«Chao Duque» es el nombre de una iniciativa parlamentaria que busca, entre otras cosas, legalizar la figura jurídica del referendo revocatorio con alcance presidencial —ya existe su aplicación para alcaldes y gobernadores— en Colombia. Definitivamente, está inspirada en la pésima gestión del Uribe júnior pero difícilmente pueda ser útil para cortarle las alas de un mandato que terminará sí o sí cuando venzan los cuatro años de gobierno.
Más allá de si se logra o no expulsar a Duque de Nariño antes de que acabe su tiempo, la trascendencia del acto está en el revocatorio en sí y no en a quién aplique. Tener la potestad ciudadana de fiscalizar el desempeño gubernamental y quitar al presidente, bien sea el caso, es tan importante como elegirlo. Y si no puede implementarse ahora contra el actual Jefe de Estado por lo engorroso y largo que se vuelve el proceso en busca de la luz verde a este mecanismo, serviría de mucho en el futuro para ponerle freno a otros uribistas sedientos de poder o a cualquier otro político que, una vez investido con la banda tricolor, olvide su misión para con los demás y su vocación de servir a quienes le confiaron las riendas del país y las de sus propias vidas.
Desde el punto de vista técnico, el revocatorio está en pañales. Apenas comienza su período de gateo con la radicación de un comité ante la Registraduría Nacional para la recolección de las firmas necesarias que avalen continuar con la redacción y aprobación de la ley en sus diferentes niveles.
Lo primero es alcanzar la meta de las firmas, unas dos millones, que viene a ser el monto en el que se traduce el 5% del padrón que exige la Constitución para tomar en cuenta demandas populares. Y esto lleva un plazo, máximo seis meses.
De ahí en lo adelante, otro montón de requisitos más, discusiones largas y acaloradas y votaciones en un Congreso bicameral que tiene récord de peloteo, es decir, de dilatar todo acto legislativo que no le es cómodo.
Nada de ello mengua la perseverancia de Roy Barreras, un senador de experiencia, un político que conoce los vericuetos de las instituciones colombianas y las mañas de sus adversarios partidistas. Para nada un hombre de izquierda o proguerrilla como gustan satanizar en Colombia al primero que desentone, pero sí un amante de la paz, por la que trabajó sin descanso en La Habana y Bogotá como parte del proceso sellado en 2016 entre Juan Manuel Santos y las FARC.
Por eso que, como parte del paquete de modificaciones que busca introducir en la Carta Magna de la República, está también la prolongación de la implementación del Acuerdo de Paz por un período de gobierno más que los tres pactados hasta el momento. En teoría, las tres administraciones posteriores a la salida del mandatario firmante de la paz, no podrían atentar contra este Acuerdo y debían llevarlo a la práctica con la concreción de todo lo estipulado.
Barreras y sus seguidores consideran que durante el Ducado se ha «perdido el tiempo» en lo que a la paz respecta. Ha sido una bala gastada que debería poder recuperarse en función de la armonía y recomposición del tejido social colombiano, tan desangrado y fragmentado.
Se suman otras reivindicaciones a la lista más centradas en demandas particulares de grupos vulnerados: estudiantes, pensionados, familias más humildes. Esos que engrosan los números de la desaprobación de la imagen Duque, esos para los que no trabaja su gabinete.
Todavía hay una minga indígena gritándole al presidente que le atienda. Una marcha que ha ganado visibilidad y fuerza, pero sobre todo carácter político. Sin embargo, Duque no muestra la cara ni les otorga importancia y sólo los menciona para culparlos del aumento de los casos de Covid, por las aglomeraciones que han provocado en su peregrinación hacia la capital colombiana.
En materia de malestar social, las cosas cambiaron para Colombia desde noviembre del pasado año cuando la efervescencia latinoamericana de rebeldía caló hondo en los colombianos que históricamente no hacían suya la protesta por miedo a la criminalización de severas proporciones. Supieron revivir ya esas ansias de justicia en septiembre de este pandémico 2020 y siguen acumulándose mucho resentimiento y deudas sociales como para que, aún Duque pudiendo sobrevivir en el puesto, tenga que aguantar muchísimos otros gritos de «chao» en sus propias narices.
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