Contrapunteo

Colombia: del realismo mágico a la realidad electoral

28 mar. 2022
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Restan 9 semanas para la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia, y esta que comienza ya a descontarse del calendario, se inicia entre la alegría de un país que celebra el Óscar a una película no colombiana, pero que retrata magistralmente su cultura y ensalza el realismo mágico garciamarquiano, y entre el dolor por los horrores de la violencia que no cesa, y que este fin de semana se sitió con marcada crueldad en Bogotá, tras un atentado con más de una decena de heridos, entre ellos varios menores de edad. En las últimas horas se conoció que uno de esos niños falleció en el hospital por la severidad de sus lesiones.  
Son los contrastes de un país que parecen dos, depende quién te lo cuente. El mismísimo presidente Iván Duque estuvo entre los primeros en pronunciarse públicamente luego de conocerse el premio de la academia estadounidense al filme Encanto. «Esta es, sin duda, una invitación al mundo para descubrir la magia de Colombia», tuitió Duque, pero obviamente no señaló que la cinta también le recuerda al mundo dos fenómenos tristemente cotidianos y extendidos en ese país: la violencia y el desplazamiento forzado.
Como también el mandatario colombiano y otras figuras de la política son los primeros en juzgar las muertes de policías y civiles en las grandes ciudades, sin embargo, pocas veces se toma tan a pecho los asesinatos en áreas rurales de activistas políticos y sociales, o de exguerrilleros de las FARC, allí donde el estado tiene poca o nula presencia. De hecho, el gobierno colombiano se ha negado en reiteradas ocasiones a reconocer el carácter sistemático de esos crímenes y su responsabilidad por la inacción ante la matanza a cuentagotas.
Este es un año electoral y la historia confirma que la violencia se ensaña con fuerza en tiempos de urnas y politiquería. El mejor ejemplo: dos ataques terroristas con saldo de dos militares muertos tuvieron lugar el día de los comicios legislativos, el pasado 13 de marzo, votación que coincidió también con tres grandes consultas interpartidistas que vinieron a robarse el show electoral y opacar un tanto la elección al congreso.
A la par de los atentados, se repitieron también la compra de votos, el proselitismo político, las amenazas para impedir la asistencia a urnas y otros delitos electorales más que comprobados y documentados por las misiones de observación internacional; y para rematar, la caída por varias horas de la página encargada de todo lo relacionado con las elecciones por un «evento inusual», términos exactos para aclarar dudas y no decir nada. 
Lo que sí marcó un antes y un después en la historia electoral colombiana fue asomar la palabra fraude, primero esbozada tímidamente por el izquierdista Pacto Histórico, el gran ganador de toda la jornada competitiva tanto en lo parlamentario como en las primarias presidenciales, y después, capitalizada por el uribismo y el oficialismo, que no es lo mismo, pero es igual. Si bien es práctica antiquísima y enquistadísima eso del clientelismo o favores políticos, la mermelada o compra de votos, y hasta fallecidos que resucitan solo cada cuatro años, hablar de fraude «oficialmente» en Colombia es impensable, pues jamás se ha dado un escándalo de este tipo y no existe antecedente alguno de reconteo de votos, una opción sobre el tapete esta vez, aunque finalmente desechada.  
Esta vez la sombra de fraude se paseó por todo el espectro político y cada quién lo usó cuando mejor le convino. El peor parado fue el registrador, un funcionario nada íntegro y mucho menos imparcial o apolítico que quiso congraciarse con sus aliados en el poder al sugerir que debía haber un recuento de papeletas, para finalmente retractarse y dejar entredicho la reputación de todo un aparato electoral a escaso tiempo de la cita presidencial. 
¿Cómo quedó el congreso? Increíbles resultados para el izquierdista Pacto Histórico, dominando con 19 curules en el Senado; claro que ser la fuerza más votada no lo hace mayoría automática en esa instancia, por lo que está obligado a consensuar alianzas para impulsar su agenda. Y es que conservadores y liberales volvieron a demostrar que la maquinaria tradicional bien engrasada no es cosa del pasado y son desde ya un contrapeso muy pesado para todo asomo de petrismo.  
¿Quiénes son los finalistas para el 29 de mayo? Los 3 salidos de las consultas interpartidistas: un fortalecido Petro que arrasó en las primarias de su coalición y se impuso frente al resto de los bloques políticos con casi 4,5 millones de votos propios y 5,5 millones de conjunto con sus correligionarios; un pujante Federico Gutiérrez y un desinflado Sergio Fajardo, más otros cinco lobos solitarios entre los que sobresalen Ingrid Betancourt y Rodolfo Hernández, este último por muy popular y antimolde que se ha pintado y con números alguna vez llamativos en las encuestas, tiene como todos los que van por su cuenta al margen de las tres grandes coaliciones, pocas probabilidades de entrar en la pelea dura de los extremos que ya se ve clara entre Petro, desde su bastión progresista, y Fico, desde la derecha más a la extrema, aupado sin decirlo por el todopoderoso, medio caído en desgracia de Álvaro Uribe. 
Pero justo ahí radica lo indescifrable: Uribe ya no es el de antes, ha perdido potencial, su partido sufrió un descalabro en las legislativas y de primera fuerza del senado cayó a quinta, no hay un candidato uribista fuerte en la pelea, el que representaba a su partido se retiró unas horas después de los comicios del domingo. Sin embargo, en las sombras, es un secreto a voces que Uribe apoya a Fico, y Fico no quiere fotos con el expresidente, pero quiere su bendición y su caudal aun imprescindible de votos para que Petro no gane en primera vuelta y repita su gran segundo lugar de 2018 en el balotaje, porque ahí sí la tiene más difícil el exalcalde de Bogotá. Además de que Uribe volvió demostrar que tira de los hilos cuando se le antoja, porque fue lanzar la matriz de que Petro se está robando la elección, para que prendiera la mecha. 
En este minuto se vive la búsqueda de alianzas, de salvavidas para triunfar y hay viejos políticos que se vuelven codiciados y lucen entonces sus mejores garras oportunistas. Las subidas de tono, las bajezas y ataques personales de ahora hacia adelante van en ascenso, el primer debate de esta temporada fue una película de gladiadores. 
No perder de vista que, aunque la política colombiana vive una sacudida, hay personajes y prácticas tradicionales que se resisten a cambiar o perder todo el protagonismo, o si no, que le pregunten a las víctimas que aspiraban a un puesto en el congreso, mediante un mecanismo novedoso resultante del acuerdo de paz de La Habana y que, o tuvieron que abandonar la campaña, o bien les fue arrebatada la candidatura por un victimario, o sencillamente no alcanzaron votos porque en sus comunidades rige la violencia y no la ley, mucho menos la democracia. Y esa Colombia profunda, mucho más que la de la alta política en las ciudades, esa que puede encantar o doler, es la que está en juego en estos comicios. 
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