Hay algunos días que tienen personalidad. Parecen destinados en el almanaque a conjurar las estrellas para que a lo largo de la historia sus sucesos sean similares. Así está el 11 de septiembre, que parece ser un día con aura de muerte. Pero a este día con guadaña incluida la historia le ha contrapuesto otro con una espada revolucionaria.
Cada cierto período de tiempo los días sincronizan un alzamiento y el 1ro. de enero —día que trae renovaciones— es el elegido para que triunfe o comience una revolución: la haitiana en 1804, la cubana en 1959 y la del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994.
Los días de los primeros años de la década de 1990 le habían dado a México el proceso de instauración de un tratado de “irreciprocidad” comercial con EE.UU. y Canadá. El Tratado de Libre Comercio (TLC) fue la solución más conveniente que encontró el gobierno mexicano (orientado por sus vecinos de más arriba) para solucionar, entre otros asuntos sociales, la aguda crisis que desde 1988 venía padeciendo el campo de esa nación.
Pero la población indígena más oprimida de Chiapas se alzó en contra de la explotación de la tierra. A través de las Declaraciones de la Selva Lacandona, los que empezarían a conocerse como “zapatistas”, declaraban que la tierra es mucho más que el concepto simple del diccionario occidental, porque nos incluye a todos los habitantes del planeta como parte suya y a la vez a la tierra como parte de nosotros mismos.
El levantamiento de San Cristóbal de las Casas el 1ro. de enero de 1994 era el comienzo del enfrentamiento armado entre las tropas insurgentes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el ejército institucional del gobierno de facto.
Los indígenas chiapanecos exigen derechos de tierra, techo, trabajo, alimentación, salud, educación, cultura, independencia, democracia, libertad, justicia y paz; y empiezan un camino para la construcción de la vida digna en una sociedad que respete la diversidad de pensamiento y la pluralidad.
La revolución indígena marcó un hito en la historia de Nuestra América. Con banderas de democracia, libertad y justicia para todos los mexicanos comenzó las protestas contra el Neoliberalismo en la última década del siglo XX.
Este día entonces hizo que todos los ojos del mundo miraran a unos sujetos que siempre habían estado ahí: los pueblos originarios de este continente y que habían sido relegados en su propia tierra. Los zapatistas nos enseñaban que su mirada y escucha silenciosa nos daba la perspectiva de un mundo mejor: desde abajo y a la izquierda.
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