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CONVENCIONES PARTIDISTAS: ENTRE ODIOS Y PANDEMIAS

31 ago. 2020
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Las recientes convenciones partidistas en Estados Unidos rompieron con las prácticas habituales que caracterizan a este tipo de eventos políticos en esa nación. Esto se debió no solo a la singularidad de su concepción y realización en tiempos de COVID - 19, sino porque prevaleció la frustración, la división, el odio y la promoción del miedo. Todos estos elementos ambas partes lo manejaron con una visión diferente, pero con un mismo propósito: energizar a su base electoral y cautivar el voto de los que todavía no han tomado una decisión. En el caso de la convención republicana, fue enfocada y personalizada casi exclusivamente en Donald Trump.

Aunque cada convención proyectó su propia interpretación de la situación que prevalece en la sociedad estadounidense, en ambas fue muy claro que el país transita por una crisis sin precedentes que tiene expresiones en todos los ámbitos de la vida nacional. En el mismo momento en que transcurrían estos “espectáculos políticos”, miles de estadounidenses morían a causa de la pandemia, decenas de miles solicitaban ayuda gubernamental por quedar desempleados y el estado de Wisconsin era testigo de fuertes disturbios como resultado de que un afroamericano fue baleado en siete ocasiones por un policía. Sin lugar a dudas, nunca en la historia de esa nación las convenciones partidistas tuvieron lugar bajo estas circunstancias que tienen como esencia un país extremadamente polarizado.   

A partir de este contexto, los oradores de la Convención Demócrata se centraron en destacar que esa nación atraviesa por una situación sin precedentes que se manifiesta, en términos generales, en los siguientes rasgos: la peor crisis sanitaria en los últimos 100 años con más de 170 000 muertes; la más profunda recesión económica desde la Gran Depresión con más de 40 millones de desempleados; incremento de los hechos violentos y de la brutalidad policial contra las minorías como resultado del racismo sistémico; deterioro significativo del liderazgo internacional de Estados Unidos y agravamiento del sentimiento de frustración nacional.

Teniendo en cuenta estos elementos, varios oradores señalaron que estaba dañada “el alma de la nación estadounidense”, lo que en términos prácticos significa que cada día se hace más difícil concretar esa construcción simbólica y atractiva denominada “sueño americano”. En este sentido, todos coincidieron que el principal responsable de esta etapa de decadencia de la “gran nación” es Donald Trump. Por esa razón, el senador Bernie Sanders en su intervención al referirse al mandatario destacó lo siguiente: “está tratando de que las personas no voten, socavando el correo postal, desplegando militares y agentes federales contra protestantes pacíficos, ha amenazado con retardar las elecciones y ha sugerido que no saldrá de la presidencia si pierde”. Si bien, algunos candidatos presidenciales republicanos se han caracterizado por promover tácticas intimidatorias para suprimir el voto, ninguno ha llegado a los niveles de sordidez que ha proyectado sistemáticamente Trump.    

Por su parte, la intervención de Michelle Obama se enfocó en resaltar la profunda división y el odio que ha sembrado Trump en la sociedad estadounidense a partir de su gestión presidencial. En su discurso, enfatizó como elemento principal que es imprescindible que los demócratas voten masivamente para estar en condiciones de imponerse en las elecciones. Sobre este aspecto, resaltó que como los republicanos han concluido que no pueden ganar están tratando de cerrar precintos electorales en barrios donde viven las minorías, están manipulando las listas de votantes, están preparando personas para realizar acciones de intimidación durante las votaciones y están mintiendo sobre la seguridad de las boletas.

Por estas razones, la ex primera dama realizó un llamado a que se realice el voto anticipado, a que los votantes por correo soliciten de inmediato sus boletas y monitoreen que llegaron a los centros de votación, así como los que concurran a las urnas personalmente estén dispuestos a realizar largas colas y no se desanimen. En esencia, esta alerta sugiere que estas cuestiones prácticas sin lugar a dudas podrían marcar la diferencia el día de los comicios.

En el caso de Barack Obama, inició su intervención afirmando que él no esperaba que Trump coincidiera con su visión política ni que continuara con su agenda, pero sí estaba esperanzado de que asumiera el rol de presidente con seriedad. Sus pronunciamientos estuvieron enfocados en criticar fuertemente a Trump y responsabilizarlo por la situación del país a partir de su incapacidad y falta de voluntad para resolver las principales problemáticas que sufre Estados Unidos. Sobre Biden y Kamala insistió en que serán capaces de lograr cuatro metas que resultan claves: controlarán la pandemia, expandirán el acceso a los servicios de salud, rescatarán la economía y restaurarán el liderazgo estadounidense a nivel global, lo que constituyen las prioridades de un eventual gobierno demócrata.                  

