Contrapunteo

El sendero de las mariposas

6 mar. 2019
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Cada año miles de mujeres son asesinadas en el mundo, y sobre todo en América Latina y el Caribe. El feminicidio es un lastre de la sociedad muchas veces silenciado, sobre todo por los medios de difusión. La lucha contra la discriminación que sufrimos debe ir más allá de promover igualdad de derechos ciudadanos, de lo que se trata es de construir una la sociedad que se desarrolle sobre la base de la equidad.

Nos cuesta mucho trabajo ser escuchadas, el doble o el triple, por ser mujeres y por ser latinoamericanas. Aunque la lucha debe ser diaria, existe una fecha para recordar la No violencia contra las mujeres y las niñas: el 25 de noviembre.

En esa misma fecha, pero en 1960, tres mujeres, tres hermanas, Minerva, Patria y María Teresa Mirabal se dirigían a visitar a sus respectivos esposos quienes sufrían prisión en la cárcel «La Cuarenta», en Puerto Plata, República Dominicana. Durante el trayecto fueron interceptadas por la policía secreta del dictador Rafael Leónidas Trujillo. A empujones, sacadas del jeep en el que viajaban y llevadas a una casa en las cercanías de La Cumbre, donde fueron torturadas y asesinadas junto al chofer y compañero de lucha Rufino de la Cruz.

Ahorcadas, apaleadas, colocadas dentro del jeep y luego lanzadas por un precipicio para que pareciera un accidente de auto —método típico para que no se acusara a la dictadura de los múltiples asesinatos; «accidentes» repentinos y mortales que casualmente solo le sucedían a los más radicales opositores al régimen.

Familia amenazada

Las hermanas Mirabal —Patria, Minerva, María Teresa y Bélgica (Dedé)— nacieron en el municipio de Salcedo, República Dominicana, y se criaron en un ambiente acomodado, pues su padre, Enrique, era un exitoso hombre de negocios, lo que les permitió a las muchachas estudiar en las mejores escuelas del país.

En 1938 Patria, Dedé y Minerva, fueron enviadas a estudiar a la escuela secundaria católica Inmaculada Concepción. Allí las hermanas conocieron a otras niñas que tenían familiares apresados, torturados y muertos a causa de las persecuciones del dictador. Desde ese momento Minerva, la más activa de las cuatro hermanas, aun siendo una niña, comenzó a interesarse por la situación del país.

A los veintiséis años la muchacha ingresó a la Facultad de Derecho de la entonces Universidad de Santo Domingo donde completó con éxito su primer curso de estudios, pero, en 1953, la dictadura le impidió su rematrícula.

La historia detrás de todas las trabas hacia el desarrollo profesional y político de Minerva va más allá de ser una ferviente opositora al régimen. En octubre de 1949, durante la inauguración del Hotel Montaña de Jarabacoa, un asistente de Trujillo le había dicho a Minerva que el sátrapa se había fijado en ella; allí comenzó la maldición de la familia Mirabal.

El 12 de octubre del mismo año el dictador invitó a un baile en la Hacienda Borinquen en Hatillo, próximo a San Cristóbal, para conmemorar el «descubrimiento de América»; fueron convidados empresarios y altos funcionarios, también la familia Mirabal.

Durante la fiesta, Trujillo tuvo la intención de acercarse a Minerva en varias ocasiones; incluso la invitó a bailar. Mientras sonaba la música la muchacha le pidió que «dejara tranquilo a ese joven tan inteligente y preparado que era Pericles Franco». Esa actitud rebelde molestó al dictador y la familia tuvo que abandonar la fiesta.

A partir de ese instante, los Mirabal comenzaron a sufrir arrestos y amenazas a cualquier miembro de su familia. Al día siguiente Enrique Mirabal fue arrestado y trasladado a la Fortaleza Ozama en Santo Domingo (en aquel momento Ciudad Trujillo); Minerva y su madre detenidas y llevadas al Hotel República, donde permanecieron bajo arresto domiciliario; otras amigas de la familia fueron igualmente apresadas.

El padre de las hermanas fue probablemente el más afectado. Lo sometieron a numerosas humillaciones públicas y varios arrestos posteriores al de Ozama. Todas estas penurias acabaron con su fortaleza física y mental que lo condujeron a la muerte el 14 de diciembre de 1953.

Contra el régimen

La dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina fue probablemente una de las dictaduras más cruentas y largas que sufrió el continente latinoamericano. El temor sembrado por aquel hombre en el pueblo dominicano llegó al extremo de dominar las mentes de los ciudadanos mediante la implantación del terror en las calles. La tiranía se apoyó elementalmente en el Ejército del país y se encargó de reprimir a cualquier ciudadano que se considerara tuviese algún vestigio de oposición al régimen, a través de la violencia, la tortura y el asesinato.  

La manipulación de la dictadura y el inherente culto a la personalidad de Trujillo llegaron a tal punto que durante veinticinco años, Santo Domingo se llamó de manera oficial «Ciudad Trujillo».

Con el concurso de la iglesia católica, el dictador creó el mito necesario alrededor de su persona para influir en la conciencia de las grandes masas semi-analfabetas, ante quienes se erigió como representante en la tierra de un poder supremo e infalible. No es secreto que en numerosos hogares dominicanos de entonces se vieran carteles que rezaban: en esta casa mandan Dios y Trujillo.

