Así fue como mi hermano y yo comenzamos a asumir responsabilidades desde muy niños, y también empezamos a buscar el sustento. Trabajo desde los 12 años. Inicié en el mercado escogiendo frutas, ayudando a cargar sacos y cajas de tubérculos. Después fui creciendo y aprendiendo otros oficios. Laboré en una panadería, vendiendo zapatos, de mensajero… siempre con la intención de ayudar a mi madre y de tener algo para mí.

¿Abandonaste la escuela?

Para nada. Mi madre siempre se sacrificó por ello, a pesar de los dolores de cabeza que le daba en la escuela, ya que además de los reiterados llamados de atención por parte de los maestros, por temas disciplinarios, poseía dificultades de aprendizaje; de hecho me diagnosticaron dislexia y TDAH (trastorno de atención e hiperactividad) —creo que todavía los tengo—. Luego esa energía la canalicé a través del deporte. Esa fue mi primera vocación, practicar deportes, cerca del alto rendimiento, pero sin poder trascender, por las propias condiciones económicas y la corrupción en este ámbito a todos los niveles, a pesar de tener el apoyo de los padres de mis amigos que, también humildes, no podían frente a las coimas e injusticias en las decisiones. Así continúe estudiando o trastabillando en el centro escolar, y desperté inquietudes sociales en una comunidad sumamente hostil.

¿Algún refugio, una actividad en la que te sintieras protegido?

Tuve un paso por la iglesia católica, fui acólito o monaguillo, y llegué incluso a sacristán. También me vinculé al seminario menor un par de meses. Pero me decepcioné de la iglesia, pues ya comenzaban algunas situaciones de acoso sexual a algunos compañeros acólitos en el seno de la parroquia donde asistía. Situaciones complejas, como el ejercicio de la política, por ejemplo: el sacerdote de la iglesia en la que me encontraba, decía que debían apoyar a X o Y candidato, porque era quien aportaba para la sostenibilidad de la institución eclesial, y que este personaje sí era un verdadero católico. También se activaron factores de riesgo alrededor de todo el barrio donde habitaba, el consumo de drogas, las muertes violentas… Y eso fue formando la perspectiva de lo que era mi entorno y de lo que no quería ni debía hacer.

¿Y los estudios?

Culminé la primaria y la secundaria, debí trabajar para ayudar en la casa y poder aspirar a estudios. Me presenté a la universidad pedagógica, aprobé para cursar Cultura Física; no obstante, al iniciar me expulsaron por participar en una manifestación en sus alrededores. Como la mayoría de las personas humildes en Colombia, apliqué también para la Universidad Nacional, a la que se presentan como única manera de poder acceder a la educación superior cientos de miles de jóvenes cada año. Lograr un cupo, más que una cuestión de conocimientos, es una fortuna. No fue la mía.

¿Te diste por vencido?

No, debía hacer algo, empecé a estudiar «mesa y bar», y a trabajar informalmente en ello. Luego ingresé a la Escuela Superior de Administración Pública, en la cual alcancé el segundo semestre, pero debí salir nuevamente para trabajar, hasta que pude acceder a la Fuerza Aérea, para laborar como barman.

¿Cómo llegas a Cuba?

Siempre mantuve la inquietud de seguir estudiando y apliqué para una beca en el Instituto Colombiano de Crédito Educativo y Estudios Técnicos en el Exterior (ICETEX)?, donde ofertaban cupos para tres carreras en la República de Cuba. Apliqué para Ingeniería en Alimentos. Hice el proceso y así fue como pude llegar sin intermediarios a suelo cubano; nadie me pidió nada, no fui condicionado, simplemente pasé por un proceso de selección. Ya en la Isla tuve algunos problemas, porque no había pedido la baja de la Fuerza Aérea, pero eso se resolvió luego, aunque me trajo varias dificultades.

¿Qué tipo de dificultades?

Yo laboraba en el Comando Central de la Fuerza Aérea, en el Ministerio de Defensa, y entonces pensaban que el haberme ido para Cuba era algo sospechoso. Existió el rumor de que yo podía ser guerrillero. Incluso en Cuba, para algunas personas y algunos refugiados, se pensaba que yo era un infiltrado o un paramilitar. Eso me acarreó bastantes problemas y enfrentamientos.

¿Qué fue lo más difícil en esos primeros momentos?

