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Mujeres que marchan. Entrevista a Nalú Faría

2 ago. 2017
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Las luchas por los derechos de las mujeres comienzan a tener finalidades precisas a partir de la Revolución Francesa, cuando las féminas empezaron a buscar la reivindicación de todos sus derechos y oportunidades.

Si bien pudiera decirse que, desde esos primeros reclamos, muchos han sido los logros en estos años, las necesidades están lejos de satisfacerse por completo. Siguen existiendo la discriminación, la violencia y otras problemáticas que no afectan solamente a las mujeres, sino también a los contextos y realidades en los que estas se desenvuelven.

Encaminada a erradicar esas dificultades se creó la Marcha Mundial de Mujeres, en respuesta a un llamado de la Federación de Mujeres de Québec para organizar una campaña contra la pobreza y la violencia hacia las féminas. Posteriormente, en 2003, tuvo lugar la asamblea fundacional de la Marcha, con cuatro campos de acción:   trabajo de las mujeres; bien común y servicios públicos; violencia hacia las mujeres, paz y desmilitarización. 

En esta ocasión, para acercarnos a la labor y reclamos actuales del movimiento, conversamos con Nalú Faría, coordinadora de la Marcha Mundial de Mujeres en Brasil.

La Marcha Mundial de Mujeres (MMM) integra a féminas de todo el mundo, ¿qué estrategias se desarrollan para lograr un vínculo entre sus miembros, teniendo en cuenta la heterogeneidad del movimiento?

Es un movimiento antisistémico y por eso nuestra propuesta es cambiar el mundo y cambiar la vida de las mujeres en un mismo movimiento. Reivindicamos la igualdad, la libertad, la solidaridad y el internacionalismo. Actuamos para fortalecer los espacios colectivos de mujeres y que sean populares, autónomos y diversos, con acciones creativas y la construcción de alianzas con movimientos sociales.

Nuestra organización está basada en las coordinaciones nacionales que realizan acciones desde el lugar en el que viven y trabajan las mujeres. Pero actuamos para la construcción de una visión de solidaridad entre estas a partir de la comprensión de que lo que vivimos en nuestros locales tiene mucho de común con las otras mujeres, pues las raíces de la desigualdad son las mismas.  Así participamos y articulamos movilizaciones regionales en los países del mundo, también tenemos fuerza a partir de la solidaridad internacional y de nuestra organización a nivel mundial, que incluye un comité con representaciones de todas las regiones del  planeta y un secretariado, que hoy está con las mujeres de Mozambique. De esa manera, intentamos vincular el permanente trabajo local con los enfrentamientos y procesos globales.

Nuestra construcción está basada en mucho diálogo para comprender nuestra diversidad y aprender unas de las otras. Hemos percibido que esa apertura a partir de la experiencia concreta de las mujeres tiene como resultado una construcción de acciones con creatividad.  Las prácticas de educación popular y de grupos de reflexión feminista son fundamentales para la permanente construcción del movimiento y la capacidad de responder a los desafíos de cada contexto.

¿Qué características y reclamos particulares posee el movimiento en la región latinoamericana?

La MMM se constituyó como parte de los movimientos sociales en Latinoamérica, somos parte de los procesos de articulación, coordinación y lucha en la región. Evaluamos que hemos contribuido a diseminar el debate feminista en muchos espacios y a que otros movimientos sociales incorporen la perspectiva de género.

Aquí hemos desarrollado una fuerte experiencia de lucha contra el neoliberalismo, en particular contra el ALCA y la OMC.  Desde esa experiencia hemos contribuido a una recomposición del movimiento feminista desde la movilización, la lucha, la ocupación de las calles y con eso retomamos una agenda radical, antisistémica; aportando al debate de alternativas feministas y propuestas para la integración regional desde los pueblos.

Ahora frente a la arremetida neoliberal, otra vez nos colocamos en la resistencia contra el conservadurismo y las políticas neoliberales que se fortalecen por todo el continente y atacan los avances de los años de los llamados gobiernos progresistas. Actualmente, esa ofensiva neoliberal vuelve a profundizar las desigualdades, la pobreza y la violencia. Estamos articuladas, junto a otros movimientos y entidades, en la construcción de la Jornada Continental por la Democracia y Contra el Neoliberalismo desde 2015.

En América Latina, por ejemplo, estamos en la Asociación de Movimientos Sociales del ALBA y participamos desde nuestros países en las articulaciones nacionales. En el caso de Brasil, estamos en el Frente Popular de Brasil que organiza más de sesenta movimientos, hicimos la lucha contra el Golpe y apostamos por la democratización de Brasil, posicionándonos contra los gobiernos de derecha de Temer, Macri y otros. También nos pronunciamos contra el avance de las empresas de minería, de las transnacionales y del latifundio, y de esa permanente mercantilización de la vida, de los cuerpos de las mujeres y sus territorios. Reafirmamos nuestra solidaridad a todas aquellas que resisten en sus territorios, por el derecho a la tierra, a la soberanía alimentaria, a la agroecología y a la cultura.

En estos casi veinte años de trabajo, ¿cuáles son los mayores logros del movimiento?

Uno de los grandes logros es la construcción de un movimiento internacional que conecta las luchas locales con la lucha nacional, y da a las mujeres que participamos mucha conciencia y visión de qué son los desafíos para cambiar el mundo que tenemos, o sea, nos da una dimensión de cómo la lucha que tenemos es la lucha de todas.

Por lo tanto, debemos seguir construyendo acciones que involucren cada vez a más mujeres y por supuesto, en este proceso vamos obteniendo victorias en nuestros países, ya sea a nivel de construir más conciencia en la sociedad, ya sea a nivel de políticas públicas, que son también las maneras en las que vamos haciendo procesos de acumulación. En los últimos años, en varias partes del mundo, y principalmente en América Latina, hemos ganado mucha experiencia en esos procesos que estamos haciendo, como por ejemplo los debates sobre la economía solidaria, el cooperativismo, la agroecología, de todo lo que nos pone a construir desde nuestras prácticas otras relaciones económicas y sociales.

Es necesario especificar que mientras no tengamos el socialismo en el mundo, los cambios que logramos siempre son inestables. Pero lo que no nos pueden quitar es nuestra consciencia, nuestra fuerza colectiva, nuestra capacidad de seguir luchando. Creo que nuestra consigna «Seguiremos en marcha hasta que todas seamos libres» define lo que hemos acumulado hasta aquí.

Además, tenemos el desafío de contribuir para desarrollar una fuerte movilización y articulación de lucha conjunta que pueda contraponerse a esa arremetida de la derecha. Creemos en la fuerza de la movilización y que a partir de ella construimos propuestas y alternativas políticas. Más que eso, construimos fuerza para lograr una nueva hegemonía en la sociedad en pro de igualdad, de libertad y de otro modo de organizar las relaciones sociales que garantice la armonía entre humanos y humanas y con la naturaleza.

¿Cuáles son los desafíos actuales, teniendo en cuenta el contexto político, social y económico de Brasil?

Yo creo que uno de nuestros grandes desafíos es que no somos un movimiento sectorial de alguna lucha por algunos derechos específicos, sino que somos un movimiento político que trata de transformar el mundo y al mismo tiempo transformar la vida de las mujeres. Entonces, no hay una dicotomía entre la lucha de las mujeres y la lucha por cambiar el mundo, queremos cambiar el mundo con una visión feminista.

 

 

 

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