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La integración sigue siendo un desafío

5 abr. 2017
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En 2016, el Premio Libertador al pensamiento Crítico (2015), en su XI edición otorgó mención honorífica al libro Los desafíos de la integración en América Latina y el Caribe, del autor cubano Abel Enrique González Santamaría, publicado por la Editorial Ocean Sur.

El libro ofrece, con un lenguaje claro y preciso, un análisis acerca de la participación de Cuba en la Cumbre de las Américas, el inicio del proceso de restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos y cuánto influye este nuevo vínculo en el contexto latinoamericano y caribeño.

Dos años después el contexto ha cambiado considerablemente. La revista Contexto Latinoamericano pretende compartir con sus lectores la conversación que sostuvimos con el joven autor quien, además de escribir La gran estrategia: Estados Unidos vs. América Latina y El destino común de nuestra América, es máster en Relaciones Internacionales y Doctor en Ciencias Políticas.

Los primeros capítulos de su libro hacen un recorrido desde las revoluciones independentistas de América hasta los proyectos de integración y unidad latinoamericana en el siglo xx. ¿Por qué es necesario comprender estos antecedentes para replantearnos hoy el tema de la unidad latinoamericana?

Para entender el presente en los procesos políticos, económicos, sociales y culturales resulta imprescindible conocer sus orígenes y evolución, con sus avances, estancamientos y retrocesos. Esta lógica se aplica coherentemente con las luchas emancipadoras en «Nuestra América» y los esfuerzos por concretar la unidad.

Mientras más se conozca la historia común de los pueblos latinoamericanos y caribeños en su largo camino de luchas por alcanzar la independencia, se estará en mejores condiciones de comprender la importancia de la integración regional como una oportunidad para el desarrollo y a su vez como un mecanismo para enfrentar en bloque las agresiones de las diferentes potencias.

Esto nos permite replantearnos hoy este tema y aceptar una realidad que se va construyendo gradualmente: «la unidad dentro de la diversidad».

El panamericanismo fue, como doctrina, una de las fuerzas opositoras por excelencia de la integración regional. ¿Cuáles son en la actualidad los enemigos más grandes que tienen los gobiernos progresistas que abogan por una unidad en América Latina?

Fue precisamente el Apóstol de la Independencia de Cuba, José Martí, quien pudo alertar del peligro del nacimiento de esa doctrina a finales del siglo XIX, a partir de la celebración en Washington de la Primera Conferencia Internacional de Estados Americanos y la Conferencia Monetaria Internacional Americana, que originó la Unión Internacional de Estados Americanos, cuya secretaría ejecutiva quedó ubicada en la capital estadounidense.

En ese contexto nació el denominado Panamericanismo, cuyas bases doctrinales están en la denominada Doctrina Monroe de 1823, formulada bajo la frase «América para los americanos», que significó en la práctica «América para los estadounidenses».

Martí era consciente de que la única forma de poder enfrentar a esas doctrinas injerencistas era la unidad: «la América ha de promover todo lo que acerque a los pueblos y de abolir todo lo que los aparte», sentenciaba el Maestro.

Aunque ha pasado más de un siglo de aquellos acontecimientos, la doctrina del panamericanismo —diseñada por Estados Unidos— sigue siendo hoy el principal enemigo que tienen los gobiernos progresistas que abogan por una unidad en América Latina y el Caribe. Algunos investigadores del tema refieren el surgimiento del «neopanamericanismo», como estrategia de integración regional bajo la hegemonía estadounidense.

Este «nuevo panamericanismo» es una propuesta de integración continental de todos los sistemas regionales y subregionales existentes, con un sistema regional hegemónico mayor, que funcionaría bajo el dominio del imperialismo norteamericano. Cobró particular fuerza gracias al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y sobre todo a la pretensión del establecimiento del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que gracias a la integración de los gobiernos y pueblos fue derrotada en 2005.

No obstante, reajustaron su táctica con la implementación de acuerdos de libre comercio de igual naturaleza que el ALCA, que provoca una desnacionalización de las economías de la región y a una subordinación absoluta a los dictados del gran capital.

¿Cuánto influyó, en sus orígenes, la Revolución Cubana en aras de la integración? ¿Cuáles fueron sus principales batallas?

La realidad histórica es que antes de 1959 los esquemas integracionistas de América Latina estaban detenidos en el tiempo y dominados exclusivamente por las potencias. Al triunfar la Revolución Cubana, el gobierno promovió en su política exterior la unidad, la concertación y la integración de las naciones hermanas, como única forma de fortalecer la posición regional y romper los lazos de subordinación y dependencia de Estados Unidos.

El máximo líder cubano, Fidel Castro Ruz, continuador del ideario bolivariano y martiano, comprendió desde muy temprano que resultaba necesario crear una alianza común de naciones que hiciera frente al imperialismo. A solo unos días del triunfo, trazó el derrotero que debía conducir a la unidad y realizó su primera visita al exterior, en el propio mes de enero de 1959.