¿Lo más difícil?, ¡uf!, bastantes cosas, pues llegar a Cuba sin un solo centavo, sin la posibilidad de tener para comprar un refresco, sin conocer a nadie… podía generar un temor inmenso. Sobre todo, sin la posibilidad de volver a Colombia, por propias amenazas contra mi vida producto de la situación de la Fuerza Aérea, además de un incipiente liderazgo en mi comunidad que me convirtieron en objetivo, lo cual era sumamente complejo. No obstante, poco a poco se fueron desvaneciendo dichos temores por la calidez del pueblo que me acogió, y que acoge a todas las personas que llegan a ese maravilloso archipiélago. Realmente es impactante la manera como se entregan de corazón. Llegar a Cuba fue desbordante, no solo por lo bella que es, sino por lo distinta que puede resultar de Colombia, más cuando uno es de la cordillera y no del Caribe. Nos faltan entonces las montañas, la urbe al llegar al archipiélago. Es difícil adaptarse.

¿Qué panorama encontraste en el país? ¿Era lo que imaginabas?

Yo sabía de Cuba por las noticias buenas, malas, regulares; por las noticias sobre una dictadura de los Castro, por el amarillismo de las noticias. Pero también por el papel fundamental que cumplía en el ejercicio de la política mundial. De una u otra manera siempre se conoce de Cuba por la cultura, el tabaco, el ron, sus mujeres… Yo tenía muchas ganas de estudiar. Aunque era producto de esa realidad hostil, de esa realidad de confrontación, violencia, de agresividad que había vivido hasta el momento, mantenía la inquietud de buscar algo diferente, de no repetir esa dinámica, de buscar el bienestar para los que me rodeaban.

¿Cómo valoraste el nuevo entorno?

Admiré de inmediato a su gente, su solidaridad, su desinterés… Es algo que solo comparándolo con otras sociedades lo puedes notar. Admiré el carácter y firmeza de las personas y la proyección de Cuba como nación ante el mundo; sin importar las mentiras y lo malo que se diga en su contra.

¿Qué significó iniciarte en un ámbito estudiantil diferente al que habías experimentado?

Al principio fue complejo, yo pensaba que Ingeniería en Alimentos era algo más fácil, estudié 20 días y transcurrido dicho tiempo realicé un cambio con un compañero paraguayo que no quería estudiar Historia. Hice un año de Historia con enormes docentes como Ángel Pérez Herrero, Oscar Loyola y otros; algo que agradezco muchísimo, pues cambiaron mi perspectiva del mundo y la cultura general comenzó a aumentar. Empecé a descubrir verdaderamente el planeta, pero después cambié a un destino inevitable: la Psicología.

Háblame de la Universidad…

Hay algo que nadie duda, a pesar de las calumnias que existan sobre Cuba: la calidad en la educación, su capacidad de formar creadores, personas útiles para las sociedades en las cuales conviven. Un acervo de conocimientos fenomenal, el cual constituyó siempre una meta, ya fuere a través de pregrados, postgrados o incluso mediante el intercambio con los cubanos.

Fuiste alumno integral en varias categorías, hasta en deporte…

Estuve a un pinito de ser atleta Caribe, obtuve varias medallas en diferentes disciplinas y tuve la oportunidad de representar a mi Universidad a nivel nacional, con excelentes resultados. Son algunos reconocimientos deportivos que me regocijaban, porque implicaban sentirme enorme en tierra de campeones; lo mismo digo de participar en los eventos académicos y el Fórum de Historia, donde conocí a jóvenes investigadores de gran talla.

Recibiste reconocimiento como el mejor estudiante extranjero en la República de Cuba en el año 2011. Seguramente uno de los mayores orgullos en esta etapa.

Hay un orgullo muy particular y distinto a los premios o los trofeos, y es el haber pertenecido a la FEU, organización en la que se han fraguado cambios trascendentales para la Cuba de hoy. Esa FEU luchadora, contestataria, esa FEU actual en la cual los jóvenes confían y de manera crítica y patriótica también discuten, proyectan y perfeccionan la Revolución, ha dejado una huella imborrable en mi corazón.

Hay quienes ven a la universidad como una etapa, más que de formación, de definiciones…

Actualmente veo compañeros de estudios a través de fotografías y reportes noticiosos, en el Consejo de Derechos Humanos, en la Asamblea General de la ONU, o en la UNESCO, representando a su país; y eso me da la medida de que en realidad en los distintos eventos, en los distintos espacios donde teníamos discusión científica, política, realmente me encontraba con jóvenes excelentemente preparados. Y digo la verdad, la gran mayoría de los cubanos están preparados y en muchos lugares donde se encuentran, son los mejores en sus oficios, tienen un enorme potencial que parte del sistema educativo del archipiélago, pero parte también del propio ADN nacional.

¿Algo que haya tenido una significación especial…?

