Expulsado de las filas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y candidato a la presidencia de El Salvador en 2019, Nayib Bukele significó para muchas la promesa de lo nuevo. A la pugna electoral la izquierda salvadoreña llegaba débil y desprestigiada; de ahí que muchas asociaciones y frentes estudiantiles, terminaron aliándose con el clan Bukele y haciéndole campaña dentro de la universidad; motivados además por las posibilidades de sacar réditos políticos y económicos en esa relación.
Sin embargo, algunas organizaciones estudiantiles de izquierda y de ideales comunistas, siguieron firmes en su posición: el bastión universitario que históricamente ha acompañado —y, en ocasiones, encabezado— las luchas del pueblo por su emancipación.
La Fuerza Estudiantil Salvadoreña «Jorge Arias Gómez» (FES) es una de las pocas organizaciones estudiantiles que ha mantenido un trabajo constante y permanente en este último periodo de luchas.
Integrada equitativamente por mujeres y hombres, estudiantes y revolucionarios, estructurada en comités de base y luchando por los intereses de los estudiantes salvadoreños, el proletariado, el campesinado y otros sectores populares, es una organización de carácter académico, político, revolucionario, antipatriarcal y antimperialista.
«Nos definimos con pensamiento comunista porque aspiramos a la construcción de un modo de producción, que supone un sistema social sin clases, en donde la propiedad de los medios de producción sea pública y se plantee una plena igualdad social de todas las personas de la sociedad. Bajo el comunismo, el desarrollo integral de las personas estará acompañado por el crecimiento de las fuerzas productivas sobre la base del progreso continuo en la ciencia y la tecnología. El comunismo es una sociedad altamente organizada de trabajadores libres y socialmente conscientes, una sociedad en la que se establecerá el autogobierno público, una sociedad en la que el trabajo por el bien de la sociedad se convertirá en el principal requisito vital de todas las personas, una necesidad claramente reconocida, y la capacidad de cada persona se empleará para el mayor beneficio de las personas», así habla Jenny Marisela Ramírez García, una joven de 30 años que en estos momentos lidera la organización estudiantil.
La FES defiende los intereses y los derechos estudiantiles; lucha contra las políticas neoliberales, el capitalismo y el patriarcado, y a favor por una educación, pública, gratuita, democrática, popular y liberadora que aporte al proceso de Liberación Nacional y a la construcción del comunismo.
«Creemos firmemente en la construcción de una sociedad sin clases sociales, que su base sea colectividad, la justicia social, el internacionalismo, una vida libre de violencia (estructural y de cualquier tipo) y el bien común», agrega la líder salvadoreña.
Nació en el departamento de San Salvador, municipio de Soyapango. Suele decir que es la «segunda-tercera hija de cuatro cipotes (niños)», ya que fue fruto del segundo embarazo de su mamá, pero su tercera hija, pues su hermana y hermano mayores son mellizos.
Creció en una familia en la que las condiciones de vida mínimas estaban resueltas, sin lujos, pero, también sin precariedades. En su hogar nunca faltó el pan, el techo, el abrigo, la salud, ni la educación.
«Mi familia representa en mi vida esa conexión, amor y entrega a mi pueblo; a través de ellos logré conocer, interesarme y profundizar sobre la realidad y el pasado de mi país. Mi papá, con tan solo 18 años de edad, perdió a un hermano durante la guerra, mi tío Alonso, el mayor de cinco hermanos, que era trabajador de una maquila y pertenecía a un sindicato; como muchos, decidió incorporarse a la guerrilla en noviembre de 1981 y desde entonces la familia no volvió a saber de él. Esto hizo que mi papá buscara respuestas a por qué mi tío se radicalizó e incorporó a la lucha armada. En esa búsqueda mi papá descubrió que, en la base de las injusticias que habían motivado la guerra estaba la violencia estructural».
Y si de un lado de la familia venían estas reflexiones, del otro se completaba la formación, con una madre educadora popular que desde muy joven pasó a formar parte de la Asociación Equipo Maíz, una organización no gubernamental, creada en los años ochenta que tenía como objetivo ofrecer a las comunidades, elementos para el análisis de la realidad nacional a través de la educación popular. Por eso, desde pequeña, Marisela estuvo en contacto con muchas personas del movimiento social y popular, creció escuchando las homilías de monseñor Romero en espacios formativos, conmemoraciones de masacres y acciones de calle en contra de los gobiernos neoliberales de Alianza Republicana Nacionalista (Arena).
