Resulta difícil imaginarlo separado de sus Nikon D300S y D7100, o del teleobjetivo de 300 milímetros que lo acompaña en las grandes coberturas. De tanto traerlos encima, parecen formar parte de su cuerpo, como si hubieran nacido con él. Pero no fue así. Ni siquiera soñó con ser fotógrafo aquella vez que le explicaron las características de las cámaras analógicas, cuando integraba un círculo de interés en la escuela primaria Amado Fonseca, de San Antonio de los Baños. La vida de Abel Rojas Barallobre tomaría los caminos más insospechados, antes de convertirse en fotógrafo.
Quien lo ve trabajar, serio, concentrado, todos sus sentidos aguzados a la espera de la imagen precisa, no sospecha que este profesional de la lente inició su experiencia laboral como maestro primario. Al comenzar el onceno grado en el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Pedagógicas Blas Roca Calderío, en el municipio de Batabanó (en aquel entonces pertenecía a la provincia de La Habana), el Estado cubano hizo un llamado para que los jóvenes integraran las filas del primer Curso de Formación Emergente de Maestros Primarios (conocido como Melena 1), y Abel se dispuso a participar. Fue así como se convirtió, con solo 16 años, en uno de los maestros de la escuela Jorge Cabrera Graupera, de Arroyo Naranjo.
«Fue una época de mucho sacrificio y aprendizaje —asegura quien acumula casi diez años como fotógrafo de prensa—. Disfruté mucho ese período porque veía cómo los pequeños adquirían los conocimientos y crecían con ellos. Fui el maestro de aquellos niños, pero también me convertí en su amigo».
El joven Abel culminaría sus estudios preuniversitarios y matricularía —aun laborando como maestro— en la carrera de Comunicación Social, en la Sede Universitaria de Arroyo Naranjo. Sin saberlo, tomaba la senda que lo conduciría a la emisora Radio Rebelde —donde comenzó a trabajar como redactor-reportero en 2008—, la cual le abriría las puertas al mundo de la fotografía.
«Llevaba tres años en la emisora cuando unos colegas matricularon en un curso de fotografía y siempre estaban hablando del tema. Tanto llamó mi atención que un día, por casualidad, me vi empuñando una cámara prestada por uno de ellos y mi interés se multiplicó. Ahí nació la verdadera motivación», rememora quien hoy posee numerosos premios de fotografía, entre ellos el Juan Gualberto Gómez (2020) por la obra del año.
Cuenta Abel cómo se fue hasta la Casa de África, ubicada en el Casco Histórico de La Habana, para matricular en un curso auspiciado por el Fondo Iberoamericano de Fotografía, el cual duró aproximadamente un año. Después cursaría también el Diplomado de Fotografía Periodística, en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. A partir de ese momento, pasaría de redactor-reportero a fotógrafo de la emisora de la Revolución, donde trabajaría durante cuatro años, hasta que se trasladó para el diario Juventud Rebelde, en 2015.
¿Cuánto de lo que eres hoy se lo debes a Radio Rebelde?
Para alguien que iniciaba en el arte del lente, con ciertos conocimientos frescos, pero cero kilometrajes con el dedo en el obturador, la plataforma digital de la emisora resultó ser un verdadero reto. Poco a poco, con el apoyo de mis compañeros, la ayuda de fotorreporteros de otros medios, y el constante fogueo diario de la prensa, me fui creciendo profesionalmente, siempre aprendiendo de todo y de todos. Además, tuve la oportunidad de conocer no solo a personalidades de varios ámbitos sociales, sino también de presenciar sucesos que han formado parte de la historia, mediante mi labor en coberturas periodísticas y en eventos nacionales e internacionales de carácter político y sociocultural.