En lo académico, en lo estudiantil, en lo humano… son muchas esferas, muchas anécdotas, muchas historias y situaciones…Y también, cómo no, tantos profesores maravillosos que pude encontrar en la vida, que me dieron una visión no solo de Cuba, sino con enfoque latinoamericano, antillano, caribeño y del mundo, como humanidad, visión integral, holística, el no olvida al ser humano en sus relaciones sociales, su entorno y la inquietud por hacer un mundo mejor... Definitivamente, más que de un aspecto o suceso en específico, me siento privilegiado de haber estado con todos estos grandes docentes y en la gran escuela que es la Universidad de La Habana.

Pero si debo mencionar un privilegio, el principal es que tuve la oportunidad de conocer a uno de los grandes hombres que junto a su pueblo cambió la historia de la humanidad: Fidel Castro. También pude intercambiar con otros actores de la Revolución que lo acompañaron y que estuvieron a su lado en la construcción de la magnífica obra, mérito de pueblo. Porque un gran hombre es un gran pueblo, y obviamente no hubiese podido edificarse la reputación que tiene hoy Cuba sin ambos actores, el líder y su colectividad. Piénsese que antes del triunfo revolucionario la Isla no era más que un patio trasero de los Estados Unidos.

¿Qué sabías de Fidel?

Fidel para mí era un tirano. Era lo que proyectaban los medios de comunicación en mi país, y tuve que llegar a Cuba para conocer la verdad, y la verdad fue que me encontré con un hombre amado por su gente y que indudablemente siempre fue respetado por sus posiciones, su carácter, su capacidad, su identidad como cubano y, sobre todo, por su entrega.

Por su 90 cumpleaños le rendiste un homenaje singular, pedalear desde La Habana hasta el poblado de Birán, en Holguín, donde se encuentra su casa natal….

Inolvidable fue ese el recorrido hasta Birán junto a Randiel Nogués, martiano y fidelista. En bicicleta, de occidente a oriente, pudimos apreciar la hermosa geografía cubana, conocimos a muchas personas, las cuales siempre te dan lo mejor de lo poco que tienen. Aunque pueda ser esa una frase cliché, siempre la voy a decir, dondequiera que esté.

El recorrido a Birán fue significativo como también lo fue el de Playitas de Cajobabo a Dos Ríos, siguiendo las huellas de Martí. Pude conocer más de estas dos leyendas. Y en el caso de Birán, logré relacionarme con muchas personas, nutrirme de testimonios, ratificar el respeto y el cariño que tiene el pueblo por su líder, el cual se ha transformado en muchos Fideles, se han convertido en muchos Comandantes en Jefe.

Mencionaste la ruta que siguió José Martí tras su desembarco por Playitas de Cajobabo hasta Dos Ríos, como parte de las actividades del Movimiento Juvenil Martiano (MJM), de cuyo ejecutivo nacional fuiste miembro; además de acreedor del Premio Joven Patria, máxima distinción que otorga esta organización. ¿Qué te atrajo de la personalidad del Apóstol?

De Martí pudiéramos hablar horas, días. Es imposible estar en Cuba, sentirla, reconocerse como latinoamericano y no estudiar al Maestro. Me identifico con una frase suya que considero expresa bien lo que es el pueblo cubano: «Los hombres van en dos bandos: los que aman y fundan, los que odian y deshacen»; y definitivamente Cuba es un pueblo que ama y funda...

Tus amigos aseguran que te vinculabas a numerosos eventos políticos que se desarrollaban en Cuba, con una activa participación y entusiasmo. ¿Algún recuerdo particular?

Fue significativo haber podido colaborar en el reclamo de libertad para los Cinco Héroes cubanos presos en Estados Unidos. Yo creo que el regreso de ellos es un mérito no solo de Fidel, que se lo propuso, del pueblo cubano o de las familias de los Cinco, sino de todas las personas que quisimos de manera fervorosa que volvieran como un acto de respeto, de soberanía, de justicia.

¿Si tuvieras que criticar algo de Cuba, qué es lo primero que te viene a la mente?

El «cubanocentrismo», pues a partir de esa propia capacidad que ha desarrollado el cubano para saberse crecer ante las adversidades, también ha elevado su propio orgullo y puede observarse como un poco odioso y ególatra, pero a veces es comprensible por el nivel de agresión y de hostilidad que tienen otros países hacia la Isla. No obstante, ese propio sentido debería reducirse un poco, pues creo que demerita o genera una percepción inadecuada del cubano.

¿Qué le falta a la patria de Martí?