Al finalizar sus estudios de secundaria, en 2009, quería optar por la carrera de Medicina, pero sus limitaciones económicas no le permitían el lujo que significa matricular en una universidad privada. Su admiración por las luchas impulsadas por el movimiento estudiantil, la llevaron a aplicar a la única universidad pública del país, la Universidad de El Salvador (UES), algo que no consiguió. Para tener una idea de cuán difícil es, basta con calcular que, de 85 000 estudiantes graduados anualmente de educación media, 30 000 aplican a la UES y solo 11 000 son admitidos.
«La FES me dio los argumentos y las herramientas para defender mi derecho a estudiar una carrera de nivel superior. La toma de la universidad en el año 2010, impulsada y sostenida por ese movimiento estudiantil y quienes éramos aspirantes no seleccionados, hizo posible mi incorporación a la Facultad de Medicina. Fue ahí, fue de esa manera, que la FES y yo nos comenzamos a enamorar».
Al estar legalmente inscrita como estudiante de la UES, fue invitada por la FES a reuniones, marchas, conmemoraciones y espacios formativos. Cada día se involucraba un poco más y comprendía mejor lo que estaba ocurriendo en su país y en el mundo. Se iba convenciendo de que «la raíz de todo nuestro mal es la injusticia social» y de que «para vivir en paz hay que cambiar de raíz todo el sistema».
A Marisela la organización universitaria le abrió las puertas para conocer la realidad de la juventud a nivel nacional, ya que la FES es fundadora y hace parte en el Movimiento de la Juventud Popular de El Salvador.
Pese al entusiasmo vivido por ella en aquellos primeros meses de militancia, 2011 fue en particular un año difícil. Ante la crisis económica, su padre y su hermano mayor, desempleados, decidieron irse a Estados Unidos; a su madre le diagnosticaron cáncer de tiroides; la joven se vio obligada a abandonar sus estudios y a acompañar todo el proceso curativo de su mamá. Pese a esta situación intentó todo el tiempo mantener el vínculo con el trabajo organizativo estudiantil.
Para 2012 las condiciones económicas familiares habían mejorado y su mamá, después de largos tratamientos, había logrado ganarle la batalla al cáncer. Con estas proyecciones, decidió retomar sus estudios, siempre en el área médica; esta vez optó por la licenciatura en radiología e imágenes, estudios que pudo completar en 2016.
En 2017 hizo su servicio social, realizó la tesis y se graduó en diciembre de ese mismo año. Durante esos cinco años de estudio creció su compromiso con la FES.
«Mi militancia en la FES me permitió explorar diferentes áreas, estremecerme profundamente ante las injusticias sociales, identificarme y luchar por aspiraciones colectivas, y descubrir cosas en mí que antes no había identificado. Me llevó a conocer y aplicar la educación popular, a través de facilitación de procesos formativos que generaban debate y conciencia en la población estudiantil para que así se organizasen mejor. Después de graduada de la universidad, sin ser estudiante, mi vínculo con la FES permaneció; es difícil renunciar a los espacios donde aprendimos a amar la vida. Luego comencé a trabajar con una asociación de mujeres, facilité procesos formativos en prevención de violencia contra las mujeres y apoyé otros procesos formativos para el análisis de la realidad estructural y patriarcal desde la economía política con el Equipo Maíz».
En 2020 Marisela decide reincorporarse a la UES ahora para estudiar una maestría que le diera «sustento académico» al trabajo que estaba desarrollando como educadora en temas de prevención de violencia y análisis de la realidad. Inició sus estudios en la Maestría en derechos humanos y educación para la paz, actualmente cursa su segundo año y espera defender su título en 2022 para luego hacer su doctorado en feminismo.
Entre preguntas y respuestas (Val 2)
Es común en los estudiantes latinoamericanos abogar por una educación pública, gratuita y de calidad. En la FES, además, le añaden los adjetivos «democrática, popular y liberadora», ¿por qué? ¿Cuáles son los paradigmas o referentes para este tipo de educación?
Nuestro sustento teórico para llamar a la construcción de una educación democrática, popular y liberadora, está basado en una rama de las ciencias sociales, la pedagogía. Dentro de esta, proponemos el enfoque de la educación popular, que entiende el proceso de aprendizaje como una construcción de conocimiento, transformador y participativo, teniendo en cuenta el contexto social, una intencionalidad emancipadora, generadora de pensamiento crítico y de consecuencias prácticas, desde las relaciones horizontales entre el maestro y los estudiantes, hasta la formación de sujetos políticos. Definido como un paradigma de la praxis, significa que se produce y reproduce de la práctica histórica, guiando, orientando una cultura, un saber y una acción hacia la toma de conciencia de los grupos y sectores dominados y oprimidos de las sociedades. La educación popular se plantea el conocimiento como una herramienta no solo para analizar la sociedad, sino que, partiendo de ese análisis, propone transformarla.