Radio Rebelde me mostró el camino para desarrollar esa chispa pasional hacia la fotografía que hasta ese entonces ni yo mismo sabía que existía. Fue el lugar que me vio nacer como fotógrafo y me ofreció todo lo que tuvo a su alcance, sin ser un medio netamente visual. Debo gran parte de mi formación a la Emisora de la Revolución, incluso, hasta el apelativo que jocosamente en ocasiones usaban para referirse a mí: «el fotógrafo del Ejército Libertador», jugando con la frase de un personaje de la serie Elpidio Valdés.
En 2015 participaste en la exposición colectiva internacional «Para los fieles, vengan tarde o temprano, guarda Cuba todo su amor», dedicada a los Cinco Héroes, en el Memorial José Martí. ¿Cómo llegó a ti esa posibilidad, cuando apenas estabas comenzando en el fotoperiodismo?
Una tarde, montado en el P-16 mientras regresaba a la casa luego de mi jornada laboral, recibí una llamada a mi celular de un hombre que se identificó como Gerardo Hernández. Al principio no tuve la certeza, pero reconocí su voz y me sorprendí. Me explicó que el fotógrafo estadounidense Bill Hackwell había visto una instantánea mía y estaba interesado en que participara en una exposición colectiva junto a otros profesionales cubanos. Sin dudarlo acepté, y me comuniqué con Bill, quien me ofreció todos los pormenores de la exposición. Tuve la oportunidad y el honor de dar mi aporte a la muestra junto a reconocidos profesionales de la imagen como Roberto Chile, Ismael Francisco, Héctor Planes, y el propio Bill Hackwell, entre otros.
Había conocido a los Cinco debido a mi labor como fotorreportero de Radio Rebelde, y especialmente gracias al programa La luz en lo oscuro, en el cual tuve el privilegio de plasmarlos en instantáneas por primera vez, con lo cual logré un valioso material documental.
Aunque la dinámica del fotoperiodismo ocupa mucho tiempo, siempre que tengo la oportunidad, procuro participar en cuanta exposición conozca y considere que cuente con la instantánea a exponer. Así he logrado integrar algunas colectivas, como «¡En casa...ya!», de la UPEC, «Cuba-Estados Unidos: Post 17D», «Me dicen Cuba…», en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí, y «¡Hasta Siempre!», dedicada a la despedida del pueblo cubano a los restos de Fidel Castro, entre otras.
También participé en la muestra «Barranquilla 2018», con mi trabajo como corresponsal gráfico en Colombia, durante los XXIII Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe. La más reciente se tituló «Lentes y matices en el alma de Cuba», en marzo de 2020, aunque antes había logrado el sueño de mi propia exposición personal («Reflejos: otra mirada hacia la vida»), como parte del evento Noviembre Fotográfico, de la Fototeca de Cuba.
La fotografía siempre ha sido un arte costoso. En estos diez años como profesional de la prensa, ¿cómo ha sido tu relación con la tecnología?
El fotorreporterismo cubano cuenta con profesionales de alta calidad, que logran resultados magníficos, aun sin tener lo último en materia de tecnología. Nos sobreponemos a las limitaciones que, por lo general, presentan los equipos, ya sea por el desgaste de años de explotación, el envejecimiento tecnológico o la no correspondencia de gama de la cámara a la exigencia profesional que requiere el trabajo.
Por mis manos han pasado varias marcas de cámaras: inicié profesionalmente con una Fujifilm y actualmente soy un fiel usuario de la Nikon. No siempre los equipos han estado a la altura de algún trabajo específico; pero si algo he aprendido es a tratar de potenciar sus fortalezas y de minimizar sus deficiencias, sin ser conformista, porque debemos aspirar a más, en pos de igualar o superar los referentes internacionales.
¿De qué manera asumes tu labor, para que tus fotos de prensa sean un reflejo lo más fiel posible de la realidad?
La fotografía es arte, y la periodística, en específico, se basa primordialmente en el documentalismo; pero cada fotógrafo transmite el mensaje de una manera distinta, con su propio estilo y visión de lo que acontece a su alrededor.
