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Politizar la salud

20 nov. 2019
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Ya no hay médicos cubanos ni en Brasil, ni en Ecuador, ni en Bolivia. El fascista de Jair Bolsonaro, el traidor de Lenín Moreno y una innombrable mujer que odia a sus semejantes —porque, aunque haya decidido prenderle fuego a su árbol genealógico, la que se cree más aria que Hitler tiene marcados rasgos indígenas y ahora le ha dado por cazar indios— han ejecutado lo que evidentemente es una orden suprema desde Estados Unidos: deshacerse de todo personal sanitario que responda a los intereses del gobierno de Cuba.

Las razones de los que ordenan tal medida son predecibles. Se trata de una vuelta más a la rosca. Bien es conocido que la colaboración médica cubana —que es la cara más visible y amplia de la exportación de servicios profesionales de Cuba al mundo— en más de 164 países de América Latina, África y Asia desde la década del 60 se convirtió en poco tiempo en la más importante fuente de entrada de divisas a la isla, un espacio reservado durante años al turismo, que en su momento y aún hoy sigue siendo torpedeado también por los mismos que ahora fijan su blanco en las brigadas de batas blancas. Buscan cerrar el grifo, no más dólares por concepto de servicios médicos, como etapa superior del lavado de cerebro que ensayaron con esos mismos profesionales para quienes diseñaron atractivos programas con los que seducirlos. El plan inicial era que abandonaran sus misiones gubernamentales y desertaran rumbo al sueño americano para desprestigiar y menguar el sistema cubano de salud. No pocos se acogieron a los llamados «parole» aunque ello significara no volver a ejercer su profesión, pero fueron más los que se resistieron y continuaron respondiendo a los términos de los convenios de trabajo de Cuba y los distintos países en los que hay presencia médica. A esos que no sucumbieron a la tentación le aplicaron la medida de satanización y posterior expulsión manifiesta, como fue el caso ecuatoriano, o inducida, al estilo brasileño y boliviano.

El cerco económico y la incitación a la migración ha sido las estrategias principales de Estados Unidos para el cambio de régimen en Cuba, puesto que de antemano reconocen que no hay posibilidad alguna de emplear las tácticas de golpe de Estado o golpe parlamentario contra la dirigencia comunista que han tenido éxito en otros países del área para derrocar a gobernantes progresistas con una marcada agenda social. Por tanto, además de las medidas de persecución financiera, prohibiciones al comercio de terceros con La Habana, y los cada vez más frecuentes paquetes de sanciones contra funcionarios y entidades cubanas, la administración norteamericana se ha servido de sus aliados hemisféricos para completar su campaña de descrédito y asfixia económica.

El primero en responder fue Bolsonaro, a quien tocó la misión de venderle al mundo la idea de «los médicos esclavos». Se acordó de su pasado militar, se las dio de general cuando apenas si llegó a capitán y comenzó a demandarle a Cuba mejores condiciones para su personal de la misión Más Médicos, entre las que se encontraba el pago íntegro de su salario sin en el descuento para las arcas estatales y el sometimiento a un examen de revalidación de su título profesional. Las exigencias y las descalificaciones del presidente brasileño fueron rechazadas por el gobierno cubano, que ordenó la retirada inmediata de su personal sanitario. Resultó ser el primer y más duro golpe a la colaboración de la isla en el exterior porque en el gigante sudamericano permanecían en ese entonces más de 8 mil médicos, de un total de 20 mil que habían pasado por la experiencia de sanar en el Brasil de las favelas.

Al menos a Bolsonaro hay que reconocerle la coherencia de pensamiento y acción. Antes de asumir la jefatura del Estado ya despotricaba de toda obra social impulsada por los líderes de Partido de los Trabajadores, Luis Ignacio Lula Da Silva y Dilma Rousseff, incluido el programa de asistencia sanitaria. No como su vecino ecuatoriano que ha quedado muy mal parado a los ojos del mundo después de rescindir el pacto de colaboración médica con la isla; él que protagonizó en el pasado, cuando ejercía de vicepresidente de Rafael Correa, la misión solidaria Manuela Espejo, un abarcador proyecto que se propuso hacer un registro de todas las personas con discapacidad en Ecuador y prestarles atención especializada, así como dotarlas de los bienes e implementos fundamentales para mejorar su calidad de vida. Y en ese empeño de altísimo impacto, el señor Moreno estuvo acompañado de médicos cubanos a los que llegó incluso a condecorar.

Fue una misión a la que le puso el alma porque conocía lo que es ser discapacitado en carne propia. Pero eso fue antes de la metamorfosis. Ahora no le ha temblado el pulso para enviar de vuelta a los cubanos y decir que ocupará sus puestos con profesionales ecuatorianos, tal y como en su momento también pretendió hacer el mandatario brasileño. A ambos la idea se le quedará en mera aspiración porque donde prestaban asistencia los galenos de la isla, por lo general, eran sitios inaccesibles y, en consecuencia, población marginada, donde la salud no se puede mercantilizar, donde no da negocio curar, donde jamás irá a ejercer un graduado en universidad privada. Las plazas dejadas por los médicos cubanos en Brasil siguen casi todas vacías y de seguro también pasará lo mismo en territorio ecuatoriano y boliviano.

Sí, de Bolivia también se vieron forzados a irse. Allí el método fue más sucio, intentar involucrar a los integrantes de la brigada sanitaria en las acciones de incitación a la violencia, e incluso apresar a un grupo de ellos, en medio de la situación de caos que se desató tras las elecciones del 20 de octubre. Al parecer, los golpistas tenían en la «agenda de Escobar», además de exterminar indígenas, expulsar a los cubanos de la peor manera para ganarse mucho más rápido las felicitaciones del Departamento de Estado.

Así es como los médicos cubanos se han convertido en la guinda del pastel. En Venezuela los acusaron de ser militares encubiertos, todo un ejército, dado el caso que es el país con mayor presencia de colaboradores, actualmente cerca de 20 mil. Lástima que en Argentina y Colombia no hay misiones de salud porque Mauricio Macri e Iván Duque hubiesen estado encantados de congraciarse con el padrino del norte y poner de paticas en la calle a todo cubano con estetoscopio. 

Cuba pierde con estas decisiones absolutamente politizadas ingresos millonarios que le son indispensables para poder sostener su sistema socialista. Pero más que Cuba, pierden los brasileños, ecuatorianos y bolivianos de esos rincones empobrecidos a los que difícilmente alguien vuelva a prescribirles un medicamento.

 

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