Este 18 de marzo, Jair Bolsonaro se convirtió en el primer presidente brasileño en visitar la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos. En una actividad no anunciada dentro de su programa oficial, el mandatario acompañado de su Ministro de Justicia, Sergio Moro, realizó una visita a Langley, desde donde se conciben, organizan y ejecutan los golpes de Estado, los asesinatos selectivos contra líderes políticos progresistas y todo tipo de operaciones encubiertas alrededor del mundo.
Esta acción poco común e inesperada en el contexto de una visita oficial a Washington de un mandatario, constituye una muestra contundente del tipo de subordinación que Bolsonaro está construyendo con el gobierno estadounidense y traslada un mensaje sobre su profunda simpatía por una agencia oscura con una tenebrosa historia de promover golpes militares y dictaduras sangrientas en América Latina y el Caribe.
Aunque no sorprende que el mandatario brasileño respalde incondicionalmente a la CIA y se sienta a gusto con su historial contra nuestros pueblos, resulta verdaderamente repugnante que su hijo Eduardo Bolsonaro haya divulgado la visita a través de su cuenta de twitter en los siguientes términos: «en marcha con el presidente y los ministros a la CIA, una de las agencias de inteligencia más respetadas del mundo. Será una excelente oportunidad para discutir asuntos internacionales en la región con expertos y técnicos del mayor nivel».
Hasta los gobiernos más derechistas y conservadores de nuestra región, con fuertes vínculos con esta agencia, han tratado públicamente de evitar cualquier pronunciamiento en este sentido. Por lo tanto, el actual presidente de Brasil no solo ha cometido una grave torpeza política sino que es evidente que cuando aborda su proyección hacia Estados Unidos no conoce de límites ni sensatez.
Según el diario británico Dailymail, una fuente brasileña dijo que Bolsonaro intercambió durante su estancia en Langley acerca del «crimen organizado, el tráfico de drogas y otros temas importantes para los cuerpos de seguridad brasileños». Aunque el rotativo no lo menciona tal vez porque es demasiado evidente, en la visita a la CIA uno de los temas fundamentales en la agenda de conversaciones debió ser la situación en torno a Venezuela y las posibles opciones para intentar derrocar al gobierno legítimo del presidente Nicolás Maduro, quien constituye un blanco de alta prioridad para la agencia.
La CIA declinó precisar si se produjo esta visita argumentando que no realizan comentarios sobre a quién reciben en su cuartel general, lo que evidentemente podría indicar que a la agencia no le agradó el entusiasmo y la falta de discreción de Bolsonaro Jr. El político y diplomático brasileño, Celso Amorim, quien fue canciller durante el gobierno de Lula da Silva planteó que jamás un presidente de Brasil ha visitado la CIA y calificó esta acción como «un acto explícito de sumisión».
Las fuerzas y movimientos progresistas de Brasil y de América Latina y el Caribe deben recibir esta noticia con profundo rechazo y preocupación a partir de que este tipo de intercambios constituyen el primer paso para una mayor presencia e influencia de los servicios especiales norteamericanos en la vida económica, política y social del gigante suramericano bajo el argumento de la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado.
Esta visita crea un precedente muy negativo para los pueblos de Nuestra América y constituye una afrenta a los que han luchado por la soberanía y la independencia de nuestra región. Bolsonaro ha visitado un lugar que simboliza la tortura, las persecuciones y los asesinatos en nuestra área geográfica y el mundo. Solo es posible congratularse de realizar un periplo por la CIA cuando se coincide con su filosofía que promueve los golpes de estado y la muerte. Así es Bolsonaro, una criatura que todavía siente nostalgia por los años de la dictadura militar en Brasil.
Comentarios