Por lo general, me gusta hacer algo atípico. Prefiero romper con algunas normas de la composición fotográfica, y para ello tiendo a usar varias técnicas como el bokeh (enfoque selectivo), exposiciones lentas para crear efectos de movimiento, jugar un poco con la perspectiva, buscar elementos que me den más información. Intento trasmitir los mensajes de una manera más atractiva visualmente, en aras de que quien observe la imagen sea capaz de reflexionar y de ser partícipe de una parte de la realidad vista a través de mi lente.
¿Cómo valoras la comunicación periodista-fotorreportero? ¿Se subvalora la labor del profesional del lente?
La comunicación entre el periodista y el fotógrafo es fundamental a la hora de concebir un trabajo. Soy defensor de los conocidos trabajos de mesa, siempre que sea posible hacerlos. Esta es una práctica que, con el ajetreo diario, se ha perdido un poco, pero sin duda existen coberturas periodísticas que sí lo ameritan.
El término «subvalorar» resulta fuerte. Aunque sí, es cierto que no se valora este trabajo en su totalidad. El fotógrafo no es un apéndice del periodista, ambos constituyen un todo: el fotógrafo es la persona que expresa con colores lo que cuenta el periodista con palabras. Por ende, cada quien es necesario e imprescindible desde su especialidad para obtener un resultado final exitoso. No se trata solamente de oprimir el obturador de la cámara; es el profesional del lente quien realmente conoce el momento ideal, el ángulo preciso y la intencionalidad buscada desde el punto de vista gráfico.
En mayor o menor medida, todos hemos pasado por esos momentos de subvaloración, sobre todo cuando se es novel en el medio; sin embargo, con el paso del tiempo y las buenas prácticas comunicativas, estas situaciones se minimizan, porque lo más importante es el trabajo en equipo.
¿Cómo asumes, en coberturas de primer nivel, tu labor como fotorreportero de Juventud Rebelde? ¿Alguna vez has tenido que «plantarte», como se dice en buen cubano, ante alguna postura de un colega que limita tu trabajo?
Cuando te envían a una cobertura de primer nivel, tienes sobre tus hombros una gran responsabilidad. Esto significa que tu medio de prensa confía en tu ética y profesionalidad para graficar la historia de ese momento, ya sea a nivel nacional como internacional. Confieso que, a pesar de la experiencia, todavía me pongo algo nervioso cada vez que me anuncian una cobertura de esa índole. Creo que es esa adrenalina lo que me motiva, porque siempre es un reto y una oportunidad para aprender.
En este tipo de coberturas en la que coincides con colegas, no solo de la prensa nacional, sino también de la foránea, trabajamos desde un pequeño espacio asignado para los fotógrafos. Ello puede resultar un poco incómodo, es cierto, y siempre existirá la competencia profesional, con lo cual estoy de acuerdo. Sin embargo, todos estamos allí con un objetivo común, informar; por ende, el compañerismo prevalece.
Por mucho tiempo nuestros periódicos estaban limitados en cuanto a la imagen por el tema del color. ¿Cuánto crees que aún falta por exigirle a la fotografía de prensa en el país, y en Juventud Rebelde en particular, luego de la impresión a color?
La publicación de los medios nacionales en colores finalmente llegó, y para bien. Este cambio cromático nos ofrece muchísimas bondades. Ahora recae un poco más de responsabilidad sobre los profesionales del lente, fundamentalmente a la hora de conformar y reforzar un determinado mensaje. Hasta ayer, antes de materializar la instantánea, había que visualizarla mentalmente en blanco y negro; hoy ya tenemos que pensarla en colores y en el posible impacto visual.
La transición de la escala de grises a colores en la impresión no solo implica cambios en el sistema de trabajo en los fotógrafos, también en el proceso productivo, en el cual se encuentran inmersos directivos, editores, diseñadores. Todos estamos, desde nuestro propio espacio, maximizando las bondades de una publicación de alcance nacional.