Por su parte, Joe Biden trasladó en su discurso mensajes inclusivos abogando con mucha intensidad por la unidad. En ese sentido, reiteró que él sería el “presidente de todos los estadounidenses”. En su intervención, un aspecto recurrente fue afirmar que Estados Unidos se encuentra en una etapa de “oscuridad” donde existe mucha ira, miedo y división. Al respecto, destacó que en la actualidad están viviendo una “tormenta perfecta” con la ocurrencia simultánea de la pandemia, la crisis económica, el racismo y los efectos del cambio climático.

El candidato presidencial demócrata delineó los pasos que adoptaría de inmediato para enfrentar el nuevo coronavirus si llega a la Casa Blanca: realizará test rápidos para identificar los enfermos de COVID – 19 y sus resultados estarán disponibles con inmediatez; garantizará los suministros médicos y el equipamiento de protección que se requieren para el enfrentamiento a la pandemia; así como asegurará que las escuelas a nivel nacional cuenten con los recursos que necesitan para que puedan abrir en un entorno de seguridad. Enfatizó que su máxima prioridad es proteger al pueblo estadounidense.

Con relación a las políticas que implementaría, destacó que se concentraría en un plan económico dirigido a crear empleos y construir modernas carreteras, puentes, puertos y aeropuertos como parte de un “nuevo comienzo para el crecimiento económico”. Explicó que el sistema educativo se sustentaría en preparar a los estudiantes para los mejores puestos de trabajo del siglo XXI donde el costo de la educación y las deudas estudiantiles no constituyan un obstáculo. Se pronunció por asegurar una cobertura de salud adecuada a los niños y adultos mayores para que puedan vivir con dignidad. También señaló que el sistema de inmigración debe modificarse y es necesario empoderar a los sindicatos. Realizó fuertes críticas al racismo sistémico que prevalece en Estados Unidos e ilustró estas manifestaciones con el asesinato de George Floyd.

Con relación a la Convención Republicana, como era previsible se montó un espectáculo político que tuvo como principal protagonista a Donald Trump, quien empleando su retórica habitual cargada de odio, extremismo y egocentrismo se autoproclamó como “el salvador” de Estados Unidos. Este evento partidista fue milimétricamente calculado por los estrategas republicanos quienes se han empeñado en convertir el miedo, la inseguridad y la crítica a la calificada como “izquierda radical” como elementos claves dentro de una campaña que ha exacerbado como nunca antes los conflictos y divergencias entre los diferentes estratos sociales en esa nación.

El discurso de Trump estuvo muy marcado por un concepto principal que se evidenció en la siguiente afirmación: “esta elección decidirá si salvamos el sueño americano o si permitimos que una agenda socialista destruya nuestro memorable destino”. En este sentido, la intervención del candidato republicano reforzó el mensaje del temor al socialismo en una sociedad que ha sido educada en un profundo anticomunismo. La maniobra de etiquetar la opción demócrata como simpatizante y promotora de “ideas socialistas”, constituye un elemento fundamental dentro de la estrategia republicana que tuvo una fuerte presencia en la mayoría de los oradores de la convención.

Tal vez, el ejemplo más ilustrativo para remarcar esto fue la “historia de vida” de un cubanoamericano que hizo uso de la palabra durante el evento con el propósito de explicar la “grave amenaza” que significaría convertir a Estados Unidos en un país socialista como Cuba o Venezuela. Este personaje del Sur de la Florida es un empresario y, lo más importante, uno de los donantes de Donald Trump lo que evidentemente explica su selección como orador en este espectáculo político.   

El mandatario también se centró en resaltar el “peligro” que representa para el modo de vida americano, lo que calificó como el movimiento radical que quiere desmantelar a Estados Unidos, lo que vinculó a los “anarquistas, agitadores y criminales que amenazan a los ciudadanos”. Sobre estos aspectos, es obvio que está tratando de enfocar el tema principal de las elecciones en aspectos de seguridad interna relacionados con “mantener la ley y el orden” debido a que si el debate continúa centrado en su gestión ante la pandemia, los comicios se convertirían en una especie de referéndum a su comportamiento. Por esta razón, a los republicanos les conviene incrementar este tipo de manifestaciones y protestas acompañadas de fuertes disturbios para mantener esta situación de incertidumbre y violencia permanente.  

En sus pronunciamientos reiteradamente criticó a Joe Biden y llegó a calificarlo como un “caballo de troya del socialismo”. Insistió en que la plataforma del Partido Demócrata era un “manifiesto de propuestas socialistas” ideadas en su mayoría por el “marxista” Bernie Sanders. En esencia, sus palabras estuvieron en plena correspondencia con sus discursos electorales y reafirman que en el corto plazo debe esperarse un incremento de la confrontación política entre ambos partidos. Ya las convenciones culminaron y el show fue presenciado por millones de estadounidenses. A pocas semanas del 3 de noviembre, los próximos eventos públicos más visibles dentro del ciclo electoral serán los debates televisivos que sin lugar a dudas van a centrar la atención de la opinión pública a partir de la última semana de septiembre. De antemano, podría afirmarse que serán los debates más belicosos y provocadores de la historia pues Trump tratará de ponerle su sello.

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