¿Cuál es la relación de su organización con el FMLN?
Como FES aplaudimos el aporte histórico del FMLN a la lucha por la emancipación de nuestro pueblo. Reconocemos al partido como el único instrumento político electoral de izquierda revolucionaria. Tenemos una relación de coordinación muy cercana, hemos impulsado y coordinado varias actividades dentro y fuera de la universidad; sin embargo, como gremio estudiantil no formamos parte de su estructura, somos una expresión organizativa independiente y autónoma.
¿Qué ocurrió el 9 de febrero de 2020 en El Salvador y por qué fue denunciado por ustedes?
Ante la negativa de los diputados de aprobar un préstamo por 109 millones de dólares, destinado al financiamiento de un plan de seguridad contra las pandillas, Bukele, el 8 de febrero, retiró a los policías asignados para la protección de los legisladores y los reemplazó con militares fuertemente armados e integrantes de la Policía Nacional Civil (PNC), quienes rodearon la Asamblea Legislativa y colocaron francotiradores en el techo. Cuando los legisladores se rehusaron a asistir, los acusó de quebrantar el orden constitucional. Envió soldados a los hogares de los legisladores renuentes para ordenarles que se presentaran. Sus aliados políticos en todo el país coordinaron autobuses para traer a cientos de simpatizantes a manifestarse en las calles circundantes al Congreso.
El día siguiente, Bukele, llegó a la Asamblea Legislativa con un grupo de militares uniformados que portaban armas automáticas, exigiendo al órgano legislativo que aprobara un préstamo de 109 millones de dólares que otorgaría el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), para comprar helicópteros, gafas de visión nocturna, un sistema de video vigilancia, un barco y más equipo para que los militares «combatan» el crimen.
Estos hechos representan la máxima agresión al sistema democrático salvadoreño encabezada por Bukele, que decidió utilizar a la Fuerza Armada de El Salvador (FAES) y a la Policía para tomarse la Asamblea Legislativa, sitiar militarmente los alrededores del Centro de Gobierno, gran parte del Centro Histórico, los alrededores del campus de la Universidad de El Salvador, así como algunas zonas de los municipios de San Marcos, Ayutuxtepeque y Mejicanos, además de perseguir y acosar a diputados y diputadas de oposición. No obstante, fue un golpe de Estado fallido —que dejó un saldo de tres personas heridas y dos asesinadas—, pues el presidente con el apoyo de los militares no pudo consumar el intento de controlar la Asamblea por falta de apoyo popular e internacional y falta de respaldo de lo que él llamó «poderes fácticos». Este ha sido el despliegue más evidente de fuerza bruta desde el fin de la guerra civil de El Salvador en 1992.
Las características autoritarias del gobierno de Bukele, develadas con la toma militar del Órgano Legislativo, se acentuaron con el uso inconstitucional de la FAES y la PNC para violentar derechos humanos en centros de contención por COVID-19, el acoso a periodistas y medios de información que no replican la línea gubernamental, despliegue de una ambiciosa estrategia de publicidad de un país que no existe, la imposición de medios masivos oficiales de corte electorero, la difamación de sus opositores y la promoción de ataques en redes sociales hacia adversarios y personas que no comparten las opiniones emitidas por el presidente, y la justificación de la violencia criminal contra militantes y simpatizantes del FMLN en diversos lugares del país como algo que sucede en campañas electorales. Triste recordatorio de la forma de operar de escuadrones de la muerte de los años setenta y ochenta.
Con una historia como la nuestra, marcada por dictaduras militares desde la década de 1930, en la que el uso del aparato represivo del Estado significa para nuestro pueblo torturas, muertes, sangre, graves violaciones a los derechos humanos; estos hechos recientes despiertan nuestras alarmas.
¿Cuánto ha perjudicado el gobierno de Bukele a los estudiantes salvadoreños?