Viajó a Venezuela y participó en multitudinarios actos en Caracas, en el contexto del primer aniversario de la caída del dictador Pérez Jiménez. Allí Fidel realizó varias reflexiones que marcaron el rumbo integracionista: «¿Cuándo vamos a lanzar la gran consigna de unión? Se lanza la consigna de unidad dentro de las naciones, ¿por qué no se lanza también la consigna de unidad de las naciones?».

Cuba tuvo que batallar en todos los campos contra un enemigo sumamente peligroso y enfrentar todo tipo de agresiones: invasión mercenaria; sabotajes; planes de atentados contra sus principales dirigentes; bloqueo económico, comercial y financiero; intromisión en los asuntos internos y planes de desestabilización; creación y financiamiento de bandas armadas y grupos contrarrevolucionarios; ejecución de programas subversivos; y aislamiento político internacional y regional. Quizás no exista otra nación en el mundo que haya tenido que resistir ininterrumpidamente durante más de cincuenta años tanta hostilidad de la principal potencia mundial.

Pero aquí estamos firmes y dispuestos a seguir compartiendo con otros países no lo que nos sobra, sino los modestos recursos con los que contamos. Así nos educaron Fidel y Raúl, dos grandes hombres que han hecho realidad los sueños de los libertadores.

Cuba y Venezuela con la propuesta de la Alianza Bolivariana para los pueblos de América (ALBA) encendieron un motor que activó la integración en la región. Con independencia de la cantidad de integrantes, ¿cuán diferentes son el ALBA y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC)? ¿Una es superior a la otra? ¿Cuál es el tipo de mecanismo por el que debería apostar y ayudar a construir Cuba?

Soy de la opinión de que ambos mecanismos se complementan. No creo que uno sea superior al otro. Coincido con que el Alba encendió el motor que activó la integración en la región, al romper con los esquemas integracionistas tradicionales de corte economicistas. Dos gigantes hicieron posible el despertar de los pueblos latinoamericanos y caribeños a inicios del siglo xxi y entregaron todas sus energías para la creación del Alba y la CELAC: los Comandantes Fidel Castro Ruz y Hugo Chávez Frías.

Ellos, junto a otros líderes progresistas que se sumaron, lograron articular una respuesta contrahegemónica al «neopanamericanismo», que contribuyó decisivamente a la derrota del ALCA durante la IV Cumbre de las Américas, en Mar del Plata, Argentina.

Con la creación del Alba, fue la primera vez en la historia que se pudo concretar un mecanismo de integración basado en la cooperación y solidaridad, para satisfacer las necesidades y anhelos de sus países y, que a su vez preservara la independencia, soberanía e identidad de sus naciones. Siete años después nació la CELAC, con la aspiración de avanzar «haciendo un sabio equilibrio entre la unidad y la diversidad de nuestros pueblos».

Cuba contribuyó modestamente a la creación y funcionamiento de ambos mecanismos de integración, y participa activamente en todos sus proyectos.

¿Cuáles son los mayores resultados alcanzados por la CELAC?

La CELAC se ha convertido en un espacio de diálogo y concertación política, que ha permitido avanzar en los vínculos económicos, sociales y culturales sobre la base de una agenda común de bienestar, paz y seguridad para nuestros pueblos. Además, reivindicó el derecho a la existencia, preservación y convivencia de todas las culturas, razas y etnias que habitan en los países de la región.

En el ámbito económico se han organizado programas de desarrollo integral, en áreas como la energía, infraestructura, el comercio intrarregional, la producción de alimentos, las industrias intermedias, las inversiones y el financiamiento. Se van dando algunos pasos, por ejemplo, en 2014 se celebró en Brasil el Foro China-CELAC, en el cual se acordó la creación de un fondo específico para financiar proyectos de infraestructura en el continente, llegando a 20 000 millones de dólares.

En materia de integración en la región, ¿cuáles vislumbra como retos a plantearse después de la V Cumbre de la CELAC que se desarrolló en República Dominicana en enero de 2017?

El principal reto será preservar los niveles de integración alcanzados en sus primeros cinco años, para estar en mejores condiciones de enfrentar los desafíos globales del siglo XXI: las crisis económica, energética, ambiental, alimentaria, hídrica y de tierra fértil.

Se deberá priorizar la construcción de soluciones propias para promover y mantener la paz, el desarrollo inclusivo y sostenible de nuestros pueblos hasta alcanzar la erradicación total del hambre y la pobreza. De ahí la importancia de fortalecer los mecanismos que permitan poner todos los esfuerzos y recursos de la región en función de resolver los grandes problemas sociales, fundamentalmente la disparidad del ingreso.

