Proposiciones

Lo que verdaderamente falta (1ra. MENCIÓN)

11 dic. 2018
Por

Conversación con Aida Cañas en modo de escaleta para un posible documental o una película.

INT/MAÑANA. SALA. CASA DE ROQUE. (ACTUALIDAD)

Recién bañada y con una taza de café acabado de colar, Aida camina por la sala de la casa, camino al balcón. La rodean las fotos de la familia: sus tres hijos con Roque; Roquito, el mayor, junto a un guerrillero de pelo largo; Juan José y Jorge, ya mayores, con ella, también mayor; y una foto de Roque escribiendo en su máquina Underwood. La sala está en una semipenumbra donde solo unos rayos iluminan las paredes.

Aida deja el café en la esquina de una mesa y arrastra un sillón de madera hacia el balcón.

(FUERA DE CUADRO)

Abre la puerta grande del balcón. De repente se llena la sala de luz y se descubren objetos que no se definían antes, como los libros y la hamaca de la terraza, iluminada en todos sus colores. Arrastra el sillón de nuevo y vuelve a la sala a buscar el café que dejó en la mesa.

Con el café se sienta en el sillón, mirando hacia la calle.

AIDA

A mí me gusta el café con algún dulce. Los dulces me encantan, son mi vicio.

(PAUSA)

¿Qué es lo que me preguntabas ayer? Ah, sí, ya. ¿Qué fue de Roque en el 73?, ¿no? Imagínate, hace tantos años.

Nosotros éramos cinco: Roque, Roquito, Juan José, Jorge y yo. A Roque, bueno, lo matan en el 75, y a Roquito, que es ese de allá de la foto en Chalatenango con un compañero, me lo desaparecen en el 80.

(PAUSA)

Roque y yo nos divorciamos en el 72, en el 73 ya no estábamos juntos, pero es como si no hubiera pasado. Nos casamos en el 55. Son muchos años, y los niños. Entonces, Roque siempre estuvo presente, y yo siempre lo ayudé en todo y sabía sus cosas. Yo era su amiga, su compañera. Era muy difícil cambiar eso. (PAUSA) Yo incluso me casé con Manuel Terrero. Él se mudó entonces con Miriam Lezcano, la actriz, y venía a cada rato a ver a los niños.

VOZ

(Voice over) (Interrumpe)

¿Cuénteme de su vida en Cuba?

Aida se queda mirando a la cámara.

Aida Cañas ha vivido la mayor parte de su vida en Cuba, en la misma casa de J y 13 que le dieran a su llegada en 1969. Llegó de la mano del poeta a la Isla en plena efervescencia de una revolución monstruosa. Traía con ella a sus hijos, salvadoreños por herencia.

La persona que vive en el exilio adopta dos patrias, la de origen y en la que vive. Para el exiliado, entre su patria y su lugar adoptivo existe una comunicación en cuanto a los procesos en los que se organiza la vida. Por esta razón, pasado y presente de una persona siempre están en comunicación. Al pasado estar tan distante, en esta comunicación, encuentra una forma de regreso.

No fue la única en hacer ese viaje. Cuba era el centro de América Latina, el centro de la utopía.

Aida: Fue Roque quien decidió que viniéramos para Cuba. Salimos de Praga, Checoslovaquia, hacia finales de diciembre de 1967. Vine yo primero con mis hijos y Roque se quedó atrás entregando la casa y el trabajo. Al llegar nos hospedaron en el Hotel Nacional donde estuvimos casi seis meses. Luego llegó Roque.

En ese tiempo mis hijos tenían que empezar en la escuela y se arregló para que entraran a una primaria cerca del hotel. Después los compañeros cubanos nos dijeron que podíamos pasarnos a un departamento en 3ra. y F, que quedaba cerca de Casa de las Américas, donde Roque trabajaba. Pero ahí pasamos muy poco tiempo porque era un lugar muy chiquito, Roque no podía escribir y los niños no tenían casi espacio. Nos dijeron que podían pasarnos a otro departamento un poco más grande, pero debíamos esperar que lo desocuparan y que es este, donde vivimos. Llegamos a esta casa en agosto de 1969 y desde ese año es nuestra vivienda, nuestro hogar. Llevamos más de cuarenta años viviendo aquí.

