Entre los mecanismos de supervivencia incorporados por el guatemalteco, pueden contarse los de evitar su paso por ciertas zonas consideradas rojas, llevar las ventanillas del automóvil hasta arriba o no parar en los semáforos por las noches.
Algunos deciden vestirse sin prendas de lujo para pasar desapercibidos ante los presuntos delincuentes. Muchas historias, que dejan los pelos de punta, se escuchan de amigos nacionales que han tenido que ingeniárselas para sobrevivir a un ataque armado en los que les han arrebatado el celular o alguna pertenencia.
Después de un devastador conflicto armado interno, la guerra de la violencia diaria hace que el guatemalteco aún camine desconfiado en esta ciudad donde fácilmente se puede obtener un arma de manera legal o ilícita.
Y aunque todo esto es cierto, no todo es asalto y homicidio en una capital que atesora valores culturales y arquitectónicos que muchos ignoran, pues se les van las horas del día y la vida en trabajar hasta el cansancio por unos cuantos quetzales.
A juzgar por los estereotipos, de los cuales somos víctimas todos los seres humanos, muchos no entenderían cómo la Ciudad de Guatemala se convirtió en 2015 en la Capital Iberoamericana de la Cultura.
La Ciudad de Guatemala conserva —como muchas otras urbes— joyas que están al alcance de todos, pero que muchos ignoran. «Hay muchos capitalinos que nunca han venido hasta el Centro Histórico», lamentó el Cronista de la Ciudad de Guatemala, Miguel Álvarez.
Nombrado desde 1992 Cronista de la Ciudad de Guatemala por el Consejo Municipal, Álvarez compartió anécdotas y datos sobre el cerrito del Carmen, la habitación donde se hospedó el universal Ernesto Che Guevara y el borrador del himno nacional compuesto por el cubano José Joaquín Palma.
Desde ese lugar, donde se encuentra enclavada la ermita de la Virgen del Carmen, el historiador invitó a los oyentes a divisar a lo lejos los volcanes de Agua, Fuego y Acatenango, cuyas imágenes están en el escudo de la Ciudad de Guatemala.
«Allá, hacia el norte, la Ermita del Carmen; acá, hacia el sur, la Ermita del Calvario; aquella, grave como una conciencia que sufre y se recoge; esta, triste y lacrimosa como María al pie de la cruz», así comparó José Martí en su ensayo «Guatemala» dos de las iglesias que llamaron su atención. El joven cubano de 24 años coloreó con maestría las bien distintas tradiciones y espacios importantes de este país centroamericano en el cual vivió en 1877 y 1878.
Álvarez, también licenciado en Historia por la Universidad de San Carlos, mostró el borrador de la letra del Himno Nacional de Guatemala, el cual compuso el bayamés José Joaquín Palma, a quien conoció Martí en esa tierra.
El historiador exhibió, además, la pluma estilográfica, los lentes, la corona plateada de laurel y la orden del quetzal conferidas a Palma, quien concursó como Anónimo en una competencia convocada en 1896 para seleccionar el cántico patrio.
«A nuestro juicio, el himno que empieza con las palabras “Guatemala feliz” y lleva al pie la de “Anónimo” entre paréntesis, es el que mejor responde a las condiciones de la convocatoria y merece, por lo tanto, el premio ofrecido», indica el informe del jurado, firmado por los señores F. Castañeda, José Leonard y Palma.
En la capital guatemalteca también se encuentra la habitación 21 de la Pensión Meza, donde se hospedó el guerrillero heroico Ernesto Che Guevara, quien residió allí en 1954.
Los huéspedes de la fonda pagan 35 quetzales (4,5 dólares) por noche, precio que sube a 60 quetzales (7,7 dólares) en la habitación 21, donde abundan imágenes de aquel argentino que llegó a ser uno de los comandantes de la Revolución Cubana.
Emblemáticas son las construcciones del Palacio Nacional de la Cultura, la Catedral Metropolitana y el Teatro Nacional Miguel Ángel Asturias, creado por Efraín Recinos, quien convirtió su idea artística en un monumento, escenario de múltiples eventos.
*Tomado del libro: Guatemala a segunda vista. Esencias culturales (Ocean Sur, 2020).
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