Jeanine Áñez y su camarilla de golpistas no se imaginaron el curso que tomaría la historia. Olvidaron, tal vez, que Evo Morales había formado un pueblo políticamente inteligente, el cual no iba a sucumbir fácilmente a estratagemas y engaños neoliberales de épocas pasadas.
El resultado fue el esperado, en poco más de un año los bolivianos restauraron el poder del Movimiento al Socialismo (MAS), esta vez con Luis Arce a la cabeza, con unas contundentes elecciones que favorecieron ampliamente a la izquierda.
Sin embargo, el poder es apetitoso y quienes lo ostentan, más si carecen de escrúpulos, son reacios a dejarlo ir. Las vías utilizadas por los golpistas han sido altamente deplorables, desde convocar marchas en contra el democráticamente electo presidente hasta atentados contra la vida del jefe de Estado.
Este último acontecimiento tuvo lugar hace apenas unos días, cuando frente a la casa de campaña del Movimiento al Socialismo fue detonado un explosivo. En ese momento, Arce se encontraba en el establecimiento.
A pesar de las declaraciones de personalidades a nivel mundial condenando este acto de terrorismo, ni Áñez ni sus secuaces han admitido ser los responsables del siniestro contra el presidente.
Sin duda alguna, sus intenciones eran evitar la toma de posesión del mandatario el pasado 8 de noviembre, acto que no solo fue llevado a cabo para alegría del pueblo boliviano, sino que contó además con el beneplácito de la comunidad internacional.
Bolivia camino a su reencuentro
Luis Arce llega con aires de esperanza. Su ascenso a la silla presidencial marcará el inicio de una nueva etapa, muy necesaria, para un país sumido en la hecatombe durante un gobierno de facto y el cual espera borrar de su memoria estos meses pasados bajo las órdenes de un gobierno de facto.
La tarea que tiene por delante es titánica. Tanto él, como el vicepresidente David Choquehuanca, heredan una economía endeble, fracturada, marcada por el neoliberalismo y la entrega de importantes empresas nacionales a manos privadas.
Sin embargo, Arce tiene a su favor una larga experiencia política forjada durante su tiempo como ministro en el gobierno del expresidente Evo Morales, siendo además uno de los artífices del llamado «milagro económico» que puso a los bolivianos en los primeros sitiales de crecimiento económico y social.
Tras su triunfo en las urnas en la aplastante victoria electoral, Arce hizo un llamado a reconstruir la paz y la unidad, condenando los intentos desestabilizadores de la derecha.
Entre las primeras medidas anunciadas por el que fungiera como exministro de Economía, de acuerdo con Telesur, se encuentra el bono contra el hambre, el cual tiene como objetivo salir de la crisis inmediata.
A su vez, añadió que se impulsarán y enviarán al Parlamento tres proyectos de ley que tienen que ver con la reducción del Impuesto al Valor Agregado (IVA) para pagos con tarjetas de crédito del 13% al 8 % además de alentar la devolución del IVA para las personas de bajos ingresos.
Sobre política exterior, Arce comentó en entrevista a medios extranjeros que «no estamos de acuerdo, ni con lo que han hecho con Cuba, ni lo que están haciendo con Venezuela, ni con ningún país», por lo que su gestión se enfocará en la reanudación de las relaciones con ambos países.
Manifestó su intención de reanudar las operaciones de la planta de urea y amoniaco, detenidas por el gobierno de facto y cuya paralización ha reportado pérdidas de 160 millones de dólares al año para la nación andina.
De igual forma, reiteró la intención de luchar por no devaluar el peso boliviano, y en caso de hacerlo, «que sea en el menor rango posible», también restituirá ministerios eliminados bajo la presidencia de Áñez, como el de Culturas y el de Deportes.
Por otro lado, Arce tendrá el gran reto de controlar la situación epidemiológica que atraviesa Bolivia a causa del coronavirus, con un total de 141 936 casos y 8 751 fallecidos, de acuerdo con datos ofrecidos por el Ministerio de Salud hasta el 3 de noviembre.
Como bien refiere el diario DW, estudios realizados por la Universidad Johns Hopkins de Estados Unidos mantienen a esta nación sudamericana entre las más afectadas por la pandemia en el mundo en proporción a su población de unos 11 millones y medio de habitantes. Estos análisis muestran que el país es el cuarto del planeta en fallecidos, respecto a los casos positivos, con un porcentaje del 4,3%, y el sexto en número de decesos con 45 por cada 100 000 habitantes.
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