Hay momentos en los que me siento muy sola aquí sin mis hijos y sin mi familia y he pensado pasar un tiempo en El Salvador, pero al cabo de los días ya estoy necesitando mi cama, mi cuarto y mis cosas. Allá no tengo casa: me quedo con mis hijos o con mi hermana, pero esta sí es mi casa y quizás aquí me voy a morir.

Exilio es la separación de una persona de la tierra en que nace y vive, una persona fuera de su patria. ¿Cómo hace para vivir el día a día en el país extraño? ¿Qué nuevas raíces la atan a la patria adoptiva?

Aida: Entre las personas imprescindibles para nosotros aquí está María Luisa. Ella era una señora haitiana que vino pequeña con su familia contratados a las zafras. La conocí en un trabajo voluntario. El ICAP formó una Brigada que se llamaba Nuestra América para la zafra del 1970 y ahí nos reuníamos todos los que éramos extranjeros residentes en Cuba. Allí nos conocimos y cuando terminó la zafra ella dijo que me iba a venir a ayudar aquí a la casa. Fue como mi hermana, la tía de mis hijos, mi amiga de toda la vida. Ella y su esposo eran una parte de mi familia. Se encargaba de la casa y el cuidado de los muchachos, cuando Roque y yo viajábamos ella se quedaba a cargo de todo. Nos acompañó casi 25 años.

Los vecinos, en ese tiempo eran muy allegados con nosotros. Había mucha solidaridad con los latinoamericanos. De esos años ya quedan muy pocos, Gladys y yo somos las únicas que hemos quedado viejas en el edificio.

Roque se incorporó al Comité de Defensa de la Revolución, era el ideológico. En la cuadra él fue muy conocido. Toda la gente decía que en las madrugadas se escuchaba la máquina de escribir de Roque por toda la cuadra. Porque él escribía en las noches y en la madrugada.

La casa era el centro de muchas personas, poetas, músicos, artistas y guerrilleros. ¿Quiénes venían de visita con más frecuencia?

Aquí hicimos muchas amistades con los cubanos y otros latinoamericanos que pasaban, o que venían a Casa de las Américas. Teníamos un vecino que fue nuestro amigo toda la vida: Fernando Martínez Heredia. Chinolope, el fotógrafo, siempre venía a desayunar.

Seguimos teniendo buenas amistades que se conservan hoy: Aurelio Alonso, la gente de Casa, Mirta Ibarra, Victor Casaus, Roberto Fernández Retamar. Cuando Roque se fue me dijo que en cualquier momento que yo tuviera una dificultad acudiera a Roberto, porque él era como un hermano, y así ha sido todo el tiempo.

En la terraza se reunían a cada rato Silvio, Noel Nicola, Sergio Vitier, que tocaba la guitarra en las noches. Teníamos un vecino que era polaco y siempre decía: cuando viene ese muchacho yo no duermo porque me gusta oírle la guitarra. Ellos amanecían acostados en el balance de la terraza. A Roque le gustaba mucho escuchar a Silvio, decía que era un poeta y Silvio ha sido muy consecuente con la causa de Roque; nos ha apoyado muchísimo en lo que estamos haciendo para investigar el asesinato de Roque y donde está enterrado.

Recuerdo con mucho cariño a los guerrilleros de América Latina que pasaron por Cuba, y nos visitaron. Tomás Borges, Modesto, los compañeros de Guatemala, la familia Galich, salvadoreños. Recuerdo especialmente a Carlos Fonseca Amador, que vino a despedirse de mí después que Roque se fue. Se reunían en la terraza a conversar sobre los planes, la lucha armada, Centro América y Cuba. Lo entusiasmaban para que se fuera con ellos para Nicaragua o para Guatemala.

Desgraciadamente la gente que lo asesinó vino aquí a esta casa. Primero siendo muy agradables, compañeros, como Alejandro Rivas Miras que lo conocimos cuando no era parte del Ejército Revolucionario del Pueblo todavía; en aquella época un muchacho muy agradable. Después vino como jefe del ERP y quedó con Roque en que se fuera para el Salvador. Ya murió, alcohólico y un poco loco.

