Contrapunteo

La diversidad que nos une

30 ago. 2017
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Para ver desde una unitaria visión al Caribe, las islas que lo conforman y sus enclaves continentales, no se debe partir de la tesis de que somos originarios de una misma raíz cultural, y que esa idea debe prevalecer para darle un significado sólido a una región que tiene en sí misma y su origen, una más rica e interesante historia.

El Caribe es, probablemente, de las regiones del orbe donde se dieron cita —de manera forzosa en algunos casos, y casual en otros—, diversas civilizaciones, etnias, nacionalidades y culturas.

Esa multiplicidad de culturas, venidas de Europa y África en un primer momento, «colisionaron» en esta zona de la geografía mundial, con otras tantas etnias, culturas, lenguas, no tan absolutamente primarias como históricamente se ha querido sugerir.

Las semejanzas en el Caribe están dadas básicamente por los procesos históricos de los cuales fue objeto la región, marcados por intereses coloniales y geopolíticos. De ahí que, no es faena cómoda definir, ni llevar a una conceptualización absoluta a la cultura caribeña.

Hay que remitirse, para ser objetivos, a su historia, su condición de naciones multiétnicas, como consecuencia, a su hibridez, sincretismo y la forzada transculturación con todas las desigualdades que conllevó.

Para hablar de una cultura del Caribe tampoco se puede obviar en efecto la identidad, la diáspora resultante que a su vez tuvo como consecuencia una redefinición de representatividad.

Tres lenguas se hablan en el Caribe: inglés, español y francés, de las que se derivan lenguas criollas. Se pudiera interpretar, entonces, el variado espectro cultural que involucra a académicos e intelectuales en controversia constante en cuanto a ciertas no conexiones, por ejemplo, en los discursos literarios que producen cada uno de los países de la región.

Pero sería un error obviar que esa literatura, ciertamente producida por escritoras y escritores caribeños, tiene en su génesis una fuerte tradición de oralidad, que a su vez se reconoce en las diversas artes. Es la expresión primigenia literaria de los grupos sociales que carecían de escritura en las regiones del Caribe.

Los mitos, las leyendas, y las arraigadas costumbres generadas a partir de esa heterogénea simbiosis de herencias múltiples, marcan también la definición del Caribe como una región «multinacional».

Además del patrimonio físico adquirido, palpable en edificaciones, sitios naturales de belleza incuestionable, en el Caribe se puede afirmar, que el patrimonio más importante como espacio definitorio de gran nación multiterritorial, es precisamente el patrimonio cultural espiritual que emergió de esa «alma caribeña», nacida de la «colisión» forzada-casual de diversas culturas, donde la herencia africana tiene protagonismo significativo.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, en un primer acercamiento a la cultura del Gran Caribe, también se pudiera deducir que, en la diversidad de culturas encontradas en una misma geografía, se unieron grupos sociales múltiples con una sola historia sellada por el despojo, la diáspora marcada por el exilio y el desarraigo.

De ahí que la concepción de Nación, propicia un reencuentro con lo originario que fue estimulando una nueva estética desde tanta multiplicidad, vista como única para enunciarse en una gran cohesión que resulta en el reconocimiento de una sola cultura.

 

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