Muchas cosas, como le faltan a tantos de nuestros países. Cada sistema de gobierno tiene sus características, sus particularidades y sus carencias, todos perfectibles; y, de acuerdo con las épocas, van orientándose, mejorándose, desgastándose... En eso consiste el desarrollo. Hay momentos de crisis, hay momentos de avances, pero lo que a Cuba le haría falta es un poco de apertura al debate en foros internacionales, donde considero va a seguir saliendo bien parada, porque el modelo cubano es soberano y debe ser respetado. Seguir promoviendo esa capacidad de Cuba de tener un sistema autónomo y auténtico de gobierno, en el cual sí existen contradicciones y contradictores como en todos los lugares, pero que no se magnifiquen o que se tome a la Isla como chivo expiatorio para tratar de trasladar el foco de los problemas de otros países que acusan a la Mayor de las Antillas de sus problemáticas, como sucede con la manipulación respecto al tema de los Derechos Humanos.

¿Qué le puede ofrecer Cuba al mundo?

El mundo, de Cuba, necesita mucho. Necesita esa capacidad que tiene para influir y generar procesos a favor de la justicia, del equilibrio político, ambiental, social. Necesita de sus profesionales, de sus médicos, de sus científicos. Necesita hasta de su tabaco y de su café. En fin, necesita de ese material humano del que no se puede aún calcular el valor; de esa lucidez, unidad, solidaridad… La pequeña nación es un ejemplo, y de eso está tan urgido el planeta…

Fuiste parte del proyecto Cuba en mi mochila, auspiciado por el MJM y la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). ¿Si tuvieras que seleccionar ahora qué llevarte de Cuba en esa mochila, qué escogerías?

Me llevo la cafetera, el amor, los conocimientos, el paisaje, la belleza de sus mujeres, la disposición y vigorosidad de mis compañeros en torno a las tareas, la jovialidad. Me llevo muchísimas cosas; lo mejor: saberme también hijo de Cuba.

¿Ahora que estás en Colombia, qué sientes que se te quedó?

Se me pudo quedar el amor, aunque podría ir a recuperarlo.

¿Alguna deuda?

A la Isla le debo una gran parte de mi vida y de lo que soy, sobre todo a la gente que me rodeó, a los primeros que conocí, que incluso ayudaron a mitigarme el hambre, y a los últimos que conocí, responsables de mitigarme esa otra hambre, ese apetito espiritual, cultural, cognoscitivo.

El valeroso país y su gente me han impreso conductas, huellas, ideas. Ha sido una guía, me ha inculcado una pasión por la justicia, la solidaridad y el amor por el otro. Luego uno se forma como una persona más centrada, con más preparación política, con mayor conocimiento de la cultura de la Antilla Mayor, e incluso la de mi nación, que si no fuera por Cuba no la tendría. Lo más importante es que Cuba no adoctrina; orienta, y uno elige. Yo elegí aprender.

¿Cómo cambió a Julián la etapa entre cubanos?

Aparte de lo ya dicho, esta etapa me hizo una persona que investiga, que ama el estudio, que ama el conocimiento, que debate con bases, que es objetiva. Además, me ofreció la posibilidad de hacerme y reconocerme martiano, de tener una perspectiva desde la visión del Apóstol y de Fidel, de conocer a Latinoamérica y el Caribe.

Cuba estará siempre en mi corazón y no dejaré de defenderla. Y cuando digo defenderla no me refiero a un gobierno al cual estoy agradecido y con el cual estoy de acuerdo en materia política, a pesar de las tantas cosas necesarias de cambiar. De Cuba defendería además de eso a su propia gente, el sentimiento que los une sin importar las contradicciones que puedan tener. Porque la política es para debatir, para construir, para generar consenso. Pero más importante que un sistema de gobierno, es el valor de la unidad, que allí resulta único.

Admiro la capacidad de los cubanos de cerrar filas frente a la adversidad, su inventiva, su ingenio para forjar soluciones en medio de las dificultades. Y admiro, sobremanera, esa capacidad de sonreír, de alegrarse, de generar bienestar con poco.

Julián Andrés Gutiérrez Marín hoy labora como psicólogo especialista del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF). Le apasiona el fútbol, y mientras terminaba la entrevista —mayormente concedida en horas de la madrugada— le brotaban comentarios del mundial de Rusia 2018. Le saltaban además preocupaciones con la actual situación política de Colombia, en la que ha tomado partido y ya su vida peligra. Le pedí que se cuidara y su respuesta fue que la mejor manera de cuidarse es ser consecuente con lo que piensa, con lo que siente, con lo que aprendió de Cuba y su historia.


[i] Espacio que organiza periódicamente el Movimiento Juvenil Martiano para el intercambio entre intelectuales y/o revolucionarios de reconocida trayectoria y jóvenes cubanos.

 

 

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