Contrapunteo

Sesenta años defendiendo su país

1 mar. 2019
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Próximamente se conmemorarán 60 años de la fundación de los Servicios de Seguridad cubanos, una decisión revolucionaria y fundamental para salvaguardar aquel proceso político, económico y social que recién comenzaba. Sus antecedentes directos estuvieron en una organización similar creada por el Comandante Raúl Castro Ruz en el II Frente Frank País durante la lucha guerrillera, para proteger el orden y desenmascarar las infiltraciones enemigas.

Una pléyade de jóvenes provenientes de las organizaciones clandestinas que lucharon contra la dictadura de Fulgencio Batista fue seleccionada para tales empeños. Todos desconocíamos las técnicas y secretos de esa actividad, pero teníamos las convicciones y la voluntad necesarias para emprender aquel largo y escabroso camino, no exento de dificultades, errores y tropiezos.

El nivel de escolaridad promedio era medio y por supuesto algún que otro universitario servía en nuestras filas. Muchos eran obreros y campesinos y la mayoría provenía de centros estudiantiles. La jefatura y un sector importante de los nuevos reclutas pertenecían al Ejército Rebelde. Al principio –según mi memoria–coexistieron dos organizaciones con parecidos objetivos, la División de Inteligencia Militar g-2 y el Departamento de Investigaciones del Ejército Rebelde (DIER), que terminaron uniéndose.

Nuestros Jefes fueron hombres forjados en los combates de la Sierra Maestra o el Llano, encabezados por los Comandantes Ramiro Valdés, Manuel Piñeiro y Abelardo Colomé, así como los capitanes Orlando Pantoja, Eliseo Reyes, Carlos Figueredo y Osvaldo Sánchez, entre otros.

Nadie tenía la menor idea de las actividades que debíamos realizar. Solo estábamos armados con las ideas revolucionarias proclamadas por Fidel Castro Ruz y por su mística, que resultó decisiva en los combates posteriores, en tanto asumimos una tarea ideológica y política en defensa de una causa patriótica y revolucionaria a la que se le debe entregar el corazón y el alma. Jamás las metas personales estuvieron encaminadas a ocupar un cargo, alcanzar un grado o condecoración, cobrar un salario o acumular méritos en la carrera administrativa, algo que, si sucediera, haría perder el sentido y la finalidad de la tarea en el laberinto de la burocracia y la abulia, y podría convertir a sus hombres en tecnócratas asalariados. Nadie pensó en «hacer» carrera, pues es una actividad a la cual se viene por tiempo limitado, designio de nuestro Partido.

Al calor de las primeras y desiguales batallas contra un enemigo poderoso, la cia, nuestros combatientes adquirieron sus primeras experiencias. A lo largo de estos años se logró penetrar prácticamente a todas las organizaciones contrarrevolucionarias y en muchos casos controlar sus máximos niveles; numerosos oficiales trabajaron en el exterior, de manera clandestina o no, y realizaron sus misiones apoyados por abnegados revolucionarios de todas las latitudes. Protegieron fronteras, resguardaron nuestro patrimonio cultural, paralizaron espantosos sabotajes y hechos terroristas, penetraron los centros de planificación y realización de propaganda contrarrevolucionaria y diversionista, evitaron que escaparan al exterior informaciones sensibles sobre la economía o la vida de nuestros dirigentes, protegieron delegaciones comerciales, culturales, deportivas y políticas en sus viajes al extranjero, impidieron llevar a cabo atentados contra los principales dirigentes del país, y colaboraron en el establecimiento de la base de operaciones del Che en Bolivia, entre otras importantes misiones.

Cientos de agentes realizaron sus tareas, casi siempre en difíciles circunstancias, unas veces infiltrados en el campo enemigo, dentro de bandas de alzados, de organizaciones contrarrevolucionarias en Cuba o fuera de ella. Aparentaron conductas muy alejadas de su natural ser, obedeciendo estrictamente las orientaciones recibidas, sin temor a los riesgos. Muchos cayeron heroicamente en la defensa de la Patria. Recuerdo como ejemplo de ello a Alberto Delgado, inmortalizado como «El Hombre de Maisinicú» en el filme de Manuel Pérez y cantado por Silvio Rodríguez.

La creación el 28 de septiembre de 1960 de los Comités de Defensa de la Revolución resultó fundamental, pues se organizaba al pueblo en la defensa de sus conquistas. Miles de hombres y mujeres en toda la geografía de nuestro país se alistaron para enfrentar al enemigo, en su lucha subterránea y subversiva, resultando su aporte decisivo para la derrota de esos proyectos, pues sin el apoyo del pueblo no hubiese sido posible. La solidaridad mundial y particularmente Latinoamericana fue indispensable y muchos complots fueron desenmascarados gracias a la denuncia oportuna de hombres y mujeres de nuestro continente.

