Contrapunteo

Cuando la seguridad me hace respirar tranquila

23 sept. 2020
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Alba recorre las calles de Santiago de Chile en un jeep con girasoles pintados en las puertas. Se siente temerosa ante los carabineros que patrullan a su alrededor, sin embargo, sabe la importancia de su labor, lo que mitiga su miedo.

Alba es un personaje de ficción de la obra literaria La casa de los espíritus, de la escritora Isabel Allende, pero sus avatares detrás del volante fueron una realidad que inundó la historia chilena durante la dictadura de Augusto Pinochet, cuando jóvenes valientes transportaban perseguidos hasta las verjas de las embajadas, para pedir asilo político.

Uno de los grandes peligros que tuvieron que sortear estos valientes personajes como Alba fue la vigilancia cruenta e injusta de la policía, la cual representaba los peores valores de la represión, demostrando así lo peligroso que puede ser el poder en manos de las fuerzas de un orden corrompido.

Aunque esta historia nos pueda parecer distante, sigue siendo una triste constante en muchos países del mundo. Recientemente, fue noticia a nivel global el asesinato del afrodescendiente George Floyd en Estados Unidos, quien perdió la vida mientras era arrestado de manera brutal.

Floyd, de acuerdo con el diario La Vanguardia, alertó unas 20 veces a los agentes que lo mataron de que no podía respirar, mientras la rodilla de uno de los policías apretaba fuertemente su garganta.

Este acto ha desencadenado una ola de protestas en la nación estadounidense bajo la consigna Black Lives Matter, sin embargo, el abuso del poder no se limita a un sector o país específicos.

En Colombia, por ejemplo, durante el actual gobierno del archiconocido Iván Duque, las fuerzas del orden han demostrado ser altamente sanguinarias. Así lo expuso el asesinato de Javier Ordóñez, un taxista de 44 años, quien tras ser esposado y recibir varias descargas eléctricas de pistolas Taser fue llevado a un destacamento policial cercano donde sufrió puntapiés en la cara, en el pecho y en el estómago. Pocos minutos después, murió cuando era trasladado a una clínica.

Asimismo, en Brasil, durante el año 2019, según revela Sputnik, el gigante sudamericano registró en Río de Janeiro el mayor número de muertes a manos de la policía en 20 años, representando el 40% de los fallecimientos violentos.

A esta lamentable lista se unen naciones como Honduras, donde la brutalidad policial y militar no es sancionada por el sistema de justicia, a pesar de las denuncias realizadas por organizaciones nacionales e internacionales, quienes han condenado el uso de la fuerza, la utilización de gas lacrimógeno, armas de fuego de bala viva, chorros de gas pimienta, balas de goma y toques eléctricos, como herramientas de represión en distintos contextos de lucha social de la población hondureña.

Por si fuera poco, para el medio ruso Sputnik, América Latina es la región más violenta del mundo y donde operan las fuerzas policiales más letales del planeta, planteamiento que sustenta la experta peruana en seguridad Lucía Dammert.

¿Y esa realidad llega a nuestra Isla?

Puedo respirar tranquila en Cuba. No necesito, como Alba, llenarme de valor para ayudar a los perseguidos políticos. Camino por las calles sin miedo, segura de que las fuerzas del orden velan por mí y los míos.

Actualmente, cuando nos vemos afectados por una pandemia como la del coronavirus, donde la policía ha jugado un rol fundamental en el mantenimiento del orden y en la solidaridad humana, podemos aplaudir su labor tanto como la de los médicos.

Servir y servir bien es la labor que deben siempre desempeñar los agentes de la seguridad y el orden. El poder no debe ser usado por el placer que produce, sino por el bien que desprende al ayudar a quien lo necesitan.

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