Contrapunteo

¿Volverán Evo y Correa?

9 sept. 2020
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Que Rafael Correa vuelva de a lleno a la alta política ecuatoriana tiene el mismo nivel de probabilidad que el regreso de la fórmula elegida por Evo Morales al gobierno boliviano. O sea, que en ambos casos se trata de enfrentar una carrera con obstáculos en la que estos competidores en particular llevan los ojos vendados y el contrario les pondrá más zancadillas que las habituales. Y el por qué también es el mismo en los dos escenarios: las fuerzas que le son adversas unas vez investidas con el poder real, bien por traición, bien por estocada golpista, jamás cederán fácilmente a caer de su trono y usarán todos los medios posibles para evitar siquiera la competición electoral. 

En este empeño resulta esencial el dominio de las instituciones pertinentes, básicamente, las judiciales y comiciales, para anteponer impedimentos «legales»  a cada intento del contendiente por recuperar el poder ultrajado. Son los métodos, digamos, modernos que, en este siglo en que se presume tanto de democracia, se han manejado para confundir a la opinión pública y fabricar procesos judiciales exprés siempre que se quiera arruinar la imagen de algún político con evidente madera de líder. Sucedió con Lula en Brasil y con la Kirchner en Argentina, por citar dos casos cercanos en tiempo y espacio. Y ahora se repite la película con Correa y Evo.

Las similitudes son sorprendentes. A ambas figuras las obligaron a refugiarse fuera de sus países, sí, a Correa también, porque a pesar de que su residencia en Bélgica es decisión personal-familiar, órdenes de captura por sendos procesos penales le prohíben poner un pie en suelo ecuatoriano. Lo mismo que a Evo, quien de entrar a Bolivia sería capturado de inmediato y sus acusaciones son mucho más graves que las que pesan sobre el hombre que impulsó la Revolución Ciudadana y popularizó el término de «socialismo del siglo XXI».

Como factor común adicional, ninguno de estos dos perseguidos políticos ha desistido de su objetivo y pretenden devolverle a sus ciudadanos un ápice del proyecto de país que diseñaron en su momento y que se truncó con la traición y el golpe. En este intento, Morales ya quedó finalmente impedido políticamente y Correa saca sus últimas cartas.

A Evo le resta apostarle al binomio Arce-Choquehuanca, el cual también deberá sortear no pocos obstáculos legales cuando la elección esté mucho más cerca. Eso de ir a la cabeza en las encuestas es una mera cortina de humo en la que no se puede confiar «ni tantito así» porque si ya se robaron una elección, si ya probaron la silla presidencial, si ya han estirado el mandato de transición, lo que resta es pan comido, y creer lo contrario, dígase respeto al voto y a la fiabilidad de las instituciones en manos golpistas, es de ingenuos para no decir tontos.

Rafael Correa está en un juego de póker, cuando piensa que tiene la mejor partida  para ganarle a las mañas jurídicas de su contraparte, le sacan una «mano» insuperable. Primero quiso presidenciarse por cuarta vez y Lenín Moreno sometió a referendo la reelección para impedirle a Correa la posibilidad de volver a ser cabeza de Estado. Después le apostó a un escaño parlamentario y surgieron dos causas judiciales: una por secuestro de un opositor y otra por sobornos al estilo Odebrecht, ambas causas repletas de manipulaciones y escasas de evidencias probatorias. Quiso entrar al país a demostrar su inocencia y plantarle cara a los enemigos pero le esperaban esposas y grilletes para apresarlo, y ahora es considerado prófugo. Fundó un movimiento para aglutinar a los de Alianza País que se decepcionaron como él del lobo con piel de cordero y lo proscribieron; se afilió a otra fuerza ya creada e intentaron la misma jugada de inhabilitación. Ahora hizo parte de una coalición para poder inscribir candidatura y le piden personarse para la nominación y así poder proceder a su arresto. Curiosamente, en medio de la pandemia de la COVID-19, todo trámite es virtual, todo de manera online menos  para Correa. ¿Por qué la excepción?

La opción es volver como candidato a vicepresidente de un joven y prácticamente desconocido ex ministro suyo que ahora se luce como aspirante a mandatario. Y le cierran el círculo, de manera que Andrés Arauz se presenta con dos opciones de fórmula: Correa y, si no procede, Carlos Rabascal.

Por último, estaría retomar la opción de buscar un asiento en el legislativo por las circunscripciones en el exterior, en su caso, optar por la de Europa o Asia. Pero ante ello saltó cierta jueza a decir que su sentencia de 8 años por el caso Sobornos ya está «ejecutoriada», es decir, es un fallo en firme después de agotadas las vías jurídicas. Sin embargo, la defensa argumenta que se trata de otra artimaña porque aún el proceso se encuentra en el estadio de casación, un último recurso para revertir el curso del juicio.

Ya lo afirmó el propio Correa: «trabas, trabas y más trabas» para cerrarle todas las puertas de  Carondelet, la Asamblea y hasta de la más pequeña oficina relacionada con la política ecuatoriana. A él como a Evo les resta perseverar y denunciar, pero sobre todo movilizar y preparar políticamente a sus seguidores para heredarles la defensa de sus respectivos proyectos socioeconómicos ahora frustrados por el poder usurpador.

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