Haciendo un balance de los primeros dos años de gestión que está por cumplir Bukele como presidente de nuestro país, es importante señalar que uno de los principales sectores afectados ha sido la juventud salvadoreña. Se cerraron programas sociales como «Jóvenes con todo», iniciativa impulsada en los gobiernos del FMLN que generaba condiciones óptimas para la obtención del primer empleo juvenil de aquellos que no contaban con su educación media completa, asignaba un «capital semilla» que permitía a jóvenes emprendedores conseguir insumos para la producción y venta de sus propios productos, y destinaba un fondo para que madres solteras jóvenes pudieran iniciar su propio negocio.
En 2020, por primera vez en diez años, la única universidad pública de nuestro país, no recibió un refuerzo presupuestario. Hay que señalar además que la UES tiene una de las asignaciones presupuestarias más bajas en toda América Latina. Se congeló el pago de las becas estudiantiles que habían sido ampliadas a 1 000 becas más en la gestión anterior de gobierno. Se detuvo la construcción de dos sedes universitarias adicionales en el interior del país y se paralizó la segunda fase de la gratuidad de la educación que contemplaba la exoneración del pago a estudiantes provenientes de instituciones privadas.
Un logro significativo en este periodo tuvo lugar a finales de 2020, cuando la FES junto a un grupo de organizaciones más de la universidad, lograron introducir una pieza de correspondencia a la Asamblea Legislativa, solicitando una asignación de un refuerzo presupuestario de 20 millones para la UES en 2021. La pieza de correspondencia fue recibida por el grupo parlamentario del FMLN y aprobada nuestra petición.
¿Cuánto ha impactado la gestión gubernamental en el ámbito educativo durante la pandemia generada por la COVID-19 en El Salvador?
En cuanto al manejo de la educación durante la pandemia hay que decir que la COVID-19 ha provocado una crisis sin precedentes. En el ámbito educativo, gran parte de las medidas que los países de la región han adoptado ante la crisis se relacionan con la suspensión de las clases presenciales en todos los niveles. Para millones de estudiantes, el cierre de escuelas no fue una interrupción temporal de su educación, sino un final abrupto de la misma. Nuestro país no es la excepción, la tasa de deserción escolar aumentó en más del 30% debido a que en buena parte de los hogares no se contaba con acceso a internet, sin mencionar los hogares en los que ni siquiera tienen acceso a luz eléctrica. La educación debería estar en el centro de los planes de recuperación de todos los gobiernos, para que la educación sea gratuita y accesible a todas los niñas y adolescentes del mundo; sin embargo, para el gobierno de Bukele no ha sido así, se ha notado una total despreocupación en cuanto a la creación y ejecución de un plan de educación que permita atender las limitantes y necesidades de la mayor parte de la población estudiantil, que a partir de las brechas de desigualdad no tienen acceso a las clases.
¿Por qué dicen ustedes, y lo usan como etiqueta en redes sociales, que #Bukele miente?
Nayib y todo su gobierno utilizan la mentira como herramienta política para controlar la opinión pública a su favor. Algunos ejemplos son:
—Dijo que recibió un país en ruinas, pero el Fondo Monetario Internacional, en marzo, sostuvo que El Salvador había sentado las bases para un crecimiento sostenido.
—Se adjudicó el Bypass de San Miguel, pero esta obra fue decidida, diseñada y financiada en el gobierno anterior; se adjudicó la ampliación de la carretera a La Libertad con un 90% de avance y el Bypass de esa misma autopista con más de un 30% de ejecución.
—Dijo estar a favor de las víctimas de la guerra civil y del castigo a los responsables de grandes masacres y graves violaciones a los derechos humanos en ese mismo período, hasta mandó a quitar el nombre del coronel Domingo Monterrosa (responsable de varios operativos militares que terminaron en genocidios en el contexto de la guerra) de la sede en San Miguel, de la tercera brigada de infantería; pero un año más tarde, las puertas del cuartel se cerraron a la revisión de los archivos militares para el establecimiento de estas responsabilidades, que llevarían a juicio a varios coroneles y generales. Con esta acción de bloqueo, haber quitado el nombre de Monterrosa a esta brigada fue un acto vacío y superficial.
—Se adjudica la iluminación y la videovigilancia sobre la autopista de Comalapa y la obra la recibió con un 88% de avance (34 de 41 kilómetros).
—Se adjudica la rehabilitación de la planta de Las Pavas, aun cuando el proyecto se decidió en 2012 y su ejecución empezó en el gobierno anterior; así también la ampliación del aeropuerto San Romero, pero no dice que este proyecto inició por etapas en gobiernos anteriores.
