Proposiciones

La supuesta inspiración del autor de El Principito*

30 jun. 2020
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¿Quiénes han oído hablar que supuestamente el francés Antoine de Saint-Exupéry se inspiró en paisajes guatemaltecos para escribir El Principito? Quizás muchos lectores de esa obra revitalizadora ignoren tal hipótesis.

Ignoraba el probable vínculo de ese texto universal con Guatemala. Fue el amigo Miguel Sisay quien me preguntó, cuando íbamos rumbo al municipio de Santiago Atitlán, si recordaba el dibujo de la boa que se tragaba a un elefante.

Una vez que asentí me invitó a mirar a mi derecha. Allí estaba el Cerro de Oro, cercano al lago Atitlán. A simple vista el reptil dibujado en el primer capítulo del texto se parecía bastante a esa peculiar elevación.

Sin embargo, ese detalle curioso era insuficiente para compartirlo con los lectores. No pocos comentarían que la similitud sería fruto de la casualidad. Pero el dato que me compartió Sisay me impulsó a investigar.

Algunos suponen que aquella montaña con nombre de elemento muy codiciado, pero incomparable a la fortuna de la amistad y el amor motivó a Saint-Exupéry a crear su ingenioso trazo de la boa devoradora del elefante.

Sin embargo, otros investigadores defienden la tesis de que El Principito fue inspirado en paisajes del desierto del Sahara, Argentina o El Salvador, país este de donde era originaria Consuelo Suncín, esposa del célebre Saint Exupéry.

De los artículos que consulté sobre este tema, el que más me llamó la atención fue el titulado La Antigua Guatemala es el Asteroide B 612 donde nació El Principito, elaborado por Jorge Carrol, catedrático argentino radicado en Guatemala.

«Personalmente creo que Saint-Exupéry se inspiró para contar cómo era la patria del principito en los paisajes que vio y admiró durante una larga convalecencia acompañado de su esposa, la bella salvadoreña Consuelo Suncín, viuda del entrañable Enrique Gómez Carrillo…», argumenta Carrol.

El también poeta se refiere a hechos ocurridos entre Saint-Exupéry y Suncín en 1930 durante una visita a Buenos Aires, capital argentina. Menciona las altas y bajas en la vida matrimonial de ambos, basado en las memorias escritas por ella.

Recuerda el catedrático que el escritor de El Principito, acompañado de Andre Prévot, su mecánico y compañero de aventuras, viajó el 16 de febrero de 1938 desde Nueva York a Punta Arenas, donde la Cordillera de los Andes deja lugar al Pacífico sur.

Guatemala, puntualiza, fue una de sus escalas para abastecerse de gasolina, pero debido a un error de cálculo, el avión demasiado cargado se estrelló al final de la pista. Según Carrol, el aviador pasó cinco días en coma y fue sometido a operaciones que le dejaron secuelas.

«El médico de cabecera José Méndez Valle, padre de la poetisa guatemalteca y Premio Nacional de Literatura, Luz Méndez, impidió que le amputaran su mano derecha, infectada con una gangrena», relata en su pesquisa el doctor en Filosofía y Letras.

Parte de su recuperación apunta transcurrió en una casona en La Antigua Guatemala, ciudad curiosamente rodeada de los volcanes de Agua, Fuego y Acatenango, tres, como los del Asteroide B 612, donde vivía el protagonista de la mencionada obra traducida a más de 250 idiomas y dialectos.

A propósito de esa supuesta coincidencia, Carrol citó un fragmento del famoso volumen publicado por primera vez el 6 de abril de 1943 en Nueva York, Estados Unidos: «¡Oh! Mi planeta dijo el principito no es muy interesante, es muy pequeño. Tengo tres volcanes, dos en actividad y uno extinguido; pero nunca se sabe (…). Tengo también una flor», que al decir del pequeño príncipe «tiene cuatro espinas para defenderse contra el mundo».

Para Carrol resulta evidente que esa flor es una rosa de La Antigua, la ciudad de las perpetuas rosas, que está rodeada de tres volcanes: el de Agua (extinguido) y el de Fuego y el de Acatenango (activos).

Usted, como lector inteligente, está en todo el derecho de concordar o discrepar con lo argumentado por Carrol al respecto. No obstante, Anette y yo sí le contaremos esta historia a nuestro hijo Samuel, a quien le enseñaremos a ver lo esencial con el corazón, como quería el principito.

 


*Tomado del libro: Guatemala a segunda vista. Esencias culturales (Ocean Sur, 2020).

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