INT/MEDIODÍA. SALA. CASA DE ROQUE. (1973)

En la mesa de la sala de la casa Aida (40) y Roque (39) hablan a media voz. No hay nadie salvo ellos en la casa.

AIDA

¿Vietnam?

ROQUE

Sí. Es mejor así. Yo voy a escribir. Dice Manuel que puedo, que a través de Jesús y la embajada puedo mandar las cosas. Diles a los niños.

AIDA

¿Los vas a ver antes?

Roque la mira.

AIDA

Es que andan preguntando por ti. (PAUSA) ¿Y Miriam sabe? (CON DUDA)

ROQUE

No, nadie sabe. (PAUSA) Vietnam, a quien te pregunte, es Vietnam. (PAUSA) Otra cosa, yo quiero que mi mamá y Carmen (SEÑALANDO A AIDA) vengan. Yo voy a intentar arreglar eso, para que vean a los niños. Me da miedo verlas allá, sobre todo a Carmen, con María no me voy a poder aguantar (SE SONRÍE). Nos escribimos. Lo prometo.

AIDA

¿Necesitas llevarte algo ahora? ¿Te preparo algo de comer? (PAUSA) Ya te separé los libros que me pediste hace unos días, y tus papeles.

ROQUE

Dámelos, pero no me quiero cargar mucho. No quiero que sospeche la viejita de abajo, uno nunca sabe quién trabaja para el enemigo (BURLÁNDOSE)

 

Aida se ríe de su chiste y se levanta para ir a buscar las cosas. Antes de irse le pregunta.

AIDA

¿Cómo te llamas?

ROQUE

(MIRÁNDOLA)

Julio.

Aida: Después de la muerte del Che había una efervescencia demasiado grande y todos teníamos la idea de que había que hacer una revolución en nuestros países. En Guatemala y en Nicaragua había una lucha armada, y muchos de sus amigos, que eran poetas como él, ya estaban en la guerra, como Otto René del Castillo. Entonces, él tenía que cumplir también. Tenía que irse y se sentía muy mal no poder hacerlo por la situación de El Salvador.

Ya en la década del 1970 en El Salvador existía un movimiento armado. Pero, la verdad, era que vivían con una clandestinidad muy grande. Él tuvo contacto con sus dirigentes y quedaron que iban a seguir informando, pero muchas cosas fueron muy difíciles porque de no haberse cuidado ellos en El Salvador, no hubiera podido crecer el movimiento.

Fue entonces cuando vinieron a convencerlo la gente del ERP para que se incorporara con ellos. Decidió irse y yo lo aprobé, estaba muy entusiasmado. Roque también tenía la idea de que no podía hacerse solo la lucha armada, la guerra militar, sino que el movimiento tenía que politizarse. La lucha armada en El Salvador fue muy difícil, porque es un país muy pequeño, pero se hizo con el movimiento de masas que fue la montaña que no teníamos.

¿Cuándo sale Roque de Cuba definitivamente?

Aida: Roque se fue a principios de 1973 para El Salvador. A quien único escribía era a mí y a su mamá. Mantuvimos una comunicación constante, como se podía en esas condiciones. Incluso, cuando yo presentí que las cosas no estaban muy bien, yo le escribí y le mandé a decir que estaba muy preocupada y que si podía venir a Cuba que hiciera el esfuerzo. Hizo un viaje a México donde tuvo contacto con compañeros cubanos y eso fue lo que bastó para que dijeran que Roque era agente cubano.

Yo siempre tuve la idea de que él iba a tener dificultades allá. Los compañeros del grupo de la ERP que venían a Cuba tenían unas posiciones muy trotskistas, maoístas, que no podían entender lo que Roque pensaba. Y efectivamente, empezaron a surgir los problemas y algunas envidias, por la trayectoria política tan fuerte que tenía Roque en el movimiento universitario y entre los más radicales del Partido.

¿Cómo supieron ustedes la noticia de su asesinato?