A pesar de nuestra inexperiencia, fueron desarticulados todos los complots previos a la invasión de Bahía de Cochinos, detenido el Estado Mayor contrarrevolucionario interno, frustrados proyectos homicidas contra la vida del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y luego se enfrentó a la Operación Mangosta, que en solo diez meses ejecutó dentro de Cuba 5 780 actos terroristas y sabotajes y cuyo final era facilitar la invasión de las tropas estadounidenses para derrocar al Gobierno revolucionario.

A finales de 1961, solo unos pocos oficiales –no más de 20– habíamos pasado un curso de inteligencia de cinco meses en Moscú, por cierto, muy rudimentario. Allí aprendimos los principios de aquella actividad y tuvimos profesores, entonces oficiales en activo del kgb, que nos relataron sus experiencias, errores y éxitos, de los cuales guardamos un recuerdo imperecedero. Lo esencial que aprendimos de ellos fue su amor a la patria y a la causa socialista.

La Seguridad no estuvo aislada de la lucha política e ideológica que se desarrollaba en todo el país como consecuencia de la profundización del proceso revolucionario.

El 18 de mayo de 1962 el comandante Ernesto Che Guevara impartió una conferencia sobre América Latina en la jefatura del g-2, entonces una residencia situada en un lugar conocido por La Muñeca, en el antiguo reparto Biltmore.

Después de una información documentada sobre la situación política en el continente y el desarrollo de sus movimientos políticos y revolucionarios, y luego de recorrer con su penetrante mirada el grupo que le rodeaba, explicó con su peculiar cadencia de voz: «Ustedes tienen un papel importantísimo en la defensa del país, menos importante que el desarrollo de la economía, acuérdense de eso, menos importante. Para nosotros es mucho más importante tener malanga que tenerlos a ustedes, pero, de todas maneras, ustedes tienen un papel importante y hay que saber desempeñarlo, porque todavía tenemos batallas muy duras y durante quién sabe cuánto tiempo, porque todos nosotros tenemos que poner nuestras vidas a disposición de la Revolución (...). Contrarrevolucionario es aquel que contraviene la moral revolucionaria, no se olviden de eso. Contrarrevolucionario es aquel que lucha contra la Revolución, pero también es contrarrevolucionario el señor que valido de su influencia consigue una casa, que después consigue dos carros, que después viola el racionamiento, que después tiene todo lo que no tiene el pueblo, y que ostenta o no lo ostenta, pero lo tiene.

Ese es un contrarrevolucionario, a ese sí hay que denunciarlo enseguida, y al que utiliza sus influencias buenas o malas para su provecho personal o de sus amistades, ese es contrarrevolucionario».1

Fue una lección inolvidable. No solo se conoció de los conflictos sociopolíticos del continente, sino también cómo debía ser un combatiente de la Seguridad y, por consiguiente, un revolucionario, conceptos que necesariamente tienen que estar unidos.

A diez años de la creación del Ministerio del Interior, Fidel señalaba: «En aquella lucha frente a los enemigos, los combatientes del Ministerio del Interior jugaron un rol decisivo para llegar a exterminar hasta la última banda contrarrevolucionaria, para llegar a capturar hasta el último bandido (…), aquella lucha costó incluso más vidas que lo que costó la batalla de Girón, porque día a día, mes tras mes, año tras año se mantuvo la lucha». 2

Nuevas generaciones de jóvenes se han ido incorporando al combate, con el alto nivel cultural y profesional que exige la Cuba de nuestros tiempos, quienes deberán salvaguardar la historia de sus predecesores, con mayor preparación política, cultural e ideológica, con patriotismo, con ética y mística, con un actuar diáfano, y con sentido de pertenencia a una institución que no ha de brindar acomodo, sino compromiso.
Los combatientes de hoy, como los mártires de ayer, como nuestros Cinco Héroes de la Patria, han de ser ejemplos de su generación y deben serlo de las generaciones que vendrán. Ellos llevan hoy las mismas banderas de lucha y victoria que ayer nosotros empuñamos actuando bajo la certera dirección de Fidel y de Raúl.

1
Ernesto Che Guevara: América Latina, Despertar de un Continente, Ocean Press.
2
Fidel Castro: Discurso pronunciado en el acto conmemorativo del x aniversario del Minint, Teatro de la ctc, La Habana, 6 de junio de 1971, www.cuba.cu/gobierno/discursos/1971.

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