Considero que se debe fomentar aún más la publicación de fotografías de mayor tamaño, no solo en las portadas sino en los trabajos periodísticos. Con ello, el fotorreportaje, por ejemplo, se vería más enriquecido y generaría mayor impacto visual. En fin, lograr el perfecto equilibrio entre imagen y palabra para informar de una manera atractiva al pueblo.
¿Prefieres la prensa digital o la impresa?
Me gusta publicar en las dos variantes, pues cada una de ellas constituye un mundo distinto con su propio lenguaje y público. Mi apego a la plataforma digital viene desde mis inicios en la página web de Radio Rebelde y aprecio las infinitas bondades que puede ofrecer una redacción multimedia: el amplio espacio de publicación, la inmediatez y el gran alcance global que logra en escasos segundos, entre otras ventajas.
Pero si tengo que escoger, me quedo con la edición impresa. Ciertamente la disfruto más, pues es gratificante palpar el resultado de mi trabajo y ver la evolución de una imagen en tres etapas: desde que fue concebida en mi mente, cuando fue captada y digitalizada en la cámara fotográfica y, por último, impresa en papel, formando parte de un diseño integral.
Durante una cobertura de prensa tomas fotos desde muchos ángulos y varias perspectivas. ¿Normalmente las aceptan para la edición impresa del periódico o prefieren las tradicionales? ¿Qué pasa con las que no clasifican para una edición, esas que a veces son más osadas, o fuera de lo común?
Abogo por menos convencionalismos a la hora de elegir las fotos para una edición impresa. Aunque vale decir que en los últimos tiempos se ha avanzado en este sentido, especialmente desde que llegó a los medios cubanos la impresión en cuatricromía, pero aún queda mucho camino por recorrer.
Si antes resultaban atractivas las composiciones lineales y más esquemáticas, ahora se impone transmitir el mismo mensaje de formas más novedosas y creativas. A nivel mundial existe un fenómeno denominado la «era automática», que se evidencia en una masividad de fotografías digitales en dispositivos móviles usados por millones de personas; las mismas que se convierten en generadoras de información y, en ocasiones, suelen ser más seductoras visualmente. Ello obliga a los fotógrafos profesionales a superarse e indagar en nuevas tendencias.
Dentro del contenido del fotoperiodista está proponer la imagen que reúna los requisitos para transmitir el mensaje deseado, y que defienda el buen gusto y la estética. De todas formas, cada profesional del lente tiene su propio banco de imágenes. La instantánea que hoy no es publicada de manera impresa o digital, queda almacenada para otra ocasión.
¿Alguna foto difícil en estos años, tan difícil que te haya hecho temblar la cámara?
Tengo una anécdota que se remonta a marzo de 2016, durante la visita a Cuba del entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Ese día le tomé muchas fotos, incluso hasta a «La Bestia», la limusina presidencial. Todo el tiempo tuve en la mira del lente a Obama. Mientras se acercaba le hice varias instantáneas. Pero sucedió algo muy curioso: cuando estaba a escasos metros de distancia del ángulo de mi cámara, en el justo momento en que debía hacer, como decimos, «la foto de puntería», involuntariamente quité el ojo del visor. Tenía que verlo sin que mediara el espejo de la cámara. Segundos después reaccioné y me di cuenta de lo que me había pasado. Fue sinceramente impactante vivir el momento en que un presidente de Estados Unidos estuvo en tierra cubana, un acontecimiento sin precedentes en la historia del país. Registré la gran foto en mi memoria.
Hablemos sobre la fotografía inédita publicada en redes sociales. ¿Lo ves como una suerte de galería para exponer tu arte o como un riesgo que corres ante los malos hábitos de los plagiadores?
Bien utilizadas y con un propósito definido, las redes sociales devienen en una excelente herramienta para contar historias, promocionar nuestro arte y la labor reporteril. Las redes sociales ofrecen la posibilidad de llegar a un incontable número de personas. Las diversas plataformas digitales, además, brindan la posibilidad de conocer e intercambiar con otros colegas, compartir experiencias y enriquecer la labor profesional.