Recibí la noticia por mi suegra que había hablado por teléfono con una tía mía que le contaba, de unas hojas sueltas que habían tirado en la universidad, donde decían que a Roque lo habían fusilado por ser agente y traidor, y no se sabía si era cierto o no. Yo no dudé que había pasado algo y con mi hijo Roquito enfrentamos esa noticia. Llamamos a la gente del Partido (PCC de Cuba) que no sabían nada. Nos dijeron que mantuviéramos silencio porque podía ser una trampa para ubicar a Roque en el país, que hasta que no tuvieran una certeza no nos daban razón. Cuando se confirmó la noticia Casa de las Américas saca en una revista la noticia del asesinato.

Lo tuvieron preso en una casa con otro compañero, un obrero, Armando Arteaga, hasta que los asesinaron con maña. Ahora hay quienes han perdido el miedo de hablar y nos cuentan lo que ahí sucedió.

Roque no creía que lo fueran a matar porque llegaban todos los días y decían: mañana te vamos a matar y no sucedía. Lo insultaban: poeta de mierda, tú eres un agente de Cuba. A Joaquín Villalobos fue a quien destinaron para matarlos, pero el cerebro fue Alejandro Rivas Miras. Le dieron un tiro adentro en el cuarto donde lo mantenían preso, pero dicen que Roque no murió en ese momento. Y lo sacaron afuera y le dieron un tiro en la nuca.

EXT/INT. TARDE. GUAGUA. (1973)

Aida, Juan José, Jorge y Roquito están montados en una guagua camino a Lawton. El ómnibus va lleno de gente. Roquito, al ser el mayor tiene aguantado a Jorge, y Juan José y Aida van al lado, aguantados a los tubos.

JORGE

Juan yo no quiero.

JUAN JOSÉ

¿Pero qué tiene de malo? ¿Por qué no lo haces? Eso es pena nada más.

ROQUITO

(A Juan José)

¿Qué es?

JUAN JOSÉ

(A Roquito)

El aula de Jorge tiene que hacer el matutino este viernes sobre Martí y él no quiere. Lo pusieron a recitar.

ROQUITO

(A Jorge)

¿A recitar? (SE RÍE) Así que tú vas a ser poeta como papá.

JORGE

(Mirando serio)

A mí no me gusta actuar.

AIDA

(A Jorge)

¿Y qué poemas son?

¿No me los vas a recitar?

Jorge la mira con roña. La guagua para. Aida les avisa y se bajan.

Caminan por la calle que está llena de gente.

JORGE

(RESIGNADO)

Está bien.

Yo quiero cuando me muera

Sin patria pero sin amo

Tener en mi loza un ramo

De flores y una bandera.

No me pongan en lo oscuro

A morir como un traidor

Yo soy bueno y como bueno,

Moriré de cara al Sol.

Jorge recita los poemas de carretilla. Su mamá camina a su lado agarrándole fuerte la mano. Pasan por una calle de tiendas, por una librería. Pasan cerca del cine Isla Cuba. Cortan por una esquina a una calle estrecha.

Aida: Venir a Cuba significó una experiencia muy importante en mi vida. Aquí aprendí muchísimas cosas que ignoraba, de política, del pensamiento, de la lucha. Conocí muchas cosas que solo se podían conocer dentro de la Revolución. Aquí me incorporé a todas las organizaciones de masas: la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), los CDR. Eso me dio una gran experiencia que me sirvió para poder manejarme después que Roque se fuera para El Salvador. Porque, en ese momento, tuve que asumir muchas cosas que él asumía antes, y lo hice porque se trataba de mi país.

Cuando se abrió la oficina del Frente (FMLN), fui de las fundadoras junto con dos compañeros y los cubanos. Secretaria de comunicaciones. Estuve trabajando allí hasta que los compañeros del Frente me pidieron que fuera a los Acuerdos de Paz. Eran los años noventa y todavía caminaba la guerra. Estuve tres años hasta que regresé a Cuba y me quedé porque, francamente, ya yo no tenía ninguna perspectiva en El Salvador.