Se debe tener en cuenta que Nuestra América tiene potencialidades para enfrentar esos desafíos. Es un importante productor agrícola, sobre todo en rubros como la soja, la carne y la leche. Produce más alimentos de los que requiere para el consumo de su población. Algo similar ocurre con la producción de minerales: la región representa más del 45% de la producción mundial de cobre y más del 20% de la producción mundial de zinc y estaño. En materia energética, produce un 40% de la producción mundial de biocombustibles. Además, posee las mayores reservas de agua dulce del mundo.

Es una de las regiones de mayor riqueza étnico-cultural, de valores patrimoniales únicos y enorme potencial en el desarrollo del deporte. Su principal desafío será transformar el capital natural en capital humano, infraestructura económica y diversificación de la base productiva y exportadora, de forma que contribuya decisivamente a un verdadero proceso de desarrollo.

A raíz de las conversaciones entre Cuba y Estados Unidos, ¿se podría pensar en un mecanismo de integración con la presencia de la potencia del Norte o siempre la integración latinoamericana debería ser por esencia antiimperialista?

Como ya expresamos, Estados Unidos desde finales del siglo XIX creó el Panamericanismo como mecanismo de integración, aunque más bien ha sido un mecanismo de dominación, que se renovó en 1948 y nació manchado de sangre en las calles de Bogotá. Además, su sede se mantuvo en Washington. Me refiero a la Organización de Estados Americanos (OEA), que tiene un pasado y presente bastante bochornoso desde el apoyo a las intervenciones estadounidenses en la región, a las dictaduras militares y ahora pretende sumarse a las maniobras oligárquicas contra la República Bolivariana de Venezuela.

Por cierto, en la Directiva Presidencial de Política, titulada «Normalización entre Estados Unidos y Cuba», que publicó el presidente estadounidense Barack Obama, el 14 de octubre de 2016, precisaron que «pretenden lograr a largo plazo que Cuba se integre a la OEA». Sin embargo, la posición cubana basada en la historia se mantiene firme, como en reiteradas ocasiones ha expresado el presidente cubano Raúl Castro Ruz: «Antes de que Cuba entre a la OEA, como dijo Martí, se unirá el mar del norte al mar del sur y nacerá una serpiente de un huevo de águila».

La historia ha demostrado que la verdadera integración latinoamericana y caribeña debe ser por esencia antiimperialista.

¿Cómo han afectado a la integración latinoamericana los recientes sucesos de inestabilidad gubernamental, intentos golpistas o cambios en los gobiernos, acontecidos en países de la región como Venezuela, Ecuador, Argentina y Brasil?

En la actualidad la región experimenta los efectos de una fuerte y articulada contraofensiva imperialista y oligárquica, que por supuesto impacta en los procesos integracionistas. Se intenta revivir la agenda neoliberal, que provocó inestabilidad política y serios problemas sociales en la región.

El modelo neoliberal como fórmula económica, proclama que las fuerzas del libre mercado son más eficientes que la intervención pública, por lo que se debe estimular la privatización y disminuir la intervención del Estado en la economía. Las consecuencias de su aplicación son bien conocidas en América Latina y el Caribe, cuando se implementó desde la década de 1990 el llamado «Consenso de Washington», que provocó mayores beneficios para unos pocos, desprotección para la mayoría, polarización de la sociedad e incremento de los niveles de pobreza.

Hay un dato revelador de esta triste realidad y es que, a pesar de los avances sociales y económicos en las dos últimas décadas, América Latina y el Caribe sigue siendo la región más desigual y más insegura del mundo.

¿Cuáles son los mayores logros alcanzados por América Latina en su proceso de integración?

El principal logro fue la creación en el 2011 de la primera organización puramente «nuestramericana»: la CELAC. Es el único mecanismo que integra a las 33 naciones independientes al sur del Río Bravo y sin presencia extra regional.

Otro paso importante fue la declaración de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, durante la II Cumbre de la CELAC, en enero de 2014 en La Habana. En un mundo cada vez más en guerra, donde las potencias imperialistas irrespetan el Derecho Internacional y la Carta de las Naciones Unidas, resulta trascendental este acontecimiento.

Es imprescindible la paz entre los países y dentro de los países para avanzar hacia una unidad más firme. De ahí, la importancia que también tiene para la integración el proceso de paz que se desarrolla en Colombia desde hace cuatro años y que debe poner fin a más de cincuenta años de conflicto armado, el más prolongado del continente americano.

Los procesos de integración en la región, con el esfuerzo de los gobiernos y pueblos, han producido, además, avances en materia de desarrollo social, educación, salud, medio ambiente, energía y finanzas. Por ejemplo, cerca de 80 millones de latinoamericanos y caribeños salieron de la pobreza durante la última década.

Aún queda mucho por hacer a favor de la integración y la unidad, pero soy optimista hacia el futuro. Fueron más de doscientos años de intenso batallar para cumplir los sueños de los libertadores de conformar la «Patria Grande», y estoy seguro que los más de 600 millones que habitamos «Nuestra América» aprenderemos a vivir con nuestras diferencias y sabremos asumir los desafíos para que nada ni nadie logre separarnos.

 

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