También tienen sus riesgos porque puedes ser víctima de un plagio. En caso de que eso suceda, vale aclarar que la instantánea solo funciona para visualizarla en la respectiva red social porque su resolución y calidad no permiten que sea usada en impresiones o grandes diseños. Por otro lado, existe la tendencia a identificar las fotos con una marca de agua, ya sea con el nombre del autor o del medio al que corresponde la imagen. Esa es una manera eficaz de contrarrestar el plagio.
En la actualidad existen no pocas posibilidades de desarrollo, mucho más lucrativas, para los profesionales del lente, ¿por qué apuestas por la fotografía de prensa y en específico en Juventud Rebelde?
El mundo del periodismo es vasto e impresionante. Es una profesión tan bella como compleja, en la cual, desde el punto de vista visual, todo sucede ante tus ojos a una velocidad increíble y constituye un reto capturar la imagen precisa. En este espacio descubro constantemente nuevos desafíos que me obligan a aprender y a superarme, me motiva a estar siempre en acción. Es como una adrenalina que me impulsa, y me alegro mucho de haberla encontrado con creces en Juventud Rebelde.
¿Cuáles son los grandes momentos que le debes a la fotografía?
Tengo la suerte de haber sido testigo de cientos de momentos de gran importancia y simbolismo que he podido legar a la historia mediante mis fotografías.
Entre esos trabajos figuran las visitas a Cuba del papa Francisco y del expresidente de Estados Unidos, Barack Obama; coberturas internacionales de la Asociación de Estados del Caribe (AEC), de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA); los homenajes póstumos del pueblo cubano a la Prima Ballerina Assoluta Alicia Alonso, y al Historiador de La Habana, Eusebio Leal; la reapertura de la embajada de Estados Unidos en Cuba; las visitas a nuestro país de mandatarios, ministros y otros representantes de diversas naciones del mundo; así como grandes eventos deportivos, incluidos los XXIII Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe Barranquilla 2018, en Colombia; y recientemente, trabajos especiales vinculados a las diversas acciones y medidas para combatir esa pandemia que aún continúa creando estragos en Cuba y en el mundo: la Covid-19.
El mayor reto fotográfico que me estremeció fue darle cobertura periodística a la desaparición física del eterno Comandante en Jefe Fidel Castro, desde la despedida del pueblo cubano en la Plaza de la Revolución en La Habana, hasta la caravana que acompañó el cortejo fúnebre a la provincia de Santiago de Cuba. Constituyó un trabajo que afronté con el pecho apretado por el dolor de la pérdida, pero que todos los colegas debimos realizar con el mayor respeto y profesionalidad.
A mí me asignaron la tarea de fotografiar la caravana desde el aire, por lo que el reto se tornó más impactante, pues nunca había volado en helicóptero y, mucho menos, tomado fotografías desde ese tipo de aeronave que tiene sus peculiaridades en vuelo, como el constante ruido del propio motor, las vibraciones y la alta maniobrabilidad.
Fueron días de mucha faena y muy pocas horas de descanso. El homenaje al líder de la Revolución Cubana continuó. Posteriormente, mis instantáneas formaron parte de las exposiciones colectivas «¡Hasta Siempre!» y «Memoria Viva». Además, varias de mis fotografías están plasmadas en los libros Ahí viene Fidel, de la autoría de los periodistas Yunet López y Wilmer Rodríguez Fernández, y Hasta siempre Fidel, de la Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado.
Una vez fotógrafo, ¿fotógrafo para siempre?
Te puedo asegurar que, en esta vida, fotógrafo para siempre; y si es cierta la creencia de que tenemos la posibilidad de volver a nacer una y otra vez, también haría todo lo posible por tener siempre entre mis manos una cámara fotográfica. La explicación, sencilla: vivo la fotografía, es una pasión de todos los días, de experimentar y buscar esa imagen que te alimente la necesidad de comunicar.
*Tomado del libro El compromiso de los inconformes. Entrevistas a jóvenes periodistas cubanos (Ocean Sur, 2021).
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