Me había acostumbrado a vivir en Cuba. Aquí yo podía hacer algo, estaba incorporada a muchas cosas con el Instituto Cubana de Amistad con los Pueblos (ICAP) y la FMC. Allá mis hijos no tenían un porvenir como lo tuvieron aquí, donde pudieron graduarse de la universidad y trabajar. Además, aquí yo podía sobrevivir. Y estaba mi casa, donde tenía guardada toda la obra de Roque hasta que mis hijos se la llevaron para el Archivo en El Salvador. Aquí lo guardé todo, muchos años, y tuve que venir a cuidar eso también: el patrimonio que él había dejado.

Roque dejó escrito poemas inéditos, libros que en 1973 no habían sido publicados. ¿Usted se encargó de cuidar esos manuscritos?

Aida: Antes de Roque irse hicimos un escrito con un abogado y él me dejó como la persona encargada de guardar su obra. Dejó indicaciones muy precisas: qué tenía que publicar antes y qué libros debían publicarse cuando yo creyera que era conveniente. Por ejemplo, con Un libro rojo para Lenin me dijo: Ese yo te lo voy a dejar para cuando tú creas que puedes publicarlo, porque hay épocas en las que no pueden salir ciertos libros. Y lo publicamos cuando ya había triunfado el Frente Sandinista y Tomás Borges me dijo que lo iban a publicar en Nicaragua. El dejó preparada una antología de sus poemas para publicar en Cuba, que lo hizo Casa de las Américas, con un prólogo escrito por él para el público cubano.

La obra de él fue aquí en Cuba. Miguel Mármol, Pobrecito poeta que era yo y otros libros de poemas los terminó aquí.

INT/NOCHE. CASA DE ROQUE. BAÑO. (1971)

Sentado en el baño de su casa, Roque (37) escribe en una vieja máquina de escribir pobremente montada sobre una mesa de patas flacas y un poco desequilibradas. En el piso, un ventilador está encendido en la velocidad máxima y vuela ligeramente la hoja sobre la cual Roque teclea lentamente.

ROQUE

(Murmurando)

«Los clásicos son interminables...». No: «Los clásicos son interesantes», blasfemia mía de ayer al salir de ver Romeo y Julieta. Hoy aumentó la cuota de tomates para ensalada y aparecieron unas acelgas enormes. El pan sobra, los huevos alcanzan, el arroz y los frijoles aburren como las cataratas.

Roque para un momento de teclear y busca dentro de un libro de Regis Debray un papel doblado, recortado de la esquina de un programa de actividades de Casa de las Américas, donde está escrito a mano y se puede leer lo siguiente: «La escasez da un poco de hambre mental y muchísima de la otra». Lo deja a un lado de la máquina y escribe.

ROQUE

(Murmurando)

«La escasez da un poco de hambre mental y muchísima de la otra», decía ayer el gordo Flores.

 

INT/TARDE. SALA GALICH. CASA DE LAS AMÉRICAS. (1971)

Roque está sentado en la Sala Galich de Casa de las Américas, frente a un público callado leyendo de unas páginas mecanografiadas.

ROQUE

(En el último verso levanta la vista del papel)

Pero con la merluza y dos bistecs dejaremos atrás la semana. Lo que verdaderamente falta en Cuba eres tú.

Aida se detiene, la voz le falla. Hace una pausa de unos segundos que encierra muchos recuerdos.

La Revolución Cubana y los cubanos han sido quienes más me han apoyado en mi vida. Francamente, quizás, más que mi propia familia. Porque en los tiempos difíciles a quienes tuve cerca fue a los cubanos.

Hace silencio. Piensa, asumo, en el dolor de Roque, en sus hijos, y en Roquito, que ya no está.

Y me emociona mucho decir esto porque pasé mucho tiempo lejos de mi familia sin poder tener ningún contacto con ellos y aquí nunca me sentí sola. Mis hijos también llegaron a ser parte de Cuba. Son unos cubanos. ¡Jorge todavía habla como un cubano! ¡Y mi hijo, Roque, el mayor, fue hasta militante de la Juventud!

Roque dijo en un poema que él tenía dos patrias: Cuba y El Salvador. Para nuestra familia eso sigue vigente.

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