—Dice que lo del TPS (Estatus de Protección Temporal) se debió a las «buenas relaciones» de su gobierno con Estados Unidos y pasa por alto que esto ocurre por una decisión de un juez federal en la que nada tuvo que ver el gobierno de El Salvador.
—Ofreció aumentos a los policías, soldados y custodios de penales, pero no los incluyó en el Presupuesto 2020 como prometió.
Estas son algunas de las mentiras usadas por el presidente Bukele. Su estrategia comunicacional de la mentira ha logrado instalar en el pueblo desdén, odio y aberración contra la izquierda partidaria de nuestro país y, a la vez, ha logrado ganar simpatía hacia él, vendiéndose como el «mesías» y «verdadero libertador del pueblo salvadoreño».
¿Cuáles son las principales demandas que hoy sostiene la federación?
En la actualidad las banderas que enarbola la FES tienen que ver con el acceso universal a una educación pública, gratuita y de calidad; el aumento presupuestario permanente; una reforma universitaria que les permita la construcción de una Universidad Popular; la reivindicación de los derechos estudiantiles, y la lucha contra el patriarcado y el capitalismo.
Su inserción en la OCLAE (VAL 2)
El 9 de septiembre de 2021 la FES arriba a sus primeras dos décadas de lucha, pero desde hace varios años ha tenido acercamientos y vínculos muy fuertes con el movimiento estudiantil latinoamericano. Sin embargo, su relación con la OCLAE se establece directamente en 2014, cuando por primera vez participa en el XVII CLAE en Managua, espacio que incluyó un encuentro de estudiantes secundarios, otro de mujeres estudiantes, y rindió homenaje al Comandante Hugo Chávez. El cónclave representó el retorno de este espacio a Centroamérica y marcaría el accionar de la OCLAE para los próximos años.
«Un año antes del CLAE, en 2013, dentro de la UES intentamos conformar un movimiento amplio compuesto por varias organizaciones estudiantiles de izquierda, con el objetivo de “revivir” a la histórica AGEUS (Asociación General de Estudiantes Universitarios Salvadoreños). En dicha coordinación coincidimos compañeras y compañeros pertenecientes al FMLN, quienes, desde hace años, tenían el contacto directo y formaban parte de la OCLAE. Fue a través del Partido que logramos integrarnos», recuerda Marisela.
En la actualidad, es la única organización estudiantil salvadoreña que pertenece a la OCLAE. Según explica la joven salvadoreña: «Como FES, creemos que la OCLAE es un esfuerzo internacionalista necesario para fortalecer la solidaridad entre los pueblos de la América Latina y consolidar un pensamiento de izquierda en la juventud latinoamericana que permita impulsar las luchas por la emancipación de nuestros pueblos».
La conversación continúa, e inevitablemente mencionamos Roque Dalton, una figura que según me dice ha sido parte no solo de su formación cultural sino también de su formación política. «Lo que más admiro de él es que desde muy bicho (joven) manifestó una conciencia social que le llevó a militar en los movimientos revolucionarios que luchaban por las mejoras sociales y que su actividad política correspondía a su creación literaria».
Le pregunto entonces por los aprendizajes. «Me parece que la enseñanza más significativa que podemos rescatar de nuestro pasado reciente, no solo en El Salvador, sino en toda la América Latina y el Caribe, es nunca subestimar a los poderes fácticos de las derechas en nuestros países, pues, en los últimos diez años, vivimos graves retrocesos en los procesos progresistas o revolucionarios establecidos, sobre todo en el sur de América, en donde se impusieron gobiernos conservadores y de una derecha recalcitrante. Y todo estuvo acompañado con una campaña de desprestigio a los gobiernos progresistas, que tenían como objetivo principal el desgaste político y la persecución judicial a los dirigentes de izquierda para aniquilar cualquier expresión progresista en la región».
La pasión de Marisela por la música popular latinoamericana o su afición por la guitarra o el ukelele no van separadas de sus inquietudes políticas. «El desafío para las izquierdas en la región está en construir alternativas al capitalismo en el ámbito económico, cultural, político; urge disputar la hegemonía capitalista en lo cultural (y en lo mediático) para construir pueblo y no ciudadanos consumidores diluidos en la falsa ilusión de la clase media».
Se define a sí misma como mujer, joven, alegre y revolucionaria. Aspira, entre otras cosas, a aportar «hasta el último suspiro de mi vida al proceso de emancipación de los pueblos de la América Latina, el Caribe y el mundo».
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