Minerva obtuvo su título de Doctor en Derecho en 1957 pero no pudo ejercer su profesión pues Trujillo se negó a otorgarle la licencia correspondiente para la práctica profesional. De las hermanas, ella era la más radical en su pensamiento y la más ágil e inteligente. Llevó a Patria y a María Tersa de la mano para apoyar los movimientos revolucionarios contra la tiranía —Dedé no tuvo una participación activa en esta lucha, aunque sí apoyaba a sus hermanas.

La influencia de Pericles Franco Ornes —fundador del Partido Socialista Popular, a quien conoció en los años cuarenta—, la literatura izquierdista publicada en la época, el triunfo de Fidel Castro en Cuba y sus propias vivencias, hicieron del espíritu revolucionario de las Mirabal un arma para organizarse de manera coherente contra el régimen.

El 6 de enero de 1960 en una reunión efectuada en casa de Guido D'Alessandro y su esposa Josefina Ricart se evaluó la situación política creada en el Caribe. Durante el encuentro, Minerva propuso la posibilidad de organizarse a partir de la creación de un movimiento clandestino para derrocar a Trujillo.

El nombre que usaba Minerva para todas estas reuniones clandestinas era «Mariposa», es por eso que a las tres hermanas se les llamaba así en el ambiente revolucionario.

El 10 de enero del propio año se decidió crear un Comité Ejecutivo para aunar a todos los opositores y llegar a un acuerdo acerca de los postulados iniciales. El 11, consensuado un acuerdo definitivo, se crea de manera oficial el Movimiento 14 de junio, en honor a los caídos durante la expedición de Constanza, Maimón y Estero Hondo, proveniente de Cuba, para el derrocamiento de Trujillo. Víctimas de una delación, durante todo el mes de enero el Servicio de Inteligencia Militar (SIM) fue «cazando», uno a uno, a los miembros del movimiento. Casi todos sufrieron prisión en «La Cuarenta».

Las hermanas Mirabal fueron encarceladas y torturadas en varias ocasiones. El 18 de mayo de 1960 fueron juzgadas por «atentar contra la seguridad del Estado» y condenadas a treinta años de prisión. En agosto del mismo año, la Organización de Estados Americanos (OEA), en la reunión de Cancilleres efectuada en San José de Costa Rica, condenó al gobierno dominicano con sanciones económicas por encontrar a Trujillo culpable del atentado al Presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt. Al mismo tiempo acordó que una comisión de esa entidad internacional visitase la República Dominicana para que rindiera un informe sobre la situación del país. Como resultado de esta reunión fueron liberadas las mujeres que se encontraban en las cárceles dominicanas, entre ellas, las Mirabal. Pero la persecución continuó. Se corrió la voz en todo el país que las jóvenes tendrían un «lamentable accidente» antes de acabar el año; y así fue. El trágico 25 de noviembre de 1960 fueron brutalmente asesinadas.

La impunidad de los culpables

Los autores materiales del cruento asesinato —Alicinio Peña Rivera, Ciriaco de la Rosa, Emilio Estrella Malleta, Néstor A. Pérez Terrero, Alfonso Cruz Valerio y Ramón Emilio Rojas Lora— estuvieron apoyados por altos jefes de operaciones del SIM y actuaban bajo las órdenes explícitas del dictador.

El hecho conmovió a la sociedad dominicana y constituyó el catalizador más feroz que motivó al asesinato de Rafael Leónidas Trujillo el 30 de mayo de 1961.

Luego de la muerte del tirano, se desarrolló el juicio contra los ejecutores de las Mirabal. El 12 de junio de 1962, en la Cámara Penal Nacional, el tribunal condenó a treinta años de prisión a Alfonso Cruz Valerio, Emilio Estrada Malleta, Ramón Emilio Rojas Lora y Néstor Antonio Pérez Terrero. En virtud de la misma sentencia, Ciriaco de la Rosa fue condenado a veinte años. Misteriosamente, tres años después, durante la invasión yanqui en 1965, todos escaparon de la cárcel «La Victoria» donde cumplían la pena. El crimen quedó impune.

El sendero de las mariposas

En América Latina y el Caribe las hermanas Mirabal son ejemplo de valentía, fuerza, femineidad y lucha, grandes mujeres que dieron su vida por una causa justa. El legado de Minerva y su lozanía quedó demostrado: sus manos salieron de la tumba y son cada vez más fuertes en cada dominicano y latinoamericano dispuesto a luchar.

En honor a las muchachas, la provincia de su nacimiento lleva el nombre de «Hermanas Mirabal». Su casa familiar es un museo que cada año se convierte en sitio de peregrinaje de multitudes.

Uno de los mayores homenajes en su memoria se materializó cuando en 1981, durante el primer Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe, en Bogotá, se declaró el 25 de noviembre como día de la No violencia contra la mujer. Luego, en 1999, la Organización de Naciones Unidas lo declaró día internacional.

Las mujeres latinoamericanas tenemos en las hermanas Mirabal un ejemplo a seguir. Su espíritu consecuente y revolucionario nos convida a transitar por el sendero de las mariposas, hasta que vivamos en un mundo feminista, justo y democrático.

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