En el preámbulo de las legislativas argentinas, el nombre de Santiago Maldonado y la incertidumbre sobre su historia vuelve a encender el panorama político de la nación austral. El joven, cuya mirada penetrante recorrió el mundo por ser el primer desaparecido en democracia, en un país con un oscuro pasado en materia de desapariciones, ahora vuelve a las primeras planas después de que se encontrara un cadáver en el río Chubut, cercano al último lugar donde se le vio junto a la comunidad mapuche, en una manifestación luego de la cual no se volvieron a tener noticias de su paradero.
Por tanto, más allá de programas políticos, arengas de campaña y proselitismo, las elecciones al congreso del 22 de octubre estarán marcadas por este trágico suceso. Aunque aún no se confirma la identidad del cuerpo, muchos se aventuran a asegurar que se trata de Santiago —cada vez hay más indicios aunque la autopsia será la determinante—, y otros incluso consideran que ha sido plantado allí para despertar este revuelo, pues donde se halló ya se había buscado en varias ocasiones.
Lo cierto es que la ciudadanía tendrá ante sí la pregunta de si opta por legitimar a la fuerza partidista oficialista, en medio de la cual se ha dado esta violación atroz, y que, más allá de derechos humanos vulnerados, ha sometido al país a un retroceso en materia de bienestar social, o si rescata las bondades y nuevas propuestas de partidos opositores a la gestión macrista.
En los venideros comicios se renovará un tercio de la Cámara de Senadores —24 bancas— y la mitad de la Cámara de Diputados —127 escaños. Estas elecciones estuvieron precedidas por las primarias del pasado 13 de agosto, conocidas como PASO — Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias— en las que los ciudadanos eligieron a los candidatos al parlamento.
Lo más representativo y donde se ha concentrado toda la atención de la contienda electoral es en la candidatura al Senado por la provincia de Buenos Aires. Los aspirantes son la expresidenta Cristina Fernández, por el frente Unidad Ciudadana, y su principal oponente, el hombre del oficialismo, Esteban Bullrich, quien fuera Ministro de Educación desde que Mauricio Macri asumiera la silla presidencial.
El pasado 16 de octubre fue el cierre de campaña de la exmandataria que ahora vuelve al ruedo político optando por el mencionado asiento en la asamblea. La dos veces Jefa de Estado apeló a votar por un cambio —que no es precisamente votar por Cambiemos, nombre del partido de Macri. La desaparición de Santiago, el ilegal encarcelamiento de la activista indígena Milagro Sala y una evocación a Juan Domingo Perón y su esposa Evita, estuvieron en el centro de su oratoria en su último acto de campaña. «Basta Macri» fue una de sus frases más coreadas cuando la aspirante a la Cámara Alta demostraba las incoherencias de los actos del nuevo gobierno con las promesas electorales. Y mientras Cristina hablaba de no permitir que hechos como el de Maldonado se repitiesen, Macri se limitaba a considerar que «el país atraviesa situaciones especial y particularmente complejas». Una sentencia que aparenta decir mucho y queda demasiado hueca.
Fernández llega a esta votación con una situación desfavorablemente distinta a la que protagonizó en las PASO. En esa primera elección, obtuvo una victoria ajustada en la provincia Buenos Aires, la cual concentra el 40% del electorado del país. Ahora los principales sondeos arrojan que el oficialismo podría revertir ese escenario. Claro, aunque suene reiterativo, las encuestas hace rato ya no tienen la última palabra.
Lo más importante y lo que verdaderamente está en juego es la correlación de fuerzas en el parlamento, donde el peronismo lidera ambas cámaras, y tiene mayoría absoluta en el Senado —este quórum es justo lo que está en juego y resulta determinante— mientras que el partido macrista es la segunda fuerza. No revertir esta circunstancia es la única manera de mantener un tibio equilibro o muro de contención a las impopulares medidas del ejecutivo. Pero hay indicios de una escalada del partido en el poder y de una fragmentación de la coalición opositora. Además de que más allá de quien ocupe cada escaño, el proceso servirá como termómetro para evaluar la aceptación o negación del primer período de mandato de Mauricio Macri.
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