Por las calles de la zona uno capitalina caminaba en enero de 2013. Aquella fresca mañana cumplía con una petición del entrañable profesor y amigo Jorge Lozano: visitar los sitios frecuentados por el Apóstol cubano en 1877 y 1878.
Dos hojas escaneadas del Atlas Histórico Biográfico de José Martí, segunda edición de 2003, y otras seis de Ámbito de Martí, de Guillermo de Zéndegui de 1953, me sirvieron de guía durante el recorrido que hice a pie, cámara fotográfica en mano, por aquellos espacios relacionados con el cubano.
En el Museo de la Universidad de San Carlos (Musac) conocí a su directora, quien después de hablar un rato me enseñó jubilosa sobres de cartas que tenían sellos conmemorativos relacionados con Martí.
Por obra y gracia de la causalidad martiana, los sellos se los había entregado Lozano personalmente durante una visita al país.
Por si fuera poco aquella coincidencia, cuando conversaba con la directora en su oficina, entró la bibliotecaria del centro de enseñanza media, antigua Normal de Varones, donde el joven elocuente compartió sus conocimientos con adolescentes.
No recuerdo exactamente lo que le habré dicho a aquella mujer de pelo negrísimo y andar acelerado, pero al contarle en lo que estaba, me agarró del brazo y me llevó a la biblioteca del centro educativo que colinda con el Musac. Antes de salir del Musac, antigua sede de la Universidad de San Carlos de Guatemala, donde el cubano impartió varias materias, su bibliotecaria me mostró Vida de Martí, de Rafael Estenger.
Selfina buscó diligente en los catálogos algún libro referido al héroe. Era inocultable su vocación de servicio. Aunque estaba nerviosa, insistía en que algo conservaba en su archivo. No cejó hasta encontrar el título José Martí: ciudadano de América de C. Galván Moreno. Después del hallazgo fuimos a escanear varias cuartillas, que me regaló, y conservo todavía.
El capítulo XII comienza con una cita del cubano trascendente: «El bien que en todas partes se siembra, en semilla en todas partes fructifica». Eso explica en parte por qué hoy uno es testigo de la cosecha del bien que esparció Martí por tantos lugares.
Selfina no se conformó con buscarme bibliografía. Su generosidad sincera llegó más allá: me presentó a un profesor y me dio un recorrido por las instalaciones de la antigua Normal.
También me acompañó al parque donde fuera erigido el teatro Colón, al Instituto Nacional de Señoritas, a la casa donde se hospedó Martí y a la morada de la familia García Granados.
Dejó lo que estaba haciendo y caminamos juntos más de 20 cuadras por espacios en los que estuvo el patriota en 1877 y 1878. Así celebramos el 160 cumpleaños del «hombre más puro de su raza», como decía la Premio Nobel de Literatura, la chilena Gabriela Mistral.*Tomado del libro: Guatemala a segunda vista. Esencias culturales (Ocean Sur, 2020).
Nota: En la foto aparece la casa donde se hospedó José Martí.
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